¿Fue Jesús el Mesías profetizado?
Las respuestas a estas preguntas se harán evidentes a medida que examinemos el tema del Mesías.
Mesías se deriva de una palabra hebrea que significa “ungido”. Por medio del ungimiento se apartaba a una persona o un objeto para un propósito específico. Se usaba, entre otras cosas, como reconocimiento de que los reyes habían sido elegidos por Dios (1 Samuel 15:1; 16:12-13; 1 Reyes 1:34). La palabra cristo significa “ungido” en griego, idioma en que ha sido preservado el Nuevo Testamento. Los términos mesías y cristo son sinónimos (Juan 1:41; 4:25).
Los hebreos sabían que en las Escrituras había varias profecías acerca de un dirigente, divinamente nombrado, quien restauraría la grandeza del reino de Israel. Por ejemplo, en Isaías 9:6-7 leemos: “. . . el principado sobre su hombro . . . Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán límite, sobre el trono de David y sobre su reino, disponiéndolo y confirmándolo en juicio y en justicia desde ahora y para siempre. El celo del Eterno de los ejércitos hará esto”.
En Jeremías 23:5-6 se agrega: “He aquí que vienen días, dice el Eterno, en que levantaré a David renuevo justo, y reinará como Rey, el cual será dichoso, y hará juicio y justicia en la tierra. En sus días será salvo Judá, e Israel habitará confiado; y este será su nombre con el cual le llamarán: el Eterno, nuestra justicia”.
Después de que los reinos de Israel y Judá fueron llevados en cautiverio por los asirios y babilonios, respectivamente, el pueblo israelita anhelaba el cumplimiento de estas promesas acerca de un libertador. En la época de Jesús, los judíos, que hacía varios siglos habían regresado a su patria, estaban bajo el yugo del Imperio Romano. En medio de la opresión, oraban y esperaban la venida del Mesías prometido, un rey conquistador que los libertaría de los romanos y restauraría la grandeza de la nación de Israel.
Basándose en numerosas profecías dedujeron, correctamente, que el nacimiento del Mesías estaba cerca. Cuando apareció Juan el Bautista “el pueblo estaba en expectativa, preguntándose todos en sus corazones si acaso Juan sería el Cristo” (Lucas 3:15).
Juan dijo que no era el Mesías, pero dirigió al pueblo hacia Jesús. Inmediatamente, uno de los discípulos de Juan, un pescador llamado Andrés, creyó en Jesús. “Éste halló primero a su hermano Simón, y le dijo: Hemos hallado al Mesías (que traducido es, el Cristo)” (Juan 1:41). Tanto Andrés como Simón (Pedro) siguieron a Jesús.
Al estar conversando con una mujer samaritana, Jesús le confirmó que él era el Mesías tan largamente esperado. Ella le dijo: “Sé que ha de venir el Mesías, llamado el Cristo; cuando él venga nos declarará todas las cosas. Jesús le dijo: Yo soy, el que habla contigo” (Juan 4:25-26).
En su juicio Jesús también afirmó ser el Mesías. “Entonces el sumo sacerdote, levantándose en medio, preguntó a Jesús, diciendo: ¿No respondes nada? ¿Qué testifican éstos contra ti? Mas él callaba, y nada respondía. El sumo sacerdote le volvió a preguntar, y le dijo: ¿Eres tú el Cristo, el Hijo del Bendito? Y Jesús le dijo: Yo soy; y veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del poder de Dios, y viniendo en las nubes del cielo” (Marcos 14:60-62).
Jesús sabía que había nacido para ser rey. Cuando el gobernador romano Poncio Pilato le interrogaba antes de su crucifixión, Jesús le dijo: “Mi reino no es de este mundo; si mi reino fuera de este mundo, mis servidores pelearían para que yo no fuera entregado a los judíos; pero mi reino no es de aquí”. Pilato le preguntó a Jesús si en realidad era rey, y Jesús respondió: “Tú dices que yo soy rey. Yo para esto he nacido, y para esto he venido al mundo, para dar testimonio a la verdad. Todo aquel que es de la verdad, oye mi voz” (Juan 18:36-37).