¿Por qué Dios lo llamó a su Iglesia?
Para responder a la pregunta del título, leamos primero un pasaje de las Escrituras que enfatiza lo que dijo Jesucristo cuando inició su ministerio público. “Después que Juan [el Bautista] fue encarcelado, Jesús vino a Galilea predicando el evangelio del reino de Dios, diciendo: El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio” (Marcos 1:14-15).
El evangelio, que significa “buenas nuevas” o “buenas noticias”, significa que el gobierno divino y perfecto del Padre, quien ahora rige desde el cielo, se establecerá en la Tierra (Lucas 11:2). Además, es el medio por el cual las personas fieles y obedientes obtienen el don de la salvación por la muerte y resurrección de Cristo, y llegan a ser integrantes de la familia espiritual de Dios para servir con su Hijo en un gobierno mundial a su regreso (Romanos 1:16; Apocalipsis 5:10).
Muchos pasajes de las Escrituras demuestran que las buenas nuevas del Reino de Dios eran el meollo del ministerio y mensaje de Jesucristo. Él dijo: “Es necesario que también a otras ciudades anuncie el evangelio del reino de Dios; porque para esto he sido enviado” (Lucas 4:43, énfasis agregado). Junto con esto, Jesús enseñó mediante varias parábolas que nada era más importante o más valioso que el Reino de Dios (Mateo 13:44), y esto está íntimamente relacionado con la Iglesia que él estableció y la misión que encomendó a sus fieles seguidores. Cristo quiere que continuemos la obra que él comenzó, la de predicar el evangelio, para preparar “un pueblo dispuesto para el Señor” (Lucas 1:17).
Dedicación total a la misión
En las páginas del Nuevo Testamento hay muchas pruebas de que sus discípulos llevaron a cabo esta importante tarea (Hechos 8:12; 15:7; Romanos 15:19). De hecho, los primeros apóstoles y discípulos de Jesús se dedicaron de lleno a esta gran misión y desde entonces, a lo largo de los siglos, otros siervos fieles a Dios hicieron lo mismo y aún hoy lo siguen haciendo. Al respecto, Jesús declaró que una de las señales claras que indicaría la inminencia de su segunda venida era que “será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin” (Mateo 24:14).
Pero, ¿por qué debe predicarse el evangelio como testimonio? Para que las personas tengan la oportunidad de conocer la verdad sobre Jesucristo y el Reino de Dios, y además para que puedan responder a su llamado divino si así lo desean. La Iglesia de Dios está lista para ofrecer una excelente instrucción y guía espiritual y moral a quienes respondan favorablemente (Juan 21:17; Lucas 1:17). Así, la Iglesia sigue cumpliendo con la misión que le fue encomendada: “Id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado . . .” (Mateo 28:19-20).
Debemos difundir el evangelio en el mundo de hoy
Cuando consideramos todo lo anterior, ustedes y yo, como hermanos en la Iglesia de Dios, tenemos la obligación de apoyar la difusión del evangelio a un mundo entero de seres humanos engañados. Teniendo en cuenta el aumento de la anarquía, el odio, la corrupción y violencia actuales, la gente necesita escuchar y leer la asombrosa verdad sobre Jesucristo y la maravillosa era futura. Como parte de su misión de predicar esta buena nueva, la Iglesia también debe ser diligente y consistente al advertir sobre las consecuencias de la desobediencia a los mandamientos de Dios, es decir, el conflicto y el sufrimiento que causa a las personas, familias y naciones (Ezequiel 33:6; Isaías 58:1).
