¿Es usted un soldado cristiano?
Cantamos el himno “Firmes y adelante” con gran entusiasmo, pero ¿creemos realmente lo que dice su letra? “Firmes y adelante, huestes de la fe, sin temor alguno que Jesús nos ve”. "Firmes y adelante” es un himno británico del siglo xix. La letra de la versión original en inglés fue escrita por Sabine Baring-Gould en 1865, quien quería que los escolares ingleses cantaran mientras marchaban. La música fue compuesta por Arturo Sullivan en 1871. Él, inspirado por la esposa de su amigo Ernest Clay Ker Seymer, en cuya casa de campo la compuso, le puso por nombre “Santa Gertrudis” a la melodía. El himno fue cantado al final de la película ganadora de los Premios Óscar 1942 (Mrs. Miniver) y también en el funeral del presidente estadounidense Dwight Eisenhower. Incluso el Ejército de Salvación adoptó el himno como su canto procesional favorito.
El tema proviene de pasajes en el Nuevo Testamento que hacen alusión al cristiano como un soldado de Cristo. Por ejemplo, 2 Timoteo 2:3 dice: “Tú, pues, sufre penalidades como buen soldado de Jesucristo”. ¿Somos acaso verdaderos soldados cristianos? ¿Estamos plenamente comprometidos y motivados con nuestra misión y cometido? ¿O nos hemos vuelto demasiado pasivos en nuestra misión y cometido individual de ser soldados cristianos y embajadores de Cristo?
¿A qué me refiero con pasivo? A que adoptamos la actitud de que no se puede hacer nada y que las cosas no van a cambiar hasta que Cristo venga y se establezca su reino en la Tierra. Veo a hermanos que vienen a la Iglesia y se sientan pasivamente con expresión de complacencia en su rostro, pero si traen una Biblia, no la abren, y mucho menos toman notas. Dicha actitud trae a la mente la parábola de las diez vírgenes. Este estado mental refleja la descripción que hace Juan de los laodicenses. La referencia a que son “ciegos” parece indicar que no saben que lo son (Apocalipsis 3:14-22).
¿Estamos viviendo como si hubiésemos sido trasladados al reino de su amado Hijo? Según el apóstol Pablo, aquellos que se han arrepentido y han recibido el Espíritu Santo de Dios han sido trasladados al reino de su amado Hijo (Colosenses 1:13). ¿O nos hallamos inmersos en la corrección política del día, según la cual todo lo que es gris y malo es llamado bueno, lo bueno es llamado malo, y la palabra de moda es tolerancia?
Dios desea fervientemente que le entreguemos todo nuestro afecto y nuestro ser. Él es un Dios celoso y con él no hay medias tintas: uno no puede servir a Dios y a Mamón [el dios de las riquezas]; es decir, no podemos perseguir las cosas de este mundo (Santiago 4:4-7) y permitir a Cristo vivir su vida en nosotros.
¿Somos soldados cristianos y embajadores de Cristo? ¿Somos embajadores del Reino de Dios? ¿Es Cristo verdaderamente parte de nuestras vidas? Note la pregunta que Pablo hace en Efesios 4:1: “Yo pues, preso en el Señor, os ruego que andéis como es digno de la vocación [la palabra griega es klesis, que significa llamamiento] con que fuisteis llamados”. Demasiadas personas manejan su vida espiritual como si fuese una actividad recreativa, algo que solo hacen el día sábado. Por el contrario, los soldados están de turno 24 horas al día, 7 días de la semana.
De todos los desafíos que enfrentamos como pueblo de Dios hoy por hoy, creo que el mayor de todos es que las preocupaciones de este mundo se han vuelto nuestra principal prioridad y han estrangulado y sofocado el celo de nuestras almas y mentes. El día sábado tendemos a estar exhaustos porque hemos gastado todo nuestro tiempo y energía durante la semana tratando de sobrevivir. Nos hemos vuelto víctimas del “síndrome de supervivencia”: estamos convencidos de que hay demasiadas cosas físicas que debemos llevar a cabo para poder sobrevivir, pero Cristo dice: “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (Mateo 6:33). El desafío para nosotros es avivar el Espíritu y encender el fuego y amor por la verdad y los hermanos. Apartemos las cargas de este día y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante.
No debemos vivir como si el reino fuera solamente una esperanza débil para el futuro. Se nos ha hecho el más importante de los llamamientos y no hay mejor llamado que ser invitados a ser hijos o hijas del gran Rey del universo. Hemos sido llamados para gobernar y reinar con Dios y Cristo sobre todo el mundo. ¿Valoramos nuestro llamado a convertirnos en miembros del sacerdocio real de Dios, a ser reyes y sacerdotes en el Reino de Dios?
