Cómo ayuda la Biblia a restaurar las relaciones deterioradas
De principio a fin, la Biblia es un libro acerca de las relaciones: de cómo pueden ser restauradas y revitalizadas.
No hay nada que caracterice más nuestra era moderna que el deterioro y la ruptura de las relaciones interpersonales. Por cierto que el resquebrajamiento inicial se originó poco después de la creación de la vida humana. Adán y Eva se alejaron de Dios, su primogénito mató a su hermano, y semejantes despropósitos han continuado hasta nuestra época.
Jonathan Sacks, rabino principal de Inglaterra, describe el estado general de nuestras relaciones. “En la actualidad muchas partes [del mundo] están agobiadas por el vandalismo, crímenes violentos y falta de civismo; por el desmoronamiento de la familia y el abandono endémico de los hijos; por el deterioro de la confianza y la carencia general de fe en el poder de los gobiernos para remediar algunos de nuestros males más arraigados; y por un sentimiento generalizado de que los asuntos cruciales para nuestro bienestar futuro se están quedando fuera de nuestro control”.
Ya no confiamos en nadie. Las relaciones interpersonales no son tan permanentes como antes. Los matrimonios de toda una vida han dejado de ser la norma aceptada. Tampoco las profesiones o empleos son tan duraderos como solían ser. No hace mucho tiempo se podía esperar que una persona trabajara para una corporación por 40 años y después se jubilara con una pensión de la compañía y posiblemente un reloj de oro. En cambio ahora la gente joven puede contar con que tendrá que aprender varios oficios durante su vida (con los consecuentes rompimientos de relaciones) tan sólo para sobrevivir económicamente.
El diagnóstico es sencillo. Las relaciones que funcionan y duran se basan en normas comunes. Cuando las normas se tornan vagas y la gente no puede ponerse de acuerdo en aceptar y adherirse a los mismos principios, la sociedad empieza a desmoronarse. Los seres humanos tienen que ponerse de acuerdo en seguir ciertos principios; de otra manera, continuaremos experimentando el caos en nuestras relaciones interpersonales.
La Biblia es el libro por excelencia que trata acerca de las relaciones. En ella se hace hincapié en la relación más importante que podemos tener como seres humanos: ¡la relación con Dios mismo! También nos muestra cómo la reconciliación con Dios conduce a una restauración de nuestras relaciones con nuestros semejantes: cónyuges, amigos, compañeros de iglesia o compañeros de trabajo.
¿Cuál es la naturaleza de la relación de Dios con su Hijo Jesucristo?
“El Padre ama al Hijo, y todas las cosas ha entregado en su mano . . . Porque el Padre ama al Hijo, y le muestra todas las cosas que él hace . . .” (Juan 3:35; 5:20).
Muchos otros pasajes de la Escritura muestran que la relación que ellos tienen es una relación de amor, armonía, colaboración e interés altruista. ¡La suya es una relación perfecta!
¿Ofrecen el Padre y Cristo compartir su propio amor divino con los hombres y mujeres hechos a imagen de Dios?
“El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré él” (Juan 14:21).
Dios el Padre y su Hijo Jesucristo otorgan su amor tanto a hombres como a mujeres. Pero notemos que su amor está basado en que nos apeguemos a los principios y normas eternos que se originaron con el Padre. “El que no me ama, no guarda mis palabras; y la palabra que habéis oído no es mía, sino del Padre que me envió” (Juan 14:24; ver también 1 Juan 4:16-19; Juan 17:22-26).
El Padre y el Hijo están plenamente de acuerdo en las leyes por las que gobiernan a la humanidad. Esas leyes muestran el camino del amor de Dios y fueron dadas para el beneficio de la humanidad (1 Juan 5:3; 2 Juan 6; Deuteronomio 5:33). Quienes se oponen a esas leyes de amor acarrean sufrimiento y miseria incalculables sobre sí mismos y sobre otros. A menudo estas consecuencias se manifiestan en forma de relaciones humanas disfuncionales o completamente deterioradas.
¿Qué más se les ofrece, tanto ahora como para siempre, a los que están dispuestos a seguir las normas y los principios espirituales de Jesucristo y de Dios?
“El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él” (Juan 14:23).
“A todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios” (Juan 1:12).
“. . . la piedad para todo aprovecha, pues tiene promesa de esta vida presente, y de la venidera” (1 Timoteo 4:8).
La salvación se ofrece gratuitamente a los que son llamados ahora y están dispuestos a arrepentirse de sus pecados pasados y volverse en obediencia al Padre (ver Hechos 2:37-39). Notemos que los requisitos bíblicos para recibir el Espíritu Santo son: arrepentimiento, bautismo en agua y la imposición de manos. Tener el Espíritu de Dios es esencial para la salvación (ver Tito 3:4-7). Nuestro folleto gratuito El camino hacia la vida eterna explica más detalladamente estas enseñanzas bíblicas.
¿Deben reflejar nuestras relaciones la armonía que existe entre el Padre y el Hijo?
“Nosotros tenemos este mandamiento de él: El que ama a Dios, ame también a su hermano” (1 Juan 4:21).
“En esto conocemos que amamos a los hijos de Dios, cuando amamos a Dios, y guardamos sus mandamientos” (1 Juan 5:2).
Los principios eternos que provienen del trono mismo de Dios gobiernan y definen el amor (1 Juan 2:3-7). La única forma de resolver verdaderamente el problema de las relaciones disfuncionales es arrepentirse y empezar a guardar —tanto en la letra como en el espíritu— los Diez Mandamientos de Dios, los cuales definen el amor verdadero hacia Dios y hacia el prójimo (ver Santiago 2:8-12; Romanos 13:8-10; 1 Juan 3:10-11).
Una relación correcta con Dios y con el prójimo nos conducirá a un entendimiento más claro y profundo del propósito de la vida.