#304 - Romanos 13-14: "El respeto a las autoridades; los escrúpulos alimentarios"

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#304 - Romanos 13-14

"El respeto a las autoridades; los escrúpulos alimentarios"

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Hasta el momento, Pablo ha cubierto en la epístola de Romanos, primero, la relación entre la raza humana (gentiles y judíos) y Dios (capítulo 1-3); luego el proceso de la conversión cristiana (cap. 4-8); después el destino final de Israel en el plan de salvación (cap. 9-11); y las relaciones entre cristianos (cap. 12). Ahora Pablo aborda las relaciones entre los cristianos y las autoridades civiles. 

Comienza diciendo: “Sométase toda persona a las autoridades superiores; porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas. De modo que quien se opone a la autoridad, a lo establecido por Dios resiste; y los que resisten, acarrean condenación para sí mismos” (Romanos 13:1-2).

Pablo está enseñando el principio bíblico de que le debemos a los gobernantes respeto, no importa quiénes son, y que no debemos rebelarnos contra ellos, aunque no nos caigan bien. Es un hecho que, sin la policía y los gobernantes, los ladrones y criminales andarían sueltos y habría una anarquía absoluta. Por eso le debemos a los uniformados nuestro respeto y gratitud, y si se respetan las leyes del país, no hay que temer a los que velan por la paz y el orden. Jesús mismo dijo: “Dad, pues, a César lo que el de César y a Dios lo que es de Dios” (Mateo 22:21). En otras palabras, debemos cumplir con nuestros deberes civiles y con nuestros deberes para con Dios.

Es impresionante saber que Pablo escribió esta epístola, alrededor del año 57 d. C., mientras gobernaba el emperador Nerón, uno de los gobernantes más crueles de toda la historia del Imperio Romano. A pesar de los excesos de Nerón, Pablo exhorta a los cristianos a ser respetuosos y obedientes a los que están a cargo para que haya paz y orden. En otra epístola dice: “Exhorto ante todo, a que se hagan rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracias, por todos los hombres; por los reyes y por todo los que están en eminencia, para que vivamos quieta y reposadamente en toda piedad y honestidad” (1 Timoteo 2:1-2). Por eso, debemos orar por los gobernantes para que tomen decisiones sabias, hagan prosperar el país, mantengan la paz social y eviten llevar al país a una cruenta guerra.

Continúa diciendo: “Porque los magistrados no están para infundir temor al que hace el bien, sino al malo ¿Quieres, pues, no temer a la autoridad? Haz lo bueno y tendrás alabanza de ella; porque es servidor de Dios para tu bien, Pero si haces lo malo, teme; porque no en vano lleva la espada, pues es servidor de Dios, vengador para castigar al que hace lo malo. Por lo cual es necesario estarle sujetos, no solamente por razón del castigo, sino también por causa de la conciencia” (Romanos 13:3-5).

Ahora bien, cuando existe un conflicto entre las leyes civiles y las de Dios, ¿cuáles deben prevalecer? La Biblia da la respuesta: “Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres” (Hechos 5:29). Por eso, en los primeros siglos, los verdaderos cristianos fueron ciudadanos fieles, pero no participaron en las guerras, como tampoco lo hacen hoy. Paul Jonson, en su libro La Historia del Cristianismo, relata: “La violencia era aborrecible para los cristianos primitivos, que preferían la muerte antes que la resistencia, y cuando intentó interpretar a Cristo, Pablo ni siquiera trató de defender el uso legítimo de la fuerza” (p. 278).

¿Por qué abordó Pablo este tema? Pues, en sus días los judíos en Israel estaban a punto de iniciar una guerra contra los romanos. Un grupo de judíos fanáticos, los zelotes, asesinaban a oficiales romanos en Israel y hasta a sus propios compatriotas judíos que apoyaban a Roma al pagar tributos e impuestos. Pocos años después de escribir esta epístola, los judíos comenzaron esa desastrosa guerra contra Roma que terminaría arrasando el territorio de Israel, destruyendo a Jerusalén, el Templo y causando millones de muertes judías.

Pablo, anticipando el descontento que veía en el pueblo judío, les advirtió a los cristianos que no debían participar en una rebelión contra el estado romano, y que en vez debían ser ciudadanos respetuosos y obedientes. De hecho, cuando llegó la guerra entre los judíos y los romanos, la iglesia en Jerusalén huyo a Pella, donde fue protegida de toda esa destrucción.

