#027 - Génesis 20-24
"La prueba suprema de Abraham y su vida posterior"
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#027 - Génesis 20-24: "La prueba suprema de Abraham y su vida posterior"
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Luego de la destrucción de Sodoma y Gomorra, Lot se mudó a Zoar. Después de semejante destrucción, las hijas pensaron que el cataclismo había cubierto toda la tierra, y en esta desesperación para repoblar a la tierra, embriagaron a su padre para quedar embarazadas. Lot, desde luego, no tuvo la culpa pues fue engañado por sus hijas. Puesto que estos hijos fueron los nuevos fundadores de esa región devastada, los descendientes de ellos tomaron el nombre de los dos hijos, Moab y Amón para llamar sus tribus, los moabitas y los amonitas. Hoy día todavía viven sus descendientes, llamados los jordanos de Jordania.
Abraham mientras tanto, al ver la destrucción de estas ciudades que "el humo subía de la tierra como el humo de un horno" (Génesis 19:28), se fue de Hebrón al suroeste, a la región costera alrededor de la ciudad de Gerar.
Aquí Abraham de nuevo teme por su vida al entrar como forastero en una ciudad extraña donde tenían como costumbre tomar a la mujer bella y matar al esposo. Sin embargo, Dios le muestra que no debía tener miedo y confiar en él, pues interviene al revelarle al Rey Abimelec que Abraham era su protegido y que debía devolver a Sara a su esposo. Para asegurarse Dios que el rey cumpliera con la orden, hizo a todas las mujeres de esa casa estériles hasta que Abraham orase por ellas.
Fue durante la estadía en la tierra costera que por fin le nace el hijo prometido, Isaac, que significa risa por haberse reído Sara de la idea que aún podía tener un hijo al ser estéril y a su edad. Ismael ya tenía 15 años y Agar se burlaba de Isaac, el hijo que causaba risa. Llegó a tal extremo que Sara ya no la aguantaba más y fue expulsada del hogar. Ella se fue al sur, al desierto de Parán, y allí Ismael se casó con una egipcia, como era su madre.
El Rey Abimelec ve cómo Dios bendice a Abraham, y que donde va encuentra pozos de agua que inmediatamente traen vida a la tierra para pacer el ganado y cultivar la tierra. Hay un lugar en particular donde Abraham encuentra siete pozos alrededor y la llama Beerseba, o el lugar de los siete pozos. Allí hacen Abraham y el Rey Abimelec un pacto de amistad. Este lugar sería famoso en los tiempos de las tribus de Israel, pues figura como la frontera meridional de Israel.
"Beerseba es la ciudad principal del Neguev (el semidesierto del sur de Israel), ubicada en la unión de la vía hacia el sur desde Hebrón hasta Egipto, y la ruta que recorre hacia el norte desde Arabá hacia la costa. Sirvió como límite de la población de Israel y de ese modo el territorio total podía ser designado como "desde Dan hasta Beerseba" (Jueces 20:1) (Diccionario Arqueológico de la Biblia, p.1 53).
La expulsión de Agar con Ismael es usada por el Apóstol Pablo como un paralelo entre el Antiguo y el Nuevo Pacto:
“Ismael ya era de unos 15 años (Génesis 21:5-8; Génesis 16:16) Pablo usó la historia de estos dos niños como alegoría de los pactos mosaicos y cristianos (Gálatas 4:21-31) …'Beerseba era una región semidesértica, y tales pozos eran una posesión inapreciable. Estos mismos pozos aún existen" (Compendio Manual de la Biblia, Halley, p. 98).
Llegamos ahora a la prueba suprema que tendía Abraham, y quizás la más difícil que pudiera tenerla cualquier ser humano – el ofrecer en sacrificio a un hijo único por obedecer a Dios.
“Aconteció después de estas cosas, que probó Dios a Abraham, y le dijo: Abraham. Y él le respondió: Heme aquí. Y dijo: Toma ahora tu hijo, tu único, Isaac, a quien amas, y vete a tierra de Moriah, y ofrécelo allí en holocausto sobre uno de los montes que yo te diré” (Génesis 22:1-2).
Esta prueba trascendental es un tipo de prueba que tendría que llevar a Dios el Padre al ofrecer a su único hijo, Jesucristo, mediante la crucifixión, justo al lado del Monte Moriah.
“La ofrenda de Isaac era un cuadro profético de la muerte de Cristo. El padre ofrenda a su hijo. El hijo estuvo como muerto tres días (en la mente de Abraham, vs. 4). Un sustituto, y un sacrificio verdadero. Y todo esto sobre el Monte Moriah (o Sión), el mismo lugar donde, 2000 años después, fue sacrificado el Hijo de Dios. De esta manera fue una sombra, en los comienzos mismos de la nación hebrea, del gran evento que aquella nación fue creada para traer” (Halley, p.99). El templo está encima del lugar.
