Brecha generacional
Creímos que íbamos a cambiar el mundo.
Mi generación, con letreros de paz, palabras de paz y consignas tales como "ama a tu hermano" pensábamos que estábamos en cosas mejores que las generaciones anteriores.
Cuidaríamos a los necesitados. Rechazaríamos el capitalismo que considerábamos que era el problema de gran parte de los males del mundo. Exigiríamos la verdad desde todas las direcciones. Practicaríamos el amor y no el odio.
Buscábamos una nueva moralidad que liberara las cadenas con las que nuestros padres estaban presos. No más de esa actitud de "juzgar", ser crítico ante la moral diferente a la manera en que se había enseñado por generaciones: vivir y dejar vivir.
¿Cómo podemos enderezar el pensamiento que recrimina a Dios, para aceptar que nuestra generación fracasó miserablemente?
Vimos la hipocresía de algunos que asistían a la iglesia, así que rechazamos la religión.
Vimos a qué nos llevaba la avaricia, así que predicamos en contra del materialismo y solicitamos limosna en vez de ayuda económica para aquellas personas necesitadas.
Vimos el dolor y el sufrimiento a nuestro alrededor, y culpamos a Dios.
¿Cómo lo hemos hecho?
En nuestro afán de buscar la verdad, la hemos visto tergiversada y distorsionada hasta el punto que hoy nadie sabe qué es verdad. Ahora que nuestra generación tiene la edad para servir como funcionarios electos, ¡el soborno y la corrupción están en su punto más alto!
Descubrimos que el "amor libre" viene con una etiqueta de precio atroz. Los embarazos no deseados llevaron al infanticidio prenatal. Las enfermedades venéreas son desenfrenadas, y las cepas resistentes a los antibióticos se están convirtiendo en un importante motivo de preocupación. Recientemente salió a la luz que la razón número uno para que las mujeres fueran rechazadas en el programa de televisión The Bachelor (un famoso Reality Show norteamericano donde un joven atractivo es cortejado por 25 mujeres para encontrar su "amor verdadero") es porque dieron positivo en el examen del herpes genital. Ahora más niños crecen con un padre soltero y separados de un padre biológico debido al divorcio o falta de compromiso.
Parece que no somos tan diferentes a quienes nos precedieron.
Al igual que ellos, hemos decidido ignorar las lecciones del pasado. En lugar de sentirnos más seguros, amables “cercanos” -que nos imaginamos que somos- estamos, en cambio, más lejos de ese ideal que nuestros padres deseaban.
Muchos están dopados, abandonados, son estructuras vacías de lo que antaño hubo. Otros han abrazado la vida materialista con un fervor que nuestros padres nunca tuvieron, sin considerar el daño a medida que avanzan. Y muchos otros "llevan vidas de silenciosa desesperación".
Hemos formado niños malcriados y empoderados para tomar nuestro lugar porque pensamos que nuestros padres eran demasiado duros. Hemos preferido darles cosas a nuestros hijos antes de darles nuestro tiempo y a nosotros mismos. En nuestra búsqueda de la buena vida, hemos relegado la crianza de nuestros hijos a otras personas que no pueden brindarles el mismo amor real que naturalmente pueden tener los padres. El costo de la vida se ha disparado tan alto, que muchos ya ni siquiera tienen la opción de ser los cuidadores de sus propios hijos.
Hemos dejado el trabajo de enseñar a nuestros hijos los valores y se la hemos confiado a las instituciones gubernamentales que los instruyan con un nuevo conjunto de aciertos y desaciertos que no tienen nada que ver con los que nuestro Creador nos dio.
¿Qué pasó? ¡Tuvimos ideales tan elevados!
Nuestro mayor error fue culpar a Dios por las falencias de los hombres.
"Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido. Y como ellos no aprobaron tener en cuenta a Dios, Dios los entregó a una mente reprobada, para hacer cosas que no convienen” [por ejemplo, practicando la lascivia]. (Romanos 1:21, Romanos 1:28).
Hemos perdido completamente el contacto con lo que produce felicidad duradera. La gente ni siquiera quiere escuchar que Dios tiene una mejor manera.
Ignoramos las punzadas de culpa asociadas con el quebrantamiento de los mandamientos de Dios, y ahora hemos criado una generación donde muchos no tienen ningún concepto de moralidad. Este grupo amoral se molestará más por descuidar a una mascota, que por carecer de amor por una persona que aún no ha nacido. Apunta con el dedo y lo llama “juzgar” si alguien expresa que Dios dice "No harás..." acerca de cualquier cosa.
Debido a que le hemos dado poco valor a la vida humana, hecha a la imagen de Dios, observamos con horror cómo algunos jóvenes de la última generación cometen crímenes horrendos, como los tiroteos en los Estados Unidos. Al parecer ya no encuentran diferencia entre tomar una vida dentro o fuera del útero. Los noticieros abren sus micrófonos a los testigos y víctimas (adolescentes también) que parecen estar emocionalmente desapegados de lo que han visto, mientras los perpetradores no dan señas de conciencia. Nos quedamos sentados, retorciéndonos las manos en señal de angustia, y nos preguntamos cómo solucionamos esto, para que no vuelva a suceder. Pero hemos abierto la caja de Pandora y no podemos volver a poner todo lo malo ahí dentro.
Incluso muchas de nuestras iglesias ya no enseñan las reglas que gobiernan una sociedad feliz y saludable.
Jesús dijo que el mundo será como era en los días de Noé. Así es como el Génesis describe ese tiempo: "Y vio el Eterno que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal" (Génesis 6:5).
¿Cómo podemos enderezar el pensamiento que recrimina a Dios, para aceptar que nuestra generación fracasó miserablemente? Seguimos tratando de usar venditas adhesivas para reparar esas heridas profundas
No hemos propiciado esa utopía del amor que estábamos tan seguros de tener a la mano.
La única respuesta a todo lo que afecta a nuestra nación y a nuestro planeta hoy es el retorno a las leyes que gobiernan la verdadera felicidad. Necesitamos desesperadamente un cerco de protección que nos evite caer al acantilado. Ya estamos en caída libre y necesitamos una mano invisible para atraparnos antes de exterminarnos.
La Biblia que nuestra generación ignora o rechaza abiertamente habla de esa mano invisible que nos rescatará antes de ser extintos.
"...porque habrá entonces gran tribulación, cual no la ha habido desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá. Y si aquellos días no fuesen acortados, nadie sería salvo; mas por causa de los escogidos, aquellos días serán acortados."(Mateo 24:21-22).
Dios no será el autor de la tribulación profetizada. Lo provocaremos nosotros mismos. El que hemos rechazado será el que nos salve y luego enseñe el camino de regreso a vidas felices y productivas de una sociedad quebrantada y disfuncional.
De esa manera está disponible ahora para cualquiera que vaya a Dios con un corazón quebrantado y contrito. Un corazón que está listo para reconocer cuán perdidos estamos, cuánto desastre hemos creado por estar apartados de él y cuán desesperadamente necesitamos de su ayuda.