Benignidad y bondad

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Benignidad y bondad

Los frutos del espíritu son cualidades deseables en quienes aspiramos a ser hijos de Dios. Hay algunos de los que se habla más y otros de los que se habla menos. Dentro de los segundos, la benignidad y la bondad son quizá los menos explorados abiertamente por la Biblia.

La benignidad es, según el diccionario de la Real Academia de la Lengua, la cualidad de benigno, que a su vez es definida como algo afable (agradable), benévolo (que tiene buena voluntad), o piadoso (que se inclina a acciones de amor y compasión). Cuando hablamos de algo benigno nos referimos a algo que no causa daño, sino que es en términos generales positivo. Algo que está ahí, que podemos notar por ser agradable, como un clima templado con no demasiada humedad.

Esta palabra es usada en la Biblia en ciertos contextos específicos, que nos clarifican su significado. Por ejemplo, en 2 Samuel 22:33-37, leemos al Rey David agradeciendo:

Dios es el que me ciñe de fuerza, y quien despeja mi camino; quien hace mis pies como de ciervas, y me hace estar firme sobre mis alturas; quien adiestra mis manos para la batalla, de manera que se doble el arco de bronce con mis brazos. Me diste asimismo el escudo de tu salvación, y tu benignidad me ha engrandecido…

Lo que David agradece es que El Eterno actuó positivamente en favor suyo por iniciativa propia. No es sólo un asunto acerca de intenciones, sino de intenciones acompañadas de acciones. La benignidad entonces, sería realizar voluntariamente una acción que beneficie a otros.

¿Y qué puede motivar a alguien a hacerle un bien a otro? Justamente de eso se trata la bondad.

La bondad es definida por diferentes fuentes como la natural inclinación a hacer el bien,  o la natural inclinación a hacer cosas positivas, que sumen. Es, en otras palabras, el deseo que nos nace por querer beneficiar a alguien. De modo que alguien bondadoso sería alguien que sin tener que pensarlo, tiene la necesidad de hacer el bien. En ese sentido, la bondad, si la tenemos, es algo que emerge desde lo más profundo y primordial de nosotros. Casi como un reflejo.

Aunque son conceptos tan cercanos y pareciera que son lo mismo y que siempre van juntos, desafortunadamente no es así.  Hay personas que hacen el bien buscando también un beneficio personal, como los cientos de casos de políticos que hacen “caridad”. Son gente siendo benigna sin bondad. También existen millones de personas que tienen generosidad y buenos deseos en sus corazones, pero que no hacen nada por concretar sus buenas intenciones; y se convierten en gente bondadosa que no es benigna.

Ocurre algo parecido que con la fe y las obras. Una sin la otra no alcanza su máximo brillo. Por eso Dios, quien es la máxima representación de la Bondad y la Benignidad, la desea de nosotros. 

Entonces ¿cómo cultivar estos dos frutos en nuestras vidas? Se requiere de muchísima atención y práctica. Algunas veces hacemos comentarios aparentemente inocentes que no hacen ningún bien al receptor. Sea lo que sea que hagamos, pensemos o digamos, tenemos que prestar atención a si lo que vamos a causar con nuestra acción o inacción, va a ser de provecho para otros en el corto, mediano y largo plazo. 

En muchas ocasiones hacer un bien a largo plazo implica que vamos a dañar a nuestro semejante un poquito, pero es crucial tener en cuenta que a veces es necesario. Esto no justifica que seamos descorteses o crueles. Buscar el beneficio del otro es importante, pero siempre debe estar de fondo la motivación correcta, es decir, la buena voluntad de ayudar. No el deseo de corregir. Ni tampoco el deseo de mostrarse superior. Uno nota cuando alguien intenta actuar de buena fe y también cuando lo hace maliciosamente; y dependiendo de esa intención que uno monitorea, responde.

Una acción emprendida por un cristiano, sea cual sea, debería tener de fondo el deseo de beneficiar al otro. No de corregir una situación que no nos gusta, no de lograr el mejor resultado de una tarea, no de demostrar que uno puede hacerlo mejor. Ninguna de esas cosas es algo que emerja de la bondad. De hecho, si examinamos con detalle, son pensamientos o juicios en los que nos colocamos por encima de otros.

Al respecto, leemos en Filipenses 2:3-5: Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo; no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros. Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús. ¿Y cuál fue el sentir de Cristo Jesús? El mismo que tiene Dios el Padre: Un sentimiento de bondad acompañado de la benignidad de sus acciones. Podemos leer un resumen de cómo fue su ministerio en lo profetizado por Isaías 42:1-4: He aquí mi siervo… No gritará, ni alzará su voz, ni la hará oír en las calles. No quebrará la caña cascada, ni apagará el pábilo que humeare; por medio de la verdad traerá justicia…”. Podemos ver este carácter de pacifista reflejado durante su ministerio entero y sin embargo, cuando sintió molestia o se defendió, lo hizo con firmeza y convicción pero nunca con crueldad. ¡Cuánta gentileza en su forma de predicar! 

Desarrollar estas tres cualidades, bondad, benignidad y gentileza, requiere de mucha práctica. Pero quizá algo aún mucho más elemental: Ser benignos, bondadosos y gentiles con nosotros mismos. Poder hacernos un bien puede resumirse en acciones simples como cuidar nuestra integridad física, nuestra salud, nuestros pensamientos y sentimientos. Este es el primer paso para poder expresar estos frutos con nuestro semejante porque dificilmente podremos beneficiar a alguien siendo gentiles, si nosotros mismos no somos capaces de experimentar felicidad o plenitud. Es un trabajo de tiempo completo que requiere que movilicemos todos nuestros recursos físicos, mentales y espirituales. 

Mientras más practiquemos la benignidad con nosotros mismos y con las personas que nos rodean, el Eterno va a compartirnos también más de su bondad para ser más eficaces. Y mientras más bondad haya en nuestros corazones, más eficaces serán nuestros esfuerzos por hacer el bien. Es un círculo virtuoso perfecto en el que todos ganamos. ¡Seamos parte activa de él!