¿Es usted un mensajero de la verdad?
Mientras estuvimos en California, visitamos la sede central de Facebook en Menlo Park. Esta plataforma de red social es la más utilizada a nivel mundial y cuenta con dos mil quinientos millones de usuarios, incluyendo otros servicios pertenecientes a Facebook tales como Instagram y Whatsapp. Lo más probable es que usted utilice uno de estos. Más de veinticinco mil personas trabajan para Facebook. Michael McNally, un director de ingeniería en Facebook que supervisa al equipo encargado de la integridad de las noticias, nos dio un recorrido privado de las instalaciones. Su equipo de setenta ingenieros utiliza inteligencia artificial para combatir la información errónea llamada “noticias falsas”. Su grupo también lucha contra las propagandas basura, Fakenews, fraudes y abusos en las páginas de Facebook.
Esta experiencia me hizo apreciar no solo la tecnología innovadora, sino también la siempre presente naturaleza humana en un mundo interconectado, donde los seres humanos se acercan entre sí. En las redes sociales existe la libertad para decirle al mundo lo que a uno mejor le parezca en cuanto a sus puntos de vista y prejuicios.
Pero surgieron algunas preguntas: ¿Son verdaderamente posibles la objetividad y la neutralidad? ¿Cuánto prejuicio es “aceptable” y en qué punto se vuelve el contenido un engaño y falsedad? Y luego, en el siguiente paso, ¿cómo se ven afectados los consumidores del contenido que pudo haber sido manipulado?
La información errónea es muy latente. Aquellos que publican contenidos en las plataformas de las redes sociales se ven luego forzados a actuar restringiendo o eliminando material que cruza la barrera de la decencia (utilizando complejos algoritmos desarrollados por un equipo excepcionalmente inteligente de ingenieros).
Una de las funciones principales de quienes llevamos a cabo la obra de Dios es diseminar la verdad. La última oración de corazón de Jesús por sus discípulos fue que fuesen apartados por la verdad de Dios, porque la Palabra de Dios solo dice la verdad: “Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad. Como tú me enviaste al mundo, así yo los he enviado al mundo. Y por ellos yo me santifico a mí mismo, para que también ellos sean santificados en la verdad” (Juan 17:17-19).
¿Qué tan en serio tomamos la responsabilidad de promover lo que es cierto y correcto? ¿Tenemos cuidado de decir la verdad al impartir la doctrina, tal como la hemos llegado a entender colectivamente y según consenso? ¿Estamos discerniendo si la información que nos llega es creíble? Un hecho interesante expresado durante el recorrido de la sede de Facebook fue que los conservadores tienden a creer más que los liberales en los escenarios tipo conspiración. Además, esta tendencia de creer en contenidos extremos es más prevalente en la gente mayor que en los jóvenes.
Cuando hablamos, ya sea pública o privadamente, nos enfrentamos a dos opciones: decir la verdad o mentir. Aquí es donde debemos aplicar el noveno mandamiento: “No hablarás contra tu prójimo falso testimonio”.
Dos de las características que definen a Satanás son “asesino” y “mentiroso”: “Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer. Él ha sido homicida desde el principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira” (Juan 8:44).
Las mentiras enardecen a la gente y la hacen confrontarse. Las guerras comienzan con palabras que desembocan en conflicto y destrucción.
No solo debemos tener cuidado de no creer todo lo que oímos, sino que además debemos ser cuidadosos con lo que comunicamos. Puede que al compartir información con otros, ya sea en persona o en la red, seamos mensajeros involuntarios de testimonios falsos.
El noveno mandamiento es mencionado muchas veces en la Palabra de Dios. Aquí hay algunos ejemplos:
“No mintáis los unos a los otros, habiéndoos despojado del viejo hombre con sus hechos” (Colosenses 3:9).
“Por lo cual, desechando la mentira, hablad verdad cada uno con su prójimo; porque somos miembros los unos de los otros” (Efesios 4:25).
“Seis cosas aborrece el Eterno, y aun siete abomina su alma: Los ojos altivos, la lengua mentirosa, las manos derramadoras de sangre inocente, el corazón que maquina pensamientos inicuos, los pies presurosos para correr al mal, el testigo falso que habla mentiras, y el que siembra discordia entre hermanos” (Proverbios 6:16-19).
De hecho, la información errónea, la conducta engañosa, la prevaricación, los fraudes, el engaño y las mentiras causan conflictos, malas intenciones y, en última instancia, la destrucción. Sea cauteloso y consciente de decir la verdad, y de no engañar sin darse cuenta.
Estamos muy agradecidos de tener a un Dios verdadero que no puede mentir (Tito 1:2). Así es que a medida que seguimos adelante, debemos elevar la calidad de la información que proviene de nosotros. EC