Tener en cuenta el contexto

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En la Biblia se nos revela otra clave para entender el significado de las Escrituras: el contexto. Podemos evitar muchas interpretaciones erróneas si tenemos siempre en cuenta el contexto de los ejemplos y las enseñanzas que la Biblia nos da.

De hecho, la gran mayoría de las equivocaciones o malentendidos acerca de la Biblia son la consecuencia de sacar versículos de su contexto. Leer el contexto quiere decir simplemente tener en cuenta los versículos anteriores y posteriores al texto que se esté estudiando. Sacar un versículo de su contexto es tratar de entenderlo sin tener en cuenta el tema del pasaje en que se encuentra. Estudiar el contexto incluye examinar los versículos dentro del marco del párrafo, el capítulo, el libro y, en un sentido más amplio, todos los escritos del mismo autor e incluso la Biblia como un todo.

Por ejemplo, en Génesis 3:4 leemos: “No moriréis”. Al leer esto algunos podrían pensar que el hombre ya posee la inmortalidad, que posee un alma que no puede morir. Sin embargo, tal suposición está en contra de otros versículos muy claros, entre ellos Ezequiel 18:4, Ezequiel 18:20; Santiago 5:20; 1 Timoteo 6:14-16 y Romanos 2:7. Pero el contexto nos muestra que fue Satanás, en apariencia de serpiente, quien dijo esta mentira asegurándole a Eva que ella y su esposo Adán no morirían. Unos versículos antes podemos ver cuál fue la enseñanza correcta que Dios les había dado: “Y mandó el Eterno Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto podrás comer; mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás” (Génesis 2:16-17).

Vemos, pues, que no basta con citar un versículo aislado; debemos tener en cuenta el contexto. En este ejemplo la cita de Génesis 3:4 se aclara fácilmente cuando analizamos todo el pasaje. Podemos evitarnos muchas confusiones con sólo aplicar este sencillo principio.

En ocasiones es necesario leer todo un capítulo para entender correctamente el asunto. Por ejemplo, algunos citan Marcos 7:18-19 para apoyar el concepto de que ahora ya se pueden comer las carnes que en Levítico 11 y Deuteronomio 14 se clasifican como inmundas. Jesús preguntó a sus discípulos: “¿También vosotros estáis así sin entendimiento? ¿No entendéis que todo lo de fuera que entra en el hombre, no le puede contaminar, porque no entra en su corazón, sino en el vientre, y sale a la letrina? Esto decía, haciendo limpios todos los alimentos”. Otra versión, la Reina-Valera, revisión de 1977, dice así: “¿No os dais cuenta de que todo lo que de fuera entra en el hombre, no puede contaminarle, porque no entra en su corazón, sino en el vientre, y sale a la cloaca, purificando todos los alimentos”.

Este pasaje es especialmente interesante, porque presenta el caso de un error de traducción que nos sirve de ilustración no sólo de lo importante que es leer el contexto, sino también del beneficio de comparar diferentes versiones de la Biblia. Aquí, el contexto contiene la clave para entender el verdadero significado del pasaje y también para determinar cuál es la traducción más acertada.

Primero, notemos que el contexto revela el verdadero tema de este capítulo: “Le preguntaron, pues, los fariseos y los escribas: ¿Por qué tus discípulos no andan conforme a la tradición de los ancianos, sino que comen pan con manos inmundas?” (Marcos 7:5).

La pregunta de los escribas y fariseos no era si se podían comer determinados tipos de carne, sino por qué los discípulos pasaban por alto un rito de purificación ceremonial. La crítica tenía que ver con el hecho de que Jesús y sus discípulos comían sin lavarse las manos. Cristo les contestó: “Dejando el mandamiento de Dios, os aferráis a la tradición de los hombres; los lavamientos de los jarros y de los vasos de beber; y hacéis otras muchas cosas semejantes” (v. 8). Queda muy claro cuál era el tema de esta conversación entre Jesús y los dirigentes religiosos.

Ahora, conociendo el contexto del pasaje, consideremos las dos traducciones. En la versión Reina-Valera, revisión de 1960, el versículo 19 termina con estas palabras: “Esto decía [Jesús], haciendo limpios todos los alimentos”. En cambio, la revisión de 1977 dice simplemente: “purificando todos los alimentos”. El significado claro de esta última es que mediante el proceso digestivo el cuerpo asimila los alimentos y elimina las partículas de polvo que puede haber en ellos. ¿Cuál de las dos versiones es la correcta?