Además, en varias ocasiones Pablo mismo había sido protegido por las autoridades romanas para no caer en manos judías. Él estaba muy agradecido de algunos magistrados que lo habían tratado con respeto y justicia. Sin embargo, cuando Nerón ordenó ejecutar a los cristianos, al falsamente acusarlos de haber iniciado el incendio de Roma, los cristianos no tomaron armas, sino que procuraron escapar, pero si eran capturados, encomendaban sus vidas a Dios y morían valientemente.

Pablo sigue: “Pues por esto pagáis también los tributos, porque son servidores de Dios que atienden continuamente a esto mismo. Pagad a todos los que debéis: al que tributo, tributo; al que impuesto, impuesto; al que respeto, respeto; al que honra, honra” (Romanos 13:6-7).

Los impuestos que se pagan sirven para cubrir los gastos de los servicios gubernamentales, y Pablo nos exhorta a pagarlos. La idea de desobedecer a las autoridades o rebelarse contra ellas no proviene de la Biblia. Solo cuando esas leyes civiles van expresamente contra la ley de Dios, como, por ejemplo, si nos mandan a quebrantar el día sábado o a ir a matar en una guerra, que hay que obedecer a Dios antes que a los hombres, como lo hizo la iglesia primitiva y como se enseña hoy.

De la misma manera, tampoco debemos tener la reputación de dejar deudas impagas, especialmente entre los hermanos de la iglesia. Dice Pablo: “No debáis a nadie nada, sino el amaros unos a otros” (Romanos 13:8). En el griego dice literalmente: “cancele cada uno lo que debe”. Sabemos que el aprovecharse de un préstamo va en contra del Octavo Mandamiento, “no hurtarás”, pues es un tipo de robo el tomar lo prestado y nunca devolverlo.

La única “deuda” que siempre debemos tener entre hermanos es “el amaros unos a otros”. Jamás debemos pensar que ya quedó saldada esa deuda de amor y que debemos dejar de sacrificarnos por los demás hermanos. Pablo dice en otra parte: “No nos cansemos, pues, de hacer bien… Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe” (Gálatas 6:9-10).

Luego, Pablo muestra que apoya completamente el guardar los Diez Mandamientos de Dios. Por eso, cuando habla de “las obras de la ley”, no se está refiriendo a los Diez Mandamientos. Dice: “Porque el que ama al prójimo, ha cumplido la ley. Porque: No adulterarás, no matarás, no hurtarás, no dirás falso testimonio, no codiciarás, y cualquier otro mandamiento [que aquí incluye el sábado], en esta sentencia se resume: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. El amor no hace mal al prójimo; así que el cumplimiento de la ley es el amor” (Romanos 13:8-10). El guardar el sábado es también una forma de amar a nuestro prójimo, pues al asistir a los servicios, podemos expresar el amor fraternal. Es interesante notar que la palabra “cumplir” aquí, en el griego es pleroo, [llenar hasta el tope], el mismo verbo que Cristo usó en Mateo 5:17, cuando dijo que vino para “cumplir” y no abolir la ley.

Pablo nos exhorta a practicar ese amor fraternal mientras podamos, antes de que venga Cristo. Dice: “Y esto, conociendo el tiempo que es ya hora de levantarnos del sueño; porque ahora está más cerca de nosotros nuestra salvación que cuando creímos. La noche está avanzada, y se acerca el día. Desechemos, pues, las obras de las tinieblas, y vistámonos las armas de la luz. Andemos como de día, honestamente; no en glotonerías y borracheras, no en lujurias y lascivias, no en contiendas y envidia, sino vestíos del Señor Jesucristo, y no proveáis para los deseos de la carne” (Romanos 13:11-14).

Pablo compara los deseos carnales como si fueran unas fieras hambrientas que ansían ser alimentadas. Como un cuidador que les lanza trozos de carne, así a veces se lanzan a estas pasiones carnales los pensamientos y deseos mundanos que acrecientan esos mismos apetitos. Pablo dice que la manera de vencer esos deseos carnales es no arrojarles alimento, y así lentamente se morirán de inanición y dejarán de molestar.

