#158 - Ester 5-10: "La victoria de Ester"

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#158 - Ester 5-10

"La victoria de Ester"

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De ese modo, "al tercer día se vistió Ester su vestido real, y entró en el patio interior de la casa del rey, enfrente del aposento del rey; y estaba el rey sentado en su trono en el aposento real, enfrente de la puerta del aposento. Y cuando vio a la reina Ester que estaba en el patio, ella obtuvo gracia ante sus ojos; y el rey extendió a Ester el cetro de oro que tenía en la mano. Entonces vino Ester y tocó la punta del cetro. Dijo el rey. ¿Qué tienes, reina Ester, y cuál es tu petición? Hasta la mitad del reino se te dará" (Ester 5:1-2).

En el encabezado, podemos ver un bajo relieve persa, dónde se nota este tipo de cetro en las manos del rey persa Darío II: 

La costumbre de no tener acceso al rey se remonta al comienzo del reino Medo. Estos habían copiado el severo sistema de los asirios. Dice Josefo:

"El rey había establecido una ley por la cual, mientras él estuviera sentado en el trono, nadie podía presentarse sin ser llamado. Hombres armados de hachas rodeaban siempre el trono, para castigar a aquellos que se presentaran sin ser llamados" (Tomo II, p. 243). 

El Comentario Exegético añade:

"Los reyes persas estaban rodeados de tanto formulismo que casi era imposible acercarse a ellos. La ley mencionada fue decretada primero por Deyoces, rey de Media, y después, cuando fue establecido el imperio, fue adoptada por los persas, de que todo asunto fuese tratado y las peticiones transmitidas al rey por medio de sus ministros… Ester estaba sufriendo por la severidad de esta ley… Sin embargo, el cetro fue extendido a Ester no sólo porque su intrusión era perdonada, sino que su visita era recibida con agrado y una recepción favorable a la petición que había venido a presentar. La frase, 'hasta la mitad de mi reino' indicaba la costumbre persa de entregar a los favoritos de los reyes una ciudad para su pan, otra para su vino, una tercera para su ropa, etc., de modo que la frase significaba gran liberalidad" (p. 383).

El rey estaba acostumbrado a que sus mujeres le pidieran algo para ellas. De hecho, era normal que las peticiones fueran interminables. Pero el rey había notado que una de las cualidades de Ester que le había atraído era precisamente su falta de egoísmo:

"...la doncella venía así al rey. Todo lo que ella pedía se le daba… Cuando le llegó a Ester… ninguna cosa procuró sino lo que dijo Hegai eunuco..." (Ester 2:13-15).

Fue entonces refrescante para el rey escuchar una petición que le favoreciera a él. Ester deseaba hacer un banquete a su favor, con Amán como invitado. Así llegó la noche del banquete, y el rey, intrigado, otra vez quiso descubrir el deseo de Ester. Desde luego, estaba bebiendo vino de nuevo. Esta afición por el vino lo confirma el historiador Herodoto:

"Son muy aficionados al vino… Acostumbran deliberar sobre los negocios más grandes cuando están borrachos. Lo que entonces les parece bien lo proponen al día siguiente, cuando están sobrios, al amo de la casa… y si lo acordado también les parece bien cuando sobrios, lo ponen en ejecución; y si no, lo desechan. Y lo que hubieran resuelto estando sobrios, lo deciden de nuevo hallándose borrachos" (Los Nueve Libros de la Historia, p.70).

Otra vez se le hizo al rey esperar, pidiendo que viniera a otro banquete con Amán. Amán estaba por las nubes al sentirse tan favorecido al ser el invitado de honor una segunda vez. Sin embargo, al salir, vio de nuevo a Mardoqueo y se disgustó.

"Y salió Amán aquel día contento y alegre de corazón; pero cuando vio a Mardoqueo a la puerta del palacio del rey, que no se levantaba ni se movía de su lugar, se llenó de ira contra Mardoqueo" (Ester 5:9). 