Si nos atenemos al medio cultural del Nuevo Testamento, en el que sólo se consumían las carnes limpias (según Levítico 11 y Deuteronomio 14), y si tenemos en cuenta que lo que se estaba discutiendo en este pasaje era la necesidad de lavarse las manos antes de comer, podemos ver claramente que el texto de la Reina-Valera de 1977 es el que encaja perfectamente con el contexto. (Conviene mencionar en este punto que las palabras Esto decía, refiriéndose a Jesús, no aparecen en los manuscritos originales griegos, sino que fueron agregadas por los traductores en un intento por interpretar el pensamiento de Marcos.)

Además de analizar cuidadosamente el contexto, otra clave para entender correctamente la Biblia es estudiar todos los pasajes relacionados con el tema que se estudia (de esto hablaremos más en el próximo capítulo). En este caso tenemos la ventaja de que en Mateo 15 se menciona el mismo incidente y se aclara aún más el asunto: “Del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias [todas estas cosas son infracciones de la ley de Dios y, por tanto, pecados]. Estas cosas son las que contaminan al hombre; pero el comer con las manos sin lavar no contamina al hombre” (vv. 19-20).

Al tener en cuenta el contexto en que se encuentra la amonestación de Jesús, se despeja toda confusión. Él no estaba rechazando ni anulando las leyes de Dios sobre las carnes limpias e inmundas; estaba simplemente diciendo que cualquier pequeña cantidad de polvo que pudiera tener la comida sería eliminada como consecuencia natural del proceso de digestión.

Pasando a otro ejemplo, podemos ver que en ciertas ocasiones es necesario tener en cuenta el contexto de todo un libro. Un ejemplo importante de esto es el uso que el apóstol Pablo hizo de la palabra ley en la Epístola a los Romanos. Algunas veces, cuando la usó estaba refiriéndose al concepto legalista según el cual la ley servía como un medio para ganarse la salvación, concepto que Pablo rechazó. “¿Qué, pues, diremos? Que los gentiles, que no iban tras la justicia, han alcanzado la justicia, es decir, la justicia que es por fe; mas Israel, que iba tras una ley de justicia, no la alcanzó. ¿Por qué? Porque iban tras ella no por fe, sino como por obras de la ley...” (Romanos 9:30-32).

En otras partes, Pablo describió la ley de Dios como el patrón divino de la conducta humana que Dios nos ha dado para nuestro bien: “Por medio de la ley es el conocimiento del pecado ... yo no conocí el pecado sino por la ley ... De manera que la ley a la verdad es santa, y el mandamiento santo, justo y bueno. ¿Luego lo que es bueno, vino a ser muerte para mí? En ninguna manera; sino que el pecado, para mostrarse pecado, produjo en mí la muerte por medio de lo que es bueno, a fin de que por el mandamiento el pecado llegase a ser sobremanera pecaminoso” (Romanos 3:20; Romanos 7:7, Romanos 7:12-13). Aquí, en el mismo libro, vemos que la palabra ley aparece en contextos diferentes. Es un error tratar de generalizar el uso que se le da a una palabra sacándola de su debido contexto.

El uso de esta clave de revisar el contexto nos ayudará a evitar muchas interpretaciones erróneas al estudiar la Biblia.

Tener en cuenta todos los pasajes relacionados con el tema que se estudia

Otra clave importante para entender la Biblia es estudiar diferentes versículos relacionados con determinado tema antes de llegar a una conclusión.

Otra clave importante para entender la Biblia es estudiar diferentes versículos relacionados con determinado tema antes de llegar a una conclusión. Con respecto a esto, el apóstol Pablo dio un ejemplo notable cuando, enseñando ciertas verdades acerca de Jesús, se refirió a muchos pasajes de lo que en su tiempo era la Biblia, las Escrituras en hebreo (lo que ahora conocemos como el Antiguo Testamento).

