Cómo criar hijos a la manera de Dios
Ciertos estudios han revelado que muchos niños toman la decisión de comprometerse con Dios antes de los trece años, e incluso mucho antes, a los nueve. Mi esposa y yo lo comprobamos con nuestros tres hijos. Es asombroso ver cuán precozmente los niños y adolescentes aprenden sobre el camino de vida de Dios y comienzan a desarrollar una relación personal con él. Esto es muy emocionante y destaca cuán valiosos son cada día, cada sábado y cada mes cuando se trata de formar vínculos con nuestros hijos y enseñarles el camino de Dios. ¡Cada hijo es un precioso regalo del Eterno!
Me gustaría compartir algunas lecciones que he aprendido y darles ánimo a los padres dedicados (especialmente a aquellos que tienen adolescentes) que colman a sus hijos de amor y cuidados. Y como pastor de larga trayectoria y padre de tres hijos ya adultos, me gustaría repasar algunas instrucciones bíblicas básicas para los padres.
Criar hijos adolescentes en nuestro mundo moderno e irreligioso no es fácil. Nos corresponde a nosotros buscar la sabiduría de Dios y sus instrucciones a la hora de criarlos y trabajar con ellos. Él es nuestro refugio en la tarea de la crianza; muchos padres y madres le claman a Dios para que los fortalezca en tiempos difíciles, y él nunca nos abandona cuando lo buscamos. La crianza y educación de los hijos es un acto diario de fe, y en el proceso no son solamente nuestros hijos los que crecen, sino también nosotros.
Este es un principio universal y obligatorio para los padres: orar a Dios con todo el corazón durante toda la vida, y pedirle siempre su inspiración constante.
Los hijos: Herencia de Dios
Los hijos son una bendición y una dádiva de Dios. Salmos 127:3-4 dice: “Los hijos son una herencia del Señor, los frutos del vientre son una recompensa. Como flechas en las manos del guerrero son los hijos de la juventud” (Nueva Versión Internacional).
Dios Todopoderoso le da a cada hijo el regalo de la vida, y cada uno de ellos tiene el potencial de nacer en su familia eterna. En este sentido, los hijos solo son “préstamos” de Dios. Él es quien les da la vida, y quien los llevará a su familia eterna. Esto debe ayudarnos a dimensionar la responsabilidad que tenemos ante Dios por la forma en que los tratamos: ellos también son hijos de Dios. Además, debe motivarnos a tratarlos con más respeto y consideración y a criarlos “en el Señor”, ya que son de él. Nuestros preciosos hijos crecen, se van y hacen su vida; no obstante, no dejamos de ser su mamá y su papá. Padres, disfruten estos años con ellos y desarrollen vínculos familiares que duren por toda la eternidad.
Comparta su relación personal con Dios
Es vital que los padres compartan con sus hijos su relación personal con Dios y les enseñen cómo buscarlo y llegar a conocerlo mejor a él y a Jesucristo. Los hijos deben aprender los principios básicos en el hogar, los que son complementados mediante sermones, literatura y campamentos juveniles de la Iglesia de Dios Unida.
También es importante enseñarles a sus hijos que Dios desea tener una relación personal e individual con ellos, y que están siendo llamados a ser parte de su Iglesia. Esto los ayudará a saber que esta es su Iglesia y que son parte importante de ella. En su vida diaria (Deuteronomio 6) haga que Dios sea el centro de sus vidas orando con frecuencia por las necesidades de la familia, leyendo la Biblia juntos y hablando de Dios.
Deuteronomio 6: Instrucciones a los padres
La relación más importante e influyente en la vida de los adolescentes es la que tienen con sus padres. Padres y madres, Dios les ha dado esta importantísima responsabilidad de amar, enseñar y ser un ejemplo de vida para sus hijos.
Lo que voy a decir a continuación quizá parezca muy brusco, pero es muy cierto: si nosotros como padres descuidamos la enseñanza de nuestros adolescentes, Satanás y su cultura harán nuestro trabajo. Los peligros y tentaciones mundanas que acechan a nuestros jóvenes son reales y constantes. No obstante, a pesar de todo lo negativa que pueda ser nuestra cultura, Dios es muchísimo más poderoso y la victoria final es suya. No pierda la esperanza y mantenga el optimismo.
Un padre no puede enseñar ni vivir lo que desconoce. Nuestra fuente de inspiración debe ser superior a nosotros mismos, y nuestros hábitos espirituales son de suma importancia si queremos traspasarles a nuestros hijos las preciosas verdades de Dios. Los principios básicos de la oración y el estudio bíblico diarios deben ser los cimientos de nuestras propias vidas.
Deuteronomio 6 enseña a los padres, para que ellos puedan enseñar a sus hijos. Los versículos 4 y 5 dicen: “Oye, Israel: el Eterno nuestro Dios, el Eterno uno es. Y amarás al Eterno tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas”.
Padres, hagan el hábito de orar cada día con sus niños y adolescentes. Esto se puede hacer a la hora de comer, sentados a la mesa, o en el dormitorio. Una de las experiencias más conmovedoras y unificadoras en los campamentos de jóvenes de la IDUaies muy sencilla: antes de apagar las luces cada noche, los monitores piden a los integrantes de cada dormitorio que se tomen de las manos y que cada campista haga una oración. Las oraciones son muy emotivas y revelan los sentimientos de cada adolescente. Cada grupo comienza y termina el día con oración.
