Aprovechemos el sábado
Una de las primeras cosas que comprendí cuando entré a la Iglesia junto con mi madre y mi hermano, fue que asistir a servicios cada sábado es una de las partes más importantes de nuestra preparación como cristianos, empezando porque mostramos obediencia a nuestro Padre celestial guardando su día de reposo, el mandamiento que dejó por señal a su pueblo.
De niño me gustaba asistir porque salía de mi rutina de la escuela y de la casa y aprendía siempre algo nuevo, ya fuera algún pasaje bíblico o algún consejo para vivir la vida con menos complicaciones. Pero debo admitir que con el paso de los años fui sintiendo aburrimiento porque se convirtió en una parte de mi rutina, se volvió algo cotidiano.
Percatarse de ello puede resultar de lo más triste. En mi caso, fue darme cuenta de que menospreciaba uno de los regalos más dulces del Eterno: La oportunidad periódica de reestablecer nuestra tranquilidad mental y espiritual.
El sábado fue hecho por causa del hombre, como podemos leer en Marcos 2:27. Es un tiempo apartado para reestablecer nuestras fuerzas físicas y también para sosegar la turbulencia de nuestro espíritu. Y no podemos lograr esto sin nuestro Padre. Es por ello que aunque es un día hecho para nosotros, debemos dedicarlo a Dios.
Pero ¿cómo dedicarle un día a Dios?
Por algunos años llegué a pensar que guardar el sábado consistía en asistir a servicios (sentarme, escuchar los mensajes, cantar himnos), estudiar la Biblia, y convivir con los hermanos. Y desde luego, eso es una parte indiscutible de guardar el sábado. Pero no es todo. También involucra crecer personal y espiritualmente e ir desarrollando una mejor relación con el Padre; conocerlo, imitar el carácter de Cristo, formar una familia con los demás miembros de la Iglesia.
Pero sigue sin ser todo.
Guardar el sábado también involucra estar conscientes de que somos muy afortunados. Es hacer una retrospectiva a nuestra vida cotidiana y agradecer por nuestra existencia, nuestro trabajo, los dones que nos han sido dados, y desde luego, agradecer el día de reposo que amorosamente nuestro Dios nos obsequia.
El sábado es la oportunidad maravillosa de agradecer en conjunto, a una voz, con todos los que como nosotros, llegan agotados después de una semana difícil. ¿Por qué desperdiciar la oportunidad de agradecer con alegría el precioso regalo de la vida que Dios nos da sintiéndonos aburridos?
Si usted siente que el sábado es parte de su rutina, sáquelo de ahí. Tiene toda la libertad para hacerlo y es su obligación volverlo algo especial. El regalo de Dios fue haberlo apartado para nosotros y hacernos entender que así fue. Nuestra responsabilidad es aprovecharlo adecuadamente.
No necesita recursos, ni habilidades extraordinarias para volver al sábado un deleite. Cante los himnos como una ofrenda ferviente, ore con recuerdos claros de aquello que agradece y de lo que se arrepiente, lea con más calma, ría con sus hermanos en la fe. Procure ser más perceptivo, paciente y respetuoso con quienes le rodean. ¡Es un tiempo invaluable para ejercitar lo que sabemos y lo que seguimos aprendiendo!
"Si retrajeres del día de reposo tu pie, de hacer tu voluntad en mi día santo, y lo llamares delicia, santo, glorioso del Eterno; y lo venerares, no andando en tus propios caminos, ni buscando tu voluntad, ni hablando tus propias palabras, entonces te deleitarás en el Eterno; y yo te haré subir sobre las alturas de la tierra, y te daré a comer la heredad de Jacob tu padre; porque la boca del Eterno lo ha hablado. " Isaías 58:13-14