¿Cómo manejar el estrés matrimonial en tiempos difíciles?
Cuando yo era adolescente, mi abuela solía contarme historias de lo que había significado ser una joven esposa en los comienzos de la Gran Depresión. “Aquellos fueron tiempos muy estresantes para mí y tu abuelo”, me repetía una y otra vez.
Ambos se preocupaban por el dinero y de que les alcanzara hasta fin de mes, y de cuánto iban a durar sus empleos. Nunca fueron despedidos, pero a mi abuelo se le exigía trabajar jornadas de 12 horas y aceptar recortes salariales con tal de mantener su trabajo en la empresa de ferrocarriles. Mi abuela también trabajaba largas horas en una fábrica textil. Después de que mi padre y sus tres hermanos nacieron, mi abuela dejó su trabajo en la fábrica para cuidar a sus hijos, pero siguió trabajando como costurera ocasional para ayudar con los gastos de comida.
“En ese entonces, tu abuelo y yo discutíamos bastante”, reconocía mi abuela frente a mí. “Ambos teníamos diferentes ideas sobre cómo se debía gastar el dinero y cómo criar a los hijos”. Durante aquellos años, mis abuelos se sentían constantemente agotados, y probablemente no eran tan pacientes entre sí como hubiesen deseado.
Para colmo, a fines de los años 30 falleció la hermana mayor de mi padre, a la edad de ocho años. Además, los padres de mi abuela, que no tenían ni empleo ni casa, se fueron a vivir con ellos, aumentando aún más la tensión hogareña.
Todavía puedo recordar a mi abuela, con lágrimas en sus ojos, contándome cómo ella y mi abuelo solían culparse mutuamente por la muerte de su pequeña hijita y cómo ambos se deprimieron tanto, que dejaron de hablarse por algún tiempo.
Apoyo mutuo en tiempos difíciles
Nunca olvidaré aquellas conversaciones con mi abuela. Ella quería que yo entendiera que todos los matrimonios se encuentran con “piedras en el camino”. Pero a pesar de su franqueza para admitir los desafíos que debieron enfrentar como pareja, ella siempre enfatizaba su compromiso mutuo: el de apoyarse entre sí, en tiempos buenos y malos.
Probablemente todos los esposos y esposas que ya llevan cierto tiempo de casados tienen sus propias historias en cuanto a los tiempos duros que les ha tocado vivir. En cierto sentido, esto no es nada nuevo. Los integrantes de cada sociedad conyugal siempre han enfrentado dificultades y problemas que afectan su relación.
Los sicólogos se refieren a estas dificultades como a estresantes conyugales. Para expresarlo de manera más sencilla, un estresante conyugal es cualquier tipo de influencia, circunstancia o evento externo que ponga en jaque o amenace la relación matrimonial. Puede provocar tensión y discordia entre los esposos, y hasta alimentar la amargura que puede destruir una relación. Pero también pueden darse efectos más sutiles. Ciertos estresantes conyugales provocan que ambos esposos simplemente se alejen entre sí, aun cuando los conflictos en su matrimonio sean mínimos o inexistentes.
Los estresantes conyugales más comunes incluyen: las dificultades financieras, el desempleo, problemas de intimidad, infidelidad, diferentes puntos de vista respecto a la crianza de los hijos, mala salud crónica o un familiar que depende de uno, la muerte de un hijo y conflictos con los suegros. Estos factores han sido fuentes de fricción tradicionales entre esposos y esposas.
Y no hay duda de que actualmente, muchas parejas tienen que luchar con los mismos problemas. Además, ciertas amenazas a los matrimonios ni siquiera existían en la generación pasada ni en la anterior, o por lo menos, no en la proporción o la manera en que se presentan ahora.
