Cultivemos el precioso fruto de la paciencia

Usted está aquí

Cultivemos el precioso fruto de la paciencia

Era una mañana lluviosa y el tráfico avanzaba con mucha dificultad. Así que el fastidio se hacía evidente. Entonces, pude alcanzar a leer en el parachoques del carro de enfrente un letrero que decía: “Dios mío, dame paciencia ¡pero la quiero ahora mismo!”

¿En cuántas ocasiones hemos sentido que se nos agota la paciencia? Ya sea cuando estamos en una fila de un banco o cuando experimentamos la sensación de no poder obtener lo que deseamos en ese preciso momento.  

La paciencia nos permite superar contratiempos. Proviene del latín pati, que significa sufrir, que luego se aplicó en medicina para llamar “paciente” a un interno. Esta virtud identifica a una persona prudente, que afronta las contrariedades y las vicisitudes de la vida con fortaleza.

La paciencia es un fruto del Espíritu Santo, como leemos en Gálatas 5:22. Somos impacientes cuando no escuchamos la opinión de otros y deseamos contar nuestra experiencia.

A veces, amor y paciencia actúan juntas. Por ejemplo, cuando sembramos un árbol, imaginando los beneficios que recibirán otros de esta semilla plantada.

Giacomo Leopardi, poeta y filósofo italiano del siglo XIX expresó: “La paciencia es la más valiosa de las virtudes, porque carece de apariencia heroica”.

¿Recordamos al abuelo que, con paciencia, nos enseñó a atarnos los zapatos, memorizar las tablas de multiplicar? ¿O a la madre que con paciencia nos formó en hombres de bien?

Entrenando la paciencia

Identifiquemos situaciones conflictivas. Podríamos, incluso, llevar un registro emocional para recordar aspectos que olvidamos.

La impaciencia busca el beneficio inmediato, mientras que la paciencia requiere mayor esfuerzo hoy, pensando en los beneficios futuros.

La paciencia no es precisamente un atributo de la generación de los milenios. Posiblemente se debe a la influencia de la tecnología de las comunicaciones, donde muchas cosas se obtienen con un clic.

Muchos jóvenes son impacientes. No esperan el estreno de una película, la bajan de Internet; no revelan un filme, ven las fotos al instante; no copian del pizarrón, toman una fotografía con su celular; Ya no hay noviazgos largos y algunos no contraen nupcias para vivir en adulterio.

Aprovechemos el tiempo

En emergencias debemos guardar la calma y hacer las cosas despacio para no repetir procesos. ¿Cómo podemos cambiar la inercia de la impaciencia? El límite de lo determina el sentido común y el bienestar interno. Además, la espera de un cambio que nunca llega afecta nuestra autoestima.

Cuando empezamos a perder la paciencia, debemos ser creativos para convertir esos momentos de espera en momentos útiles. Llevemos con nosotros un libro, una computadora portátil o cualquier otro dispositivo. Saquemos ventaja del “tiempo muerto”.

El apóstol Pablo explica que las dificultades son un terreno fértil para la paciencia, que nos fortalece. Romanos 5:3-4 “Y no solo esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia y la paciencia, prueba y la prueba esperanza”. Es fácil mostrar paciencia cuando las cosas marchan bien, pero la paciencia se prueba con las dificultades.

Las palabras griegas traducidas como paciencia en el Nuevo Testamento denotan acción. Dios nos exhorta a ser pacientes. Santiago 5:7 “Por tanto, hermanos, tened paciencia hasta la venida del señor. Mirad cómo el labrador espera el precioso fruto de la tierra, aguardando con paciencia hasta que reciba la lluvia temprana y la tardía”. El período entre la siembra y la cosecha no es de ocio. Hay que controlar las malezas, fertilizar, regar y podar.

Las redes sociales nos pueden hacer creer que vivimos en un mundo de logros a corto plazo. Pero, como lo expresara el predicador en Eclesiastés 3:1, “Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora”. Se necesita tiempo, esfuerzo y paciencia para alcanzar lo que deseamos. Pero, sobre todo, necesitamos la intervención de Dios en nuestros planes y proyectos.