El progreso
¿Predicción confiable basada en hechos engañosos?
El mundo está lleno de información producida en masa, por cualquier persona, en cualquier lugar y al alcance de todos. Debido a que somos criaturas emocionales, a menudo reaccionamos antes de saber la verdad. En 1985, el equipo profesional de béisbol Mets de Nueva York supuestamente había contratado a un lanzador llamado Sid Fitch, capaz de lanzar una bola rápida a casi 294 kilómetros por hora. En 1986, la torre Eiffel iba a ser desarmada para luego reconstruirla en Euro Disney. En 2008 se descubrieron pingüinos voladores. Por supuesto, toda esta información fue publicada un primero de abril, como parte de las tradicionales bromas del primero de abril en ciertos países.
Todos estos “hechos” tienen algo en común: fueron creídos por mucha gente. Pareciera ser que la ingenuidad no tiene límite. Por el solo hecho de publicarse algo, o de que mucha gente hable de ello, se da por sentado que tiene que ser cierto.
Hace algunos años, en la Institución Ambassador un estudiante dio un discurso acerca de cuán ingenuos eran los estadounidenses. Su discurso hablaba de alguien llamado J. Edgar Hoover. En el periódico había leído que Hoover era una aspiradora, y que en el FBI había un portero llamado Edgar. Así que el periódico le habría hecho creer al público que existía un tal J. Edgar Hoover, quien limpiaría la ciudad de Washington. El discurso fue pronunciado con pasión y sinceridad.
El problema fue que J. Edgar Hoover de verdad existió y la historia del periódico era una columna de Art Buchwald, un escritor de comedia. El estudiante se sintió muy avergonzado, pues realmente el “ingenuo” había sido él mismo, y había dado prueba de ello ante un auditorio en vivo.
¿Nos hemos arrepentido alguna vez de haber tomado ciertas decisiones o de haber respondido emocionalmente frente a hechos “ficticios”? 1 Tesalonicenses 5:21 dice: “Antes bien, examinadlo todo cuidadosamente, retened lo bueno” (Biblia de las Américas). En el primer siglo, mucha gente fue engañada. “Escribí algo a la iglesia, pero Diótrefes, a quien le gusta ser el primero entre ellos, no acepta lo que decimos” (3 Juan 9, Biblia de las Américas). Diótrefes debió haber hablado de manera muy convincente como para haberse apoderado de una iglesia y haber rechazado a un apóstol elegido por Jesús.
¿Cuántos han optado por la división después de haberse dejado impresionar por personas que alegan conocer ciertos “hechos”, y cuya verdadera intención era el provocar una respuesta basada en las emociones? Con frecuencia se esgrime el argumento de que tales hechos provienen de una “fuente autorizada”, pero al mismo tiempo se evita revelarla. Estos hechos anónimos, que tal vez son propagados con toda sinceridad por quienes los creen, normalmente son proporcionados por alguien con intenciones egoístas, ya sea de tomar el control o porque, sencillamente, quiere que las cosas se hagan a su manera. A menudo esa clase de líderes exclaman: “¡Injusticia!”
Hace algunos años, un evangelista de mucha experiencia fue llamado para echar fuera un demonio. Pero antes de echarlo, le preguntó: “¿Por qué te rebelaste contra el gobierno perfecto de Dios?” La respuesta fue: “¡Porque Dios es injusto!”
¿Ha sido Dios “injusto” alguna vez? Muchas veces Dios crea situaciones en las que las cosas parecen “injustas”, y hasta puede que a veces sí lo sean. Esta es la única manera de saber si realmente tenemos fe en que él solucionará los problemas, o si vamos a tratar de resolverlos por nuestros propios medios. El rey Saúl cometió ese error cuando Samuel se “demoraba” para presentar la ofrenda, por lo que se adelantó y la ofreció él mismo (1 Samuel 13:10). La paciencia es una prueba de fe.
Lamentablemente, muchas personas han sido victimas de este truco de Satanás. La única manera de evitarlo es no actuar precipitadamente, guiados por nuestras emociones. Hay que comprobar todas las cosas y tener la paciencia para ver si lo que nos han dicho es en efecto la realidad, o solo una invención. La precaución requiere de fe y tiempo para ver si las cosas han sido inventadas. Aprender del pasado es como si tuviéramos una visión perfecta, de lo contrario, hay que pagar el precio. Gracias a Dios, existe la posibilidad de arrepentirse si uno ya ha cometido un error en este sentido.