Si las mencionáramos todas, formarían una larga lista, y obviamente, en un solo artículo no podemos referirnos a todas las fuentes posibles de estrés conyugal. Sin embargo, hay algunos temas que los consejeros matrimoniales profesionales están observando de manera creciente en sus oficinas. Veamos cuáles son las dificultades más severas que, según la opinión de ellos, enfrentan los matrimonios actuales.
Problemas financieros y pérdida de empleo
El dinero es una de las mayores causas de conflicto conyugal, incluso en los tiempos de bonanza económica. Las parejas discuten sobre cómo gastar su dinero y sobre cuál de los dos se está esforzando más por mantener el presupuesto familiar dentro de los límites. Pero en una economía deprimida como la que experimentamos en estos momentos, con altas tasas de desempleo, reducciones salariales, alzas en el costo de vida, aumento de las deudas por tarjetas de crédito, un mercado inmobiliario con precios en franca caída y cuentas de ahorro para la jubilación cada vez más escuálidas, las parejas se encuentran mucho más propensas a “estallar” respecto a sus finanzas.
“Con frecuencia, uno de los cónyuges es ahorrativo y el otro gasta demasiado, y esto puede dar origen a enormes conflictos, especialmente durante los períodos económicamente difíciles, cuando las parejas pueden hallarse con un colchón de ahorros mucho más pequeño para respaldarse”, comenta el Doctor Bradford Wilcox, director del Proyecto Nacional del Matrimonio en la Universidad de Virginia, Estados Unidos.
El Dr. Wilcox dice que si el presupuesto familiar es inestable, tal vez uno de los esposos fue despedido o el interés de las tarjetas de crédito está consumiendo una gran porción de los ingresos, “puede robarle a una pareja su ilusión de un futuro compartido, porque no tienen nada de dinero para ahorrar a fin de lograr metas de largo plazo, como un viaje o el pago inicial para una casa. Por el contrario, están siempre preocupados por el dinero en efectivo que entra y de pagar las deudas, lo que amenaza a su matrimonio como una nube tormentosa”.
Obviamente, los precios cada vez más deprimidos de las casas y de las pensiones de jubilación pueden provocar que las parejas vean el futuro con gran pesimismo.
Cualquier tipo de despido del trabajo o de reducción salarial puede ser algo devastador, especialmente si es el del esposo. “Aun cuando ha habido grandes cambios en las familias modernas, todavía existe la suposición implícita de que el esposo debe ser el principal proveedor del hogar. Si él no puede hacerlo, su autoestima sufre un gran golpe”, dice el Dr. Wilcox.
Si el esposo siente que su papel como proveedor esta en peligro, puede resentirse o acudir a las drogas, el alcohol o la infidelidad, como una manera de escapar de las presiones económicas en el hogar, añade el Dr. Wilcox.
La esposa también puede llenarse de resentimiento, especialmente si ella todavía tiene que ir a trabajar todos los días y además encargarse de la mayoría de los quehaceres domésticos y del cuidado de los hijos. “Si el esposo tiene problemas para encontrar otro empleo, puede desanimarse y perder su motivación para continuar su búsqueda de empleo. Para la esposa, tal actitud puede parecer como una promesa rota, porque él ya no está esforzándose por ser el proveedor”, dice el Dr. James Craig, terapeuta matrimonial y familiar que ejerce en Indianápolis, Indiana, Estados Unidos.
La manera en que una pareja puede reaccionar a las distintas presiones financieras varían. Algunos gritan, discuten o se culpan mutuamente. Otros pueden guardarlo todo adentro y tener sentimientos de ansiedad, depresión o aislamiento.
“Cualquier conducta que abra una brecha entre usted y su pareja, como el dejar de hablarse, apartarse, evitar la interacción y las muestras de afecto, no tener contacto sexual, etc., va a ser perjudicial”, advierte el Dr. Larry Barlow, coordinador del Centro Terapéutico para la Pareja y la Familia de la Universidad Estatal de La Florida, Estados Unidos. “Así es que ahora, no sólo sus finanzas son un desastre, sino que también su matrimonio”.
