¿Qué tan lejos es demasiado lejos? Para nuestros lectores jóvenes

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¿Qué tan lejos es demasiado lejos?

Para nuestros lectores jóvenes

El amor y el romance pueden ser muy emocionantes, y son dones que Dios da a la humanidad. La mayoría de la gente sale en pareja y tiene citas antes de decidir casarse. El propósito de esta etapa es evaluar con qué tipo de persona eres compatible, tus gustos y aversiones, cómo comunicarte eficazmente y finalmente elegir, y también ser, la mejor persona posible para casarte. En este proceso hay algunos retos, y uno de los más complicados es “¿Qué tan lejos es demasiado lejos?”

Se trata de un tema muy personal y que para muchas personas puede resultar incómodo. A veces conlleva sentimientos de culpa, tristeza o arrepentimiento. Pero hay algo que debes tener siempre presente: Dios está ahí contigo. Él conoce tus pensamientos, y Cristo está a su lado abogando por ti.

Para tener una relación satisfactoria y aprobada por Dios es esencial abordar las citas con la mentalidad correcta. Salir con alguien y casarse no deben ser las metas principales de nuestra vida (ser como Cristo sí lo es), pero si el matrimonio es una meta personal para ti, hay pautas cristianas específicas sobre cómo conducirse al respecto. Un buen comienzo es conocer tus límites y comunicarlos, incluso antes de que las cosas con un chico o una chica se hagan oficiales. Y si ya estás saliendo con alguien, el asunto sigue siendo igualmente importante. ¿Cuánto es demasiado? Si estás en edad de salir con alguien, te estás acercando a esa edad o te has hecho esta pregunta, este artículo es para ti.

Huye del pecado

Para establecer límites en la relación previa al matrimonio es fundamental entender la perspectiva bíblica. “Huye también de las pasiones juveniles, y sigue la justicia, la fe, el amor y la paz, con los que de corazón limpio invocan al Señor”
(2 Timoteo 2:22). La palabra “huir” es clave para definir la actitud que debemos tener en cuanto al pecado, especialmente el pecado sexual. Si uno aborda su relación con la actitud de “¿Qué tan lejos puedo llegar antes de que se convierta en pecado?” muestra que, de partida, no tiene una mentalidad como la de Cristo. Buscar resquicios o ver cuán cerca se puede llegar al límite sin cruzarlo no es obedecer el espíritu de la ley. Jesucristo, nuestro Hermano Mayor y modelo a seguir, cumple la ley a la perfección para que podamos seguir su ejemplo (Mateo
5:17-19). Un corazón puro no busca el pecado, ¡ni debe desear acercarse a él! Como creyentes, es nuestra responsabilidad revestirnos de la mente y la conciencia de Cristo y entrenar nuestra mente en estos asuntos.

Cuestión de conciencia

“Pero el que duda sobre lo que come es condenado, porque  no lo hace con fe; y todo lo que no proviene de fe, es pecado” (Romanos 14:23). Este versículo describe el hecho de no estar seguro de si está bien hacer algo, pero hacerlo de todos modos. Apliquemos el principio de este versículo a los asuntos románticos: si dudas de la rectitud de tus propias acciones, estás actuando en contra de tu conciencia y de tu fe. Tu conciencia es una valiosa herramienta de Dios que te ayuda a discernir el bien y el mal y emite un tenue “silbido” cuando te aproximas a territorios y acciones cuestionables. Adquirimos nuestro conocimiento del bien y del mal a partir de las instrucciones de Dios en la Biblia y del ejemplo de Jesús en el cumplimiento de esas instrucciones. Huye de las acciones que activan ese “silbido” en tu conciencia y acude a las instrucciones de Dios, a tus padres y al ministerio que él ordenó para cuidar de su Iglesia. Si estás luchando con esto, no eres el único, y no debería darte vergüenza pedir ayuda; el pueblo de Dios quiere ayudarte.

