Cómo tener conversaciones eficaces
A pesar de que algunas personas no admiten fácilmente que necesitan a otros, no cabe duda de que todos nos necesitamos mutuamente. Es preciso que interactuemos con otros seres humanos, porque a largo plazo es devastador sentirse solo y carente de amor. Todos poseemos un vasto cúmulo de experiencias específicas, habilidades, intereses, un amplio repertorio de material aprendido, un coeficiente intelectual que no podemos cambiar, y muchas otras cosas que han contribuido a que seamos lo que somos. Interactuar con otras personas puede ser amedrentador porque nuestras mentes contienen una verdadera montaña de información y material que tal vez tratamos de transmitir en un breve mensaje, y puede que no seamos muy hábiles para comunicarlos. Esa montaña de información también puede incluir ideas y pensamientos necios, además de estar pobremente organizada y sopesada.
También es posible que los depositarios de la información que estamos intentando entregar estén distraídos o tengan una comprensión limitada, diferencias lingüísticas, alguna deficiencia auditiva u otros muchos factores que pueden interferir para que no entiendan claramente el mensaje. Por tanto, en cierto modo estamos discapacitados cuando tratamos de transmitir un mensaje a otros y también como oyentes. Además de todo ello, podemos tener problemas de memoria corta (lo cual varía de persona a persona) y una gama de impresiones que nos hemos formado o hemos aceptado y que nuestra mente no ha interpretado correctamente. De hecho, podemos escuchar sin oír (Mateo 13:13-16).
Cuando estamos preocupados, las palabras entran en nuestros oídos pero parecen no llegar a nuestro cerebro. Para ser honestos, todos hemos preguntado demasiadas veces “¿Qué fue lo que dijo?” porque no hemos puesto atención. ¿Qué podemos hacer para mejorar en este sentido y lograr que los demás escuchen nuestro mensaje?
Con un poco de ayuda y práctica podemos desarrollar nuestra habilidad para transmitir lo que queremos decir. Sin embargo, es posible que no resolvamos completamente el problema porque la comunicación involucra al que habla y al que escucha, y solo podemos controlar lo que respecta a nosotros.
¿Qué pasos debemos tomar para alcanzar el mejor nivel de comunicación posible? Una buena comunicación consiste de dos partes: primero, hacer una afirmación clara y fácil de entender, y segundo, asegurarse de que nuestro interlocutor esté escuchando. Esto es una vía de doble sentido, ya que tanto nosotros como los demás queremos ser entendidos. En estas dos áreas podemos trabajar para ser más claros y concisos al escoger nuestras palabras y, hasta cierto punto, para asegurarnos de que la otra persona esté realmente escuchando. También podemos aprender a ser buenos oidores. ¿Somos capaces de captar la atención de los demás? Si no es así, la comunicación será un fracaso.
La buena comunicación se construye sobre la base de escuchar con paciencia, tener una mente abierta, nuestros prejuicios bajo control y una actitud de respeto hacia la otra persona. Poner atención y escuchar mejora notablemente el aspecto de comprender al otro. En Santiago 1:19, la Biblia nos dice que seamos “prontos para oír y tardos para hablar” (si realmente queremos entender a la otra persona). Al ser prontos para oír no solo facilitamos que el mensaje del otro logre su propósito, sino también le demostramos que queremos escucharlo y comprenderlo y lo alentamos a prepararse para escuchar nuestra respuesta. Pocas cosas arruinan más rápido una conversación que una persona que responde antes que la otra haya expresado plenamente sus pensamientos.
Cuando yo era asistente ministerial, una vez acompañé a un pastor que tenía el mal hábito de contestar una pregunta antes de que esta fuera formulada en su totalidad. La persona que estaba tratando de explicar su problema se exasperaba con frecuencia, porque la respuesta que recibía mostraba que el ministro había malentendido absolutamente su pregunta. La manera más segura de acabar con una conversación es ser interrumpido antes de que logremos decir todo lo que queremos.
