Viaje de ida y vuelta al infierno

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Viaje de ida y vuelta al infierno

Cierta expresión popular que sugiere la alta improbabilidad de que algo suceda dice así: “Cuando haga  frío en el infierno”. Pero esto fue precisamente lo que me tocó vivir en una ocasión que visité el infierno — el día estaba nublado, lluvioso por momentos, y yo no estaba debidamente abrigado.

En mi afán de llevar poco equipaje había empacado solo ropa ligera de verano, porque el clima en los alrededores de Jerusalén había estado cálido. Así que me puse una segunda camisa, conseguí un paraguas barato en el mercado, y partí a explorar el infierno.

Una mirada de primera mano a los lugares bíblicos

Durante años, desde que averigüé la ubicación exacta del infierno y cómo llegar ahí, había querido conocer este lugar. Mi compañero de viaje fue Darris McNeely, uno de los escritores de la revista Las Buenas Noticias y presentador del programa Beyond Today. Ambos estábamos firmemente decididos a visitar el infierno, a pesar del heladísimo clima de noviembre.

Llevábamos varios días visitando una serie de lugares relacionados con el ministerio de Jesucristo y la Iglesia primitiva, y nos habíamos empapado de la historia y la cultura bíblicas. Y como nuestro viaje estaba llegando a su fin, quisimos conocer lo más posible acerca de los restos arqueológicos en Jerusalén, que se remontan hasta la época de Jesús y el escenario de los evangelios, hace unos 2000 años.

Comenzamos nuestro recorrido una mañana en el extremo sur del Monte del Templo, una gigantesca plataforma construida por Herodes el Grande sobre la cual una vez se erigió el magnífico templo que frecuentaban Jesús y sus seguidores; caminamos por la ancha y majestuosa escalera por la que miles de feligreses subían para ingresar al área del templo en la época de Cristo.

Exploramos las ruinas de algunos de los numerosos estanques donde fueron bautizados 3000 creyentes en el Día de Pentecostés (siete semanas después de la resurrección de Jesucristo), según describe Hechos 2. Nos maravillamos ante la evidencia de la destrucción romana del templo en el año 70 d. C: los enormes bloques de piedra caliza que los soldados romanos desprendieron y lanzaron desde la parte superior de la plataforma del templo a las calles de la ciudad, entre 21 y 24 metros más abajo.

Pero como nuestro tiempo era limitado, salimos del área del templo y emprendimos el largo camino por el valle de Cedrón en dirección al extremo sur de la ciudad de Jerusalén. Queríamos apreciar personalmente otro de los sitios que Jesús mencionó varias veces en los evangelios, así que anduvimos por un camino polvoriento y lleno de baches, un antiquísimo sendero, por el cual descendimos sin parar hasta nuestro destino: el infierno.

Creencias antiguas sobre el infierno

La idea de gente que va y vuelve del infierno ha provocado gran fascinación a través de los siglos. En los lejanos tiempos bíblicos, los habitantes de la tierra de Canaán pensaban que las cuevas y manantiales eran la entrada a las moradas subterráneas de dioses y diosas que se guarecían allí durante los meses fríos de invierno, antes de reaparecer en la primavera.

Al otro lado del mar Mediterráneo, los antiguos griegos, y más tarde también los romanos, concibieron intrincadas ideas sobre este submundo invisible. En La Odisea, la obra épica del poeta griego Homero, su héroe Ulises visita “la morada de los espíritus”, un mundo sombrío de tenebrosa oscuridad donde se encuentra, entre otros, con los espíritus incorpóreos de su madre muerta y de los héroes Agamenón, Aquiles y Ajax.

Según la leyenda, Aquiles es el gobernador de este reino de los muertos; él reconoce a Ulises y se lamenta de no haberse quedado en la Tierra, pues hubiera preferido ser el más pobre de los esclavos en lugar de gobernar sobre todos los espíritus en este mundo subterráneo, lúgubre y deprimente. Homero se refirió a dicho lugar como “la casa de Hades”.

Posteriormente, otros escritores difundieron estas ideas según sus propias versiones, creando una rebuscada mitología sobre mundos invisibles a los cuales llegaban los espíritus de los difuntos.

Concepto de Platón acerca del lugar de castigo eterno

El famoso filósofo griego Platón popularizó varios conceptos que afectarían en gran medida las futuras ideas sobre el infierno. Entre ellas, la más notable fue la idea de la inmortalidad del alma: al morir la persona, su alma se iba al infierno (como lugar de castigo perpetuo) o al cielo (como lugar de recompensa eterna).

