Nuestra efímera existencia

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Nuestra efímera existencia

Lo más seguro es que no alcanzaremos a terminar todo lo que hemos emprendido. En el mejor de los casos, otros lo continuarán. Muchos descubrimientos han sido el resultado del trabajo e ideas de nuestros antecesores. El famoso autor y poeta inglés Geoffrey Chaucer, sentenció: “El tiempo y la marea no esperan a nadie”.

Cuando morimos, dejamos planes, trabajos, deudas, terrenos, joyas, dinero, autos, fama… Hubo quienes ni siquiera tuvieron tiempo de guardar sus alimentos en el refrigerador. Todo se deteriora, la ropa queda en el closet. La vida continúa y se supera nuestra ausencia. Somos reemplazados en la empresa y nuestras pertenencias son vendidas, donadas o desechadas.

Fallecen artistas dejando obras inconclusas; escritores con libros inéditos; músicos con sinfonías sin terminar; científicos con investigaciones a medias; empresas a medio construir; padres dejando hijos en crecimiento…

Como mortales, no podemos ganarle la carrera al tiempo que sigue su marcha inexorable. No podremos “llenar” todos los espacios en esa línea imaginaria del tiempo en esta vida.  

La muerte es implacable. “Tengo esposa e hijos”, protesta un hombre sentenciado. “No puedo morir ahora, estoy en una labor importante, necesito más tiempo”. Esto viene a la mente de aquellos a punto de morir, aunque algunos desean dejar de sufrir.

Una concesión especial

La Biblia narra la historia del rey Ezequías, a quien Dios le concedió más tiempo de vida. 2 de Reyes 20:1-6. Ezequías cayó enfermo y Dios le dijo que ordenara su casa porque moriría. Él lloró y rogó por su vida; Dios escuchó su oración y le concedió quince años más de vida, retrocediendo la sombra del sol diez escalones en las gradas.  2 Reyes 20:11.  

Según la Biblia, la muerte es nuestra enemiga. (1 Corintios 15:26). El hombre se niega a morir. Algunos padecen una “crisis de su imagen física” y recurren a la cirugía plástica y otros tratamientos para mantener su aspecto juvenil.

La ciencia se empeña en descubrir formas de prolongar la vida, pero no ha logrado encontrar la “fuente de la eterna juventud”. El cuerpo se deteriora y se desgasta, como todo lo físico.

La hierba se compara con lo efímero de la vida. Salmo 103:15-16 “El hombre, como la hierba son sus días; florece como la flor del campo, que pasó el viento por ella, y pereció, y su lugar no la conocerá más”. ¿Qué pasa entonces con los planes y proyectos y con los sueños sin alcanzar? ¿Morirán para no concretarse jamás o, acaso habrá una oportunidad más allá de la muerte?

La Biblia revela una eternidad de actividades creativas y prodigiosas, con oportunidades ilimitadas, como hijos e hijas inmortales suyos, para expresar todo nuestro potencial.

Las personas no están ni “salvadas” ni “condenadas”. Dios no está librando una batalla espiritual tratando de arrebatarle almas a Satanás. Si así fuera, éste llevaría ventaja. Existe un gran propósito en la tierra, y no habrá poder alguno que lo impida.

¿Dónde están los muertos?

Si los seres que han vivido hasta hoy no están “perdidos”, ni “salvados”, ¿dónde están ahora? ¿Y qué de los verdaderos cristianos que han muerto a lo largo de los siglos? La respuesta es muy sencilla: ¡Todos están en el sepulcro!

El epitafio escrito sobre la tumba del autor e inventor estadounidense Benjamín Franklin reza: “El cuerpo de B. Franklin, como la cubierta de un libro viejo, con su interior rasgado, sin texto y letras doradas, yace aquí como alimento para los gusanos. Pero la obra no se perderá, porque como él creyó, aparecerá de nuevo en una edición perfecta, revisada y corregida por el Autor”.

En esta era, hemos escrito nuestra vida como en un bosquejo, pero llegará el tiempo cuando tendremos oportunidad de pasarlo en limpio.

Habrá entonces otros mundos por explorar, todo un universo para desarrollar nuestros proyectos. Para lograrlo, contaremos con poderes y capacidades jamás soñadas, sin las limitaciones físicas del tiempo y el espacio. ¡Este es el futuro fantástico que Dios nos ofrece!