Esto nos lleva al ejemplo que como padres debemos dar las veinticuatro horas del día, los siete días de la semana: “Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes. Y las atarás como una señal en tu mano, y estarán como frontales entre tus ojos; y las escribirás en los postes de tu casa, y en tus puertas” (Deuteronomio 6:6-9). Dios exhorta a los padres a que mantengan sus leyes “sobre [su] corazón”. Y aquí es precisamente donde comienza la crianza y educación de los hijos: en nuestros corazones y mentes.
En los campamentos, los jovencitos a veces les dicen a los instructores cuánto les gustaría que sus padres compartieran con ellos más historias de cómo Dios ha trabajado en sus vidas. Estas historias personales son muy impactantes para los niños y adolescentes. ¡Comparta todas las experiencias que pueda con sus hijos! Dios educa a los padres para que estos puedan educar a sus hijos.
Sus hijos son extremadamente importantes para Dios, y él nunca los abandonará. Esto es lo que nos enseña la parábola del hijo pródigo; aquel padre nunca perdió la esperanza de que su hijo recuperara el buen juicio, se arrepintiera ante Dios de su mala vida, y regresara al hogar. Si nuestro amado hijo (o hija) nos abandona a nosotros o a Dios temporalmente, sigamos el ejemplo de nuestro Padre y nunca nos demos por vencidos. Amémoslos incondicionalmente. ¿Dónde estaríamos si no fuese por el perdón de nuestro Padre misericordioso y el sacrificio de nuestro Sumo Sacerdote, Jesucristo?
Recordemos que Dios no espera la perfección de ninguno de nosotros como padres. En toda la historia del mundo jamás ha habido un padre o madre perfectos, y eso incluye a personajes ejemplares como Abraham y Sara, y María y José.
Los niños y jovencitos perdonan fácilmente cuando ven que sus padres los aman de corazón. Como en todas las relaciones, siempre debemos pedir perdón a nuestros hijos adolescentes cuando nos hemos equivocado. Sea sincero, admita su falta, dígales que intentará mejorar, pídales que lo perdonen y repítales cuánto los ama. Es importante no encubrir los conflictos. Pídales que oren por usted cuando enfrenta situaciones difíciles, para que observen su crecimiento personal como hijo de Dios.
A fin de cuentas, lo que los hijos necesitan es ver el amor de Dios reflejado en sus padres. Nuestro ejemplo perfecto es Jesucristo (Colosenses 3:10), y debemos esforzarnos por reflejarlo a él en beneficio de nuestros hijos. Pero solo podemos reflejar la imagen de Dios mediante el poder del Espíritu Santo que mora en nosotros.
Los hijos son llamados, pero necesitan responder
Muchos de los jóvenes de la Iglesia están respondiendo al llamado que Dios les hace para que entablen una relación con él ahora mismo. Según una encuesta que se llevó a cabo en los campamentos de jóvenes de la IDUai en 2014, 95% de los campistas respondieron “sí” a la pregunta “¿Creo que Dios me está llamando a su Iglesia?”
Dios está cumpliendo su promesa de trabajar con ellos: “Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare” (Hechos 2:39). Las mentes de los niños y jóvenes están abiertas al camino de Dios en acción, y lo vemos en los campamentos todo el tiempo. Es un verdadero gozo interactuar con la próxima generación de siervos de Dios.
Y gracias a la presencia de Dios en las vidas de estos jóvenes, tenemos la gran bendición de enseñarles Eclesiastés 12:1: “Acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud”.
Sin embargo, aunque es bíblicamente correcto y una bendición de Dios que los jóvenes sean llamados por Dios el Padre a desarrollar una relación con él ahora mismo, no todos los jóvenes responderán a ese llamado. Al fin y al cabo, cada persona será responsable ante Dios por “responder” o no el llamado a la salvación. Adán y Eva terminaron viviendo vidas muy difíciles por rechazar a Dios, y sufrieron graves consecuencias. Nunca da buenos dividendos ignorar el llamado de nuestro Padre Celestial.
Pero, ¿qué pasa con nuestros hijos que deciden no responder al llamado de Dios? ¿Están destinados a acabar en el lago de fuego? ¿Pueden seguir a Dios más tarde? Los que no responden al llamado de Dios ahora no necesariamente han renunciado a su única oportunidad de optar a la vida eterna. Solo Dios conoce el corazón y la mente de cada persona, y sabe cuándo esta ha tenido suficiente conocimiento de su camino de vida. Y como Dios no trata a la gente injustamente (Romanos 2:11; Efesios 6:9; Colosenses 3.25; 1 Pedro 1:17), aquellos que –según su criterio– no hayan recibido una oportunidad apropiada para la salvación, recibirán una más adelante. Jesucristo es quien decidirá perfectamente tales asuntos (Juan 5:22).
Tal como leemos en Mateo 6:10, podemos pedirle a Dios que se haga su voluntad, “como en el cielo, así también en la tierra”. Pidámosle con todo el corazón que se haga su voluntad en nuestra familia, y que nos dirija cada día con inspiración, fortaleza y amor de acuerdo a su propósito. Pidámosle que nos provea lo que necesitamos para cumplir nuestro papel de padres y madres, y seamos específicos, detallando nuestras necesidades. Él no nos defraudará si le pedimos con fe y le obedecemos, y nos dará su propio corazón lleno de amor para criar bien a nuestros hijos. ec