Seamos considerados con los ancianos

Usted está aquí

Seamos considerados con los ancianos

En el transcurso de nuestra existencia, algunos llegaremos al “otoño de la vida”, una metáfora sobre las estaciones del año y las etapas de la vida. En la naturaleza, el otoño es una época de madurez, cambio y preparación. Al llegar ahí, empezamos a comprender que la verdadera riqueza consiste en tener una buena salud y no en la abundancia de bienes materiales. 

Al mostrar consideración hacia los ancianos, construimos el cimiento de una sociedad más humana. Llegar a la tercera edad significa, a veces, haber gozado de una relativa buena salud; ser jubilado es un indicio de haber trabajado duro en la edad productiva; acudir a reuniones con amigos de la tercera edad es disfrutar una taza de café que evoca recuerdos, anécdotas y sonrisas. 

Pero la vejez también puede venir acompañada por algunos problemas de salud y, en ocasiones, hasta la pérdida de independencia. Tratar a los ancianos con dignidad significa escucharlos, valorar sus opiniones y hacer que se respeten sus derechos. 

En los países del primer mundo, las leyes para otorgar preferencias al adulto mayor surgieron en la década de los 60. En Estados Unidos, La primera legislación contra la discriminación por edad en el empleo se aprobó en 1967. En Francia, se ha establecido un sólido marco legal para proteger a las personas mayores, propiciando su autonomía, dignidad y bienestar. En el año 2015 se estableció la ley de Adaptación de la Sociedad al Envejecimiento, para prevenir la pérdida de autonomía, reforzando los derechos de las personas mayores en situación de dependencia. 

En América Latina, se han adoptado leyes ─ derivadas de convenios internacionales ─ que protegen al adulto mayor. Estas instancias respaldan el acceso a la salud, el trabajo, la seguridad social y algunos servicios gratuitos, como el transporte público. Aunque estas leyes han mejorado su calidad de vida, todavía existen desafíos por desigualdades sociales, presupuestos limitados y falta de infraestructura. 

Un inventario de recuerdos

 La vejez podría definirse como un “equipaje de vida” donde guardamos vivencias, aprendizajes, lecciones, emociones, logros y fracasos. Es una historia personal donde las arrugas, canas, cicatrices y achaques, representan momentos de lucha, a través del paso inexorable del tiempo. Como el viajero, que revisa lo que lleva en su maleta, las personas mayores tienden a reflexionar y compartir sus recuerdos más memorables. 

También es una fase de reconciliación, donde elegimos qué conservar y qué dejar atrás para recorrer el tramo final de la vida. Esto no debe verse como un periodo en declive, sino como la culminación de una vida llena de riqueza emocional y un momento para reflexionar sobre el trayecto y, quizá, aligerar el equipaje para lo que nos queda por recorrer. 

Un liderazgo ancestral 

En los inicios de la historia de Israel, los ancianos eran líderes de diversas familias y tribus. A medida que la tarea de gobernar se hizo más compleja, la responsabilidad fue transferida de Moisés a un concilio de 70 ancianos 

Números. 11:16-17 “Y el Eterno respondió a Moisés: —Tráeme a setenta ancianos de Israel y asegúrate de que sean ancianos y oficiales del pueblo. Llévalos a la tienda de reunión y haz que esperen allí contigo. Yo descenderé para hablar contigo y compartiré con ellos el Espíritu que está sobre ti, para que te ayuden a llevar la carga de este pueblo. Así no tendrás que llevarla tú solo”. 

En la cultura hebrea, la edad avanzada se asocia con la sabiduría, la experiencia y un profundo conocimiento de la vida. Hay un mandato escrito en Levítico 19:32 “Delante de las canas te levantarás y honrarás el rostro del anciano, y de tu Dios tendrás temor. Yo soy el Eterno.” Esta orden inculca el precepto de que los ancianos merecen respeto. No se trata solo de una actitud social, sino de la obediencia a Dios, que valora la justicia y la dignidad hacia nuestros semejantes.  

Cómo tratar a un adulto mayor 

Hay muchas cosas que podemos hacer, he aquí algunas sugerencias: 

Cuando compartamos con algún adulto mayor, dejémoslo hablar, porque en su pasado hay un tesoro lleno de verdad y belleza. Dejémoslo que cuente las mismas historias una y otra vez, porque él se siente feliz cuando las escuchamos. 

Animémoslos a tomar decisiones sobre aspectos de su vida cotidiana, por ejemplo, elegir su ropa, su alimentación o las actividades que les gustan, interviniendo solo cuando sea absolutamente necesario.

En ocasiones, los ancianos pueden llegar a sentirse solos o ansiosos. Demostremosles nuestro afecto con palabras de aliento, abrazos o gestos amables. La gente mayor necesita básicamente cuatro aspectos que empiezan con la letra “C”: cariño, cuidado, comprensión y compasión.

Asegurémonos que los espacios que utilizan sean seguros y apoyémoslos en actividades físicas como caminar o hacer ejercicio, según su capacidad.

Cómo corolario, la consideración hacia los ancianos es, en última instancia, una inversión a futuro. Al tratarlos con el respeto y la atención que merecen, sentamos un precedente sobre cómo quisiéramos ser tratados cuando nos toque cruzar ese puente que hemos construido.