Cómo reparar el daño moral
Daño moral es una expresión acuñada recientemente y que se usa para describir una crisis de conciencia. Los psicólogos han llegado a la conclusión de que este mal ha afectado a muchos soldados a lo largo de los siglos. Se trata del daño interno que provoca el hacer algo que contradice nuestro código moral y lastima nuestra conciencia. En una situación de combate, el daño causado a la conciencia de un soldado puede ser el resultado de seguir o emitir ciertas órdenes o presenciar algo profundamente ofensivo para sus principios morales. El daño moral ocurre cuando la persona ha transgredido sus creencias y valores morales más preciados, pero no es algo que afecta exclusivamente a los soldados: el ciudadano común y corriente también puede ser víctima de este mal.
Sobredosis de morfina
Permítanme contarles el caso del Sargento de Primera Clase Marshall Powell, ya jubilado, que sirvió en Irak como parte del ejército de los Estados Unidos. Según lo que él cuenta, se le diagnosticó daño moral.
He aquí algunos fragmentos de un artículo escrito por él en la revista estadounidense Guideposts:
“Justo después de la medianoche del 11 de agosto de 2007, escuchamos un bombazo . . . Aparecieron camiones cargados de víctimas, civiles iraquíes gravemente quemados. Había sangre por todos lados, y algunos ya estaban muertos; teníamos solo diez camas, pero había al menos el triple de víctimas. Era mi responsabilidad decidir quiénes serían atendidos . . .
“Nos encargamos primero de los casos más urgentes, pero transcurrió cerca de una hora antes de que la viera: una diminuta niñita iraquí, de no más de seis años, que yacía sobre una frazada en el corredor. Estaba quemada, cubierta de sangre. Agonizaba, y yo no podía hacer nada ante sus lastimeros quejidos. Sin embargo, aún en su agonía, su rostro reflejaba una dulzura que me hizo recordar a mi sobrina.
“‘Tengo que aliviar su sufrimiento’, me dije. ‘Esta niña está padeciendo horriblemente’. Tomé una jeringa y la llené con varias dosis de morfina. Coloqué un dispensador de solución intravenosa y le fui agregando dosis tras dosis, suficientes para . . .
“Ella me sonrió y yo le devolví la sonrisa y le dije que todo iba a estar bien. Entonces, exhaló su último aliento y falleció. Había matado a esa pequeña niña.
“Llevé su cuerpo destrozado a la morgue, y luego entré a mi oficina y lloré. Intenté convencerme de que había hecho lo correcto, pero la duda me atormentaba. Esta niña inocente, que nunca debiera haber estado en una zona de guerra . . . Y yo le había robado sus últimos momentos, como si fuera Dios. Sí, era cierto que no había absolutamente nada que pudiéramos haber hecho por ella, y estaba sufriendo horriblemente. Yo sabía muy bien lo que estaba haciendo con esa jeringa llena de morfina, pero ¿acaso ‘no hagas daño‘ no era el principio primordial de la medicina? ¿Acaso mi propósito no era el de sanar?
“Tres meses más tarde ya estaba en mi hogar en Hawái y luchaba por volver a mi antigua rutina, pero mi trabajo ya no tenía el mismo significado . . . me invadía una ira constante, y me sentía muy solo. Una noche, en mis sueños, la vi: aquella niñita, su rostro mirándome, justo antes de morir. Desperté gritando. Noche tras noche aparecía en mis sueños, tanto así, que me daba miedo irme a dormir. No había nadie con quien poder conversar; los demás no habían estado allí, y eran incapaces de entender” (“An Irak Veteran Comes to Terms With Moral Injury” [“Veterano de la guerra en Irak asume su daño moral”], Guideposts, 18 de abril de 2017).
Este tipo de historia es la misma que pueden contar una y otra vez los soldados que han experimentado sentimientos de culpa similares por lo que se les exigió hacer en tiempos de guerra. Sin embargo, como dije al principio, los soldados no son los únicos afectados por el daño moral.
Muchos estudios psicológicos han revelado que la mayoría de los seres humanos son plenamente capaces de hacerles cosas terribles a sus semejantes. De hecho, algunos estudios han concluido que, dadas las circunstancias propicias (hambrunas, catástrofes nacionales y la amenaza a la propia familia), la persona promedio está a solo seis días de cometer homicidio.
Experimento sobre la obediencia
¿Ha escuchado hablar de Stanley Milgram? Fue un psicólogo social estadounidense que vivió entre 1933 y 1984. Se le conoce principalmente por su controvertido experimento acerca de la obediencia, conducido en la década de 1960 mientras ejercía como profesor en la Universidad de Yale. Para este experimento, Milgram fue influenciado por los acontecimientos del Holocausto judío, especialmente por el juicio a Adolf Heinman.
Un artículo publicado en 1990 en el periódico estadounidense American Psycologist resumió así los experimentos de Milgram sobre la obediencia:
“Según el paradigma básico de Milgram, un sujeto entra a un laboratorio creyendo que está a punto de tomar parte en un estudio sobre memoria y aprendizaje. Después de habérsele asignado el papel de maestro, al individuo se le pide que le enseñe asociación de palabras a un estudiante (que en realidad es un colaborador del experimento). El método de enseñanza, sin embargo, no es convencional: se deben administrar choques eléctricos cada vez más intensos al estudiante.
