El grano de mostaza, la montaña y la morera
¿Alguna vez ha visto moverse una montaña? ¿O una morera que haya sido trasladada al mar? Hablando literalmente, probablemente no. Pero cuando consideramos el significado de las instrucciones de Cristo, podemos ver cómo un poco de fe puede llegar muy lejos. Hablaremos de mover montañas y de moreras, pero primero analicemos el significado de una pequeña semilla.
Una semilla de mostaza
En Mateo 17:20, Jesús dijo: “Porque de cierto os digo, que si tuviereis fe como un grano de mostaza, diréis a este monte: Pásate de aquí allá, y se pasará; y nada os será imposible”.
Una semilla de mostaza mide entre 1 y 2 milímetros, pero puede crecer hasta convertirse en un arbusto de casi 3 metros o en un árbol de 10 metros. Mateo 13:31 se refiere a la semilla de mostaza que crece hasta convertirse en un árbol, así que probablemente quiere destacar el gran potencial que puede tener algo muy diminuto.
Notes on the Bible (Apuntes bíblicos), de Albert Barnes, afirma que la semilla de mostaza es la más pequeña de todas. Pero esta semilla, aunque diminuta, produce la mayor de todas las hierbas. Si una semilla tan pequeña puede crecer hasta convertirse en un árbol de 10 metros, incluso la fe más pequeña, cuando es genuina, puede dar lugar a los mayores milagros. ¡Esto debe llenarnos de esperanza!
Una montaña
¿En qué montaña habrán pensado los discípulos cuando Jesús habló de mover una? Es probable que fuera la que se menciona anteriormente en el capítulo de la transfiguración, que podría haber sido el monte Hermón o el monte Tabor. No estamos seguros, pero si tomamos en cuenta el contexto de la época, es más fácil comprender las palabras de Cristo. Con una altura de 2200 metros, el monte Hermón es la montaña más alta de la zona y se encuentra muy cerca de la frontera norte de Israel.
El monte mencionado en este versículo, sin embargo, no es una montaña literal. Es un símbolo de algo que encierra una gran dificultad. Según el Comentario al Nuevo Testamento de Barclay, una frase que se utilizaba habitualmente para referirse a los grandes maestros era “removedor de montañas” o “arrancador o pulverizador de montañas”, y significaba “lograr resultados extraordinarios”. Dios puede ayudarnos a resolver cualquier problema si se lo planteamos y estamos dispuestos a aceptar su guía.
Hubo un hombre que intentó mover una montaña con sus propias fuerzas. Herodes, un megalómano que les dio su mismo nombre a sus cuatro hijos, era conocido por sus increíbles proyectos de construcción: el segundo templo, Masada, Cesarea Marítima y Herodión [o Herodium, un palacio-fortaleza construido entre los años 23 y 20 a. C.]. Cuando los discípulos de Cristo escuchaban sus instrucciones posiblemente pensaban en Herodión, que fue construido a pulso y con esfuerzo a lo largo del tiempo. Herodes quería que su lugar de entierro fuera más alto que Jerusalén, para que mirara hacia abajo sobre la ciudad. Básicamente construyó una montaña trasladando toneladas de rocas a la cima de una colina, para hacerla más alta. Lo consiguió, terminando con una altura que se elevaba 13 metros por sobre Jerusalén. Como no era querido en esta ciudad, usaba dicho lugar para escaparse. Además, quería que cuando falleciera la gente llorara en vez de celebrar, así que dio órdenes de que, a su muerte, decenas de ciudadanos favoritos fueran asesinados para asegurar el luto. ¡Este cruel gobernante ciertamente no tenía las razones correctas para mover una montaña!
Pero el motivo para mover montañas al que se refería Cristo no era egoísta, como el de Herodes. Cristo movía montañas cuando sanaba a la gente, como el niño epiléptico de Mateo 17:15. Los discípulos de Cristo no pudieron curarlo, así que después de sanar al niño, Cristo compartió sus instrucciones sobre la fe del tamaño de un grano de mostaza (versículo 20). La sanación es por la fe.
Una morera
En otro versículo, Jesús habla en cambio de una morera. “Si tuvieran fe, aunque fuera tan pequeña como una semilla de mostaza, podrían decirle a este árbol de moras: ‘Desarráigate y plántate en el mar’, ¡y les obedecería!” (Lucas 17:6, Nueva Traducción Viviente).
Trasladar un árbol de este tamaño no sería poca cosa. Las moreras pueden crecer hasta casi 11 metros de altura y su sistema de raíces alcanza hasta 15 metros de ancho, por lo que semejante árbol no solo sería alto e incómodo, sino también difícil de arrancar.
Los discípulos probablemente estaban pensando en el mar de Galilea, con el cual estaban más familiarizados. El punto más profundo del mar de Galilea es de 43 metros así que, dependiendo de dónde plantaran el árbol, este podía acabar totalmente sumergido. La idea de que con un poco de fe se pudiera arrancar este enorme árbol y meterlo en el mar seguramente asombró a los discípulos.
El hecho de que Cristo usara la morera como ejemplo, en realidad era una lección sobre el perdón. En Lucas 17:1-4 Jesús habla de perdonarse los unos a los otros siete veces al día; en esencia, lo que está indicando es una voluntad continua de perdonar, sin importar la frecuencia con la que seamos agraviados (véase también Mateo 18:21-35).
Recuerde que el perdón que recibimos a través del sacrificio de Cristo es un milagro más grande que todo el perdón que podamos ofrecer, ¡así que esto debería inspirar en nosotros la voluntad de perdonar!
El verdadero poder de la fe simbolizado en un grano de mostaza
La instrucción de Jesús sobre el grano de mostaza siguió a la petición de sus discípulos: “Auméntanos la fe” (Lucas 17:5). A veces pensamos que nuestra fe debe ser tan grande como una montaña y que con eso podemos mover una semilla de mostaza, pero si pensamos de esta manera, nuestra fórmula está equivocada. Dios ya ha movido montañas: ¡él las creó! Él puede plantar una morera donde quiera, y todo lo que pide es algo pequeño en comparación.
El sacrificio de Cristo es mucho mayor de lo que podemos imaginar. Los milagros como la sanación y el perdón requieren el poder de Dios. Nuestra parte es tener fe, pero el trabajo pesado (la tarea imposible) se ha llevado a cabo gracias al sacrificio de Cristo. Jesús indicó que incluso una fe minúscula pero genuina, que comparó con el grano de mostaza, sería suficiente para lograr lo que parecía imposible. ¿Intentaremos mover montañas con nuestra propia fuerza, como Herodes, o con la fuerza de Dios, por medio de la fe? EC