El camino a Pentecostés: El camino a Emaús - Parte 2

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El camino a Pentecostés

El camino a Emaús - Parte 2

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La Biblia registra una asombrosa historia sobre una de las primeras apariciones de Jesús después de su resurrección. Ésta nos ofrece lecciones muy valiosas para la actualidad.

Transcript

Darris McNeely: 

Tengo un buen amigo con el que hablo todas las semanas y esto viene ocurriendo durante los últimos cuarenta años.

No se trata de mi esposa, ella es mi mejor amiga. 

Me refiero a mi amigo hombre más cercano.

Compartimos mucho, un llamado y una pasión por la palabra de Dios.

Y cuando hablamos de la Biblia, es lo que a veces llamamos una conversación renacentista.

¿De qué hablas con tus amigos?

¿Qué tipo de conversación te trae alegría y satisfacción?

Los discípulos deben hablar profunda y apasionadamente acerca de Dios y su Palabra.

Así es como los discípulos caminan juntos de acuerdo, en unidad.

La unidad como propósito fue una necesidad importante para los discípulos de Cristo en el período posterior a la resurrección.

En las horas posteriores a la resurrección, Jesús encontró a dos discípulos que se alejaban de Jerusalén en el camino que conducía a Emaús, un pequeño pueblo a unos doce kilómetros de Jerusalén.

Uno de los hombres se llamaba Cleofás y el otro sigue siendo desconocido.

Habían estado con el grupo principal de discípulos en Jerusalén, habían escuchado que la piedra había sido removida y la tumba estaba vacía.

Al igual que los demás, no entendieron lo que había sucedido.

¿Qué significaba la tumba vacía? ¿Qué significaron todos los eventos de la semana?

Mientras hablaban sobre los eventos de los últimos días, un hombre vino hacia ellos. Cuando lo miraron, no reconocieron que era Jesús, algo nubló sus ojos.

Al igual que María en el jardín ese mismo día, hubo una ceguera que se apoderó de estos discípulos y no fueron capaces de ver al Hijo de Dios.

Jesús les preguntó: Lucas 24:17  “Y les dijo: ¿Qué pláticas son estas que tenéis entre vosotros mientras camináis, y por qué estáis tristes?”

Entonces Cleofás se volvió hacia Él y con una mirada perpleja dijo,

“¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no has sabido las cosas que en ella han acontecido en estos días?”

19 Entonces él les dijo: ¿Qué cosas? Y ellos le dijeron: De Jesús nazareno, que fue varón profeta, poderoso en obra y en palabra delante de Dios y de todo el pueblo;

20 y cómo le entregaron los principales sacerdotes y nuestros gobernantes a sentencia de muerte, y le crucificaron.

21 Pero nosotros esperábamos que él era el que había de redimir a Israel; y ahora, además de todo esto, hoy es ya el tercer día que esto ha acontecido.

22 Aunque también nos han asombrado unas mujeres de entre nosotros, las que antes del día fueron al sepulcro;

23 y como no hallaron su cuerpo, vinieron diciendo que también habían visto visión de ángeles, quienes dijeron que él vive.

24 Y fueron algunos de los nuestros al sepulcro, y hallaron así como las mujeres habían dicho...

Lo que debería haber sido un evento alegre fue nublado por el desconcierto y la incertidumbre.

Ninguno de los discípulos que escucharon a Jesús enseñar durante esos años comprendió de inmediato el significado de la tumba vacía.

Jesús había resucitado de la muerte como había predicho en varias ocasiones, incluso en las últimas horas de su vida, les había dicho que se iba pero que lo volverían a ver.

La conmoción y el miedo del arresto y la posterior crucifixión los habían congelado.

La duda y la incertidumbre de lo que siguió nubló su determinación y su valentía.

Estos discípulos que habían estado con Jesús a través de los años no eran hombres y mujeres que carecían de esperanza o convicción.

Habían creído que él era el Mesías que restauraría el reino a Israel, pero vieron que esto sucedía de una manera completamente diferente de lo que Jesús había mostrado con su enseñanza.

Cuando se había acercado a Jerusalén en la última semana de su vida, Jesús enseñó a través de una parábola que se iría y les dejaría una misión.

Habría tiempo para trabajar, tiempo para llevar el evangelio al mundo, pero los discípulos estaban teniendo dificultades para reconocer al Jesús resucitado en parte porque no habían entendido completamente su enseñanza.

No era por falta de deseo y avidez, les faltaba comprensión.

Estos dos discípulos que caminaban rumbo a Emaús se dedicaban a lo que hacemos regularmente cuando discutimos y hablamos sobre verdades espirituales de la vida.

Cleofás y la otra persona estaban trabajando a través de su fe, lo hacían juntos en el camino de su vida.

Caminaban juntos, conversaban y razonaban los hechos tal como los entendían.

Jesús vino entre ellos sin ser reconocido.

Exasperado, Jesús les dijo:

Lucas 24:25  “¡Oh insensatos, y tardos de corazón para creer todo lo que los profetas han dicho!”

Lucas 24:26  ¿No era necesario que el Cristo padeciera estas cosas, y que entrara en su gloria?

27 Y comenzando desde Moisés, y siguiendo por todos los profetas, les declaraba en todas las Escrituras

Aquí, Jesús hizo algo radical, les mostró cómo aplicar las Escrituras a lo que había sucedido.

Comenzó con los escritos de Moisés y señaló las explicaciones claves de esos pasajes que predijeron su obra.

