¿La trampa de Tucídides?
Entre China y Estados Unidos

En la actualidad, las tensiones entre China y los Estados Unidos de América, cimbran el panorama mundial. La academia y la prensa han recurrido a la célebre paradoja llamada “Trampa de Tucídides”, que fue descrita por primera vez por el padre de la “historiografía científica”, Tucídides de Atenas, cuando concluyó en el siglo V a.C. que “…fue el ascenso de Atenas y el temor que eso inculcó a Esparta, lo que hizo que la guerra fuera inevitable.”
La lección de esto fue que cuando una nueva potencia entra en escena, es [prácticamente] inevitable la guerra entre esta nueva potencia y la vieja; lección que, trasladada a nuestros tiempos, apunta al temor de que China se erija como la nueva potencia (Atenas), que desafíe a la ya establecida (Esparta), que representan los Estados Unidos.
Como señala el siguiente artículo de la BBC, la analogía cobra sentido tomando en cuenta que después de la segunda guerra mundial, los Estados Unidos (en adelante EUA) facturaban cerca del 50% del mercado económico mundial, descendiendo a 22% en 1980, y a 16% en la actualidad; mientras que China ha ido del 2% en 1980 y el 18% en 2016. Como menciona Graham Allison, en una sola generación, China pasó de ser actor de reparto a protagonista central.
Sin embargo, que las tensiones culminen en un conflicto, no es definitivo. Y como mencionó el mismo Graham Allison (citado en el mismo artículo de la BBC), “cuando las partes evitaron la guerra, se requirió de ajustes enormes y dolorosos en las actitudes y acciones no sólo del retador sino también del retado".
¿Qué ajustes se están realizando?
En primera parte, la pausa aparente de la conformación de un mercado globalizado.
Tras la crisis económica de 2008, los esfuerzos globalizadores que duraron poco más de medio siglo entraron en reposo. Junto con esto, los triunfos de Donald Trump y Xi Jinping, así como la lucha británica para excluirse del Mercado Común Europeo, son muestras claras de que, para las élites económicas, resulta más confortable recurrir al nacionalismo que a exponerse a un pacto global multilateral.
Este mismo repliegue de sus fuerzas ha jugado en contra, pues confronta más directamente a los dos mencionados rivales: China y USA. Mientras la batalla comercial está en auge con cada contendiente en su trinchera, es evidente que se requiere de un nuevo orden geopolítico, tanto por los acontecimientos cotidianos, como por lo que nos augura la historia misma.
Graham Allison explica que China, en mandarín, significa “el centro del mundo”, condición que por 2000 años fue relativamente cierta para la nación china, amurallada y separada del mundo, al menos hasta la invasión nipón-británica. Mientras tanto, la fortaleza de Estados Unidos se tambalea después de años de guerras sin triunfos claros, de una sociedad política y socialmente dividida, y de un mercado chino que parece implacable.
Ambas naciones necesitan demostrar algo, y se requeriría de mucha habilidad para sortear el conflicto sin que estallase.
Algo que demostrar
Como explica Joseph Needham a lo largo de su obra, China sufrió las consecuencias de ser una nación ideológicamente desenfocada durante la dinastía Ming (cerca del siglo XIV), priorizando su poder imperial en detrimento de su poder mercantil, que era el que sustentaba su holgada condición de potencia económica. Las guerras con los vecinos, las plagas y los conflictos internos terminaron por minar su poderío, relegándolos prontamente a ser testigos del fortalecimiento de Europa. O, en otras palabras, el resguardarse en su propia nación, en su historia y tradiciones para no extinguirse, trajo como consecuencia volverlos actores secundarios en el panorama mundial.
Sin embargo, su fuerte cultura del trabajo (que data del confusionismo), su valorada identidad nacional y su conciencia histórica, pintan para ser sus fortalezas en el siglo actual. Son el estandarte para retomar su papel de Centro del Mundo. Y aparentemente, su esfuerzo está rindiendo frutos.
Aparentemente, porque no consideran un aspecto esencial de la geopolítica, y esto es la mano de Dios en las naciones. Es imperativo comprender la relevancia de las promesas dadas por el Dios Creador a los patriarcas Abraham, Isaac y Jacob, pues son la mejor herramienta para dar sentido a los acontecimientos bélicos, políticos y económicos que se avecinan no solamente para China y USA, sino para Europa y el mundo en general. Recordemos estas promesas en Génesis 17:1-6.
Pero recordemos también lo que nos ilustra Job 12:13-25. “Con Dios está la sabiduría y el poder; suyo es el consejo y la inteligencia”. “Con él está el poder y la sabiduría; suyo es el que yerra, y el que hace errar”. “El multiplica las naciones, y él las destruye; esparce a las naciones, y las vuelve a reunir”. ¡Es el Eterno quien decide cómo y cuándo se moverán las fichas en el tablero!
Sus promesas no son en vano, sino que permanecen y llegan a su cumplimiento a su debido tiempo. En el caso de Israel, podemos ver que el castigo Dios se mantuvo en vigencia por 2520 años, como estaba profetizado en Levítico 26:14-18 (en donde cada año de 360 días, se multiplicaría por 7 [las veces que sería castigado por su desobediencia], quedando un total de 2520 días proféticos). Una vez que fueron capturados por su desobediencia hacia el año 721 a.C., esa nación sufrió 2520 años de castigo, que, como podemos entender a raíz de Números 14:34, consiste en la postergación de una bendición.
Así, a partir del año 1800 d.C., las naciones de habla inglesa prosperaron grandemente, pues el castigo les había sido retirado y podían gozar de las bendiciones consecuentes a la obediencia de Abraham y la permanencia de las promesas de Dios.
Debemos considerar que en la historia encontramos muy pocas casualidades y no son muchas las decisiones que quedan en manos de las caprichosas manos de los líderes mundiales. Los más importantes acontecimientos se gestan a lo largo de décadas o incluso siglos, y culminan siendo válvulas de escape que alivian las tensiones y reorientan los sucesos a nuevas bifurcaciones. Estos procesos nunca son placenteros; sin embargo, siempre es el Dios creador quien lleva el control de ellos, aunque no nos lo parezca. Como dijo Benjamín Franklin “mientras más vivo, más pruebas veo de que Dios gobierna los asuntos del hombre. Si un gorrión no cae sin que él lo sepa ¿puede acaso levantarse un imperio sin que él lo ayude?”. ¡Qué bello recordatorio de Mateo 10:29!