Cuando Jesús llamó a sus primeros discípulos para que lo siguieran (Juan 10:27), también les advirtió que tuvieran cuidado con los falsos maestros que se levantarían y llenarían el mundo con las llamadas doctrinas “cristianas” que él nunca había enseñado (Mateo 24:4-5). Pero una cosa es clara: la Iglesia de Dios es totalmente distinta y separada de las iglesias del mundo, ¡que no conocen ni proclaman al verdadero Jesucristo ni el evangelio genuino del Reino de Dios! (2 Corintios 6:17).Por lo tanto, debemos mantenernos firmes en las enseñanzas de Cristo y seguir su ejemplo perfecto enfocándonos específicamente en su misión (Mateo 4:19; 1 Juan 2:6). De hecho, él dijo: “Mi comida es que haga la voluntad del que me envió, y que acabe su obra” (Juan 4:34). Entonces, ¿de qué manera podemos lograr que la obra de Dios de difundir el evangelio además nos alimente? Veamos:
Debemos tener nuestro corazón en la obra de Dios
Primero, podemos orar diligentemente por el trabajo de los medios de comunicación de la Iglesia en la predicación, transmisión y publicación del evangelio. Esto incluye los esfuerzos del personal de la oficina central, de los directores de operaciones y de los pastores principales y sus asistentes en las diferentes regiones del mundo. (Sus necesidades se publican periódicamente en las cartas emitidas por la jefatura dirigidas a los ministros y a los miembros, y en El Comunicado). También podemos orar por las numerosas personas que Dios está llamando a salir de este mundo, pidiéndole que las proteja de la confusión y los engaños de Satanás a medida que desaprenden el error espiritual y aprenden la verdad bíblica
(1 Timoteo 2:4).
Al respecto, Efesios 2:2 dice que “en otro tiempo anduvimos, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire”. Pero Dios nos rescató de esa situación por su gran amor, y quiere que manifestemos esa misma clase de amor por los demás esforzándonos por compartir su verdad con ellos (Juan 13:34). Mientras disfrutamos del compañerismo y la vida social de nuestra congregación local orando unos por otros, ¡oremos también por las personas del mundo a las que Dios está llamando! En su oración modelo de Mateo 6:13, Jesús dijo: “Y no nos dejes caer en tentación, mas líbranos del mal”. La palabra “librar” significa rescatar del peligro o la destrucción. En su parábola del sembrador y la semilla Cristo menciona varios obstáculos, incluyendo la terrible influencia de Satanás, que deben enfrentar las personas cuando Dios abre sus corazones a su verdad (Marcos 4:13-20). Por lo tanto, es absolutamente apropiado pedirle a Dios que proteja del “maligno” a quienes él está llamando para que puedan avanzar sin tropiezos en el aprendizaje de su verdad.
Aparte de orar por esas personas, también podemos agradecer a Dios por la generosidad de los colaboradores y donantes de la Iglesia, pidiéndole que los bendiga por estar dispuestos a apoyar financieramente su obra. Además, podemos orar para que Dios prepare a más parejas de esposos dedicados a servir en el ministerio. Jesús dijo: “La mies a la verdad es mucha, mas los obreros pocos; por tanto, rogad al Señor de la mies que envíe obreros a su mies” (Lucas 10:2). En todas estas áreas podemos poner en práctica nuestro llamado, respaldando plenamente la difusión de las buenas nuevas de Dios a un mundo confundido y afligido. Y aunque debemos esmerarnos por tener una conducta virtuosa y un desarrollo espiritual personal, también es nuestro deber estar muy pendientes de nuestra prioridad básica: apoyar la predicación del evangelio.
Por qué lo llamó Dios
Finalmente, y ahora más que nunca, las personas en el confuso y desesperanzado mundo de hoy necesitan aprender sobre el Reino de Dios venidero y la paz, esperanza y felicidad que traerá consigo. Además, necesitan descubrir cómo pueden llegar a ser parte de la familia espiritual de Dios. A medida que crecemos individualmente en gracia, conocimiento y carácter como discípulos de Cristo, debemos ser muy diligentes en nuestra misión principal, que consiste en apoyar la predicación del evangelio y ayudar a preparar a un pueblo dispuesto para el Señor. De hecho, ¡esta es la razón por la que usted fue llamado a su Iglesia ahora! Por tanto, hagamos todo lo posible para llevar una vida digna de nuestro llamado. EC