Probablemente se identificó como aquel que lastimaría la cabeza de la serpiente, Satanás el diablo.

Explicó que, como Moisés, era Él, el profeta que Dios levantaría. Una a una, les señaló las profecías de Isaías y mostró cómo se cumplieron en Él.

Este fue el significado de los acontecimientos de los últimos días. Esto es lo que habían entendido mal, aun así, no reconocieron con quién estaban caminando.

La escritura nos dice que,

28 Llegaron a la aldea adonde iban, y él hizo como que iba más lejos.

29 Mas ellos le obligaron a quedarse, diciendo: Quédate con nosotros, porque se hace tarde, y el día ya ha declinado. Entró, pues, a quedarse con ellos.

la hospitalidad es una marca registrada de un discípulo.

Aquí, los dos están haciendo algo que era natural para la época.

No habían alojamientos de hotel.

Se esperaba que mostraran amabilidad con los extraños y compartieran su lugar y su comida con ellos.

Pero este no era un extraño ordinario. Era el Señor resucitado.

Más tarde, Cristo le daría a Juan siete mensajes para entregar a las iglesias en Asia occidental.

A la iglesia en Laodicea Cristo le diría:

Apocalipsis 3:20 “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo”.

Esa iglesia tuvo un problema con Cristo. Lo mantuvieron afuera, lejos de su comunión. Tuvo que llamar a la puerta para que le dejaran entrar.

Ese no fue el caso aquí en el camino a Emaús, Jesús fue invitado a su casa.

Juntos, los tres se sentaron en una mesa.

30 Y aconteció que estando sentado con ellos a la mesa, tomó el pan y lo bendijo, lo partió, y les dio.

31 Entonces les fueron abiertos los ojos, y le reconocieron...

Fue en el momento de partir el pan cuando entendieron a quién estaban hospedando.

No era la primera vez que Jesús había partido, bendecido y servido el pan entre sus seguidores.

Había alimentado a miles en Galilea con el milagro del pan. 

Solo unos días antes, había partido el pan y les dijo que era un símbolo de su cuerpo.

La conexión ahora para estos dos en Emaús era clara e inconfundible.

Ahora lo entendieron. Ahora veían cara a cara a su Señor,

les fueron abiertos los ojos, y le reconocieron; mas él se desapareció de su vista.

Se fue.

Los dos quedaron para concluir lo que había sucedido.

Un impresionante momento de claridad mientras se sentaban a comer con Jesús.

Lo que luego se dijeron el uno al otro muestra una cualidad necesaria para los discípulos en el camino a Pentecostés.

Lucas 24:32  “Y se decían el uno al otro: ¿No ardía nuestro corazón en nosotros, mientras nos hablaba en el camino, y cuando nos abría las Escrituras?”

Estaban trabajando en un gran desafío.

Jesús había enseñado,

“porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”.

¿Cuándo hablamos de Dios, consideramos que él está en medio de nosotros?

Eso es lo que dijo que sucedería.

Si creemos que esto es cierto, es posible que queramos pasar más tiempo hablando entre nosotros acerca de las cosas de Dios.

Aquí está la clave para una comunión cercana, una caminata cercana con Cristo.

Así es como podemos ser guiados por él, por el Espíritu.

Cristo se apareció a estos dos discípulos en el camino a Emaús mientras hablaban de él.

Él caminó con ellos y habló con ellos acerca de las Escrituras.

Les abrió el entendimiento, este es el modelo para nosotros. Esta es una forma en que podemos fortalecer y profundizar nuestro camino de fe.

Esta fue una lección vital que los discípulos necesitaban mientras se preparaban para lo que sucedería con Pentecostés y el comienzo de la iglesia.

 La iglesia debe reconocer a Cristo como su cabeza.

La iglesia es el cuerpo de Cristo. Cristo está en el corazón, el centro de la vida de la iglesia y de cada discípulo. Si la iglesia no invita a Cristo a su medio y busca activamente su guía por el Espíritu, no reconocerá lo que debe hacer.

No reconocerá lo que Cristo está haciendo.

Cristo ha dicho que construiría su iglesia, y que prevalecería contra las puertas del infierno.

Este fue el propósito para el cual se construyó la Iglesia.

Todas nuestras actividades deben centrarse en ese propósito.

El Evangelio que se predica es el anuncio del Reino de Dios, terminando con esta era.

Cristo está preparando a la iglesia para este propósito.

Los dos discípulos en el camino a Emaús aprendieron cómo trabaja Cristo.

Y necesitamos tomar esta lección y desarrollar una vida motivada por el fuego ardiente de la Palabra en nuestro corazón.

Como discípulo de Jesucristo, esto es lo que debemos tener, nada menos.

Se dieron cuenta de que tenían que volver con los otros discípulos y contarles esta increíble historia.

33 Y levantándose en la misma hora, volvieron a Jerusalén, y hallaron a los once reunidos, y a los que estaban con ellos,

34 que decían: Ha resucitado el Señor verdaderamente, y ha aparecido a Simón.

35 Entonces ellos contaban las cosas que les habían acontecido en el camino, y cómo le habían reconocido al partir el pan.

Incluso después de contar su historia de alegría y reconocimiento, los demás aún tenían dudas.

Se necesitaría otra aparición de Jesús para romper la incredulidad.

Veremos lo que hizo Jesús y lo que les dijo que hiciera en el próximo episodio del Camino a Pentecostés.