“Una vez que el nivel del choque eléctrico supuestamente alcanza ciento punto, el sujeto se ve enfrentado a un conflicto. Por otro lado, el estudiante atado exige ser liberado, parece estar sufriendo dolor, y seguir hasta el final puede significar riesgos a su salud. A la vez, en caso de ser consultado, el jefe del experimento insiste en que este no es tan peligroso para la salud como parece, y que el maestro debe continuar con él. En agudo contraste con las expectativas tanto de profesionales como laicos, un 65% de todos los individuos siguen administrando choques hasta el nivel más alto” (Moti Nissani, “A Cognitive Reinterpretation of Stanley Milgram’s Observations on Obedience to Authority” [“Reinterpretación cognitiva de las observaciones de Stanley Milgran acerca de la obediencia”], American Psycologist, 1990.
El experimento consistía en que cada vez que el estudiante cometiera un error, el profesor debía bajar una palanca para administrarle una descarga eléctrica. Por cada error se incrementaban los niveles del choque hasta una dosis de 450 voltios (lo cual en realidad era solo imaginario). Al maestro se le decía que los niveles más altos del choque eléctrico podían ser fatales. A su lado se apostaba un investigador vestido con un largo delantal blanco, que con mucha calma, seguridad y un aire de autoridad le ordenaba administrar y aumentar los golpes eléctricos.
Todos los instructores voluntarios aplicaron reiteradamente choques eléctricos a los estudiantes, y 65% prosiguió hasta el nivel fatal de choque, a pesar de los gritos y ruegos de los estudiantes-actores para que se detuvieran.
Este experimento horrorizó al ciudadano promedio, porque pareció demostrar que la persona común y corriente no es tan diferente de los ciudadanos alemanes en la Segunda Guerra Mundial que participaron de atrocidades bajo la influencia y autoridad de los nazis.
En este experimento y otros similares encontramos que personas normalmente buenas y responsables pueden ser inducidas a actuar en contra de su conciencia y lastimar o potencialmente matar a otros.
Una conciencia cauterizada
La Biblia habla de una conciencia cauterizada. Pablo escribió: “Pero el Espíritu dice claramente que en los postreros tiempos algunos apostatarán de la fe, escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios; por la hipocresía de mentirosos que [tendrán] cauterizada la conciencia (1 Timoteo 4:1-2, énfasis nuestro en todo este artículo). Él también escribió: “Todas las cosas son puras para los puros, mas para los corrompidos e incrédulos nada le es puro; pues hasta su mente y su conciencia están corrompidas” (Tito 1:15).
Los seres humanos son capaces de hacerse horrible daño mutuamente. En el fragor de las guerras y batallas vemos personas dispuestas a causar mucho dolor a sus congéneres, cauterizando así su conciencia. Los soldados algunas veces llevan a cabo acciones que más tarde difícilmente pueden explicar y comprender, y muchas veces los consume la culpa y el remordimiento.
En tiempos de estrés, incluso sin relación alguna con la guerra, la gente puede actuar en contra de su código moral. Durante los últimos 6 000 años nuestro mundo ha tomado del árbol de conocimiento del bien y del mal, y ha sido una experiencia muy dolorosa. Este mundo ha sufrido un gran daño— un daño moral.
Un muy buen ejemplo de daño moral que se encuentra en la Biblia tiene que ver con el rey David, Urías y Betsabé. El rey David asesinó a Urías, hecho que lo persiguió durante toda su vida. Otro ejemplo es el de Judas Iscariote, quien se suicidó debido a la culpa que lo invadió después de traicionar a Jesús.
La solución suprema
¿Cuál es, entonces, la única solución al dolor, sufrimiento y daño que los seres humanos se han infligido mutuamente a través de los siglos? ¿Cómo se podrá iniciar la sanación de mentes y conciencias cauterizadas?
La única manera de erradicar el daño moral es la restauración de todas las cosas, ¡la restauración de la ley de Dios!; la solución consiste en la eliminación del pecado y la instauración de una nueva forma de hacer las cosas. Esta solución es espiritual, un regreso a la santidad.
Después de la “restauración de todas las cosas” de que se nos habla en Hechos 3, la ley de Dios será nuevamente instaurada en todo el mundo. “Por lo cual, este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días [los tiempos del fin], dice el Señor: pondré mis leyes en la mente de ellos, y sobre su corazón las escribiré; y seré a ellos por Dios” (Hebreos 8:10).
La solución para que se produzca la sanidad espiritual y se pueda superar el daño moral y el pecado en todo el mundo consiste en inculcar la ley espiritual de Dios en el corazón de cada ser humano. Y esto comenzará a tomar forma al regreso de Jesucristo a esta Tierra, cuando nazca una nueva sociedad.
Debemos ser limpiados ahora
La sangre de Jesucristo nuestro Salvador es lo que limpia nuestra conciencia, nuestros pecados, la inmoralidad y el daño moral. Se trata de una solución espiritual.
Como personas que entienden plenamente el plan que Dios tiene para el mundo, debemos tomar en serio nuestro llamado y actuar en consecuencia. Debemos tener una conciencia clara y eliminar el pecado y todo tipo de impureza moral que pueda dañar nuestras mentes.
“Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo, por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo, esto es, de su carne, y teniendo un gran sacerdote sobre la casa de Dios, acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura” (Hebreos 10:19-22)
Comprendemos que aun cuando se avecinen trágicos eventos en el futuro, las buenas noticias son que Dios intervendrá para salvar a la humanidad y guiarla a su abundante camino de vida. Jesucristo regresará para levantar a sus seguidores de la muerte y establecer el perfecto gobierno de Dios sobre la Tierra.
Cristo nos enseñó a orar al Padre, “Venga tu reino”. ¡Cuán urgentemente necesitamos la respuesta a esa oración y la sanación de este mundo del pecado y el daño moral! EC