¿Cuán a menudo nos mentimos a nosotros mismos sin darnos cuenta?

Usted está aquí

¿Cuán a menudo nos mentimos a nosotros mismos sin darnos cuenta?

Las mentiras que nos decimos a nosotros mismos no son inofensivas. 

Pasé muchos años de mi vida sintiendo pena por mí misma, culpando a otros de mis problemas y viéndome a mí misma como una víctima (esto pude comprenderlo luego de muchos años de terapia y oraciones).

Me mentí a mí misma por mucho tiempo y hasta ahora me pregunto de cuántas cosas aún no soy consciente y continúo haciendo. Lo extraño fue que no me di cuenta que me estaba mintiendo a mí misma. 

¿Con qué frecuencia nos mentimos a nosotros mismos y ni siquiera lo sabemos? Jeremías fue inspirado a escribir: "Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?"(Jeremías 17: 9).

Tenía miedo de seguir mis sueños, ni siquiera podía expresarlos porque creía que los sueños no se hacían realidad en personas como "nosotros". Pensé que solo necesitaba "quedarme en mi lugar" como una persona pobre y como una niña de una familia disfuncional. Si fracasaba, para mí eso significaba que yo era un fracaso, así que era mejor ni siquiera intentarlo, y mejor conformarme con lo que la vida me entregara.

Me convertí en una persona triste, enojada e implacable; porque en mi mente solo eso era lo que se podía esperar de alguien que había experimentado una vida tan dura. Además, seguía teniendo una vida muy dura. Cuando la gente me decepcionó, hizo algo contra mí o me lastimó, sentí derecho a bajar mis estándares y maltratarlos; ¡y a quienquiera que estuviera cerca! porque como fuera, yo me sentía en un momento de ira. Cuando sentía rabia, me arrepentía, pero pensaba que no podía controlarlo, de alguna manera me había dado permiso para tratar a otras personas de la manera que lo hacía, especialmente a mi marido y a mis hijos. No podía ver el daño que mi enojo estaba haciendo y el dolor que estaba causando. A veces me daba cuenta que necesitaba cambiar algo, pero honestamente no sabía cómo hacerlo. Yo seguía culpando a las circunstancias por mi comportamiento, a mis traumas de la infancia, y al hecho de que mi marido era un bebedor y que no proveyó a nuestra familia correctamente.

Para la mayoría de la gente fuera de mi familia (mi marido y mis hijos), yo era una cobarde que no se ponía de pie, por mí o por mi familia. Me dije a mí misma que estaba "tomando el mejor camino", cuando en realidad yo tenía demasiado miedo de “causar más problemas”. Tenía más miedo de ser abandonada que de soportar ser maltratada.

Yo cedía cuando alguien me obligaba a hacer algo que sabía que estaba mal, porque sentía que tenía que tener algo de "paz" a veces, y al menos me dejaran sola sin molestarme un rato.

Tuve un pequeño despertar cuando di a luz a mi hijo menor en 1987, porque sabía que cuando miraba a ese bebé pequeño e indefenso, no podía hacerle lo que ya le había hecho a mis dos mayores. Pero yo todavía estaba un proceso de negación muy grande y tenía un largo camino por recorrer; yo estaba muy enferma mentalmente hablando.

Cuando mi marido murió en 2006, tuve que empezar a mirarme a mí misma en lugar de culparlo a él, a mi infancia, a otras personas y las circunstancias de lo que yo era. Además, debí orar para que Dios me ayudara a ser una nueva creación. No era como si no me hubiera preguntado dónde estaba mi error en todo el caos en que vivíamos, pero la persona a la que probablemente más había culpado, ya no estaba. ¿Me iba a enfadar con él y culparlo por el resto de mi vida? Empecé a hacer lo que el Dr. Phil llama “Hacer una autopsia a una relación”. Durante meses, registrar por horas, cómo habían sido las cosas, lo que mi marido había hecho, lo que otras personas habían hecho y cómo había reaccionado, cómo me había convertido en una persona reactiva en vez de pensar y razonar , y cómo yo era una cobarde que estaba demasiado asustada para cambiar el statu quo. Esto también me llevó a mirar mi infancia: las mentiras que me había dicho, las excusas que creé para justificar mi comportamiento, mis fracasos y mi incapacidad para ir tras cualquier sueño o incluso reconocer que los tenía.

¿Cómo podría Dios seguir trabajando con el caos que yo era? A pesar de todo, lo hizo. Realmente puedo decir que ahora soy una persona diferente, pero eso no quita las consecuencias de todas las mentiras que me dije y me creí, el daño que me causé y el dolor que mi familia sigue sufriendo. Sufro casi todos los días por esas mentiras que creí, y las acciones causadas por esas mentiras hechas mi mente. Quizás tendré que sufrir hasta el día que muera debido a las elecciones que he hecho y la disfunción que esto ha causado en mi familia. Aún oro para que Dios haga milagros en mi familia, y Él lo ha hecho, pero puede tomar una vida para que ellos se recuperen.

Me he dado cuenta que no puedo deshacer lo que viví, y no puedo permitir el mal comportamiento de mis hijos, no importa cuánto duela verlos luchar. Con la ayuda de Dios, puedo soportar y orar aún más fervorosamente, "Venga Tu Reino", para que mi familia y el mundo entero puedan finalmente ser colocados en un camino bueno y recto por nuestro Salvador Jesucristo.

Fuente: UCG.org