#137 - 2 Reyes 6-9: "Últimos milagros de Eliseo; muere Jezabel"

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#137 - 2 Reyes 6-9

"Últimos milagros de Eliseo; muere Jezabel"

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Al principio del ministerio de Eliseo, Acab había muerto pero Jezabel aún reinaba con su hijo Joram sobre Israel y su hija estaba casada con el  rey, Joram de Judá. Ben-adad         I también había fallecido y su hijo Ben-adad II estaba ahora al mando. Dios cambiaría todo esto.

Como su padre, Ben-adad II siguió atacando a Israel, pero no contaba con Eliseo como agente de inteligencia para Israel, y consultando con sus siervos, dijo: En tal y tal lugar estará mi campamento. Y el varón de Dios envió a decir al rey de Israel: Mira que no pases por tal lugar, porque los sirios van allí. Entonces el rey de Israel envió a aquel lugar que el varón de Dios había dicho; y así lo hizo una y otra vez con el fin de cuidarse. Y el corazón del rey de Siria se turbó por esto; y llamando a sus siervos, les dijo: ¿No me declararéis vosotros quién de los nuestros es del rey de Israel? (pensaba que había un espía revelando sus planes). Entonces uno de los siervos dijo: No, rey señor mío, sino que el profeta Eliseo está en Israel, el cual declara al rey de Israel las palabras que tú hablas en tu cámara más secreta” (2 Reyes 6:8-12).

El rey sirio envió un gran ejército tras Eliseo y sitiaron a Dotán. "Y se levantó de mañana y salió el que servía al varón de Dios, y he aquí el ejército que tenía sitiada la ciudad, con gente de a caballo y carros. Entonces su criado le dijo: ¡Ah, señor mío! ¿Qué haremos? Él le dijo: No tengas miedo, porque más son los que están con nosotros que los que están con ellos"

Y oró Eliseo, y dijo: Te ruego, oh Eterno, que abras sus ojos para que vea. Entonces el Eterno abrió los ojos del criado, y miró; y he aquí que el monte estaba lleno de gente de a caballo, y de carros de fuego alrededor de Eliseo. Y luego que los sirios descendieron a él, oró Eliseo al Eterno, y dijo: Te ruego que hieras con ceguera a esta gente. Y los hirió con ceguera, conforme a la petición de Eliseo.

“Después les dijo Eliseo: no es este el camino, ni es esta la ciudad; seguidme, y yo os guiaré al hombre que buscáis. Y los guio a Samaria. Y cuando llegaron a Samaria, dijo Eliseo: Eterno, abre los ojos de éstos para que vean. Y el Eterno abrió sus ojos, y miraron, y se hallaban en medio de Samaria. Cuando el rey de Israel los hubo visto, dijo a Eliseo: ¿Los mataré, padre mío? Él le respondió: No los mates. ¿Matarías tú a los que tomaste cautivos con tu espada y con tu arco? Pon delante de ellos pan y agua, para que coman y beban, y vuelvan a sus señores. Entonces se le preparó una gran comida; y cuando habían comido y bebido, los envió, y ellos se volvieron a su señor. Y nunca más vinieron bandas armadas de siria a la tierra de Israel” (2 Reyes 6:15-23).

Así como Eliseo pidió que los soldados quedaran ciegos, pidió que les fuera devuelta la vista…

Hay dos principios importantes que podemos aprender de este relato. Primero no debemos olvidar jamás que hay ángeles que protegen al pueblo de Dios y a sus siervos. Dice la Biblia: "El ángel del Eterno acampa alrededor de los que le temen, y los defiende" (Salmos 34:7). A veces en momentos difíciles necesitamos más fe para confiar en Dios y recordar las palabras de Eliseo: "Te ruego, oh Eterno, que abras sus ojos para que vea" (2 Reyes 6:17).

El segundo principio es recordar no pagar al enemigo con la misma moneda sino hacerle bien cuando podamos. Como dijo Pablo: "No paguéis a nadie mal por mal; procurad lo bueno delante de todos los hombres. Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres. No os venguéis vosotros mismos, sino dejad lugar a la ira de Dios; porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor. Así que, si tu enemigo tuviere hambre, dale de comer (como lo hizo Eliseo); pues haciendo esto, ascuas de fuego (vergüenza, como sintieron los sirios) amontonarás sobre su cabeza" (Romanos 12:17-20).

Es esto lo que quiso decir Cristo cuando dijo: "Amad a vuestros enemigos… haced bien a los que os aborrecen" (Mateo 5:44).