Todo el mundo tiene una mente y una conciencia. Tú tienes una, y tu novio o novia también. No vamos a ser juzgados solo por caer en la tentación nosotros mismos, sino también si hacemos caer en la tentación a otra persona. “Luego dijo Jesús a sus discípulos: Los tropiezos son inevitables, pero ¡ay de aquel que los ocasiona!” (Lucas 17:1, Nueva Versión Internacional). Influir sobre alguien para que actúe en contra de su conciencia no es poca cosa. Puede arruinar la relación y es una violación extrema de la confianza. También afecta tu propia conciencia, espíritu y relación con Dios. Si estás con alguien que no quiere hacer algo porque se opone a sus principios, tratar de presionarlo o convencerlo para que vaya en contra de su conciencia no es mostrar amor. La comunicación es importante, y estar
consciente de los límites de alguien es una manera de mostrar respeto y amor cristiano. Si hay una diferencia de opinión, usa la Palabra de Dios para hablar al respecto y entenderse mutuamente.

Dios nos llama a ser sus hijos santos, y nos da los recursos para aprender cómo hacerlo: “. . . pues la voluntad de Dios es vuestra santificación; que os apartéis de fornicación; que cada uno de vosotros sepa tener su propia esposa en santidad y honor; no en pasión de concupiscencia, como los gentiles que no conocen a Dios; que ninguno agravie ni engañe en nada a su hermano; porque el Señor es vengador de todo esto, como ya os hemos dicho y testificado. Pues no nos ha llamado Dios a inmundicia, sino a santificación. Así que, el que desecha esto, no desecha a hombre, sino a Dios, que también nos dio su Espíritu Santo” (1 Tesalonicenses 4:3-8).

Diferencia entre afecto y excitación

Un pasaje de la Biblia del que podemos obtener sabiduría se encuentra en el Cantar de los Cantares: “Yo os conjuro, oh doncellas de Jerusalén, por los corzos y por las ciervas del campo, que no despertéis ni hagáis velar al amor, hasta que quiera” (Cantar de los Cantares 2:7). Esto es aplicable no solo a las hijas de Jerusalén, sino a todo el mundo. Piensa en los besos y caricias que das o quieres dar. ¿Cuál es su propósito? ¿Cruzan acaso la línea que separa el afecto de la excitación?

Si lo que haces te obliga a ejercer un gran autocontrol para no ir más allá, te estás tentando a ti mismo. No debes tentarte a ti mismo ni a nadie. Buscar la excitación sexual es despertar el amor, y si no estás casado, es adelantarse a las circunstancias. Ser cariñoso y demostrar que te importa alguien es diferente a excitarte a ti mismo o inducir a la otra persona a querer hacer cosas que están reservadas para el matrimonio. Si lo que estás haciendo está dificultando demasiado esperar hasta el matrimonio, huye de esa acción.

Cosas como besarse o tocar áreas privadas o sensuales no tienen ningún propósito en el romance a la manera de Dios, excepto aumentar la excitación y el deseo. Esas cosas no son expresiones de amor si se hacen fuera del matrimonio, y conducen a la lujuria. Similarmente, cómo te vistes y qué es lo que dices también es importante. No induzcas a nadie a la excitación vistiendo o diciendo cosas sensuales y sé modesto en tu forma de hablar y vestir.

Ciertas partes del cuerpo son diferentes y deben tratarse con especial intimidad y cuidado. Necesitamos reconocer que estas partes tienen un propósito importante: son privadas y tienen un propósito sexual dado por Dios. Pablo explica esta diferencia: “Y las partes [del cuerpo] que consideramos menos honorables son las que vestimos con más esmero. Así que protegemos con mucho cuidado esas partes que no deberían verse. Porque los que en nosotros son más decorosos, no tienen necesidad; pero Dios ordenó el cuerpo, dando más abundante honor al que le faltaba” (1 Corintios 12:23-24, Nueva Traducción Viviente).

Esta enseñanza es una analogía entre nuestros cuerpos humanos y el cuerpo de la Iglesia. Si analizamos el primer versículo, se nos dice que tus partes privadas tienen un honor especial, así que trátalas con cuidado y modestia como Dios las diseñó. No las trates igual que una mano o una pierna [nuestras partes presentables], teniéndolas a la vista o permitiendo el acceso a ellas a alguien que no sea tu esposo o esposa. Resérvalas para el propósito honorable que Dios las diseñó: el sexo dentro del matrimonio.