En su famosa obra La República(escrita alrededor de 400 a. C.), Platón describe a alguien que ve lo que le sucede a las personas en el más allá: “Había dos abismos en la Tierra [y] otros dos abismos arriba en el cielo. En el espacio intermedio había jueces sentados que ordenaban a los justos, después de haberlos juzgado, ascender por el camino celestial, a la derecha [al cielo]. . . Y de igual manera, ordenaban a los injustos descender [al infierno] por el camino inferior, a la izquierda”.

Platón continua su explicación diciendo que los enviados al infierno eran castigados sufriendo diez veces más por cada pecado que hubieran cometido en esta vida, mientras que los recompensados con una vida futura celestial recibían “el galardón del amor, la justicia y la santidad . . . en la misma proporción” (citado en The Masterpieces and the History of Literature [Obras maestras e historia de la literatura], Julian Hawthorne, editor, 1906, vol. 5, pp. 76-77).

Sorprendentemente, estas ideas sobre el infierno, el cielo y el alma inmortal no se originaron en la Biblia, ¡sino en la mente de antiguos escritores griegos paganos! Siglos más tarde, los primeros pensadores católicos como Justino Mártir, Tertuliano y Agustín, fueron seducidos por la filosofía griega e incorporaron éstas y otras ideas paganas a la teología católica.

Viaje imaginario al infierno

Probablemente el más impactante “viaje” al infierno, y el más famoso, tuvo lugar en la imaginación del poeta medieval italiano Dante Alighieri (1265-1321 d. C.), que él  plasmó en su obra de tres partes La Divina Comedia (“comedia” en este contexto significa una historia con final feliz). En este fantasioso viaje de Dante por el infierno, el purgatorio y el cielo, es guiado por el poeta romano Virgilio, fallecido con mucha anterioridad. La parte correspondiente al infierno se titula Inferno, palabra italiana que significa infierno.

El descenso de Dante y Virgilio a las profundidades del infierno comienza fuera de Jerusalén, donde una inscripción sobre la entrada dice: “Abandonen toda esperanza, los que de ustedes entren aquí”. Los dos, entonces, descienden a través de los distintos niveles –o círculos– del infierno, donde los pecadores son castigados de acuerdo a la seriedad de sus pecados.

Los glotones, por ejemplo, deben vivir en un apestoso lodazal bajo una interminable lluvia helada; los herejes son torturados eternamente en tumbas ardientes; los violentos son echados a un río de sangre hirviendo y fuego, y heridos con flechas a causa de la violencia que mostraron en vida.

Otros son azotados por los demonios, sumergidos cabeza abajo en alquitrán hirviendo mientras las llamas les queman los pies, y desmembrados por un demonio con espada en mano, solo para ser sanados y volver a ser despedazados. Satanás es confinado a las profundidades más bajas del infierno imaginario de Dante.

Sin embargo, Dante nunca quiso que su obra se tomara literalmente. De hecho, en la narración él se encuentra en el infierno con una serie de figuras políticas y religiosas contemporáneas (como el papa de ese entonces y dos de sus recientes predecesores). Sin embargo, sus descripciones del infierno reflejan la teología católica de la época y llegaron a convertirse en una especie de prototipo del infierno en el cual la gente creería de ahí en adelante.

La idea del infierno como el lugar donde Satanás y sus demonios atormentan a los condenados eternamente se convirtió en un dogma central de la fe católica, y después fue adoptado por las iglesias ortodoxas rusa y griega y un poco más tarde por el protestantismo. Incluso Mahoma, fundador del islam, incluyó estas ideas básicas sobre el infierno como lugar de tortura eterna en su nueva religión. Otras religiones también tienen alguna variación del infierno entre sus enseñanzas.

Pero, como hemos visto, muchos de los conceptos comunes sobre el infierno procedieron de fuentes ajenas a la Biblia. ¿Qué dice la Biblia misma?

¡Hay tres diferentes “infiernos” en las Escrituras!

Para entender la verdad acerca del infierno, que fue lo que me animó a hacer ese viaje aquel día frío en Jerusalén, hay que eliminar una a una las capas de mitos e ideas de los hombres y entender a qué se referían los escritores de la Biblia por “infierno” en su contexto original. Después de todo, si no entendemos el significado original de las palabras, ¿cómo podemos esperar comprender su significado en la actualidad?

Con solo investigar un poco, se puede descubrir que en la ampliamente utilizada versión Reina Valera de la Biblia hay cuatro distintas palabras que se traducen como “infierno”. ¡Sorprendentemente, tres de las cuatro nada tienen que ver con la idea común del infierno! Por esta razón, muchas versiones recientes de la Biblia traducen estas palabras de forma diferente y con mayor precisión, o simplemente no las traducen.

¿Por qué lo hacen así? Los traductores reconocen que al ver la palabra “infierno”, muchos lectores automáticamente van a asumir que se trata de la creencia popular del lugar ardiente de tormento eterno, ¡aunque saben que esa nunca fue la intención ni el sentido de las palabras originales!