Negocio tóxico
Nuestro frenético estilo de vida también está cobrando un alto precio en el matrimonio. Muchas parejas actuales han colmado sus calendarios con trabajo, cuidado de los hijos y responsabilidades domésticas, además de proyectos de esparcimiento y actividades sociales. Después de que han agotado sus energías en todas estas exigencias y compromisos, no les queda mucho para ofrecerse mutuamente y ni siquiera para descansar y relajarse.
La Dra. Ann Shorb ha observado la magnitud de este problema hablando con las parejas que visitan su oficina de consejería en Hannover, Pensilvania. Ella siempre anima a ambos a que pasen más tiempo juntos, pero “con tantas actividades, simplemente no pueden encajar ‘tiempo para la pareja’ dentro de sus ocupadísimas agendas”, dice ella. “Casi todas las parejas con las que hablo viven bajo interminables presiones y exigencias que las hacen estar sobrecargadas y comprometidas en exceso”.
Desde luego, la vida no siempre ha sido tan frenética. En la década de los setenta, aproximadamente dos tercios de las parejas casadas tenían a uno de los cónyuges en el hogar (generalmente la esposa). Todas las responsabilidades domésticas podían llevarse a cabo durante los días de la semana. Pero hoy en día, solo un 40% de las familias tienen a uno de los esposos en el hogar.
Con ambos padres trabajando tantas horas lejos del hogar, muchos sienten que no les queda otro remedio que usar las noches y los fines de semana para hacer trámites y para realizar las labores domésticas que no pudieron hacerse durante la semana.
El tiempo para la pareja es aún más difícil de encontrar cuando ambos cónyuges trabajan en horarios diferentes. Uno puede trabajar durante las horas diurnas mientras el otro trabaja los turnos de noche, y sus horarios puede que coincidan solo por un corto tiempo cada día. Con el acelerado crecimiento del mercado de servicios (que requiere más empleados durante las 24 horas del día, en comparación con la industria manufacturera o los trabajos de oficina), el número de personas que trabajan turnos de noche o fuera de los horarios reglamentarios ha aumentado dramáticamente en la última década.
La Dra. Harriet Presser, profesora del Departamento de Sociología de la Universidad de Maryland, ha investigado a fondo esta tendencia. Sus estudios han revelado que hoy en día, en una de cada cuatro parejas estadounidenses en que ambos trabajan, uno de ellos tiene turnos de noche o turnos rotatorios extrarreglamentarios.
Por lo general, estos empleos exigen que se realice por lo menos algo de trabajo durante los fines de semana. “Tales horarios socavan la estabilidad de los matrimonios, aumentan la carga del trabajo doméstico, reducen la interacción de la familia y exigen complicadas medidas en cuanto al cuidado de los hijos”, dice ella. Las parejas en que uno de los esposos trabaja en turnos de noche afirman que el tiempo de calidad que les queda para estar juntos es considerablemente inferior, y que sufren de más infelicidad matrimonial que las parejas donde ambos trabajan solo horas fijas en horarios diurnos. Además, sus probabilidades de separarse o divorciarse aumentan.
Como si los horarios de trabajo no fueran suficientemente complicados, los padres a menudo inscriben a sus hijos en una amplia gama de actividades extracurriculares. “Los fines de semana solían ser un tiempo para que las familias simplemente se divirtieran y se relajaran juntas”, dice William Doherty, profesor y director del Programa Terapéutico para el Matrimonio y la Familia de la Universidad de Minnesota. “Ahora, los padres están ocupados todo el fin de semana, acarreando a sus hijos a todos los eventos deportivos a los que pertenecen”.
