A imagen de Dios
La primera vez que escuché esto siendo nuevo en la iglesia, corrí al espejo a verme para descubrir qué rasgos físicos tengo de Dios. ¿Tendrá Dios bigote? ¿O los ojos verdes? ¿Y que rasgos físicos de los chinos o de los negros tiene Dios? Entre más comparaciones hacía, más me confundía hasta que busqué en la Biblia y al leer 1 Corintios 12 entendí.
"No quiero, hermanos, que ignoréis acerca de los dones espirituales".
Me di cuenta que no se refería solamente a aspectos físicos, sino a los espirituales. Entonces comprendí que no se trataba de ver lo exterior, sino el interior, tanto mio como de los demás.
Debo confesar que las primeras veces que asistí a la iglesia, pensaba: “Uf cómo es posible que Dios haya llamado a toda esta gente. ¿Qué tienen ellos de especial? No creo posible que yo quiera aprender algo de ellos. Somos tan diferentes”.
Qué equivocado estaba, porque mi soberbia no me pemitía ver con claridad la mano de Dios en cada uno de mis hermanos.
Así es como viven la mayoria de las personas en este mundo tan superficial, tan alejados de Dios y tan cercanos a los medios electrónicos que nos idiotizan. Los noticieros nos hablan de cosas malas de las personas y no hay espacio para mostrar la bondad, la caridad y la alegría de la vida.
Me sentía molesto, frustrado y enojado con todo lo que sucedia a mi alrededor, mis ojos estaban más atentos a ver defectos que virtudes y le pedía a Dios me diera sabiduría para cambiar de actitud.
La siguiente vez que fui a los servicios dejé de ver unicamente su apariencia física, deje de criticar su vestimenta y calladamente y sin juzgar, empecé a conocer a profundidad, a cada una de las personas que asistían a los servicios. Ese fue un gran cambio en mi vida, fue como si de pronto me pusiera unos lentes poderosos que mostraban a las personas en todo su esplendor.
Hoy, a 6 años de mi bautizo y de mi cambio de visión, veo y aprendo, agradecido, los dones de cada miembro de la congregación y de cada sede de la iglesia que visito: de unos, su gran humildad, de otros, su gran compromiso con la Iglesia, de una ancianita, su fe inquebrantable para ver a Dios en cada acción o palabra de los demás, de una jovencita, su bondad al escuchar a la anciana con una sonrisa en la boca.
Y a ti querido hermano te invito a reflexionar… ¿Con qué dones cuentas tú? ¿Con qué virtud has sido bendecido? ¿Será acaso tu creatividad… o tu rectitud? Tal vez el don de la caridad, o quizá el de la elocuencia. Que todo el mundo te diga: “Tú siempre tienes la palabra adecuada en el momento oportuno”.
Descubre qué don espiritual tienes y perfecciónalo. Puede que tal vez no sepas que estás bendecido con más de uno. Analízate y descubre cuanta espiritualidad posees y COMPARTELO CON TODOS NOSOTROS y así nos acercaremos más a Dios.
Ahora viene otro reto: Descubre el rasgo de espiritualidad en los demás. Búscalo y cuando lo encuentres díselo a la otra persona y la harás feliz. Empieza con los miembros de tu congregación y luego realiza el mismo ejercicio en tu vida diaria, con tu vecino, con tu jefe o con tu familiar que no esta en la Iglesia y al descubrir sus dones, tu vida cambiará.
No importa quién sea, toda persona tiene algo que enseñarnos.