Cuando llegó a su casa, le relató a su mujer "la gloria" que tenía ante el rey y de la invitación para mañana, pero le dijo amargado:

"todo esto de nada me sirve cada vez que veo el judío Mardoqueo sentado a la puerta del rey. Y le dijo Zeres su mujer y todos sus amigos: Hagan una horca de cincuenta codos de altura, y mañana di al rey que cuelguen a Mardoqueo en ella; y entra alegre con el rey al banquete. Y agradó esto a los ojos de Amán, e hizo preparar la horca" (Ester 5:13).

Mardoqueo es alabado por Amán

¡Parece que nada peor podía ocurrir! El pueblo judío tenía una sentencia de muerte en unos pocos meses. Mardoqueo iba a ser colgado al día siguiente. Parecía todo perdido, pero era justo el momento en que Dios iba a actuar. 

"Aquella misma noche se le fue el sueño al rey, y dijo que le trajesen el libro de las memorias y crónicas, y que las leyeran en su presencia. Entonces hallaron escrito que Mardoqueo había denunciado el complot de… dos eunucos… que habían procurado poner mano en el rey Asuero. Y dijo el rey: ¿Qué honra o qué distinción se hizo a Mardoqueo por esto? Y respondieron los servidores del rey, sus oficiales: Nada se ha hecho con él. Entonces dijo el rey: ¿Quién está en el patio? Y Amán había venido al patio exterior de la casa real, para hablarle al rey para que hiciese colgar a Mardoqueo en la horca que él le tenía preparada… Entró, pues, Amán, y el rey le dijo: ¿Qué se hará al hombre cuya honra desea el rey? Y dijo Amán en su corazón: ¿A quién deseará el rey honrar más que a mí? Y respondió Amán al rey: Para el varón cuya honra desea el rey, traigan el vestido real de que el rey se viste, y el caballo en que el rey cabalga, y la corona real que está puesta en su cabeza; y den el vestido y el caballo en mano de alguno de los príncipes más nobles del rey, y vistan a aquel varón cuya honra desea el rey (Ester 6:1-9).

De este modo, uno puede visualizar la alegría de Amán, que estaba por las nubes de euforia. Sin embargo, también nos podemos imaginar cómo se le vinieron abajo los ánimos por las siguientes palabras del rey:

"Date prisa, toma el vestido y el caballo, como tú has dicho, y hazlo así con el judío Mardoqueo, que se sienta a la puerta real; no omitas nada de todo lo que has dicho. Y Amán tomó el vestido y el caballo, y vistió a Mardoqueo, y lo condujo a caballo por la plaza de la ciudad, e hizo pregonar delante de él: Así se hará al varón cuya honra desea el rey. Después de esto Mardoqueo volvió a la puerta real, y Amán se dio prisa para irse a su casa, apesadumbrado y cubierta su cabeza… Contó Amán a Zeres su mujer y a todos sus amigos (que estaban esperando cerca de la horca a que trajera a Mardoqueo para ser colgado)... Entonces le dijeron sus sabios, y Zeres su mujer: Si de la descendencia de los judíos es ese Mardoqueo delante de quien haz comenzado a caer, no lo vencerás, sino que caerás por cierto delante de él. Aún estaban ellos hablando con él, cuando los eunucos del rey llegaron apresurados, para llevar a Amán al banquete que Ester había dispuesto (Ester 5:10-14). 

Amán, anonadado por este suceso adverso, trata de calmarse y se presenta ante el banquete de Ester. Quizás, pensó, podía todavía salvar la situación al mantenerse congraciado con el rey y la reina. Sin embargo, las cosas le irían de mal en peor:

"Y en el segundo día, mientras bebían vino, dijo el rey a Ester: ¿Cuál es tu demanda? Aunque sea la mitad del reino, te será otorgada. Entonces la reina Ester respondió y dijo: Oh rey, si he hallado gracia en tus ojos, y si al rey place, séame dada mi vida por mi petición, y mi pueblo por mi demanda. Porque hemos sido vendidos, yo y mi pueblo, para ser destruidos, para ser muertos y exterminados. Si para siervos y siervas fuéramos vendidos, me callaría; pero nuestra muerte sería para el rey un daño irreparable" (Ester 7:2-4).