Y el problema no para ahí necesariamente. Algunas personas agregan pasatiempos y actividades recreativas personales a sus ocupadísimas agendas: largos fines de semana de cacería, juegos de pelota con los amigos, comidas entre amigas, etc. En su libro Take Back your Marriage (Recupere su matrimonio, 2003), el profesor Doherty escribe: “Si la mayoría de los padres no estuvieran ya abrumadísimos con las actividades de sus hijos, tal vez las actividades adultas no serían una preocupación. Pero en honor a la verdad, después de transportar a los chicos y participar en dos o tres actividades para adultos, usted sabe qué es lo que va a ser relegado al final en su vida: su matrimonio”.
“Todo se reduce a las actividades planeadas y a quién le damos cuenta por nuestro tiempo. Nos sentimos responsables ante nuestros hijos y hacia los compromisos que hemos hechos con ellos y por ellos. Nos sentimos responsables ante el club de lectores al que prometimos asistir mensualmente, al comité religioso de educación que acabamos de integrar, y al comité de recaudación de fondos de la asociación de padres y apoderados. Pero la mayoría de nosotros no se siente comprometido a pasar un tiempo exclusivo con nuestra pareja, frente a frente con ella, porque jamás lo programamos” (p. 66).
Las agendas ocupadas no son la causa directa de los problemas maritales, pero sí presentan un desafío que debe ser examinado. “Los integrantes de un matrimonio pueden encontrarse desconectados entre sí porque no están pasando mucho tiempo juntos y en realidad están viviendo vidas separadas”, dice Kelly Roberts, un instructor clínico y consejero matrimonial y familiar del Departamento de Desarrollo Humano y Ciencias de la Familia, de la Universidad Estatal de Oklahoma.
Aún más, agrega Roberts, “el estilo extremadamente ocupado puede ocasionar también que tanto esposos como esposas se sientan desgastados y estresados, lo que puede volverlos más irritables entre sí”. Esto es especialmente cierto si las parejas no están cuidando su salud con suficientes horas de sueño y una nutrición apropiada.
Distracciones electrónicas
Otra de las maneras en que el tiempo y la atención se están enfocando fuera del matrimonio tiene que ver con la tecnología. El tiempo que antes solía ser “de la pareja” ahora se invierte en computadoras, iPods, juegos de video y muchísimas otras distracciones electrónicas. Desde luego que estas cosas en sí no hacen que uno se vuelva ansioso, como sucede con otro estresantes. Pero ellos definitivamente son una amenaza al matrimonio.
En su nivel más simple, el pasar tiempo prolongado enfrente del monitor puede llevarnos a dedicar tiempo insuficiente a la relación conyugal, socavando la unidad y levantando sutiles barreras entre el esposo y la esposa.
“Hoy en día existe una carencia de atención exclusiva entre una pareja, y eso ocurre mayormente por todas estas distracciones electrónicas”, afirma Bárbara Koppe, asistente social clínica en Saint Louis, Missouri, que se especializa en terapia matrimonial y familiar. “La gente se conecta a sus dispositivos electrónicos prácticamente cada minuto del día”.
Ella dice que este es un problema que sale a la luz con frecuencia cuando las parejas llegan a su consulta buscando consejos: “muchas personas se quejan de que su cónyuge presta más atención a su BlackBerry que a ellos mismos”.
Pero no son solo las nuevas tecnologías las que separan a las parejas. La televisión, que ya ha estado presente por varias generaciones, sigue siendo un problema. Koppe siempre les pregunta a las parejas cuánta televisión ven, y más de la mitad dice que el televisor está prendido desde que llegan a la casa en la tarde, hasta que se van a dormir.
“Está prendida incluso cuando están cenando”, cuenta ella. “Así es que yo les pregunto, ‘¿cuándo hablan ustedes, entonces?’ Y la respuesta es que ‘simplemente, no hablan’. Porque todas estas distracciones dificultan muchísimo más el poder conversar, y mantener viva la comunicación”.
