Quiero que Jesús retorne, pero no tan pronto
Para tener concebiblemente la vida más completa, él debe ser nuestra primer y más alta prioridad. Debemos anticipar el regreso de Cristo (y orientar nuestras vidas hacia eso) a la tierra cuando él guiará en la primera fase de su Reino. No importa cuántas cosas buenas esta vida ofrezca, pues ninguna se compara a lo que Dios tiene deparado para nosotros en su Reino (1 Corintios 2:9-10).
Dios vislumbra a sus seguidores lo que su Reino ofrecerá. Imaginen un mundo donde ninguna criatura cause daño (Isaías 11:8). La gente podrá acampar en los exteriores sin miedo de ser atacados por un puma u oso. Los niños correrán en los alrededores sin que sus padres se preocupen de que se pierdan y se active una Alerta Amber (Zacarías 8:5).
Cristo nos dice “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (Mateo 6:33). Hable con cualquier cristiano y él/ella le dirán lo difícil que es mantener esa perspectiva algunas veces. Somos seres físicos. Lo que vemos, oímos, tocamos, probamos y sentimos (nuestras experiencias) a menudo parecen ser más reales para nosotros que aquello que no podemos ver, aunque somos llamados a tener un enfoque más profundo (Hebreos 11:1).
Dios quiere que vivamos plenamente. Él nos exhorta: “Todo lo que te viniere a la mano para hacer, hazlo según tus fuerzas” (Eclesiastés 9:10). En otras palabras: ¡Aprovechen la vida al máximo, trabajen duro y disfruten de los resultados de ese esfuerzo! Mas el propósito final para el que él nos creó se encuentra al final del mismo libro: “Teme a Dios y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre” (Eclesiastés 12:13).
Cada quien debe confiar en que, poniendo a Dios primero, buscando y orando por el regreso inminente de su hijo (Mateo 6:10) y reconociendo nuestra perspectiva es limitada comparada a la de él, tendremos entonces una oportunidad de experimentar cosas más grandes que la más asombrosa experiencia que esta vida ofrece.
Para llegar al punto, revisemos un evento que ocurrió hace mucho tiempo, pero que todavía resuena actualmente. Jacob y Esaú tuvieron una tumultuosa relación fraternal desde el comienzo (Génesis 25:25-28). Puedo recordar leer sobre las interacciones de estos dos hermanos cuando yo era un niño. Hasta de joven me asombró el relato de Génesis 25:29-34, donde Esaú vende su primogenitura (¡toda su herencia!) por un miserable, pero sabroso, guisado solo porque estaba hambriento y cansado. Siendo un adulto, puedo apreciar más los matices de la situación. Esaú estaba cegado. ¡Intercambió su recompensa final por algo finito y limitado!
Nosotros podemos hacer lo mismo actualmente por cómo vivimos. Cada vez que no velamos ni oramos ansiosamente por el retorno del reino de Dios a esta tierra nos concentramos excesivamente en lo que nos rodea diariamente. Con esto, estamos esencialmente diciendo que preferimos disfrutar de lo que podemos vivir hoy en vez volvernos a Dios y obedecerle completamente para recibir nuestra herencia – una que será sempiterna. Los placeres de esta vida pueden ser nuestro “guisado”. Esto es un pensamiento serio.
Todos luchamos por retener una visión y enfoque adecuados; somos humanos. Pero con la ayuda de Dios, los miembros de su Iglesia han estado haciendo eso exitosamente por mucho tiempo. Cada historia de la Biblia demuestra eso. Requiere nuestro constante estudio y aplicación de los principios y mandamientos que leemos en la Biblia para poder ver más allá de esta vida, para fiarnos de “Jehová de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos…” Al hacer esto, “Él enderezará tus veredas” (Proverbios 3:5-6), ayudándolo a usted a ver el mañana.
Disfrute la vida. Tome buenas decisiones. Reciba toda bendición que Dios creó para que nosotros la vivamos. Solo recuerde que la grandeza del regreso del reino de Dios superará todas estas cosas de maneras que ninguno de nosotros pudiera entender.
Vivir de la manera más plena imaginable implica muchas cosas geniales. Podemos explorar cada rincón del mundo; tocar los corazones de otros profundamente. Se puede alcanzar el cénit de la educación – utilizando conocimiento adquirido para invertir en una carrera satisfactoria. Se logra investigar todos los cinco sentidos a fondo. Podemos forjar profundos y duraderos lazos a través de amistades, matrimonio y la familia. Pero, ¿dónde encaja Dios en todo esto?