Luego Pablo se enfoca en los hermanos débiles de la fe que tienen excesivos escrúpulos. Dice: “Recibí al débil en la fe, pero no para contender sobre opiniones. Porque uno cree que se ha de comer de todo; otro, que es débil come legumbres. El que come, no menosprecie al que no come, y el que no come, no juzgue al que come; porque Dios le ha recibido. ¿Tú quién eres, que juzgas al criado ajeno? Para su propio señor está en pie, o cae; pero estará firme, porque poderoso es el Señor para hacerle estar firme” (Romanos 14:1-4).

La clave para entender de qué se trata esta sección está en el versículo 14: “Yo sé, y confío en el Señor Jesús, que nada es inmundo en sí mismo, mas para el que piensa que algo es inmundo, para él lo es”. El término “inmundo” en griego es koinos, que se refiere a quedar ritualmente inmundo, como se usa también en Marcos 7:2,15-23, al referirse a las manos ceremonialmente impuras, que era una tradición farisea, pero no bíblica. A través de la Biblia, koinos solo se refiere a la supuesta impureza ritual de los alimentos y manos, y no a los animales inmundos, donde se usa el término akathartos. El punto que estaba haciendo Pablo es que el hecho de ofrecer alimentos a los ídolos no afectaba la pureza de los alimentos. Hasta hoy día, los judíos ortodoxos solo comen comida kosher – supervisada por un rabino para constatar que no es ritualmente impura.

Un comentario aclara: “El antiguo sistema de sacrificios estaba en el centro de la vida religiosa, social y doméstica del mundo romano. Después de que un sacrificio era ofrecido a un dios en un templo pagano, solo parte del alimento era incinerado. El resto era vendido en los mercados. Así, un cristiano, sin saberlo, podía comprar esta carne en el mercado o comerla en la casa de un amigo. ¿Debía el cristiano inquirir sobre el origen de la compra? Algunos pensaban que no había nada mal con comer tal carne, puesto que los ídolos no sirven de nada y son un engaño. Otros investigaban cuidadosamente el origen de la carne, o dejaban de comer carne, para evitar tener una conciencia culpable. El problema era especialmente agudo para los cristianos que habían sido idólatras, pues para ellos, el recuerdo de sus días en el paganismo podría debilitar su nueva fe. Pablo trata este mismo problema en 1 Corintios 8” (La Biblia de Aplicación Práctica). En estos versos vemos claramente que los hermanos que comían carne eran los fuertes en la fe, que seguían las instrucciones bíblicas de comer las carnes que Dios había permitido, y estaban usando el ejemplo de Jesús como guía, que comió sólo las carnes autorizadas en la Biblia y no se preocupó por las tradiciones fariseos de las manos supuestamente ritualmente impuras. Pablo enseña que se debe tener paciencia con los hermanos que no comen carne hasta que ellos puedan superar sus antiguos escrúpulos.

Además, otros hermanos seguían considerando ciertos días en sus calendarios como especiales. Dice Pablo: “Uno hace diferencia entre día y día; otro juzga iguales todos los días. Cada uno esté plenamente convencido en su propia mente. El que hace caso del día, lo hace para el Señor; y el que no hace caso del día, para el Señor no lo hace” (Romanos 14:5-6).

Primero que nada, Pablo aquí no está hablando del sábado o las Fiestas Santas, pues es cuidadoso de no usar estos términos. Es claro que Pablo seguía guardando las Fiestas Santas de Dios pues en la siguiente epístola a los Corintios dice: “Nuestra Pascua, que es Cristo, ya fue sacrificada por nosotros. Así que celebremos la fiesta...” (1 Corintios 5:7-8). Y más tarde dice: “Pero estaré en Éfeso hasta Pentecostés” (1 Corintios 16:8).

La clave para entender este pasaje es la frase “El que hace caso del día, lo hace para el Señor”. En los tiempos de Pablo, era una práctica religiosa entre los gentiles y judíos dedicar ciertos días para ayunar. Por ejemplo, el fariseo ante el publicano se jactó al decir: “ayuno dos veces a la semana” (Lucas 18:12), que eran los días lunes y jueves. También tenían días en ciertos meses que hacían ayunos como dice Zacarías 7:4-7. Todo esto fue inventado por los religiosos judíos, y lo elevaron a un deber. Pero Pablo explica que no era así, y que cada uno podía escoger el día que quería apartar “para el Señor”. Salvo por el día de Expiación, no hay otro día que esté fijado para ayunar. Explica David Stern: “La referencia no tiene que ver con las Fiestas Santas, sino con cualquier día que un creyente haya pensado que era especialmente sagrado. Es así porque los hermanos “débiles” no son señalados como judíos, sino cualquier humano que estaba siguiendo las observancias de un calendario particular” (Comentario Judío del Nuevo Testamento). Así lo hacen los judíos hasta hoy día.