Esto no quiere decir que los integrantes de una pareja se desentiendan intencionalmente uno del otro. Algunas personas simplemente se han dejado dominar por el hábito de conectarse a sus computadoras o aparatos electrónicos. Otros se sienten tan cansados después del trabajo, que todo lo que quieren hacer es desplomarse enfrente del televisor. Y otros verdaderamente tienen que leer o enviar correos electrónicos relacionados con su trabajo en las noches.
La Dra. Shorb considera muy interesante que, por un lado, “tenemos más medios de comunicación que nunca antes, sin embargo, los cónyuges en realidad están más distantes uno del otro”. Ella cree que esto se debe no solo a que las parejas están pasando mucho tiempo frente al computador, sino que también a que “la mayoría de las veces, ellos se comunican entre sí por medio de mensajes de texto en vez de hablar por teléfono o cara a cara”.
Estos intercambios electrónicos, que se traducen en minúsculos pedacitos de información, definitivamente no son los bloques con los que se construye una relación sólida, dice ella.
Infidelidad en Internet
Un aspecto muchísimo más insidioso del Internet es que no solo se roba el tiempo que deberían dedicarse las parejas, sino que también puede ser una fuente de pornografía, fantasías eróticas, relaciones ilícitas, aventuras cibernéticas y, finalmente, el causante de la destrucción de muchos matrimonios.
De acuerdo a un reportaje de la Asociación Estadounidense Para Terapia del Matrimonio y la Familia, entre 20 y 33% de los usuarios de Internet en los Estados Unidos se conectan a Internet por razones sexuales, ya sea para ver imágenes pornográficas o para llevar a cabo una relación sexual virtual de algún tipo. Un asombroso 17% de estos usuarios se vuelve adicto a la actividad sexual en Internet.
“El Internet ha proporcionado a la gente muchísimas formas adicionales para violar sus votos matrimoniales”, dice el Dr. Craig. “Usted ya no tiene que acudir a un sórdido club nocturno. Tampoco tiene que ir hasta la gasolinera para comprar una revista pornográfica. Ya no hay necesidad de realizar viajes secretos a moteles indecentes. Todo lo que tiene que hacer es prender el computador, para tener acceso a todo el sexo cibernético que desee, en la privacidad de su propio hogar”.
Él y otros consejeros matrimoniales creen que el Internet pronto se convertirá en la forma más común de infidelidad, si es que ya no lo es, porque es de tan fácil acceso, que la gente puede conectarse a él de manera anónima.
En algunos casos, los “adúlteros cibernéticos” planean cómo conocerse en persona y convertir su aventura en algo “real”. Pero aun cuando la relación por Internet nunca llegue a ser más que “sexo cibernético”, es sin duda una forma de infidelidad y una grave amenaza a cualquier matrimonio, al igual que la adicción a la pornografía.
“En nuestras consultas estamos viendo muchísima adicción sexual en Internet” dice la Dra. Shorb. “Mucho de ello está ocurriendo masivamente, en estos mismos momentos, y está destruyendo un matrimonio tras otro”.
Estas adicciones dañan la confianza y la intimidad dentro de la relación conyugal, y con frecuencia causan el fracaso del matrimonio. El cónyuge del adicto sexual puede llegar a sufrir profundas heridas emocionales y sentimientos de haber sido traicionado, de pérdida, de soledad y rabia.
En particular, la pornografía estimula en el adicto a ella una vista distorsionada de la sexualidad, que puede desembocar en la búsqueda de conductas más riesgosas, más perversas, y hasta criminales. “Este es un problema que puede ser superado”, dice Shorb, “pero definitivamente, necesita de intervención profesional”.
Deterioro ético y moral
Aunque en la actualidad muchas parejas enfrentan serios problemas conyugales, es crucial recordar que la gente siempre ha experimentado dificultades.