La Biblia nos habla de la tremenda fe que tuvo Abraham al superar esta terrible prueba: “Por la fe Abraham, cuando fue probado, ofreció a Isaac; y el que había recibido las promesas ofrecía su unigénito, habiéndosele dicho: En Isaac te será llamada descendencia; pensando que Dios es poderoso para levantar aun de entre los muertos, de donde, en sentido figurado, también le volvió a recibir” (Hebreos 11:17-19).
Una vez vencida esta gran prueba, quedan dos incidentes finales en la vida de Abraham: La muerte de Sara y la búsqueda de la esposa para Isaac.
Sara murió a la edad de 127 años. Abraham muestra una característica que se repite durante toda su vida – el no aprovecharse de los favores de los demás y más bien dejar siempre las cuentas bien cuadradas: “…respondió Efrón heteo a Abraham… No, señor mío, óyeme: te doy la heredad, y te doy también la cueva que está en ella… Entonces Abraham respondió… cuatrocientos siclos de plata, de buena ley entre mercaderes… Después de esto sepultó Abraham a Sara su mujer en la cueva de la heredad de Macpela al oriente de Mamre, que es Hebrón, en la tierra de Canaán” (Génesis 23:10-19).
Ahora bien, este Efrén no era tan generoso como parecía, pues al regalarle la cueva a Abraham con sus alrededores, Abraham tendría que presentarle ciertos servicios.
“La compra por Abraham de la propiedad de Efrén el heteo, para el entierro, se puede entender a la luz del código de leyes heteo hallado en Boghazkoy, Turquía. El código estipula que un comprador debe prestar ciertos servicios feudales, si compra toda la propiedad, el vendedor continuará con la obligación. Aunque Abraham sólo requirió la cueva en la orilla del campo de Efrén como el lugar para sepultura (Génesis 23:9), Efrén insistía en que le comprara todo el terreno (Génesis 23:11). Efrén evidentemente vio la oportunidad de deshacerse de sus obligaciones, haciendo a Abraham feudatario de todo el campo” (Diccionario Arqueológico de la Biblia, p. 12).
El último episodio de la vida de Abraham es dejar a Isaac con una esposa de su parentela, y así asegurar que seguiría la verdadera religión y no la de los cananeos idólatras. Le dice a su mayordomo: “No tomarás para mi hijo mujer de las hijas de los cananeos, entre los cuales yo habito; sino que irás a mi tierra y a mi parentela, y tomarás mujer para mi hijo Isaac” (Génesis 24:3-4).
Dios estaba detrás de esta decisión, pues le había hablado a Abraham diciéndole: “…A tu descendencia daré esta tierra; él enviará su ángel delante de ti, y tú traerás de allá mujer para mi hijo” (Génesis 24:7).
Así fue como el criado viajó a la ciudad de Nacor en Mesopotamia y trajo a Rebeca para que se casara con Isaac. Es un hermoso relato de la fidelidad del mayordomo y de la fe de Rebeca al creer que Dios estaba guiando todo y que Isaac sería la persona indicada para ella. Todo resultó de maravilla, y fue la esposa ideal para Isaac. Así se cumple la promesa que Dios hace, no solo para Isaac, sino para todos los jóvenes que confían en Dios:
“La casa y las riquezas son herencia de los padres; Mas de El Eterno la mujer prudente” (Proverbios 19:14).
Abraham murió a los 175 años y fue sepultado en la misma cueva de Macuela, al lado de su esposa Sara. Así concluye la historia de nuestro “padre de la fe” quien estará en la primera resurrección, sirviendo bajo el mismo Cristo sobre la tierra prometida, que entonces abarcará toda la tierra, y entonces realmente será “padre de muchos pueblos”. Nosotros también podremos compartir esa misma herencia si somos fieles hasta el fin.
“…cuando veáis a Abraham, a Isaac, a Jacob y a todos los profetas en el reino de Dios… porque vendrán del oriente y del occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios” (Lucas 13:28-29). “Por la fe Abraham, siendo llamado, obedeció para salir al lugar que había de recibir como herencia; y salió sin saber a dónde iba. Por la fe habitó como extranjero en la tierra prometida como en tierra ajena, morando en tiendas con Isaac y Jacob, coherederos de la misma promesa; porque esperaba la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios… porque les ha preparado una ciudad… Y todos éstos, aunque alcanzaron buen testimonio mediante la fe, no recibieron lo prometido… para que no fuesen ellos perfeccionados aparte de nosotros” (Hebreos 11:8-10, Hebreos 11:16, Hebreos 11:39-40).