Por esta bondad, ninguna banda armada quiso atacar, pero finalmente llegó el momento de cumplir la profecía de Elías sobre Acab por haber perdonado al rey sirio (1 Reyes 20:33-42). Así, los sirios sitiaron a Samaria, una forma terrible de ganar una guerra. Significa no dejar que nadie entre o salga de la ciudad, hasta que el hambre los obligue a rendirse o atacar. “Y hubo gran hambre en Samaria,  a consecuencia de aquel sitio; tanto que la cabeza de un asno se vendía por ochenta piezas de plata, y la cuarta parte de un cab de estiércol de palomas por cinco piezas de plata” (2 Reyes 6:25-26). La cabeza de asno es la peor parte para comer del animal, pero por la desesperación del pueblo, se comían cualquier cosa; la cabeza tenía menos de un kilo de carne. Llegó a tal punto el hambre, que dos mujeres se pusieron de acuerdo en comer a sus hijos, y efectivamente se comieron a uno,  pero cuando llegó el turno de la otra, rehusó y la otra se quejó al rey: “Cocimos, pues, a mi hijo, y lo comimos.  Al día siguiente yo le dije: Da acá tu hijo, y comámoslo. Mas ella ha escondido a su hijo” (2 Reyes 6:28). Estos castigos están predichos en Deuteronomio 28:15-53). “Pero acontecerá, si no oyeres la voz del Eterno tu Dios, para procurar cumplir todos sus mandamientos y sus estatutos que yo te intimo hoy, que vendrán sobre ti todas estas maldiciones, y te alcanzarán… Y comerás el fruto de tu vientre, la carne de tus hijos y de tus hijas que el Eterno tu Dios te dio, y el sitio y en el apuro con que te angustiará tu enemigo”. Este tipo de canibalismo ha sucedido en algunos de los grandes sitios de la historia. Ocurrió según el relato de Salmanasar cuando sitió a Babilonia; también pasó las dos veces que Jerusalén fue sitiada, una en 585 a.C. por los babilonios (vea Lam 2:20; Lam 4:10; Ezequiel 5:10) y la otra por los romanos en el año 70 d.C. donde Josefo, que estuvo allí, contó que mujeres comieron a sus hijos. Más reciente, en los años 70s en la cordillera de los Andes, en Chile, los sobrevivientes de un accidente aéreo, por el hambre, se comieron a algunos compañeros muertos.

Sigue el relato: "Cuando el rey oyó las palabras de aquella mujer, rasgó sus vestidos… y dijo: Así me haga Dios, y aun me añada, si la cabeza de Eliseo queda sobre él hoy" (2 Reyes 6:30-31). Esto, tiene que ver con la sequía que había predicho (vea 2 Reyes 8:1) y también que le había dicho al rey que aguantara el sitio hasta que viniera el rescate de Dios. Desesperado le envió un mensaje a Eliseo: “Ciertamente este mal del Eterno viene ¿Para qué he de esperar más al Eterno para el rescate? Dijo entonces Eliseo: Oíd palabra del Eterno: Así dijo el Eterno: Mañana a estas horas valdrá el seah de flor de harina un siclo, y dos seahs de cebada un siclo, a la puerta de Samaria. Y un príncipe sobre cuyo brazo el rey se apoyaba, respondió al varón de Dios, y dijo: Si el Eterno hiciese ahora ventanas en el cielo, ¿sería esto así? Y él dijo: He aquí tú lo verás con tus ojos, mas no comerás de ello.

¿Cómo logró Dios espantar un inmenso ejército? Dice la Biblia: “El Eterno había hecho que en el campamento de los sirios se oyese estruendo de carros, ruido de caballos, y estrépito de gran ejército; y se dijeron unos a otros: He aquí, el rey de Israel ha tomado a sueldo contra nosotros a los reyes de los heteos y a los reyes de los egipcios, para que vengan contra nosotros. Y así se levantaron y huyeron al anochecer, abandonando sus tiendas, sus caballos… y el campamento como estaba y habían huido para salvar sus vidas” (2 Reyes 7:6-7).

En forma chistosa, se relata que cuatro leprosos israelitas, famélicos, no teniendo otra salida, fueron al campamento sirio por si les entregaban algunas migajas de comida. En vez, se encontraron con un campamento abandonado y con todas las riquezas, comidas y vestuarios imaginables a su disposición. Luego de comer y beber hasta la saciedad, escondieron lo que podían de las riquezas y entonces le informaron al rey lo que encontraron. Eran leprosos pero no tontos. Al principio no creyeron las noticias, pero al fin se convencieron. Al enterarse, la gente salió tan rápido para conseguir la comida y el bolín que atropellaron al que había puesto en duda profecía (vea 2 Reyes 7:18).

Para ese entonces, la sequía terminaba y Eliseo le había dicho a la mujer sunamita que fuera a Filistea para evitarla. Al volver, se encontró que sus propiedades habían sido ocupadas por otras personas y fue a quejarse al rey. Llegó justo cuando Giezi estaba contándole al rey las hazañas de Eliseo. Impresionado de tener a la sunamita como testigo, el rey ordenó que le devolvieran todas sus posesiones (2 Reyes 8:1-6).

