Evitemos el sufrimiento innecesario

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Evitemos el sufrimiento innecesario

El pecado es la causa primordial del sufrimiento. Por lo tanto, muchas aflicciones resultan ser innecesarias y pueden evitarse si fielmente obedecemos a Dios, guardando sus mandamientos en la letra y en el espíritu. Evitar las aflicciones también puede implicar seguir principios sanos de salud mental, emocional y física. Tales principios están basados en los Diez Mandamientos y se encuentran en toda la Biblia.


¿Nos previene la Biblia para que no nos acarreemos aflicciones por pecar?

“Ninguno de vosotros padezca como homicida, o ladrón, o malhechor, o por entremeterse en lo ajeno” (1 Pedro 4:15).


¿Qué les sucede a aquellos que hacen caso omiso de esta advertencia?

“Por cuanto aborrecieron la sabiduría, y no escogieron el temor del Eterno, ni quisieron mi consejo, y menospreciaron toda reprensión mía, comerán del fruto de su camino, y serán hastiados de sus propios consejos. Porque el desvío de los ignorantes los matará, y la prosperidad de los necios los echará a perder” (Proverbios 1:29-32).

Leemos muchos ejemplos de cómo podemos acarrearnos sufrimiento al rechazar la sabiduría básica de la Palabra de Dios: “El de grande ira llevará la pena; y si usa de violencias, añadirá nuevos males” (Proverbios 19:19). También: “La pereza hace caer en profundo sueño, y el alma negligente padecerá hambre” (v. 15).

Los problemas financieros pueden ser el resultado de asumir una responsabilidad legal ante las deudas de otros: “Con ansiedad será afligido el que sale por fiador de un extraño; mas el que aborreciere las fianzas vivirá seguro” (Proverbios 11:15).

Otros sufrimientos se presentan a raíz de accidentes y falta de cuidado. Algunas ocupaciones y actividades son más peligrosas que otras: “Quien corta piedras, se hiere con ellas; el que parte leña, en ello peligra” (Eclesiastés 10:9).

Las enfermedades, por supuesto, son otra causa de sufrimiento y aflicción. Las causas son múltiples, demasiadas para que las enumeremos. No obstante, Dios prometió a los antiguos israelitas que si seguían diligentemente sus instrucciones, incluso las leyes dietéticas, de sanidad y agrícolas, no los afligiría con las plagas que había enviado sobre Egipto (Éxodo 15:26). También les previno que si rechazaban sus consejos, el resultado serían plagas y enfermedades (Deuteronomio 28:58-61). Así que el control de las enfermedades puede estar relacionado con nuestra obediencia a las enseñanzas de Dios.

Al observar principios tan sencillos como la prevención, el cuidado, la buena dieta y la sanidad, podemos reducir individualmente muchas de las aflicciones que traen consigo las enfermedades. Pero se necesitarán los esfuerzos de comunidades enteras —aun de naciones— trabajando en armonía para limpiar nuestro entorno y restaurar los principios adecuados de agricultura, de limpieza atmosférica, de alimentación, además de otras actividades relativas a la salubridad, para lograr que la población mundial llegue a estar realmente saludable. Lamentablemente, muchos de estos pasos no se darán hasta que Jesucristo establezca su reino sobre la tierra.

Un sentimiento obsesivo y prolongado de culpabilidad puede ser otra fuente significativa, pero evitable, de aflicción emocional. Algunos sentimientos de culpa son naturales y saludables, pero deben llevarnos al arrepentimiento, que es el verdadero remedio (2 Corintios 7:10). Dios es misericordioso. Por lo tanto, la solución a la culpabilidad está en acudir a Dios con una actitud de arrepentimiento para recibir la gracia y el perdón que nos ha prometido.

Leemos que “siete veces cae el justo, y vuelve a levantarse” (Proverbios 24:16). Así que, debemos buscar la gracia de Dios frecuentemente. Él nos ha hecho una promesa muy reconfortante: “Si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana” (Isaías 1:18-19).

Estos ejemplos son apenas una pequeña muestra de las formas en que podemos prevenir el sufrimiento innecesario que a veces nos acarreamos. También nos muestran por qué debemos tener un entendimiento equilibrado de las causas del sufrimiento. Muchas aflicciones humanas podrían evitarse fácilmente si tuviéramos el conocimiento adecuado y obráramos con sabiduría y obediencia.

¿Dónde podemos encontrar instrucciones prácticas para evitar aflicciones innecesarias?

“Los proverbios de Salomón, hijo de David, rey de Israel. Para entender sabiduría y doctrina, para conocer razones prudentes, para recibir el consejo de prudencia, justicia, juicio y equidad; para dar sagacidad a los simples, y a los jóvenes inteligencia y cordura. Oirá el sabio, y aumentará el saber, y el entendido adquirirá consejo” (Proverbios 1:1-5).

Cuando buscamos ayuda práctica para entender principios sanos de pensamiento y forma de vida, no debemos olvidar el libro de los Proverbios. Su lectura puede ayudarnos mucho a mejorar las relaciones humanas y nuestra vida cristiana. Gran parte de nuestras aflicciones e infelicidad tiene su origen en actitudes erróneas en la interacción cotidiana con otras personas. A veces nos falta cortesía. Necesitamos, pues, la sabiduría de Dios para relacionarnos correctamente con nuestros semejantes.

Si bien es cierto que somos nosotros los que nos acarreamos mucho sufrimiento, Dios quiere que suceda exactamente lo contrario. Suponer que Dios se complace viendo las aflicciones humanas es desvirtuar por completo su carácter. El Eterno no quiere la muerte del impío (Ezequiel 33:11). Es más, a veces aplaza el castigo con la esperanza de que la gente se arrepienta (2 Pedro 3:9). Dios desea que toda la familia humana sea salva y entre en su reino (1 Timoteo 2:4). Él no quiere que suframos.