Entonces, ¿cuáles son las palabras traducidas como “infierno”, y cuál es realmente su significado?

El primer “infierno”, del hebreo seol y el griego hades

Lo que comúnmente llamamos Antiguo Testamento fue escrito originalmente en hebreo (con algunas partes en arameo). Seol es la palabra hebrea traducida como “infierno” en todo el Antiguo Testamento. Se refiere al “estado y morada de los muertos, es decir, la tumba en la que el cuerpo descansa” (William Wilson, Wilson’s Old Testament Word Studies [Estudio de palabras del Antiguo Testamento de Wilson], “Infierno”, p. 215). Expository Dictionary of Bible Words (Diccionario expositivo de palabras de la Biblia) explica: “Por lo tanto no hay referencias al destino eterno, sino simplemente a la tumba como el lugar de descanso de los cuerpos de todas las personas” (Lawrence Richards, 1985, p. 336).

Muchas versiones modernas de la Biblia reflejan el verdadero significado de seol y ahora traducen esta palabra como “la tumba”, o simplemente la dejan sin traducir. Hombres justos, piadosos y fieles como Jacob (Génesis 37:35), Job (Job 14:13), David (Salmo 88:3) y Ezequías (Isaías 38:10) sabían que al morir irían al seol.Estos hombres de Dios no han ido a un lugar de tormento eterno. ¡Claramente seol significa “tumba”, no un lugar de tormento eterno para los malvados!

El equivalente de seol en el griego del Nuevo Testamento es hades, que también se refiere a la tumba. A pesar de que la palabra hades se menciona en la mitología griega para referirse a un ámbito subterráneo y tenebroso en el que la gente permanece en estado consciente después de la muerte, este no es el sentido bíblico de la palabra.

En los cuatro versículos del Nuevo Testamento que citan pasajes del Antiguo en los cuales se menciona la palabra hebrea seol, se utiliza la palabra hades(Mateo 11:23; Lucas 10:15; Hechos 2:27, 31). Al igual que el seol, hades se traduce como “la tumba” o “muerte”, o simplemente no se traduce en las versiones más recientes de la Biblia. De ninguna manera significa o se refiere a un lugar de tormento de fuego.

El segundo “infierno” — del griego tartaroo

Una segunda palabra griega, tartaroo, una variante de tártaros,también se traduce como “infierno” en el Nuevo Testamento. Se utiliza una sola vez en la Biblia, en 2 Pedro 2:4, donde Pedro se refiere al estado de restricción o encarcelamiento de “los ángeles que pecaron”: ángeles caídos, o demonios.

El Diccionario expositivo de palabras de la Biblia explica en su sección “El cielo y el infierno”, que tartaroo significa “confinar en Tártaro” y que “Tártaro era el nombre griego del abismo mitológico en el cual los dioses rebeldes estaban confinados”. Pedro usó este término metafórico del idioma griego de la época para demostrar que los ángeles que pecaron fueron “echados . . . en prisiones de oscuridad, para ser reservados para el juicio”.

Lo que Pedro quiere decir es que a estos ángeles caídos Dios los tiene restringidos en la Tierra mientras esperan el juicio final por rebelión contra su Creador, y para evitar su influencia destructiva sobre la humanidad. Hay que tener en cuenta además que tartaroo se aplica a los demonios, y que en ninguna parte se refiere a un infierno de fuego en el cual las personas son castigadas después de morir.

Al igual que sucede con seol y hades, algunas versiones más recientes de la Biblia dejan esta palabra sin traducir, para evitar la incorrecta interpretación de “infierno”.

El tercer “infierno” — del griego gehenna

Hemos visto que el primer “infierno” que se menciona en la Biblia es simplemente la tumba, descrito por la palabra hebrea seol y la palabra griega hades. Y el segundo “infierno”, que se menciona solo una vez en la Escritura, es tartarooo tártaros, que se refiere al encarcelamiento de los ángeles caídos o demonios en la Tierra. El tercer “infierno” de la Biblia, entonces, ¡seguramente debe ser el infierno en el que los malvados enfrentarán un tormento eterno!

Pero quizás no.

¿Recuerdan mi viaje al infierno? Este último de los tres “infiernos” bíblicos fue el que visité para poder hablarles de primera mano acerca del mismo.

La última de las palabras traducidas como “infierno” en la Biblia es la palabra griega gehenna. Como lo explican varias obras de referencia bíblica, gehenna viene del hebreo Gai-Hinom, que significa “Valle de Hinom”.

