¿Está siendo llamado usted?

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¿Está siendo llamado usted?

Comience por preguntarse si su perspectiva de la vida, especialmente la forma en que piensa, está cambiando. El apóstol Pablo explicó que “el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente” (1 Corintios 2:14). Por esto Jesús dijo que nadie podía venir a él a menos que el Padre lo trajera (Juan 6:44).

En otras palabras, Dios tiene que obrar primero, por el poder de su Espíritu, para abrir nuestro entendimiento de tal manera que podamos ver la sabiduría de sus caminos y la realidad de nuestros errores. Entonces podemos comenzar el proceso del verdadero arrepentimiento.

¿Por qué tiene Dios que abrir primero nuestras mentes para que podamos entender? “Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo el Eterno. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos” (Isaías 55:8-9).

Jesús nos da un ejemplo que ilustra por qué Dios tiene que abrir nuestro entendimiento para que podamos comprender la necesidad de rendirnos a él y permitirle que nos ayude a cambiar nuestra vida.

“Entonces, acercándose los discípulos, le dijeron: ¿Por qué les hablas por parábolas? Él respondiendo, les dijo: Porque a vosotros os es dado saber los misterios del reino de los cielos; mas a ellos no les es dado . . . Por eso les hablo por parábolas: porque viendo no ven, y oyendo no oyen, ni entienden. De manera que se cumple en ellos la profecía de Isaías, que dijo: De oído oiréis, y no entenderéis; y viendo veréis, y no percibiréis” (Mateo 13:10-11, 13-14).

Un ejemplo similar es la parábola del fariseo y el publicano. “Dos hombres subieron al templo a orar: uno era fariseo, y el otro publicano. El fariseo, puesto en pie, oraba consigo mismo de esta manera: Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano; ayuno dos veces a la semana, doy diezmos de todo lo que gano” (Lucas 18:10-12).

Este hombre conocía las Escrituras. Las podía aplicar a otros y ver sus fallas. Pero no tenía mucho entendimiento (si es que tenía algo) de la inmensa necesidad que tenía él mismo de cambiar.

Este es el meollo de la parábola. Jesús se la dirigió a aquellos que “confiaban en sí mismos como justos, y menospreciaban a los otros” (v. 9).

En contraste, veamos lo que decía el publicano. “Mas el publicano, estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador. Os digo que éste descendió a su casa justificado antes que el otro; porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla será enaltecido” (vv. 13-14).

El publicano percibía correctamente que Dios, por medio de las inspiradas palabras de las Escrituras, estaba explicándole cómo debía cambiar su propia vida. Dios estaba trabajando con él de tal manera que podía comprender las Escrituras de una forma correcta.

Este reconocimiento de la necesidad de cambiar a nivel personal es con frecuencia el resultado de descubrir la verdad de las Escrituras. Pablo lo explicó de esta manera: “Pero nosotros debemos dar siempre gracias a Dios respecto a vosotros, hermanos amados por el Señor, de que Dios os haya escogido desde el principio para salvación, mediante la santificación por el Espíritu y la fe en la verdad, a lo cual os llamó mediante nuestro evangelio, para alcanzar la gloria de nuestro Señor Jesucristo” (2 Tesalonicenses 2:13-14).

Si usted entiende lo que está aprendiendo en este curso bíblico hasta el punto de ver la necesidad de cambiar su vida y comenzar a obedecer los mandamientos de Dios de todo corazón, Dios está trabajando con usted. Lo está llevando hacia él. Este estímulo de entregar su vida a Dios es un regalo que usted debe saber valorar. Ore pidiendo la fortaleza y la sabiduría para “crecer en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo” (2 Pedro 3:18).

En la próxima lección explicaremos detalladamente el arrepentimiento y la conversión. Le recomendamos que la estudie cuidadosamente.