¿Cómo revela Dios el conocimiento?
“Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas . . .” (Hebreos 1:1).
El Dios todopoderoso, Creador de todo lo que vemos, no ha dejado a la humanidad sin su guía y dirección. Él convirtió sus pensamientos en palabras para nuestro beneficio, y se ha revelado a sí mismo por medio de esas palabras.
La Biblia misma llama a Jesucristo “el Verbo de Dios” (Apocalipsis 19:13). Y, de acuerdo con lo que leemos en algunos pasajes del Nuevo Testamento, el mensaje de la Biblia hebrea (el Antiguo Testamento) es parte de la verdadera Palabra de Dios (ver Mateo 4:4; Lucas 4:4; Hechos 24:14; 28:23).
¿De qué manera reveló luego Dios conocimiento aún más preciado?
Dios “en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo . . .” (Hebreos 1:2).
Moisés profetizó que en el futuro vendría un Profeta como él mismo, cuyas palabras la Biblia nos insta a que oigamos (Deuteronomio 18:15, 18). El apóstol Pedro identificó a este gran Profeta como Jesucristo mismo (Hechos 3:20-23). Sin lugar a dudas, ¡Jesucristo fue ese profeta! (ver Juan 1:45; Lucas 24:27).
Jesucristo, como el propio Hijo de Dios, es el Profeta por excelencia, y sus palabras son la esencia misma de la profecía (Apocalipsis 19:10). Debemos estar atentos a lo que él nos dice (Mateo 17:5).
Las palabras de Jesús se encuentran principalmente en los cuatro relatos semibiográficos de su vida y enseñanza: los evangelios de Mateo, Marcos, Lucas y Juan. No obstante, en un sentido mucho más amplio se encuentran en la Biblia entera. Jesús mismo confirmó la veracidad y la autoridad de las Escrituras hebreas, comúnmente llamadas el Antiguo Testamento, al llamarlas las Escrituras (Lucas 24:44-45). También habló de la inspiración y escritura de los libros que más tarde se conocerían como el Nuevo Testamento (Juan 14:26; 16:13).
Jesús siempre se refirió al Antiguo Testamento como el verdadero registro del trato de Dios con la humanidad y su divina enseñanza para ella. Las enseñanzas y conversaciones de Jesús estaban repletas de citas y alusiones a la Biblia hebrea.
¿Cómo guió Dios los pensamientos de sus siervos?
“Porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo” (2 Pedro 1:21).
En 2 Timoteo 3:16 el apóstol Pablo nos dice que toda la Escritura es “inspirada” (literalmente “exhalada”) por Dios. Tengamos en cuenta la terminología que escogió. Pablo describió la Escritura usando la voz griega theopneustos. La primera parte de la palabra, theo, significa “Dios”; la segunda parte es pneustos, que quiere decir “respirada” o “exhalada”. Lo que dice el apóstol, entonces, es que la Escritura provino directamente de Dios.
Resulta claro que nuestro Creador inspiró directamente el mensaje divino revelado tanto por los apóstoles como por los profetas (ver 2 Pedro 3:2). Como mostraremos con muchos textos bíblicos, Dios dio a conocer su mensaje divino al hombre por medio de los patriarcas y profetas de la antigüedad, así como también por medio de los apóstoles del Nuevo Testamento.
De hecho, Pedro habla acerca de los escritos de Pablo como “las otras Escrituras”, siendo éstas principalmente las del Antiguo Testamento (2 Pedro 3:15-16). En 1 Timoteo 5:18, Pablo se refiere a dos citas como parte de “la Escritura”. Una cita es del Antiguo Testamento (Deuteronomio 25:4) y la otra es del Evangelio de Lucas (Lucas 10:7). Al parecer, cuando Pablo escribió su primera carta a Timoteo, alrededor del año 64 d.C., algunos escritos adicionales ya se consideraban a la par con el Antiguo Testamento y eran llamados Escritura.
Hay casi 4.000 pasajes en la Biblia hebrea que son introducidos con expresiones tales como “El Eterno habló”, “Así dice el Eterno” y “Vino la Palabra del Eterno”, etc. De principio a fin, la Biblia afirma que la Escritura proviene de “la boca de Dios” (Mateo 4:4).
No obstante, en cierto sentido se puede decir que la autoría de la Biblia es dual, porque en ella participaron tanto Dios como sus siervos humanos. Nuestro Creador inspiró directamente a esos profetas hebreos, “porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo” (2 Pedro 1:21). Así, Dios habló “por boca de sus santos profetas” (Hechos 3:21) y por medio de sus escritos también (Lucas 21:22). La conclusión natural e inevitable es que ¡toda la Escritura proviene de Dios! Según dice The Lion Concise Bible Handbook (“Manual bíblico conciso de Lion”): “Es interesante que el Nuevo Testamento no hace distinción entre lo que dice la ‘Escritura’ y lo que dice Dios. Las citas del Antiguo Testamento son presentadas como lo que Dios dijo, aun cuando en el contexto del Antiguo Testamento Dios no fue el que habló literalmente” (p. 10).
¿Cuáles son algunas de las cualidades que Dios atribuye a su Palabra?
“. . . recibid con mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas” (Santiago 1:21).
El apóstol Pablo también la llama “la palabra fiel” (Tito 1:9), “la palabra de vida” (Filipenses 2:16) y “la palabra de verdad” (2 Timoteo 2:15). Estas poderosas expresiones nos ayudan a comprender la verdadera naturaleza de la Escritura y del Dios que la inspiró. Las cualidades sanadoras y el poder de la Palabra pueden ser implantadas en nuestro propio ser. A medida que buscamos a nuestro Creador, su Palabra nos capacitará para producir fruto bueno y duradero en nuestra vida (Isaías 55:6-13).
¿Cuál es una de las cualidades de la Palabra de Dios a la que todos haríamos bien en prestarle más atención?
“La palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón” (Hebreos 4:12).
La Biblia no es un libro para ser leído simplemente como buena literatura, o como una contribución a nuestro aprendizaje de la historia antigua, o aun como un ejercicio interesante en teología académica. El propósito de leer y estudiar la Palabra de Dios es llegar a comprender su voluntad, aprender a vivir por lo que nos dice. Como resultado del estudio diligente de la Biblia, Dios desea y espera acción de nuestra parte (ver Hebreos 4:11, 13).