Segundo Mes: Iyar: Sara, esperando contra toda esperanza

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Segundo Mes: Iyar

Sara, esperando contra toda esperanza

Hay pistas que indican que podría haber sido un dechado de belleza; una diva clásica. Su nombre, Sarai, significa «mi princesa». (Génesis 17:15) Su nombre se cambió a Sara cuando cumplió noventa años. La Biblia destaca su deslumbrante atractivo. Dondequiera que iba, recibía favores y privilegios a causa de su hermosura. Por eso otros hombres poderosos la querían para su harem. Desde que fue la esposa de Abraham ella ansiaba ser madre. Pero permaneció estéril hasta el fin de sus años fecundos. (Génesis 11:30).

Deseaba ser madre con desesperación, pero terminó aceptando que Dios mismo la había hecho definitivamente estéril (Génesis 16.2). Tanto quería que su marido tuviera un heredero, que ella inventó un plan inmoral, incorrecto y completamente absurdo, convenciéndolo para que tuviera un niño con su propia criada, llamada Agar. Las consecuencias de su decisión, casi le desgarraron la vida y parecieron dejarle una cicatriz permanente en su personalidad. Su amargura la enfureció durante trece años, hasta que ella insistió para que Abraham expulsara a Agar con su hijo, llamado Ismael. Pero después dejó de ser ese tipo de persona que genera en forma natural nuestra comprensión y simpatía al conocerla. El apóstol Pedro la señala como modelo de cómo cada esposa debe someterse a la autoridad de su esposo (1 Pedro 3:6). Su vida se caracteriza por la humildad, la mansedumbre, la hospitalidad, la fidelidad, el profundo afecto para con su marido, su amor sincero hacia Dios y la esperanza a toda prueba. Aunque dio a luz solamente a un hijo (Issac) y no fue madre sino hasta que había pasado la edad normal de la fertilidad, porque para Dios no hay nada imposible, mucho más sabiendo que Isaac iba a ser parte de los patriarcas del Antiguo Testamento. No en vano, en el Nuevo Testamento su nombre se encuentra inscrito en el capítulo de la fe: “Porque creyó que era fiel quien lo había prometido” (Hebreos 11:11). Sara era media hermana de Abraham, su marido. (Génesis 20:12). Abraham la describe ante el rey Abimelec su relación con su esposa: “Y a la verdad también es mi hermana, hija de mi padre, mas no hija de mi madre, y la tomé por mujer”.

El pueblo natal de Abraham era un famoso centro urbano conocido como Ur de los Caldeos. Ur era el corazón de una cultura pagana sofisticada. Sara y Abraham habrían vivido allí durante el período de mayor poder y opulencia. El gobierno de la ciudad era una teocracia supersticiosa que supuestamente rendía culto al dios babilónico de la luna. Era la misma cultura que construyó los famosos zigurat, torres terraplenadas donde se levantaban enormes templos paganos.

El relato bíblico de la vida de Abraham también nos presenta a Melquisedec (Génesis 14:18). Él representaba una orden de sacerdotes que conocían al verdadero Dios y le servían. Abraham se encontró con Melquisedec en algún lugar de la región del Mar Muerto. De su linaje se levantaría un Libertador, el Mesías. Y en Él, todas las naciones del mundo serían benditas (Génesis 18:18). También Sara tenía un papel fundamental en medio de ese plan. Abraham nunca llegaría a ser el patriarca de una gran nación si primero ella no era madre de su descendencia. Sara estaba consciente de las promesas del Eterno para su esposo Abraham. Sin duda alguna, Sara anhelaba ver cumplidas esas maravillosas promesas. A Sara se la presenta como la madre espiritual y el antiguo arquetipo de todas las mujeres fieles.

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