Escuchar activamente comprende prestar mucha atención a lo que la otra persona está diciendo, hacer preguntas para aclarar el asunto, y repetir lo que ella dice para asegurarse de que estamos entendiéndola bien (“Entonces, lo que usted me está diciendo es . . .”). Al escuchar de manera activa podemos entender mejor a nuestro interlocutor y demostramos tener una habilidad que él puede sentirse motivado a desarrollar. Debemos darnos cuenta de que estorbos tales como un lenguaje pobre, atención deficiente, distracciones u otros factores pueden dificultar la comunicación eficaz de nuestro mensaje a la otra persona. Esto se puede evitar simplemente usando sabiduría y dándonos cuenta de que tal vez ese momento no es el adecuado. Eclesiastés 3:7 nos dice que hay tiempos buenos y malos para entregar un mensaje. El escoger nuestras palabras con cuidado y consideración hacia la otra persona juega un importantísimo papel a la hora de preparar el camino para entregar nuestro mensaje.
Pablo dijo que debíamos aprender a hablar con gracia, sazonando con sal (que añade sabor) nuestras palabras para saber cómo responder a los demás (Colosenses 4:6). Nuestro Creador nos dice que discutamos con él (Isaías 1:18, Dios Habla Hoy), pero nuestras mentes carecen de la habilidad de razonar con Dios porque él es mentalmente muy superior a nosotros (Isaías 55:3-9). Con esto él no quiere decir que podemos enseñarle cosas que él no sabe, pero nos anima a comunicarnos, lo cual a su vez aumenta nuestro entendimiento.
Es interesante que cuando una persona está atribulada y anda en búsqueda de ayuda, los sicólogos dicen que la mejor manera de ayudarla es escucharla. La capacidad de formular apropiadamente nuestros pensamientos es el comienzo del aprendizaje. A menudo, cuando concluimos nuestras oraciones somos capaces de entender mejor nuestros problemas, y al formular nuestras palabras y pensamientos, frecuentemente nos entendemos mejor a nosotros mismos.
Hay algunos aspectos necesarios para transmitir eficazmente nuestro mensaje que es importante conocer:
(1) El lenguaje corporal, el contacto visual, los gestos y el tono de voz son parte del mensaje. Ponga atención al mensaje no verbal que tanto usted como la otra persona están enviando durante el intercambio.
(2) Evite divagar y limítese a su tema. La claridad es indispensable; explique su mensaje claramente en pocas palabras.
(3) Hablar en un tono amistoso, hacer una pregunta personal o simplemente sonreír contribuyen notoriamente a alentar a la otra persona para que escuche. Sea amistoso (Proverbios 18:24).
(4) Muestre seguridad entablando contacto visual y usando un tono amistoso, pero firme. Evite hacer afirmaciones que parezcan preguntas, y también parecer agresivo o arrogante.
(5) La empatía consiste en mostrar a los demás respeto y comprensión en cuanto a su punto de vista. Comentarios como “Eso que dice tiene mucho sentido” o “Entiendo su punto de vista” demuestran que usted está escuchando. Y en la medida que usted los respeta, ellos le retribuirán el respeto.
(6) Piense y prepárese para dar su opinión mientras escucha, pero no antes de que la persona haya expresado enteramente su pensamiento.
(7) La gente estará más dispuesta a escucharlo si sabe que usted respeta sus ideas. Evite distracciones como un teléfono celular, y enfóquese en la conversación.
(8) Escoja el momento y lugar correctos para la comunicación. Lo que usted está tratando de transmitir en un mensaje depende en gran parte de dónde, cuándo y cómo lo transmite. Las circunstancias no siempre son las mismas, pero darle cierta prioridad al “cuándo” va a ayudar al éxito de la conversación.
La gente llega a conclusiones equivocadas cuando siente que no puede comunicarse. Todos podemos aprender nuevas habilidades, pero para ello se requiere esfuerzo, pensamiento y acción. Medite sobre estos puntos, y póngalos en práctica. Busque un oído amistoso que pueda ayudarle; la práctica hace la perfección. EC