El Nuevo Testamento está repleto de amonestaciones a pelear y luchar seriamente por la fe una vez entregada. Cuando nos sumergimos en la tumba acuática del bautismo, nos convertimos en soldados cristianos y embajadores de Cristo. Nuestra meta final y razón de ser es convertirnos en amor, tal como nuestro Padre celestial lo es, y nacer en su familia durante la resurrección.
Satanás también tiene una razón de ser: impedir el cumplimiento de las profecías, hacer de Dios un mentiroso, arruinar su plan de salvación y destruir a la humanidad. Satanás tiene un poder inmenso y está continuamente en pie de guerra. Recuerde las palabras de Pablo: “Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza. Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo. Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes” (Efesios 6:10-12).
Pablo utiliza la metáfora de una armadura militar para describir nuestra armadura espiritual. Satanás ahora tiene a su disposición la tecnología comunicacional y conductual para continuar engañando al mundo entero. Pero como Pablo afirma, las armas de nuestra guerra son espirituales: “Pues aunque andamos en la carne, no militamos según la carne; porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo, y estando prontos para castigar toda desobediencia, cuando vuestra obediencia sea perfecta” (2 Corintios 10:3-6). Tenemos más poder a nuestra disposición que todos los secuaces y artimañas de Satanás juntos.
Una de las doctrinas fundamentales que la Iglesia de Dios enseña es el propósito de la existencia humana. En mi opinión, estas son las seis grandes preguntas de todos los tiempos: 1) ¿quién es Dios?; 2) ¿qué es Dios?; 3) ¿cuál es su propósito?; y el corolario de estas preguntas: 4) ¿quién es el hombre?; 5) ¿qué es el hombre?;6) ¿cuál es su propósito?
La cultura de Dios será la única cultura permitida en el maravilloso mundo de mañana. Esa cultura será establecida sobre el fundamento del conocimiento moral y espiritual: la Palabra de Dios.
Los jóvenes de la Tierra se han convertido en el blanco. ¿Acaso saben y comprenden realmente cuál es su razón de ser? Algunos de nuestros jóvenes simplemente están esperando el momento para irse de su hogar, independizarse y vivir como el resto del mundo. Desde luego, el glamour y brillo de este presente siglo malo son atractivos a la lujuria de la carne, la lujuria de los ojos y el orgullo de la vida. Si quieren contrarrestar la intensa presión para conformarse que sufren sus hijos, los padres deben enseñarles qué es importante y cuál es la razón real de su existencia. Estamos en búsqueda de la gloria, el honor, la inmortalidad y la vida eterna en el Reino de Dios (Romanos 2:7). Si no les enseñamos con diligencia su razón de ser, se hallarán indefensos frente a una cultura obsesionada con vivir solo el presente.
Jóvenes y adultos se han vuelto víctimas en nombre de la tolerancia y la corrección política. Pareciera que la marea de la corrección política ha hecho que algunos se vuelvan incapaces de mantenerse firmes como soldados cristianos. Pero tanto los jóvenes como los adultos debemos tener a nuestra disposición armas espirituales que nos permitan ganar la victoria sobre Satanás.
Mucha gente ha entrado a la Iglesia por las profecías, y para algunos estas son aún más importantes que nuestra razón de ser. Note las palabras de Pablo: “Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser como metal que resuena, o címbalo que retiñe. Y si tuviese profecía, y entendiese todos los misterios y toda ciencia, y si tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase los montes, y no tengo amor, nada soy. Y si repartiese todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregase mi cuerpo para ser quemado, y no tengo amor, de nada me sirve”(1 Corintios 13:1-3).
El meollo de las enseñanzas de Cristo es que nos convirtamos en amor, tal como Dios es amor. Cuando un fariseo e intérprete de la ley le preguntó a Jesús cuál mandamiento era el más importante, él le respondió: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas” (Mateo 22:37-40). Note la aserción hecha en el versículo 40, de que la ley y los profetas dependen de los dos grandes mandamientos.
La profecía sí es importante, ya que una comprensión inadecuada de ella es una de las maneras que Satanás utiliza para engañar al mundo a fin de que acepte al anticristo. No seremos engañados si nos adherimos al tronco del árbol. Puede que haya algunos que tengan el don de la profecía y comprendan todos los misterios, pero fracasarán si no están adquiriendo la naturaleza de Dios. Dios es amor (1 Juan 4:8; 16).
¿Hemos perdido la motivación y el entusiasmo de marchar firmes al reino como soldados cristianos? No debemos claudicar. Si continuamos marchando hacia adelante, armados con la Palabra de Dios y su Espíritu, no podemos fracasar. “Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?” (Romanos 8:3-31). EC