La historia de mis abuelos, mencionada al principio de este artículo, es un ejemplo típico. Ellos sufrieron en los años 30 muchos de los mismos problemas que deben encarar las parejas actuales: escasez de dinero, largas jornadas laborales, presiones de los familiares del cónyuge y dificultades con la crianza de los hijos. Durante aquellos años, muchas parejas pasaron por historias similares de adversidad. Sin embargo, ellas no dejaron que las “piedras en el camino” destruyeran sus matrimonios.
Las tasas de divorcio eran relativamente bajas en ese entonces, y el porcentaje de matrimonios que terminaban por divorciarse no superaba el 10%. Y estos índices se mantuvieron no solo en los años 30, sino que también hasta mediados del siglo 20. En parte, esto se debía simplemente a que la separación no era algo práctico.
El divorcio se consideraba como algo vergonzoso, algo que la “gente respetable” no hacía, comenta la Dra. Shorb. Además, era muy complicado y costoso; las parejas debían “probar” sus razones para divorciarse, y la mayoría no podía costear los gastos legales que implicaba. Más aún, la mayoría de las mujeres no trabajaba fuera del hogar y no hubieran podido sostenerse solas.
A fines de los años 60, la tasa de divorcio comenzó a escalar. Subió de manera constante durante dos décadas, hasta que llegó a su máximo de un 50% en los años 80, donde se ha mantenido hasta ahora. El Dr. Craig dice que el factor que más influyó en esta alza de divorcios fue el deterioro ético y moral.
Es cierto que en estos tiempos existen muchas presiones externas que dificultan la conexión entre los esposos. Es probable que la gente de ahora sea la más ocupada desde la Gran Depresión, y las finanzas, las más escuálidas desde ese entonces. Pero este tipo de problemas no son realmente la causa de los fracasos matrimoniales. Si así fuera, significaría que cada matrimonio depende únicamente de las tendencias sociales y las circunstancias que lo rodean.
El egoísmo supera al compromiso
“La amenaza más grande al matrimonio actual no son los problemas externos, sino lo que sucede internamente”, dice el Dr. Craig. En nuestra sociedad moderna, con abismante frecuencia la gente no tiene inhibiciones de abandonar su relación matrimonial si ésta se vuelve “demasiado difícil” y no está satisfaciendo las necesidades personales.
“Hoy en día, muchas personas están dispuestas a mantener una relación solo si pueden obtener de ella más de lo que han invertido”, observa el Dr. Craig. “La gente está más empeñada en conseguir su propia felicidad que en hacer lo que es correcto. Su compromiso con los votos maritales no es ni una sombra de lo que solía ser”.
Cuando esta actitud hacia el matrimonio se combina con los inevitables problemas de la vida, el “pegamento” por lo general no funciona, dice el Dr. Craig. Por ejemplo, si una enfermedad debilitante afecta seriamente la habilidad de uno de los cónyuges para dar de sí al otro, la relación puede fracasar bajo la presión.
Agrega la Dra. Shorb: “Vivimos en un mundo muy centrado en sí mismo. Toda la publicidad que vemos nos alienta a ello. Se nos dice: ‘Tú te mereces un descanso hoy día’ y ‘Yo soy lo único que importa’. Nos hemos olvidado de servir a los demás, y de eso se trata el matrimonio. ‘¿Cómo puedo satisfacer tus necesidades?’, en vez de ‘¿qué puedes ofrecerme?’”.
Ella dice que la infidelidad en Internet es el epítome de esta mentalidad: “Yo tengo mis necesidades y nadie más las está satisfaciendo, así es que simplemente voy a preocuparme de mí mismo y voy a hacer lo que me plazca”.
Para muchos, la religión ya no representa ninguna autoridad en sus vidas, así es que todo lo que la Biblia dice acerca de lo que un matrimonio debe y no debe ser, incluyendo sus enseñanzas en contra del adulterio, no tiene para ellos ninguna importancia. “En nuestra sociedad ya no existen los absolutos, ni tampoco una definición de lo bueno o lo malo”, comenta Koppe. “La gente básicamente hace lo que le da la gana”.
