Las bendiciones

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Las bendiciones

He estado meditando en lo que significa ser bendecida luego de leer un artículo esta semana. Quien lo escribió planteaba que no debemos afirmar que somos bendecidos al hablar de nuestras bendiciones físicas (empleos, hogares y demás) ya que eso significaría que quienes no las tienen (y, en algunos casos, jamás las tendrán) no son bendecidos.

Mi pregunta es, entonces: ¿por qué habrían las bendiciones de alguien (en este caso: las mías) negar las de otra persona?, y viceversa: ¿qué peso tendrían las bendiciones de los demás sobre mí? Según el diccionario de Google, la bendición se define como “el favor y la protección de Dios; una oración que solicita el favor y protección de Dios; dar las gracias antes y luego de una comida; algo beneficioso por lo que uno está agradecido; algo que trae bienestar; el permiso o el apoyo de alguien”.

Si nos quedamos con la primera definición (el favor y la protección de Dios), sé que todo cuanto poseo es un regalo de él (algo beneficioso por lo que uno está agradecido). Mi marido es una bendición. ¿Significa eso que mis amigos solteros que son simpáticos, amorosos, amables, inteligentes y maravillosos son menos bendecidos al no estar casados? Espero que eso ni les pase por la mente. Cuando me casé era un poco mayor que “el promedio” y disfruté mi soltería. Las oportunidades que tuve fueron una bendición para mí (algo beneficioso por lo que uno está agradecido).

El reconocer a Dios como aquel que provee cosas en mi vida no indica que yo merezca dichas provisiones, como tampoco es un indicador del mérito de alguien que no las tiene. Si se hace con humildad (no con un “orgullo de la humildad” o con jactancia), dicho reconocimiento puede ser la conciencia de que uno no merece lo que posee.

Estoy a punto de pisar un terreno delicado. Los hijos son una bendición. Según Salomón “Los hijos son un regalo del Señor; son una recompensa de su parte” (Salmo 127:3; Nueva Traducción Viviente). No puedo tener hijos. Es un hecho. A veces es doloroso, me pregunto por qué. En ocasiones, cuando sostengo entre mis brazos a un niño que le están saliendo los dientes y grita, estoy agradecida (¡es broma!). Sin embargo, mi incapacidad para tener hijos no refleja mi valor intrínseco. Me alegro cuando un miembro de la familia o un amigo anuncian que están esperando un bebé. ¡Qué milagro tan maravilloso! Y qué bendición también. ¿Es su bendición un doloroso recordatorio de algo que a mí me falta? No debería de serlo. Recientemente me recordé que debo alegrarme con los que están alegres (Romanos 12:15). La bendición de alguien más no es un reflejo negativo de mi persona.

Hay personas pobres en este mundo, enfermas y otros que sufren. ¿Significa esto que no son bendecidas por Dios? ¡En ninguna manera! Sus bendiciones son distintas. Al igual que Dios nos da pruebas para fortalecernos y limarnos, creo que también nos da bendiciones con el mismo propósito.

¿Qué es lo que quiero decir?

  1. 1. Ya no nos comparemos a nadie más sino solo con Jesucristo. Nuestro caminar es individual y Dios sabe lo que más nos conviene y cuándo.
  2. 2. No podemos ver nuestras bendiciones como si fueran recompensas; no lo son. Es justo darle a Dios la gloria y el crédito por lo que tengamos.
  3. 3. Lo verdaderamente importante de las bendiciones no es que las tengamos, sino lo que haremos con ellas. “Alguien a quien se le ha dado mucho, mucho se le pedirá a cambio; y alguien a quien se le ha confiado mucho, aún más se le exigirá” (Lucas 12:48 NTV).

 

Fuente: ucg.org