Introducción
Puede ser relativamente fácil creer en Dios si todo va bien. Pero en cuanto sobreviene una tragedia, empezamos a dudar de su existencia.
Observemos la condición espiritual del mundo. Los agnósticos —personas que declaran su escepticismo acerca de la existencia de un ser supremo, un Dios inteligente que controla el universo— ejercen gran influencia en la educación, la ciencia y el gobierno. La existencia del sufrimiento en el mundo es uno de los argumentos más comunes que esgrimen los agnósticos para justificar su escepticismo acerca de Dios.
Al no comprender las verdaderas causas del sufrimiento, concluyen que ni Dios ni las religiones ofrecen soluciones para los problemas del mundo. El historiador y autor británico Paul Johnson ha comentado: “Sospecho que el problema del mal es lo que aleja de la religión a más personas reflexivas que cualquier otra dificultad”.
En Europa, por ejemplo, el agnosticismo se encuentra en su apogeo. Allí, la erosión de la fe religiosa se inició formalmente con el tremendo sufrimiento y mortandad de la primera guerra mundial, que estremeció a millones de europeos. Perecieron más de 10 millones de personas, y más de 20 millones quedaron heridas en ese terrible conflicto.
El autor británico David Edwards observó: “La experiencia en Europa en la era científica muestra cómo el sufrimiento puede aplastar la creencia en Dios” (The Futures of Christianity [“El futuro del cristianismo”], 1987, p. 339). Explica cómo sucedió: “La primera guerra mundial fue una gran catástrofe [religiosa]. Causó menos daños físicos que la segunda guerra mundial, pero muchos más daños al cristianismo . . . las tradiciones religiosas de las iglesias europeas las habían preparado muy poco para afrontar la crisis espiritual . . . Alentaban a sus miembros a orar por la victoria y la paz, sólo para encontrarse ante una nube de gas venenoso que opacó todas aquellas doctrinas que parecían ser tan brillantes en los días de paz . . . Fue un conflicto que causó un dañó enorme a la antigua enseñanza de las iglesias, que decían que Dios ejercía su control de la misma manera en que el clérigo lo hacía en su parroquia” (pp. 306-307).
Desde entonces, para la mayoría de los europeos el creer en Dios ha sido algo muy difícil de justificar. Muchos han expresado la opinión de que Dios tuvo oídos sordos al clamor angustioso que brotaba desde las trincheras de la primera guerra mundial y desde los campos de exterminio nazi durante la segunda guerra mundial.
Esta ola de decepción ha sido tan grande en Europa que algunas antiguas construcciones religiosas se han vendido para convertirse en librerías, en oficinas y aun en clubes nocturnos.
¿Cómo podemos conciliar la angustia y el sufrimiento con la enseñanza bíblica de un Dios amoroso? ¿Cómo es posible que él permita que tan horrendas miserias aflijan a la humanidad? ¿Acaso la Biblia no responde a nuestras inquietudes acerca del sufrimiento? ¿Acaso no describe a un Dios que puede ejercer su control sobre todo el universo? Si tiene esa clase de poder, ¿por qué no pone fin inmediatamente a tanto sufrimiento?
Muchas personas, tanto creyentes como agnósticas, ven las calamidades —ya sean personales, nacionales o globales— y se desesperan buscando respuesta a sus inquietudes. En esta lección estudiaremos cómo aborda la Biblia este enigma: ¿Por qué permite Dios el sufrimiento?