Este enfoque no religioso hacia el matrimonio, que dice “sin compromisos, yo primero”, se cimentó a fines de los años 60 y a comienzos de los 70, la era del amor libre, drogas y rebeldía en contra de la autoridad. En ese entonces comenzó también la revolución del divorcio “sin motivos”, que permitió que uno de los cónyuges pudiera disolver el matrimonio por cualquier razón, o por ninguna razón.
Desde entonces, ha habido una creciente aceptación del divorcio. “Es tan fácil hoy en día divorciarse”, observa Koppe. Ella dice que indudablemente existen razones para que a veces se otorgue el divorcio, como en una situación de abuso. Pero actualmente, casi siempre las parejas simplemente dejan de amarse y no tratan de resolver sus problemas. Las personas no se esfuerzan por mantener su matrimonio, como antes. Se rehusan a tener que soportar cualquier tipo de dificultades”.
¡Qué contraste con las intenciones de Dios para el matrimonio! En la Biblia se nos dice una y otra vez que el matrimonio debe ser un compromiso de por vida. Para los que comienzan a familiarizarse con ella, en Mateo 19:6 Jesús afirma: “Por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre”. Esta misma amonestación se repite en
Marcos 10:5-9.
El apóstol Pablo escribió en Romanos 7:2: “Porque la mujer casada está sujeta por la ley al marido mientras éste vive; pero si el marido muere, ella queda libre de la ley del marido” (énfasis agregado en todo este artículo). No existe ninguna concesión “por si el matrimonio ya no es satisfactorio”.
En 1 Corintios 7:10-24, Pablo se refiere al problema del divorcio, que era bastante común durante esa época en ciudades como Corinto. El versículo 10 afirma “que la mujer no se separe del marido”; y el versículo 11 añade “y que el marido no abandone a su mujer”. Para expresarlo en términos modernos, “enfrenten las dificultades y arreglen sus diferencias”.
Finalmente, Malaquías 2:16 señala: “Yo aborrezco el divorcio, dice el Señor, Dios de Israel” (Nueva Versión Internacional, NVI). Más claro, imposible.
Enfrentando juntos las tormentas
En esencia, el compromiso incondicional es la clave para resistir con éxito todos los problemas conyugales. Solo cuando el esposo y la esposa estén completamente comprometidos mutuamente podrán soportar las presiones de la vida que sin duda se les presentarán en algún momento.
Ello significa, esforzarse por vivir según los estándares matrimoniales explicados en la Biblia. Esto incluye el poner las necesidades del otro antes que las de uno mismo, no darse por vencido durante los períodos difíciles, y solucionar juntos las situaciones, como un equipo. Esta clase de compromiso es el paso más importante que uno puede dar para resistir cualquier tipo de tormenta marital. Otras estrategias incluyen:
Enfrenten los desafíos comunicándose abiertamente. Si hay asuntos que verdaderamente le molestan, usted y su cónyuge deben separar un tiempo para hablar en un ambiente relajado. Dispónganse a compartir las inquietudes, temores y esperanzas de cada cual sin criticar ni juzgar. Hablen acerca de cómo pueden trabajar juntos para mejorar la situación.
“Para que una pareja pueda trabajar como equipo, ambos deben saber lo que el otro está pensando”, dice la Dra. Pauline Boss, profesora de ciencias sociales de la familia en la Universidad de Minessota y autora del libro Family Stress Management (Manejo del estrés familiar). Cuando usted y su pareja dejan de hablarse, es cuando los problemas familiares comienzan a escalar.
Muestren su afecto. Háganse el propósito de decirse uno al otro “te quiero”, y díganselo a menudo. “Cuando uno está pasando por algo realmente malo, es el peor momento para asumir de buenas a primeras que su cónyuge sabe cómo se siente usted”, dice el Dr. Boss. “Es durante los malos tiempos cuando su pareja necesita más que nunca sentir la seguridad de su amor”.