Si estás haciendo cosas que conducen a la experimentación sexual fuera del matrimonio, aunque no sean relaciones sexuales en sí, no las estás tratando con la dignidad que Dios diseñó para ellas. Te estás poniendo a ti mismo y a la otra persona en una situación conducente a la lujuria, conducta que no es apropiada. Tu novio o novia es un hijo potencial de Dios, así que trátalo en consecuencia, como uno de los propios hijos o hijas de Dios. Pregúntate esto: ¿Hubiera sido Jesús un sacrificio perfecto de haber hecho lo que tú estás haciendo?

Justificación

Todos tendemos a justificarnos. Es una de nuestras mejores habilidades como humanos, pero a veces se convierte en un problema cuando interpretamos la Palabra de Dios. Tratar de convencerte de que ciertas cosas están bien porque no están específicamente explicadas en la Biblia es justificarlas, y eso está mal. Al hacer tal cosa, estás confiando en tu propio entendimiento y no en el de nuestro Creador (ver Proverbios 3:5-6).

Como se mencionó antes, la actitud de probar los límites sin desobedecer explícitamente la ley se opone al ejemplo de Cristo, ¡y es necesario cambiarla! Jesús nos dijo: “Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón” (Mateo 5:28). Esta instrucción no se hallaba explícitamente enunciada en la ley, pero Jesús profundiza en la ley contra el adulterio y nos dice que incluso mirar a alguien con lujuria desobedece el espíritu de la ley. Él lo abordó porque conoce nuestros corazones; sabe cómo nos justificamos y acercamos de puntillas a la desobediencia, así que nos dice que obedezcamos el espíritu de la ley, no solo la letra.

Controla tu mente

A veces se nos meten en la cabeza pensamientos impuros. Si te sorprendes a ti mismo pensando en fantasías sexuales, acude a Dios de inmediato y pídele que te ayude a concentrarte en otra cosa que sea buena, pura y hermosa (Filipenses 4:8). Muchas personas batallan con esto de vez en cuando. Tener pensamientos erróneos en la cabeza no es malo ni te convierte en una persona mala, pero lo que hagas con esos pensamientos (mantenerlos en tu mente y alimentarlos, o acudir a Dios y sacarlos de tu mente) determinará si cometes pecado o no.

Entrena tu mente para volverte al camino de Dios cuando te des cuenta de que tienes tales pensamientos. Acude a Dios, pídele sabiduría y discernimiento y lee su Palabra. Ora pidiendo su protección y guía. Si creas el hábito de orar por ayuda cada vez que tengas estos problemas, podrás educar tu mente y desarrollar tu relación con Dios. “Mi ayuda viene de Dios, creador del cielo y de la tierra” (Salmos 121: 2, NTV). Él te ayudará si lo buscas.

Busca a Dios

Huir de las pasiones juveniles no significa evitar estrictamente todas las actividades divertidas propias de la juventud, sino que en lugar de buscar las pasiones de la carne, debemos buscar a Dios. No te dejes absorber por tu novio o novia al punto de sacrificar el tiempo que pasas con Dios. No permitas que tu vínculo con esa persona tenga prioridad sobre la relación que tienes con Dios, ni que tus sentimientos apasionados te alejen de él, de su verdad y su camino.

En asuntos de romance, empieza por comunicarte con Dios y usa sabiduría. Habla con tu novio o novia acerca de los límites descritos en la Biblia. Pueden tener una relación romántica sana, satisfactoria y cristiana, pero no ausente de límites. No se tienten el uno al otro para que no corran el riesgo de pecar. Huyan del pecado, obedezcan el espíritu de la ley y ayúdense mutuamente a proteger su pureza. Reserven el don del sexo que Dios nos proporciona hasta que se hayan comprometido mutuamente ante él y varios testigos en una ceremonia matrimonial. El sexo en el matrimonio es el don puro y maravilloso que Dios da a los esposos. Busquen su sabiduría, y él no se apartará de ustedes. ¡Huye del pecado, busca a Dios y adquiere la mente de Cristo!  EC