Fe, elección y compromiso

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Fe, elección y compromiso

Después de habernos arrepentido y bautizado, ¿cuál debe ser nuestra prioridad absoluta?

“Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia . . .”(Mateo 6:33).

“No tendrás dioses ajenos delante de mí” (Éxodo 20:3).

“Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas” (Mateo 6:24).

Dios quiere que por encima de todo lo obedezcamos a él y busquemos su justicia y su reino. Nuestro compromiso de servirlo con todo el corazón, sin embargo, puede plantearnos decisiones difíciles. Pablo lo explica: “Y también todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución” (2 Timoteo 3:12). Es necesario, por tanto, que evaluemos anticipadamente cuán fuerte es nuestro compromiso con Dios, a fin de que estemos preparados para tomar las decisiones que va a requerir de nosotros.


¿Promete Dios ayudar a quienes confíen en él cuando se enfrenten a decisiones difíciles?

“No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar” (1 Corintios 10:13).

Dios nos dice: “Muchas son las aflicciones del justo, pero de todas ellas le librará el Eterno” (Salmos 34:19). (Si desea leer un ejemplo sobresaliente de cómo Dios liberó a unos siervos suyos en un momento de crisis, ver el recuadro “Un conmovedor ejemplo de fe”, en la página 13.)

¿Cómo responde Dios a los que se niegan a confiar en él?

“Por cuanto aborrecieron la sabiduría, y no escogieron el temor del Eterno, ni quisieron mi consejo, y menospreciaron toda reprensión mía, comerán del fruto de su camino, y serán hastiados de sus propios consejos . . . mas el que me oyere, habitará confiadamente y vivirá tranquilo, sin temor del mal” (Proverbios 1:29-33).

Nuestro compromiso con Dios es necesario (Marcos 8:34-38). Él nos dice: “. . . pero miraré a aquel que es pobre y humilde de espíritu, y que tiembla a mi palabra” (Isaías 66:2). La forma en que nos responda dependerá en gran parte de si confiamos en él o no, si nuestra fe en él es algo sólido o no.