Pablo sigue: “El que come [en ese día que no lo dedica al ayuno], para el Señor come, porque da gracias a Dios; y el que no come [lo usa como ayuno], para el Señor no come, y da gracias a Dios. Porque ninguno de nosotros vive para sí, y ninguno muere para sí… Pero tú, ¿por qué juzgas a tu hermano? O tú también, ¿por qué menosprecias a tu hermano [al no seguir ciertos días fijados por la tradición para ayunar]? Porque todos compareceremos ante el tribunal de Cristo… De manera que cada uno de nosotros dará a Dios cuenta de sí [no de nadie más]. Así que, ya no nos juzguemos más los unos a los otros, sino más bien decidid no poner tropiezo u ocasión de caer al hermano” (Romanos 14:6-13).

En otras palabras, Pablo dice que las cosas que la Biblia no ha especificado, cada uno puede decidir cómo o cuándo llevarlas a cabo. Uno puede fijar los días que desea para dedicarlo al ayuno, o puede escoger el régimen alimenticio de acuerdo con su propia constitución.

Pablo continúa “Yo sé, y confío en el Señor Jesús, que nada es inmundo en sí mismo; mas para el que piensa que algo es inmundo, para él lo es. Pero si por causa de la comida tu hermano es contristado, ya no andas conforme al amor. No hagas que por la comida tuya se pierda aquel por quien Cristo murió. No sea, pues, vituperado vuestro bien; porque el reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo. Porque el que en esto sirve a Cristo, agrada a Dios, y es aprobado por los hombres. Así que, sigamos lo que contribuye a la paz y a la mutua edificación” (Romanos 14:14-19).

He aquí un principio aplicable a nuestros días. A veces algunos hermanos se fanatizan al considerar que se debe comer solo pan integral o azúcar morena, o solo vegetales. Es cosa de ellos escoger el régimen alimenticio que desean, pero el imponerlo en otros, o considerarlos más bíblicos al hacerlo, es un error. Como dijo Pablo, “No destruyas la obra de Dios por causa de la comida” (Romanos 14:20). Hay hermanos que se han ofendido y se han ido de la iglesia por el fanatismo alimenticio de algunos, que le insistían comer como ellos – de tomar ciertas vitaminas, hormonas, alimentos o jugos, pensando que eso los hacía más justos. Recuerdo el triste incidente muchos años atrás de un miembro y médico norteamericano que abogaba por largos ayunos para “purificar” el cuerpo, y su hijo hizo un ayuno prolongado de muchos días, que terminó llevándolo a un estado de coma y murió. Por eso Pablo nos advierte de no elevar un régimen alimenticio o de salud a un estado “espiritual”.

Pero Pablo aboga por tener paciencia y tolerancia hacia los que se fanatizan de esa manera. “Todas las cosas a la verdad son limpias [de katharos, o limpio de impurezas]; pero es malo que el hombre haga tropezar a otros con lo que come. Bueno es no comer carne, ni beber vino, ni nada en que tú hermano tropiece, o se ofenda, o se debilite. ¿Tienes tú fe? Tenla para contigo delante de Dios. Bienaventurado el que no se condena a sí mismo en lo que aprueba. Pero el que duda sobre lo que come, es condenado, porque no lo hace con fe; y todo lo que no proviene de fe, es pecado” (Romanos 14:20-23).

Esta sección está íntimamente relacionada con 1 Corintios 8 y 10, donde habla de nuevo de la carne ofrecida a los ídolos, y cómo en realidad no contamina comerla. Según los estudiosos, Pablo había escrito 1 de Corintios antes de escribir Romanos. Dice: “Si algún incrédulo os invita, y queréis ir, de todo lo que se os ponga delante comed, sin preguntar nada por motivos de conciencia. Mas si alguien os dijere “Esto fue sacrificado a los ídolos; no lo comáis, por causa de aquel que lo declaró, y por motivos de conciencia; porque el Señor es la tierra y su plenitud… Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios. No seáis tropiezo ni a judíos, ni a gentiles, ni a la iglesia de Dios” (1 Corintios 10:27-32). Así terminamos esta parte.