“Y habiéndole señalado un día, vinieron a él muchos a la posada, a los cuales les declaraba y les testificaba el reino de Dios desde la mañana hasta la tarde, persuadiéndoles acerca de Jesús, tanto por la ley de Moisés como por los profetas” (Hechos 28:23). Para demostrar que estaba en lo correcto, Pablo explicaba cuidadosamente los pasajes que tenían que ver con Jesús como el Redentor prometido.

Para entender correctamente un tema bíblico, es necesario tener en cuenta todos los pasajes relacionados con el mismo. Aquí se aplica el principio de acomodar lo espiritual a lo espiritual (1‑Corintios 2:13). El carácter espiritual de la Biblia se describe en Efesios 6:17, donde leemos acerca de “la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios”. Al examinar varios versículos sobre el mismo tema se pueden aclarar las doctrinas bíblicas.

En muchas ocasiones, cuando dos versículos parecen contradecirse, la realidad es que se complementan porque cada uno dice parte del relato. Por ejemplo, en Lucas 14:26 Jesús dijo: “Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun también su propia vida, no puede ser mi discípulo”. Esta expresión de aborrecer a la familia suena muy contraria a las enseñanzas de Jesús, quien en otra ocasión dijo: “Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por lo que os ultrajan y os persiguen” (Mateo 5:43-44).

Jesús claramente enseñó que no debemos aborrecer a nadie. Entonces ¿cómo pueden explicarse estos dos pasajes?

Si analizamos otros relatos sobre el mismo tema podremos ver que, de hecho, armonizan. En Mateo 10:37 leemos: “El que ama a padre o madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a hijo o hija más que a mí, no es digno de mí”. Aquí el sentido claro es amar a los familiares menos que a Cristo, no “aborrecerlos”. Es cierto que Jesús utilizó el término aborrecer; sin embargo, según algunos estudiosos de la Biblia esta fue una expresión figurada que la gente de esa época entendía como “amar menos”, tal como Mateo lo aclara aquí.

La contradicción desaparece al comparar ambos pasajes. Vemos, pues, que es muy fácil adoptar una interpretación errónea si sacamos un versículo de su contexto o lo aislamos de otros que se refieren al mismo tema.

Si compilamos cuidadosamente los versículos que se relacionan entre sí antes de decidir qué es lo que la Biblia dice sobre determinado tema, podemos evitar la confusión o el error. La Biblia no se contradice; gracias a la inspiración de Dios, los que la escribieron se complementaron unos a otros. En verdad, “la Escritura no puede ser quebrantada” (Juan 10:35).

El uso correcto de los libros de consulta

Los libros de consulta son útiles para que podamos entender mejor las Escrituras tal como fueron escritas y entendidas originalmente.

Si se aplican las cinco claves que hemos mencionado hasta este punto, ciertamente podremos entender las enseñanzas y los principios esenciales de la Palabra de Dios. De esto no hay duda. No obstante, con sólo leer la Biblia, ¿alcanzaremos a entender todos los detalles de lo que se nos dice en las Escrituras? La verdad es que podemos aumentar nuestro conocimiento de los personajes, lugares y acontecimientos bíblicos si aprovechamos el trabajo de aquellos que han estudiado la cultura, los idiomas, la historia y la arqueología de la Biblia.

Ya han transcurrido entre 2.000 y 3.500 años desde que se escribieron las diferentes partes de la Biblia. Quienes las escribieron lo hicieron en el idioma y las condiciones de sus respectivas épocas, y esas culturas y lenguas eran muy diferentes de las actuales. Debido a estas diferencias, los libros de consulta son útiles para que podamos entender mejor las Escrituras tal como fueron escritas y entendidas originalmente.

El apóstol Pablo le dijo a Timoteo: “Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad” (2 Timoteo 2:15). Así como un artífice utiliza varios instrumentos y herramientas que le ayudan en su trabajo, también nosotros podemos aprovechar diferentes recursos que nos ayuden a entender mejor ciertos aspectos de la Biblia.

Los apóstoles, además de citar frecuentemente las Escrituras, a veces citaban otras fuentes de información con el propósito de aclarar el tema que estaban tratando. A fin de que los filósofos atenienses pudieran entender claramente un principio acerca de Dios, Pablo les citó a un poeta de Cilicia llamado Arato (Hechos 17:28). En igual forma, Judas citó de un escrito que se conocía como el libro de Enoc (Judas 14). Como podemos ver por estos ejemplos, los apóstoles, con el afán de ayudar a la gente a entender más claramente la Palabra de Dios, en ocasiones citaban otras fuentes aparte de las Escrituras.

