Cuatro consejos para eliminar la negatividad de las redes sociales en tu vida
Para nuestros lectores jóvenes
Mientras revisas tu página de cierto medio de comunicación social, ves la publicación de un grupo de tus amigos sobre lo que parece haber sido la noche más divertida que han pasado en mucho tiempo . . . pero tú no fuiste parte de ella. Quizá no te invitaron (lo peor), o quizá simplemente estabas ocupado. Sea como sea, la mezcla de sentimientos que afloran en tu interior no es agradable. Primero te llenas de celos; luego intentas alegrarte por ellos, pero enseguida te embarga la rabia por no haber estado allí, y todo esto puede desembocar en resentimiento. Tal vez te preguntes si se alegraron de que no estuvieras allí, lo que te lleva a cuestionarte si realmente eres una persona divertida. Es posible que alimentes deseos de tomar algún tipo de “venganza” injustificada. Al cabo de unos minutos u horas, acabarás sintiéndote deprimido al pensar en tu propia vida, tu grupo de amigos y todas las oportunidades que te has perdido.
Este tipo de negatividad, que surge cuando comparamos nuestras circunstancias con las de los demás, es tan antigua como las relaciones humanas. Tanto así, que uno de los Diez Mandamientos (el décimo) se refiere al tema. Pero la relación tan cercana que experimentamos gracias a las redes sociales magnifica esos sentimientos, pues nos expone a acontecimientos, experiencias y detalles de la vida de la gente de los cuales nuestros antepasados jamás se hubieran enterado.
Y nadie es inmune. Una chica ve a otra en las redes sociales que al parecer es más guapa que ella misma y se siente morir. La influencer (o influente) que tiene 20 000 seguidores se siente inadecuada en comparación con la que tiene 50 000. El turista que acaba de regresar de un viaje inolvidable siente envidia de su amigo que ahora está en Hawái. Alguien que disfruta de una noche normal entre semana divirtiéndose con un pasatiempo, de repente se siente solo cuando se entera de que otra persona está viendo una película en el cine esa misma noche.
Pero la clave del asunto es esta: todos hemos pasado por cosas así. Entonces, ¿cómo podemos atajar esos sentimientos de negatividad antes de que pasen demasiado tiempo en nuestras cabezas? He aquí algunas ideas que pueden serte útiles. Si todavía no utilizas las redes sociales, ¡bien por ti! Mi consejo es: no empieces. O, como mínimo, utiliza únicamente aplicaciones y servicios que solo sirvan para comunicarse con los demás, sin todo el bagaje que conllevan las redes de intercambio de imágenes y experiencias.
1. Sé selectivo en cuanto a quién sigues, con quién te relacionas y de quién eres amigo
Aprovecha las cosas positivas que pueden brindar las redes sociales y elimina sin contemplaciones las páginas que has estado siguiendo y que, por el contrario, solo te aportan negatividad. En mi caso sigo a fotógrafos, viajeros y sitios de moda masculina para inspirarme. He conocido a innumerables personas de todo el mundo con las que comparto intereses comunes que nos unen en una comunidad, gracias a los medios sociales. He podido relacionarme con personas en puestos muy relevantes y que podrían considerarse “famosos”, porque los muros de separación entre las personas “normales” como yo y ellos se han derrumbado gracias a las redes sociales. Estos son ejemplos de lo bueno que pueden aportar los medios de comunicación social.
Sin embargo, hace unos años comencé a prestar atención a la forma en que tendía a sentirme con las publicaciones de distintas personas. Sin ningún miramiento dejé de seguir, silencié y eliminé de mi lista de amigos a aquellos que no me resultaban edificantes. “Por lo demás hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad” (Filipenses 4:8). Ya fueran políticos, agencias noticiosas e incluso contactos personales, di prioridad a mi bienestar mental y espiritual por encima de cualquier drama o negatividad que pudiera entrar a mi vida a través de mis cuentas de redes sociales.
