Fe y fidelidad

Fe y fidelidad

¿Qué tan esencial es la fe en nuestra relación con Dios?

“Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan” (Hebreos 11:6).

“El que es fiel en lo muy poco, también en lo más es fiel; y el que en lo muy poco es injusto, también en lo más es injusto” (Lucas 16:10).

Confianza y fidelidad —fe en Dios y lealtad a su palabra— son aspectos esenciales del camino de vida de las Escrituras. En el Nuevo Testamento, palabras tales como fe, fiely fidelidad provienen de la palabra griega pistis.El Diccionario expositivo de palabras del Nuevo Testamento,de W.E. Vine, define pistis como “confianza . . . fiabilidad . . . fidelidad . . . aquello que es creído, el contenido de la fe, la fe . . . una base para la fe, una certeza . . . una prenda de fidelidad . . .” (1984, 2:119).

La infidelidad —la ausencia de fidelidad— es una de las principales causas de la ruptura en las relaciones, especialmente en los matrimonios. En cualquier relación estrecha la fidelidad y la confianza son fundamentales. En casi todas las ceremonias matrimoniales hay una frase en la que cada persona se compromete a ser fiel a su cónyuge hasta la muerte. Para cumplir esta promesa es necesario que cada uno demuestre su fidelidad al otro por medio de actos continuos de amor.

Este compromiso —esta determinación de cumplir fielmente los votos matrimoniales, las promesas y responsabilidades adquiridas— son fundamentales para las relaciones exitosas. El compromiso es el fundamento, el cimiento sólido de cualquier relación amorosa genuina.

¿Qué clase de fe es ineficaz?

“Tú crees que Dios es uno; bien haces. También los demonios creen, y tiemblan. ¿Mas quieres saber, hombre vano, que la fe sin obras es muerta?” (Santiago 2:19-20; comparar con los versículos 18 y 26).

Creer en Dios no es suficiente. Semejante fe “sin obras” es muerta. Una fe viva es una fe activa.“Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos. Porque si alguno es oidor de la palabra pero no hacedor de ella, éste es semejante al hombre que considera en un espejo su rostro natural. Porque él se considera a sí mismo, y se va, y luego olvida cómo era. Mas el que mira atentamente en la perfecta ley, la de la libertad, y persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, éste será bienaventurado en lo que hace” (Santiago 1:22-25).


¿Nos da un ejemplo Dios por su fidelidad a sus compromisos y promesas?

“Conoce, pues, que el Eterno tu Dios es Dios, Dios fiel, que guarda el pacto y la misericordia a los que le aman y guardan sus mandamientos, hasta mil generaciones” (Deuteronomio 7:9).

“Si fuéremos infieles, él permanece fiel; él no puede negarse a sí mismo” (2 Timoteo 2:13; comparar con Hebreos 10:23).


¿Cómo espera Dios que le demostremos nuestra fe, confianza y fidelidad?

“Hermanos míos, ¿de qué aprovechará si alguno dice que tiene fe, y no tiene obras? ¿Podrá la fe salvarle? . . . la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma . . . ¿No fue justificado por las obras Abraham nuestro padre, cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar? ¿No ves que la fe actuó juntamente con sus obras, y que la fe se perfeccionó por las obras?” (Santiago 2:14-22; comparar con Mateo 24:45-48).

El ejemplo dinámico de Abraham nos muestra lo que es en realidad la fe viviente en Dios. Abraham no sólo creyó en Dios, también creyó lo que Dios le había dicho y obedeció las órdenes de Dios. Nosotros también debemos vivir de esta forma.

Ya que Dios es fiel a nosotros, espera que nosotros le seamos fieles a él. Espera que creamos en su fidelidad, que confiemos en él con un corazón leal.


¿Cómo demostró Abraham su fe —su creencia y confianza— en Dios?

“Por cuanto oyó Abraham mi voz, y guardó mi precepto, mis mandamientos, mis estatutos y mis leyes” (Génesis 26:5).

Abraham confió en Dios y siguió un camino de vida que agradó a Dios. Ya que el cristianismo verdadero es una forma de vida, Dios espera que probemos nuestra fe con nuestras acciones. Esa es la forma en que vivió Abraham (Hebreos 11:8-10).


¿Qué sucederá finalmente con aquellos que sean voluntariamente infieles?

“Pero los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda” (Apocalipsis 21:8).


¿Es necesario que los siervos fieles y obedientes de Dios afronten pruebas y sufrimientos?

“Pues para esto fuisteis llamados; porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas; el cual no hizo pecado, ni se halló engaño en su boca; quien cuando le maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino encomendaba la causa al que juzga justamente” (1 Pedro 2:21-23).

“De modo que los que padecen según la voluntad de Dios, encomienden sus almas al fiel Creador, y hagan el bien” (1 Pedro 4:19).

“Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia; y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza” (Romanos 5:3-4).

Poner a Dios primero requiere fe y sacrificio. Los cristianos tendrán que afrontar pruebas y sufrimientos tal como Jesús y sus apóstoles lo hicieron.

Pedro nos dice: “Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte cuando fuere tiempo; echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros. Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar; al cual resistid firmes en la fe, sabiendo que los mismos padecimientos se van cumpliendo en vuestros hermanos en todo el mundo. Mas el Dios de toda gracia, que nos llamó a su gloria eterna en Jesucristo, después que hayáis padecido un poco de tiempo, él mismo os perfeccione, afirme, fortalezca y establezca” (1 Pedro 5:6-10).

Tal sufrimiento no es algo raro. Casi todos sufrimos de una forma u otra. Pero hay una diferencia fundamental en las pruebas de un cristiano. Los siervos de Dios entienden que sus pruebas y sufrimientos pueden ayudarlos a desarrollar y fortalecer su carácter. Saben, como dicen las Escrituras, que “a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados” (Romanos 8:28).


¿Cómo deben considerar los cristianos fieles sus pruebas y sufrimiento?

“Amados, no os sorprendáis del fuego de prueba que os ha sobrevenido, como si alguna cosa extraña os aconteciese, sino gozaos por cuanto sois participantes de los padecimientos de Cristo, para que también en la revelación de su gloria os gocéis con gran alegría. Si sois vituperados por el nombre de Cristo, sois bienaventurados, porque el glorioso Espíritu de Dios reposa sobre vosotros. Ciertamente, de parte de ellos, él es blasfemado, pero por vosotros es glorificado” (1 Pedro 4:12-14).

“Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia. Mas tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna” (Santiago 1:2-4; comparar con Mateo 5:10-12).

Aquellos que tienen fe en la fidelidad de Dios tienen la seguridad de que pueden confiar en que él va actuar a su favor. Saben que cuando él interviene en sus pruebas para librarlos, hará lo que sea mejor para ellos de acuerdo con su gran propósito. Ellos confían en la sabiduría y la justicia de Dios y están dispuestos a sufrir para demostrarlo (1 Pedro 4:19).

Pedro resume la actitud de confianza que les imparte el Espíritu de Dios: “En lo cual vosotros os alegráis, aunque ahora por un poco de tiempo, si es necesario, tengáis que ser afligidos en diversas pruebas, para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo, a quien amáis sin haberle visto, en quien creyendo, aunque ahora no lo veáis, os alegráis con gozo inefable y glorioso; obteniendo el fin de vuestra fe, que es la salvación de vuestras almas” (1 Pedro 1:6-9).