¿Cuáles son los libros de consulta que podemos utilizar? A continuación mencionamos algunos:

• Otras versiones de la Biblia: Desde luego, lo más indispensable para el estudio de la Biblia es la Biblia misma. Y si está dentro de nuestras posibilidades, es conveniente tener más de una versión de ésta para poder comparar las diferentes traducciones. Naturalmente, quienes estudian la Biblia buscan la traducción que sea más exacta, más literal o más fácil de leer, pero no hay una sola traducción que reúna perfectamente todas estas características.

Existen varias versiones en el idioma español en las cuales la traducción puede ser más o menos literal, o puede adaptarse un poco más a nuestra forma de expresarnos. Un ejemplo sencillo tomado de Lucas 9:51 bastará para ilustrar esta diferencia. En la versión Reina-Valera, revisión de 1960, vemos una correspondencia formal entre el texto griego y la traducción al español: “... afirmó su rostro para ir a Jerusalén”. En cambio, la Versión Popular emplea una equivalencia dinámica para expresar en términos propios de nuestro idioma el significado de esta frase: “... emprendió con valor su viaje a Jerusalén”. Por su parte, la Nueva Biblia Española la traduce así: “... Jesús decidió irrevocablemente ir a Jerusalén”. Así pues, cuando el texto no resulta claro, muchas veces es de gran ayuda leer una versión más actualizada.

Obviamente, lo más importante en una versión es la exactitud, y por lo general las traducciones literales son las que más se apegan a los textos originales en hebreo, arameo y griego. En las publicaciones de la Iglesia de Dios Unida la que más se utiliza es la Reina-Valera, revisión de 1960, la cual es una fiel traducción de los textos originales y, con pocas excepciones, su lenguaje es bastante claro. Aunque en cualquier traducción de la Biblia se pueden encontrar algunos errores, siempre es más conveniente usar una traducción literal cuando se trata de establecer las doctrinas correctas.

• Una concordancia de la Biblia: Ciertamente uno de los libros de consulta más prácticos, y por tanto uno de los más importantes, es una concordancia bíblica, la cual es simplemente una compilación alfabética de muchas o de todas las palabras que aparecen en la Biblia y una lista de los versículos en que se encuentra cada una. Al buscar una palabra específica, una concordancia nos permite localizarla rápidamente en cualquier versículo de la Biblia. Una concordancia completa resulta de gran ayuda en la compilación, comparación y estudio de todos los pasajes sobre algún tema, debido a que indica todos los versículos en que se usa cierta palabra.

También existen concordancias temáticas que, como su nombre lo indica, pueden ayudarnos a encontrar los pasajes o versículos que tratan un tema específico.

• Una enciclopedia o diccionario bíblico: El segundo recurso en importancia es una enciclopedia o diccionario bíblico. Una obra de este tipo explica temas específicos o el significado que tenían algunas palabras en los idiomas en que se escribió la Biblia originalmente. Muchos diccionarios bíblicos contienen reseñas biográficas, mapas, tablas cronológicas y varios otros datos históricos y arqueológicos.

No obstante, debemos estar conscientes de que tales obras pueden mostrar la parcialidad del autor al explicar los aspectos de orden teológico, por lo que no suelen ser una fuente confiable en asuntos de doctrina. Los autores moderados tienden a ser más exactos debido a que ellos reconocen que la Biblia fue divinamente inspirada y por lo tanto creen en lo que ésta dice. Otros autores consideran la Biblia sólo como literatura étnica, producto de una mezcla de historia, leyenda y mitología.

• Un comentario bíblico: Este es otro recurso que puede resultar muy útil, pero es sólo lo que su título indica: los comentarios y opiniones del autor. Los comentarios bíblicos pueden ser de uno o varios volúmenes y pueden ser la obra de un solo autor o de un grupo de autores. Es necesario tener en cuenta los antecedentes y tendencias de los autores, cuya gama va de quienes creen en la inspiración de la Biblia hasta los teólogos que consideran gran parte de las Escrituras como simple literatura humana. Por razón natural, los comentarios de estos últimos son muy diferentes de los de quienes sí creen en la Biblia y casi siempre los contradicen.

