¿Donde comienza la historia?

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¿Donde comienza la historia?

Muchos suponen que el evangelio del Reino de Dios se originó con la predicación de Jesús y sus apóstoles.

Por lo general, se hace referencia a los cuatro relatos de la vida de Jesús en el Nuevo Testamento como los cuatro evangelios. Sin embargo, pocos se dan cuenta de que las bases del evangelio fueron reveladas a los siervos de Dios mucho antes de que Jesús naciera. (En realidad, originalmente estos cuatro libros no fueron llamados “los evangelios”; ese término no les fue aplicado hasta la mitad del siglo segundo.)

La palabra evangelio es derivada del vocablo griego evangelion, que significa “buenas noticias”. En la Biblia, esta palabra griega se refiere al mensaje de un rey o a un informe favorable acerca de un acontecimiento significativo. Así, evangelio simplemente se refiere a buenas noticias de parte de Dios. Es el mensaje de Dios en el que anuncia su plan y su propósito para la humanidad. Son las buenas noticias de Dios para nosotros. Jesucristo vino para proclamar las maravillosas noticias acerca del plan y propósito de Dios. El núcleo de ese plan es el Reino de Dios.

Dios siempre ha revelado su propósito a la humanidad. Aun en el principio explicó la razón por la cual nacimos y el propósito de la vida humana. El comienzo del evangelio está implícito en esa explicación.

El apóstol Pablo dice que el evangelio fue anunciado siglos antes del nacimiento de Jesús, a un hombre llamado Abraham. “Y la Escritura . . . dio de antemano la buena nueva [el evangelio] a Abraham, diciendo: En ti serán benditas todas las naciones” (Gálatas 3:8).

Notemos que el evangelio tiene que ver con las bendiciones de Dios para todas las naciones. Tiene que ver con bienes venideros (Hebreos 9:11). En un pasaje es llamado “el evangelio eterno” (Apocalipsis 14:6). Es el plan de Dios para bendecir eternamente a toda la humanidad.

Jesucristo es la figura central de ese plan. Pero el evangelio no se limita a la información acerca de la persona de Jesús. Abarca todo el propósito de Dios, tal como está revelado en las Escrituras. Es la buena noticia acerca de cómo el Mesías —Jesús de Nazaret— llevará ese plan a un clímax inimaginablemente maravilloso.

Sigamos el rastro de la revelación de Dios de esta buena noticia tal como se presenta en las Escrituras.

¿Cuándo expresó Dios por primera vez su propósito al crear a la humanidad?

“Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra” (Génesis 1:26).

Este versículo es el comienzo del anuncio, las buenas noticias, del Reino de Dios. Aquí Dios expresa su intención de formar a los seres humanos a su imagen y darles dominio sobre su creación. Por el hecho de haber sido creada a imagen de Dios, la vida humana tiene un propósito especial. (En la Lección 3 se explicó con más detalles cómo y por qué Dios creó a los humanos a su imagen y semejanza.)

Dios le ofreció a la primera familia humana un camino de vida —simbolizado por el árbol de la vida— que tiene el propósito de permitir que todos los seres humanos disfruten de una relación personal con su Creador.

¿Qué ingrediente espiritual es esencial para que la relación del hombre con Dios tenga éxito?

“Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan” (Hebreos 11:6).

Dios hace que sus bendiciones y recompensas estén disponibles para aquellos que voluntariamente le sirven con una fe viva y activa (Santiago 2:17-23). Esta fe es posible únicamente como un don de Dios y es crucial para nuestra salvación (Efesios 2:8). Nadie que rehúsa creerle a Dios y confiar en él puede agradarle.

Dios esperaba que Adán y Eva confiaran en él y le demostraran su confianza obedeciendo lo que les había dicho. A lo largo de la Biblia, la obediencia y la fe van de la mano. Lamentablemente, Adán y Eva subestimaron gravemente la importancia de confiar en Dios y seguir fielmente sus instrucciones.