Ester es tocada por el cetro por segunda ocasión

De repente se le abrieron los ojos al rey de la orden tan descabellada que había emitido. Su hermosa y querida reina estaba bajo una tremenda amenaza y desde luego, buscó a alguien a quién culpar, aunque él había autorizado el decreto. Quizás en su embriaguez ni siquiera recordaba lo que había firmado. Le preguntó a la reina:

"¿Quién es, y dónde está, el que ha ensoberbecido su corazón para hacer esto? Ester dijo: El enemigo y adversario es este malvado Amán. Entonces se turbó Amán delante del rey y de la reina. Luego el rey se levantó del banquete, encendido en ira, y se fue al huerto del palacio; y se quedó Amán para suplicarle a la reina Ester por su vida; porque vio que estaba resuelto para él el mal de parte del rey. Después el rey volvió del huerto del palacio al aposento del banquete, y Amán había caído sobre el lecho en que estaba Ester. Entonces dijo el rey: ¿Querrás también violar a la reina en mi propia casa? Al proferir el rey esta palabra, le cubrieron el rostro a Amán. Y dijo Harbona, uno de los eunucos que servían al rey: He aquí en casa de Amán la horca de cincuenta codos de altura que hizo Amán para Mardoqueo, el cual había hablado bien por el rey. Entonces el rey dijo: Colgadlo en ella. Así colgaron a Amán en la horca que él había hecho preparar para Mardoqueo; y se apaciguó la ira del rey. El mismo día, el rey Asuero dio a la reina Ester la casa de Amán enemigo de los judíos; y… se quitó el rey el anillo que recogió de Amán, y lo dio a Mardoqueo. Y Ester puso a Mardoqueo sobre la casa de Amán" (Ester 7:5-10). 

De este modo, se comprobó el principio en la Biblia de que el mal de uno recaerá sobre su propia cabeza: 

"El que cava foso caerá en él; y al que revuelve la piedra, sobre él le volverá" (Proverbios 26:27). 

Uno de los problemas se había solucionado, pero aún pendía sobre el pueblo judío la sentencia de muerte. Quizás uno piensa que sería cuestión de sencillamente revocar el decreto, pero según el sistema jurídico de los Medos y los persas, una vez decretado una orden real, no podía ser rescindida. 

De nuevo se presenta Ester sin ser llamada y otra vez el rey extiende el cetro en gesto de misericordia. Ella le explica al rey que este peligro está muy próximo. 

La solución la da el rey de autorizar otro decreto que permita a los judíos defenderse ante el ataque inminente de sus enemigos. Dice:

"Escribid, pues, vosotros a los judíos como bien os pareciere, en nombre del rey, y selladlo con el anillo del rey; porque un edicto que se escribe en nombre del rey; y se sella con el anillo del rey, no puede ser revocado.

Este famoso sistema legal de los Medos y los persas se recuerda hoy día al referirse a una decisión precipitada que no se puede revocar. Desde luego que jamás ha funcionado bien, pues aunque las circunstancias siempre están sujetas a cambios, el rey tenía que dictarla en el presente, pues no se podía enmendar. Como el rey no era Dios y no podía prever las consecuencias, entonces el único recurso era emitir otra ley que tratara de amortiguar el daño. Por eso, luego de la caída del Imperio Persa, este sistema de leyes desapareció sin pena ni gloria. Era mucho más fácil empezar con un sistema flexible que tratar de hacer funcionar uno tan rígido. 

De modo que se dictó una nueva orden: 

"que el rey daba facultad a los judíos que estaban en todas las ciudades, para que se reuniesen y estuviesen a la defensa de su vida, prontos a destruir, y matar, y acabar con toda fuerza armada del pueblo o provincia que viniese contra ellos, y aun sus niños y mujeres, y apoderarse de sus bienes, en un mismo día en todas las provincias del rey Asuero, en el día trece del mes duodécimo, que es el mes de Adar… Los correos, pues, montados en caballos veloces, salieron a toda prisa por la orden del rey, y el edicto fue dado en Susa capital del reino. Y salió Mardoqueo de delante del rey con vestido real… y los judíos tuvieron luz y alegría, y gozo y honra. Y en cada provincia y en cada ciudad donde llegó el mandamiento del rey, los judíos tuvieron alegría y gozo, banquete y día de placer. Y muchos de entre los pueblos de la tierra se hacían judíos, porque el temor de los judíos había caído sobre ellos" (Ester 7:11-17). 

