Cómo dar fruto incluso en la vejez

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Cómo dar fruto incluso en la vejez

“Los justos florecerán como palmeras . . . trasplantados a la casa del Señor, florecen en los atrios de nuestro Dios. Incluso en la vejez aún producirán fruto, seguirán verdes y llenos de vitalidad” (Salmos 92:12-14, Nueva Traducción Viviente, énfasis nuestro en todo este artículo). Esta escritura muestra que los ancianos pueden ser activos, productivos y fructíferos en los últimos años de sus vidas.

¿Cómo pueden los ancianos compartir sus experiencias y dar fruto en la vejez? Las personas mayores han vivido una vida entera de historias y lecciones, éxitos y fracasos, alegría y tristeza, salud y enfermedad, risas y lágrimas. Además, poseen un gran cúmulo de conocimiento y experiencias para servir a sus familias, a sus comunidades y a la Iglesia.

Un ejemplo de justicia

Sin duda, la manera más importante en que los ancianos pueden dar fruto es mediante su ejemplo de buenas obras. El libro de Proverbios dice: “Las canas son una corona de gloria que se obtiene por llevar una vida justa” (Proverbios 16:31, Nueva Traducción Viviente). Por medio de su buen ejemplo, los ancianos pueden ejercer una poderosa influencia en las generaciones más jóvenes.

Tito escribió acerca del ejemplo que deben dar los ancianos: “Que los ancianos sean sobrios, serios, prudentes, serios en la fe, en el amor, en la paciencia” (Tito 2:2). Como los hombres mayores ejemplifican estas justas cualidades del carácter cristiano, proporcionan la estabilidad y madurez tan necesarias en sus familias y en la Iglesia. Los mayores deben estar preparados para aconsejar a los jóvenes cuando estos tienen preguntas acerca de los aspectos espirituales mencionados en este pasaje, así como de la familia, el trabajo y las finanzas.

Tito también escribió sobre el ejemplo de las mujeres mayores: “Las ancianas asimismo sean reverentes en su porte, no calumniadoras, no esclavas del vino, maestras del bien; que enseñen a las mujeres jóvenes a amar a sus maridos y a sus hijos, a ser prudentes, castas, cuidadosas de su casa, buenas, sujetas a sus maridos, para que la palabra de Dios no sea blasfemada” (Tito 2:3-5). Las mujeres mayores proporcionan gran fuerza a sus familias y a la Iglesia mediante su ejemplo y enseñanzas. Deben estar preparadas para aconsejar a las más jóvenes si estas les preguntan sobre los aspectos espirituales mencionados en este pasaje, o de temas relacionados con la familia, el carácter y las responsabilidades.

Cómo dar fruto en la familia, la Iglesia y la comunidad

En el ámbito familiar, los ancianos deben buscar oportunidades para llevar a cabo la instrucción bíblica de enseñar a sus hijos y nietos (Deuteronomio 4:9). A través de sus ejemplos y enseñanzas, los ancianos pueden transmitir el modo de vida de Dios a las generaciones más jóvenes, “contando a la generación venidera las alabanzas del eterno . . . y las maravillas que hizo” (Salmos 78:4). También tienen la oportunidad de transmitir la historia de la familia, historias personales y lecciones de vida. Además, los ancianos pueden dar fruto compartiendo sus experiencias y consejos sobre la vida con sus hijos y nietos con sabiduría y discreción.

En la Iglesia, los hombres y mujeres mayores pueden dar fruto ayudando en varios aspectos de los servicios y actividades, visitando a los enfermos o confinados en casa, haciendo llamadas telefónicas, escribiendo tarjetas y correos electrónicos, etc. Si algunos ancianos ya no son capaces de realizar tareas físicas, pueden servir de mentores a quienes las llevan a cabo y compartir sus experiencias personales en el proceso. Incluso en los años más avanzados de la vida, los ancianos todavía pueden dar fruto siguiendo el ejemplo de Ana, una viuda “de edad muy avanzada” que servía a Dios “de noche y de día con ayunos y oraciones” (Lucas 2:36-37).

En sus comunidades locales, algunos ancianos también descubren maneras de dar fruto realizando trabajo voluntario para ciertas organizaciones comunitarias como hospicios, hospitales, asilos de ancianos, centros de recreación infantil, etc. Es muy gratificante servir y devolver la mano de cualquier manera que se pueda.

El fruto más importante

El fruto más importante que deben dar los ancianos es su crecimiento espiritual personal, ya que “[van] adelante a la perfección” (Hebreos 6:1). La palabra griega para “perfección” (teleiotes) significa madurez, culminación o realización de una meta. Nuestra meta es “la libertad gloriosa” en la familia eterna de Dios (Romanos 8:21).

Los últimos años de nuestra existencia son un tiempo de profunda meditación y reflexión sobre el significado y propósito de esta vida física. A medida que los ancianos ven que los granitos de su reloj de arena se van depositando al fondo, se dan cuenta más profundamente de que la vida física es limitada, y que sus últimos años deben ser destinados a completar “la naturaleza divina” (2 Pedro 1:4).

Así como el fruto madura justo antes de la cosecha, la obra maestra de Dios debiera llegar a la madurez espiritual en estos últimos años de la vida humana alcanzando todas las cualidades de la naturaleza divina de Dios: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza.

A medida que los ancianos avanzan hacia la perfección, tienen la oportunidad de dar un ejemplo de justicia sirviendo a sus familias, a sus comunidades y a la Iglesia. Si continúan dando frutos en su vejez pueden tener una vida buena, llena de significado y propósito, y al acercarse a la meta de su carrera pueden decir, como el apóstol Pablo, “He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe” (2 Timoteo 4:7). EC