Por lo tanto, lo que estos autores escriban no debe ser usado nunca para establecer doctrinas bíblicas. La doctrina verdaderamente bíblica sólo puede ser establecida “acomodando lo espiritual a lo espiritual” (1 Corintios 2:13). Los escritos de los hombres no deben considerarse nunca en igualdad con la Biblia. Los libros de consulta son simplemente recursos limitados que por medio de su información geográfica, lingüística, cultural e histórica nos ayudan a entender en gran parte las circunstancias y épocas en que fueron escritos los libros que componen la Biblia.

Con esto llegamos a la séptima clave para entender las Sagradas Escrituras.

La guía de la Iglesia de Dios

¿Qué es la Iglesia? La Biblia no la describe como un edificio ni una corporación u organización física, sino como aquellas personas en quienes mora el Espíritu Santo y que son guiadas por él (Romanos 8:9, Romanos 8:14).

En nuestra búsqueda de las grandes verdades de las Sagradas Escrituras, una valiosa fuente de ayuda son maestros guiados por el Espíritu de Dios. Un fiel servidor de Dios puede ayudarnos a entender correctamente las Escrituras. Como dijo el apóstol Pablo: “¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quién les predique? ¿Y cómo predicarán si no fueren enviados? Como está escrito: ¡Cuán hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian buenas nuevas!” (Romanos 10:14-15).

Jesús dijo claramente: “Edificaré mi iglesia”, y agregó: “Las puertas del Hades [el sepulcro o la muerte] no prevalecerán contra ella” (Mateo 16:18). Tiempo después ordenó a sus discípulos: “Id, y haced discípulos a todas las naciones ... enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (Mateo 28:19-20).

¿Qué es la Iglesia? La Biblia no la describe como un edificio ni una corporación u organización física, sino como aquellas personas en quienes mora el Espíritu Santo y que son guiadas por él (Romanos 8:9, Romanos 8:14). El compañerismo con el pueblo de Dios puede ayudarnos en el aprendizaje de las verdades espirituales de las que habló Jesús.

Dios nos dice: “Examinadlo todo; retened lo bueno” (1 Tesalonicenses 5:21). Nosotros tenemos que hacer una parte, pero él ha fundado su Iglesia que es “columna y baluarte de la verdad” (1 Timoteo 3:15). También ha puesto maestros fieles en su Iglesia para que enseñen su Palabra sin tergiversaciones. Consideremos lo que el apóstol Pablo escribió a uno de sus discípulos: “Por esta causa te dejé en Creta, para que corrigieseis lo deficiente, y establecieses ancianos en cada ciudad, así como te mandé . . . Porque es necesario que el obispo sea irreprensible, como administrador de Dios . . . retenedor de la palabra fiel tal como ha sido enseñada, para que también pueda exhortar con sana enseñanza y convencer a los que contradicen” (Tito 1:5-9).

Jesús advirtió que habría engañadores que afirmarían ser representantes suyos: “Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis . . . Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad” (Mateo 7:15-16, Mateo 7:22-23).

Los siervos de Dios deben enseñar fielmente las leyes y los caminos de Dios: “¡A la ley y al testimonio! Si no dijeren conforme a esto, es porque no les ha amanecido” (Isaías 8:20). Es también esencial que vivan de acuerdo con lo que enseñan.

Por lo tanto, siguiendo las claves que Dios nos ha dado en su Palabra, necesitamos escudriñar las Escrituras para ver cómo éstas describen a la Iglesia y a los que fielmente enseñan los caminos de Dios. ¿Cuáles son algunas de las características del pueblo de Dios? En seguida mencionamos cuatro formas en que la Biblia describe a los verdaderos cristianos, pero desde luego no son todas:

• Sumisos a las leyes de Dios: Los miembros de la Iglesia de Dios, los “santos”, se describen como “los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús” (Apocalipsis 14:12). El pueblo de Dios también se describe como la obediente novia de Cristo: “Gocémonos y alegrémonos y démosle gloria; porque han llegado las bodas del Cordero, y su esposa [la Iglesia] se ha preparado. Y a ella se le ha concedido que se vista de lino fino, limpio y resplandeciente; porque el lino fino es las acciones justas de los santos” (Apocalipsis 19:7-8). Quienes forman la Iglesia de Dios guardan fielmente los mandamientos de Dios y confían en “la fe de Jesús” para su salvación.