Cultiven una mente positiva y agradecida. En 1 Tesalonicenses 5:18 leemos, “den gracias a Dios en toda situación”. Sin importar cuáles sean las circunstancias, siempre hay algo por lo que debemos estar agradecidos.
Mi abuela solía decirme que “el trabajo de tu abuelo durante la Gran Depresión no era bien pagado, eso es cierto, pero al menos tenía un trabajo”. Ella tenía una actitud positiva al respecto, y también debemos tenerla nosotros. Agradézcale a Dios por lo que él ha hecho en su vida. Aprenda a apreciar las buenas cualidades de su cónyuge, en vez de concentrarse en sus falencias. Es muy agradable tener un cónyuge agradecido. Y no solo eso, si usted mantiene una actitud positiva, lo más seguro es que su pareja hará lo mismo.
Planifiquen tiempo como pareja. Traten de sacar tiempo de su horario, varios días a la semana, para estar solos como pareja y alejarse de lo que les esté causando estrés. Vayan a caminar juntos. Salgan a cenar. Disfruten un pic-nic en el parque. Levántense media hora antes durante los días laborales para que ambos puedan desayunar tranquilos en cama antes de irse a la oficina. Vayan a tomar café el domingo en la mañana, mientras sus hijos adolescentes están todavía durmiendo.
“No importa cuán terrible sea el estrés, ustedes deben permitirse un respiro de vez en cuando”, dice el Dr. Boss. “Necesitan tiempo para hablar entre ustedes, lejos de la tragedia que los aqueja, para poder reagrupar sus pensamientos y decirle a su pareja: ‘sí, estoy cansado’, o ‘necesito un abrazo’. Cuando las parejas están bajo mucha presión, por lo general tienen mucho que decirse mutuamente, pero no tienen tiempo para expresarlo”.
Si ustedes no pueden encajar este “tiempo para la pareja” dentro de su ocupado horario, necesitan revisar sus prioridades y reorganizar sus compromisos para que sí puedan hacerlo.
Oren juntos. Unidos, como pareja, lleven a Dios en oración las cosas que les preocupan. Pídanle a él que los ayude a discernir lo que deben hacer para aliviar el estrés en sus vidas y para ayudarlos a mantener su compromiso matrimonial. Cuéntenle a Dios sus necesidades. Filipenses 4:19 nos dice que “Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús”. Confíen en su intervención.
Busquen ayuda. En Proverbios 13:20, la Biblia habla sobre la importancia de buscar el consejo de personas sabias. Si usted o su cónyuge se encuentran afectados por cualquiera de los problemas mencionados en este artículo, deben estar dispuestos a buscar la ayuda profesional que necesitan.
Dependiendo del problema, esta ayuda puede encontrarla en su pastor, algún consejero profesional del matrimonio y la familia, o un consejero financiero. “Es mejor acudir a un consejero tan pronto uno comienza a tener problemas, en vez de esperar hasta que éstos lleguen al colmo”, aconseja Roberts.
Considere los desafíos como oportunidades para fortalecer su matrimonio. Las “piedras en el camino” que usted y su cónyuge enfrentan, en realidad pueden acercarlos aún más. “Cuando ustedes trabajan juntos para solucionar los problemas de manera constructiva, comunicándose, apreciándose mutuamente, y poniendo las necesidades del otro por encima de las propias, se fortalecen y estrechan más su relación”, dice el Dr. Barlow.
El tomar en cuenta todas estas cosas les ayudará a tener la determinación para soportar los problemas.
Es indudable que vivimos en un mundo muy estresante. Nuestras vidas están llenas de desafíos. Pero lo importante es que usted y su esposo o esposa se apoyen mutuamente durante los tiempos difíciles, ¡y que no permitan que los problemas de la vida los aparten!