Este profundo valle se encuentra justo al sur del acantilado sobre el cual se construyó Jerusalén, desde donde serpentea hacia el suroeste y oeste de la ciudad. En Josué 15:8 y 18:16 se le menciona como la frontera entre las antiguas tribus de Judá y Benjamín; pero ¿cómo llegó a relacionarse este valle con la idea de un infierno de fuego?

Visita personal al infierno

Hoy el gehenna, o antiguo valle de Hinom, es una especie de parque en las afueras de Jerusalén, una zona de relativa paz alejada del ajetreo y el bullicio de la ciudad. El día que lo visitamos éramos casi los únicos allí, con la excepción de varias mujeres árabes y sus niños que cosechaban aceitunas de los olivos dispersos al fondo del valle.

Escalando por la empinada pendiente, exploramos las entradas a algunas de las antiguas tumbas esparcidas por la ladera hacia el sur.

La Biblia registra las cosas terribles que sucedieron en este valle. Como afirma The Anchor Bible Dictionary (Diccionario bíblico Anchor): “El valle fue el escenario de la adoración idólatra a los dioses cananeos Moloc y Baal. Este rito consistía en sacrificar niños haciéndolos pasar por el fuego . . . y dejándolos caer en las manos de los dioses (Jeremías 7:31; 19:4-5; 32:35). Estos ritos ocurrieron [durante el período de los reyes de Israel y de Judá] bajo los reinados de Acaz y Manasés, quienes sacrificaron a sus propios hijos (2 Reyes 16:3; 21:6; 2 Crónicas 28:3; 33:6)” (David Noel Friedman, editor, 1992, vol. 2, “Gehenna”, p. 927).

El justo rey Josías arrasó el valle y puso fin a tan abominable idolatría, haciéndolo ceremonialmente impuro para que no volvieran a practicarse allí ritos tan despreciables (2 Reyes 23:10). Este valle, situado cuesta abajo de las murallas de Jerusalén, más tarde se conviritió en el botadero de la ciudad debido a su mala reputación. Allí eran arrojados la basura y los desperdicios, así como los cadáveres de criminales y animales, que eran consumidos por el fuego que ardía continuamente.

Ahora empieza a esclarecerse el significado y la importancia del gehenna. Gehennaes usado doce veces en la Biblia; once de ellas registran las palabras de Jesucristo, y la otra corresponde a una mención hecha por su medio hermano Santiago. Cuando Jesús habló del gehenna, quienes lo escuchaban (y que vivían en Jerusalén o iban allí con regularidad) sabían muy bien a lo que se refería — a un fuego que consumía todo lo que era arrojado allí, incluyendo a los seres humanos. Él advirtió que este fuego destructor sería el destino de los que obstinadamente se negaran a arrepentirse de su maldad (Mateo 5:22, 29-30; 23:15, 33; Lucas 12:5).

El gehenna y el lago de fuego

Pero ¿cuándo va a suceder esto?

Evidentemente, el gehenna no está consumiendo a los malvados en la actualidad. Este espantoso suceso ocurrirá en el futuro, cuando los impíos incorregibles sean incinerados en un fuego consumidor que los reducirá a cenizas (Malaquías 4:1-3). El libro de Apocalipsis lo llama “el lago de fuego”, y los que sean arrojados allí experimentarán “la muerte segunda”, no un tormento por toda la eternidad (Apocalipsis 19:20; 20:10, 14-15; 21:8).

En el marco de tiempo descrito en la Biblia, esto ocurre después de los 1000 años del reinado de Cristo en la Tierra (Apocalipsis 20:1-6) y la resurrección a la vida física de todos aquellos que nunca hayan conocido a Dios y sus caminos (vv. 5, 11-13). Quienes resuciten en ese entonces tendrán la oportunidad de aprender los caminos de Dios, arrepentirse y recibir el don de la vida eterna

Lamentablemente, algunos van a rechazar esta dádiva. La Biblia dice de ellos: “Y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego” (v. 15). A quienes voluntariamente opten por rechazar el camino de Dios no se les permitirá seguir viviendo en la miseria que les traerá su rechazo a Dios y a su forma de vida. La Escritura enseña que van a morir:es decir, dejarán de existir, y no vivirán atormentados para siempre.

Como hemos visto en este artículo, una mirada más cuidadosa a las palabras traducidas como “infierno”, y el entendimiento correcto de lo que Jesucristo quiso decir cuando habló de un destino de fuego para los malvados, muestra que la visión tradicional del infierno como un lugar de tormento eterno simplemente no se encuentra en la Biblia. Y nuestro gran Dios, lejos de ser un sádico capaz de condenar a los seres humanos a una eternidad de tortura, es en cambio un Dios de misericordia que, como leemos en 1 Timoteo 2:4, “quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad”.

¡Cuán agradecidos debemos estar de poder aprender y entender la verdad!