La hospitalidad, una expresión de amor y sacrificio
La hospitalidad es un tema importante en el que me gustaría profundizar. Como mujer, siento que éste es un llamamiento que debemos tomar seriamente. Veamos por qué es tan significativo…
“Ayuden a los hermanos necesitados. Practiquen la hospitalidad” (Romanos 12:13, NVI). Es obvio que Dios espera que la efectuemos; lo interesante para mí es el contexto en el que es dado este mandamiento. Al principio de este capítulo, Pablo está explicando que somos llamado a convertirnos en sacrificios vivos. Al parecer, mostrar hospitalidad es una forma hacerlo. Antes, yo creía que ésta era una forma de servir, pero es mucho más; es una manera de poner nuestras prioridades, nuestro tiempo, la mesa, la comida y nuestra casa como un sacrificio al servicio de los demás.
Tuve que preguntarme cuán dispuesta estaba a hacer estas cosas. Ya que me guío por un presupuesto, y tengo que confesar que lo primero que viene a mi mente cuando tengo visitas inesperadas es la comida extra que habremos de comprar y si eso encajará con nuestros fondos. Es triste, ¿verdad? Tengo que estar dispuesta a servir a otros y a hacerlo cortésmente, aun si eso se traduce en tener menos para el resto del mes. Cuando lo he hecho, siempre me he dado cuenta de que el tiempo de calidad que pasamos con nuestros invitados pesa mucho más que un gasto adicional. ¡Tenemos que estar dispuestos a servir con amor y cortesía a cualquiera que venga a nuestra casa!
Esto también me hizo pensar en Proverbios 31:13: “con voluntad trabaja con sus manos…”. Creo que merece ser examinado el tema de la voluntad. ¿Trabajo con gusto en la casa o lo hago murmurando? ¿Me entusiasma a lo que he sido llamada o lo soporto? Debemos estar dispuestas, ser activas y cariñosas con nuestros maridos (y cualquier persona con la que nos encontremos).
“Mas el fin de todas las cosas se acerca; sed, pues, sobrios, y velad en oración. Y ante todo, tened entre vosotros ferviente amor; porque el amor cubrirá multitud de pecados. Hospedaos los unos a los otros sin murmuraciones” (1 Pedro 4:7-9).
También me resulta interesante que dice que “ante todo” debemos mostrar hospitalidad; cosa que revela amor ferviente por los demás. Dios hace énfasis en esto y ¡lo mismo hemos de hacer nosotros! ¡Ah, y también dice “sin murmuraciones”! Digamos, pues, que… tengo trabajo que hacer. En ocasiones estoy tan envuelta en mis planes que casi me irrita ser hospitalaria. Me da pena, lo sé… pero es algo en contra de lo que lucho. Es una de esas Escrituras que sé que él puso allí para que la leyera.
Con frecuencia me es útil ver la idea básica en un precepto bíblico. Creo que el principio en el mandamiento de Dios a ser hospitalarios tiene que ver con el sacrificio del “yo” y con el dominio propio. Debemos sacrificarnos a nosotros mismos en lo que tiene que ver con nuestro tiempo, energía, nuestra casa, comida, etcétera. Debemos practicar el dominio propio con respecto a nuestros pensamientos y actitudes hacia aquellos que entran a nuestro hogar.
Así que la próxima vez que tengamos una visita inesperada en el peor momento, tratemos de verlo no como un inconveniente sino más bien como una oportunidad para renunciar a algo nuestro y crecer en sacrificio (cosa a la que todos hemos sido llamados). Pienso que con la actitud correcta, disfrutaremos de la compañía de nuestros visitantes.
Fuente: ucg.org