2. Apaga las notificaciones de las aplicaciones
En lugar de permitir que una aplicación se abra paso a la fuerza para atraer tu atención mediante una barra de notificaciones y las alertas (de los que los creadores de aplicaciones abusan notoriamente a través de anuncios disfrazados de “notificaciones”), elige tú mismo cuándo quieres relacionarte con cada aplicación, en tus propios términos y solo cuando estés preparado para ello. Por supuesto, habrá una o dos aplicaciones de las que querrás o necesitarás ver notificaciones de inmediato (como Mensajes/Textos) pero, sinceramente, esa lista debería ser corta. El resto puede esperar. Hace unos años desactivé las notificaciones y las alertas de la mayoría de mis aplicaciones, y me di cuenta de que el número de aplicaciones que realmente utilizaba disminuyó. Había un número sorprendente de aplicaciones que no se me ocurría abrir. Una bendición.
3. Encuentra una actividad física para entretenerte
Si no sustituyes los contenidos negativos por otra cosa, tu cerebro empezará a desear con ansias esos pequeños golpes de dopamina que nuestros teléfonos emiten con tanta abundancia. Todos tenemos una necesidad innata de ser productivos. Una idea fácil es salir a dar un paseo o andar en bicicleta, pero también podría ser hacer algún tipo de manualidad. Las cosas reales tienen limitaciones físicas que las hacen más satisfactorias que hacer las cosas digitalmente. Un amigo de mi padre que se ganaba la vida dando clases de CAD (diseño asistido por ordenador) decía que cuando llegaba a casa del trabajo lo último que quería hacer era estar frente a una pantalla, así que le encantaba la jardinería, las caminatas y arreglar cosas en su casa.
4. Establece límites para las aplicaciones y cúmplelos
Fija un horario para cuando vayas a utilizar ciertas aplicaciones. Yo utilizo Instagram como herramienta para ganar dinero. Los incentivos son un poco diferentes, pero no tanto: mi objetivo es conseguir seguidores, porque cuantos más tenga, mayor será la audiencia con la que podré ganar dinero. Esto no es lo mismo que conseguir solo “me gusta” y sentir un pequeño flujo de dopamina, pero en realidad puede ser peor, ya que hay un incentivo financiero para usar la aplicación constantemente. Para asegurarme de que mi mujer y mis hijos reciben toda mi atención, que es lo que se merecen, intento programar mi uso de IG cuando no estoy con ellos (es decir, antes de que se levanten, después de acostarse o reservando tiempo para trabajar en el negocio paralelo). Los iPhones y los Androids también pueden ayudarte a programar temporizadores para las aplicaciones, lo que funciona bien.
Consejo adicional: ¿Qué tal un sábado de descanso de la tecnología y las redes sociales?
La idea de “tomarse un sábado (un descanso)” de la tecnología en ocasiones puede parecer trillada, pero hay que admitir que es una buena idea y todos lo sabemos. El séptimo día que observamos es magnífico para hacer una pausa en nuestras rutinas diarias normales, incluyendo la tecnología y las redes sociales. Si lo hacemos bien, puede ayudarnos a poner en perspectiva nuestras ansiedades, preocupaciones y tensiones al recordarnos el panorama general: el papel de Dios en nuestras vidas y nuestra relación con él. Participar en las redes sociales nos devuelve al caos de lo cotidiano. Aunque no renunciemos a toda la tecnología, podemos evitar las aplicaciones que son más tóxicas: aquellas que se basan en imágenes y también las que nos inundan con la cultura de este mundo (la cultura de la muerte). Así podrás centrarte en la cultura de Dios, Jesucristo y su reino (la cultura de la vida). “Por tanto . . . despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe . . . ” (Hebreos 12:1-2).
Pon manos a la obra
Hazte el propósito de decidir hoy mismo cómo interactuar con las redes sociales. Identifica claramente los sentimientos negativos que te provocan ciertas aplicaciones y elige un camino nuevo y más saludable desde el punto de vista mental, emocional y espiritual. EC