• Permanecen en el amor de Dios: Una de las grandes cualidades del pueblo de Dios la señaló Jesús en la noche en que fue traicionado: “En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros” (Juan 13:35). El apóstol Juan hizo eco a esto al escribir: “Queridos hermanos, debemos amarnos unos a otros, porque el amor viene de Dios. Todo el que ama es hijo de Dios y conoce a Dios. El que no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor . . . Queridos hermanos, si Dios nos ha amado así, nosotros también debemos amarnos unos a otros. A Dios nunca lo ha visto nadie; pero si nos amamos unos a otros, Dios vive en nosotros y su amor se hace realidad en nosotros” (1 Juan 4:7-8, 11-12, Versión Popular).

• Una manada pequeña: En la Biblia, la Iglesia de Dios no se describe como una organización grande e influyente. A sus verdaderos seguidores Jesús dijo: “No temáis, manada pequeña, porque a vuestro Padre le ha placido daros el reino” (Lucas 12:32). A los cristianos se les describe también como quienes siguen el camino estrecho y difícil que pocos desean seguir en este presente mundo de perdición (Mateo 7:13-14).

• Rechazan los caminos del mundo: Jesús dijo claramente que sus discípulos “no son del mundo”, como tampoco él era del mundo (Juan 17:14). De manera franca y abierta, el apóstol Santiago advierte a los cristianos que no cedan ante la influencia nociva de este mundo: “¡Oh almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios” (Santiago 4:4). Como resultado de no seguir los caminos de este mundo —que en realidad es el mundo de Satanás (2 Corintios 4:4; 1 Juan 5:19)— la Iglesia de Dios finalmente se verá forzada a huir de la persecución de que será objeto antes del retorno de Jesucristo (Apocalipsis 12:13-17).

Estas descripciones deben ayudarnos a entender cómo podemos buscar y encontrar miembros de la Iglesia de Dios. Que Dios le ayude en su búsqueda por entender las Escrituras, y que por medio de las claves que él ha dado, pueda usted encontrar a sus fieles y obedientes seguidores.

Es muy conveniente marcar la Biblia

Con una marca apropiada, una palabra o frase importante le indicará al instante el tema del pasaje.

Con sus cientos de páginas en letra pequeña, la Biblia puede parecernos bastante abrumadora. Sin embargo, la Biblia es el “manual de instrucciones” que Dios nuestro Hacedor nos ha proporcionado, y como tal es un libro al que debemos referirnos con frecuencia.

Con el fin de poder recordar pasajes importantes —y de poder encontrarlos más fácilmente— es conveniente marcar la Biblia. Los métodos usados por los estudiantes de la Biblia varían desde un solo color hasta una gama variada de colores, flechas, asteriscos, notas y corchetes, así como palabras, frases y oraciones subrayadas.

La experiencia de muchos les ha llevado a adoptar un sistema más o menos sencillo. De otra forma, al cabo de varios meses o algunos años la Biblia puede llegar a verse como un desordenado cuaderno de colorear. Lo importante es utilizar un método práctico que tenga sentido para usted. A continuación encontrará unas pocas indicaciones que pueden ayudarle a evitar la tendencia a hacer muchas marcas innecesarias en su Biblia.

Es recomendable usar los colores sólo para hacer resaltar palabras importantes. Los lápices de colores son prácticos; o si prefiere usar una pluma o marcador, tenga cuidado de que sea de un tipo que no manche o pase a través del papel. Para mayor nitidez, cuando subraye es conveniente usar una regla. Con una marca apropiada, una palabra o frase importante le indicará al instante el tema del pasaje.

Como podrá darse cuenta, marcar la Biblia tiene la ventaja de ayudarle a recordar no sólo en qué página, sino también en qué parte de la página se encuentra un versículo. Le ahorrará mucho tiempo al tratar de localizar pasajes importantes en el futuro.