Ahora le tocó a Eliseo ir a Damasco para cumplir con la encomienda de Elías de ungir a Hazael como el nuevo rey de Siria.  El rey Ben-adad II estaba gravemente enfermo y al saber que el profeta Eliseo estaba en Damasco, le consultó por medio de Ásale si se sanaría o no. Eliseo le contestó que le dijera al rey lo que deseaba escuchar, esto es, el que sanaría, aunque no era lo que iba a suceder. El relato es parecido al de Acab y Micazas en 1 Reyes 22:15-17. Al predecir que Hazael sería el nuevo rey, le dijo a Eliseo: “Pues, ¿qué es tu siervo, este perro, para que haga tan grandes cosas?” (2 Reyes 8:13). Recuerda la humildad inicial de Saúl, pero estos tipos de hombre toscos y no espirituales normalmente se corrompen rápidamente por el poder. Eliseo vio lo que haría en el futuro: “sé el mal que harás a los hijos de Israel; a sus fortalezas pegarás fuego, a sus jóvenes matarás a espada y… a las mujeres que estén encintas” (8:12).

Hazael se sintió súbitamente importante y como vio que Ben-adad II aún podía vivir por unas semanas más, "apuró" el cumplimiento de la profecía. "El día siguiente, tomó un paño y lo metió en agua, y lo puso sobre el rostro de Ben-adad II, y murió; y reinó Hazael en su lugar”. (2 Reyes 8:15). Dice el Comentario Exegético: “En el Medio Oriente este paño es una gruesa colcha de lana o algodón, de modo que , con su gran peso, cuando está mojada, sería instrumento práctico para efectuar su propósito homicida, al sofocar a la persona sin dejar rastros del crimen” (p.297).

Mientras tanto, en Judá, se menciona que hubo un rey bajo la misma influencia de Jezabel, puesto que Joram, el rey, se casó con la hija de Jezabel. Hizo lo malo ante Dios pero pagaría por eso. Al regresar a Israel, Eliseo envía a uno de los profetas a ungir a Jehú,  un joven y valiente príncipe como rey sobre Israel. Tal como Dios había predicho por la muerte de Nabot, él borrará a la dinastía de Acab y mataría a Jezabel. Jehú y sus tropas van a Jezreel donde el rey Joram se estaba recuperando de sus heridas infligidas en su guerra contra Hazael de Siria. Al ver a Jehú, Joram sale para saludarle, pero se encuentra que Jehú, dijo: “¿Hay paz, Jehú? Y él respondió: ¿Qué paz con las fornicaciones de Jezabel tu madre, y sus muchas hechicerías? Entonces Joram volvió las riendas y huyó, y dijo a Ocozías: ¡Traición, Ocozías! 

"Pero Jehú tensó su arco, e hirió a Joram entre las espaldas; y la saeta salió por su corazón, y él cayó en su carro. Dijo luego Jehú a Bidcar su capitán: Tómalo, y échalo a un extremo de la heredad de Nabot de Jezreel. Acuérdale que… el Eterno pronunció esta sentencia sobre él, diciendo: Que yo he visto ayer la sangre de Nabot, y la sangre de sus hijos, dijo el Eterno; y le daré la paga en esta heredad, dijo el Eterno.

"Tómalo pues, ahora, y échalo en la heredad de Nabot, conforme a la palabra del Eterno" (2 Reyes 8:22-26), También mataron a Ocozías, el rey de Judá emparentado con Joram por haberse casado con la hija de Jezabel. Finalmente, también le llega a Jezabel. "Vino después Jehú a Jezreel y cuando Jezabel lo oyó, se pintó los ojos con antimonio, y atavió su cabeza, y se asomó a una ventana".

De esta manera trató de presentarse deslumbrante y seductora – pero lo hizo con el hombre equivocado. Jehú, lleno de la indignación de Dios, mandó tres eunucos que la atendían que la arrojaran por la ventana. Asustados por Jehú y sus soldados, la arrojaron al pavimento abajo. "Y parte de su sangre salpicó en la pared, y en los caballos; y él la atropelló. Entró luego, y después que comió y bebió, dijo: Id ahora a ver a aquella maldita, y sepultadla  pues es hija de rey. Pero cuando fueron para sepultarla, no hallaron de ella más que la calavera, los pies, y las palmas de las manos...y dijo: Esta es la palabra de Dios… de Elías: En la heredad de Jezreel comerán los perros las carnes de Jezabel" (2 Reyes 9:36). Así muere esta malvada mujer, símbolo en Apocalipsis 2:20 y Apocalipsis 17:3-6 de una religión seductora que políticamente se mantiene poderosa, finge espiritualidad y busca destruir a la verdadera iglesia. Esta duraría junto con la verdadera hasta los tiempos del fin, cuando Dios intervendrá y destruirá a esta Jezabel espiritual, cuya sede política y religiosa se llama Babilonia en Apocalipsis 17 y 18.