De este modo, los judíos estaban preparados para enfrentar a sus enemigos en el día de "purim" cuando Amán había echado las suertes. Dice la Biblia:

"En el mes duodécimo, que es el mes de Adar, a los trece días del mismo mes… el mismo día en que los enemigos de los judíos esperaban enseñorearse de ellos, sucedió lo contrario; porque los judíos se enseñorearon de los que los aborrecían… y nadie pudo resistir, porque el temor de ellos había caído sobre todos los pueblos. Y todos los príncipes de las provincias, los sátrapas, capitanes y oficiales del rey, apoyaban a los judíos; porque el temor de Mardoqueo había caído sobre ellos. Pues Mardoqueo era grande en la casa del rey, y su fama iba por todas las provincias; Mardoqueo iba engrandeciéndose más y más. 

Y asolaron los judíos a todos sus enemigos a filo de espada… pero no tocaron sus bienes… y colgaron a los diez hijos de Amán" (Ester 9:1-14). 

En este conflicto dice la Biblia que perecieron unos 75,000 enemigos de Judá. De todo el Imperio Persa, esto no es un número muy grande que se levantó contra los judíos. No se habla de cuántos judíos murieron, pero el número debió ser insignificante, pues hubo una gran celebración por parte de los judíos el día siguiente.

De este modo, los días 14 y 15 del decimosegundo mes, son de celebración para el pueblo judío hasta hoy día. Se debió al decreto de Mardoqueo:

"Y escribió Mardoqueo estas cosas, y envió cartas a todos los judíos que estaban en todas las provincias del rey Asuero, cercanos y distantes, ordenándoles que celebrasen en día decimocuarto del mes de Adar, y el decimoquinto del mismo, cada año, como días en que los judíos tuvieron paz de sus enemigos, y como el mes de tristeza que se les cambió en alegría, y de luto en día bueno; que los hiciesen días de banquete y de gozo, y para enviar porciones cada uno a su vecino, y dádivas a los pobres. Y los judíos aceptaron hacer, según habían comenzado, lo que les escribió Mardoqueo. Porque Amán… había echado Pur, que quiere decir suerte, para consumirlos y acabar con ellos. Mas cuando Ester vino a la presencia del rey, él ordenó por carta que el perverso designio que aquél trazó contra los judíos recayera sobre su cabeza… por eso llamaron a estos días Purim… los judíos establecieron y tomaron sobre sí, sobre su descendencia y sobre todos los allegados a ellos, que no dejarían de celebrar estos dos días según escrito tocante a ellos, conforme a su tiempo cada año… y el mandamiento de Ester confirmó estas celebraciones acerca de Purim, y esto fue registrado en un libro… y Mardoqueo el judío fue el segundo después del rey Asuero, y grande entre los judíos, y estimado por la multitud de sus hermanos, porque procuró el bienestar de su pueblo y habló paz para todo su linaje" (Ester 9:20-10:3).

Así termina este hermoso relato de una joven que salvó a su pueblo, aunque si ella se hubiera negado, tal como Mardoqueo le dijo, "respiro y liberación vendrá de otra parte" (Ester 4:14). En este libro vemos la importancia del ayuno cuando estamos en emergencias, de jamás perder la esperanza si uno es parte de la "Israel de Dios" (Gálatas 6:16), que aquí se refiere a los que por fe han entrado a ser parte del pueblo de Dios. También entendemos por medio de este relato que Dios puede "intervenir" en la mente de cualquier persona, o a favor o en contra, y que Dios a veces espera hasta el último minuto para entrar en acción. Recuerden que el rey Saúl perdió la paciencia y sacrificó él mismo las ofrendas, justo cuando el profeta Samuel venía, instado por Dios a que esperara hasta el último minuto (1 Samuel 10:8; 1 Samuel 13:8-14).

Para las mujeres es un libro que debe animarlas a ser valientes y gráciles como Ester, que combinó la belleza con la inteligencia y la fe. Era un verdadero modelo de la mujer de Proverbios 31. Con esta conclusión terminamos el Libro de Ester.