Los reinos de este mundo
Para nuestros lectores jóvenes • Artículos de la revista Compass Check (en inglés)

Todo el mundo tiene sus preferencias. Puede ser un estilo de música, un restaurante, e incluso distintos tipos de personas y personalidades. Cuando hay elecciones presidenciales, como fue el caso en Estados Unidos hace poco, era de esperar que la gente de este país tuviera un candidato presidencial al que prefería más que a otro. Y eso está bien porque, como suele decirse, todo el mundo tiene derecho a su opinión.
Pero antes de dejarte atrapar demasiado por las próximas elecciones en tu país (o por la política en general), considera lo que está escrito en Apocalipsis 11:15: “Los reinos del mundo han venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo; y él reinará por los siglos de los siglos”. En algún momento (sospecho que en un futuro no muy lejano), todos los gobiernos de este mundo serán derrocados para ser sustituidos por el Reino de Dios y gobernados por Jesucristo.
Piensa por un momento en lo que esto significa: ya no habrá demócratas ni republicanos, ni siquiera una democracia en la que compitan por gobernar. No habrá comunismo, dictaduras, oligarquías ni repúblicas. La definición más cercana de lo que será el Reino de Dios venidero es la de monarquía. Según el sito web
merriam-webster.com, monarquía es “un gobierno indiviso o soberanía absoluta de una sola persona”. Aunque esto coincide con lo que dice la Biblia en cuanto a Cristo gobernando como Rey, nunca ha habido una monarquía ni siquiera parecida a la que vendrá. ¿Por qué? Sencillamente, porque el hombre ofrece bastantes cosas que Dios no puede ni quiere aportar al gobierno.
Has leído bien. Hay algunas cosas que los seres humanos hacen que Dios sencillamente no puede o no quiere permitir. Y eso es bueno.
Confusión
Una cosa que el hombre aporta al gobierno, al contrario de Dios, es la confusión. Por supuesto, no es que vivamos en la anarquía. La mayoría de los gobiernos proporcionan un buen sistema de carreteras, normas que todos deben obedecer cuando las usan, y agentes de policía que intervienen cuando se transgreden las leyes. Todo esto se hace para evitar el caos y la confusión, y la Biblia incluso señala que debemos hacer nuestra parte, como pagar impuestos para mantener esas cosas (Romanos 13:1-7).
Sin embargo, un ejemplo de confusión es la forma en que pagamos exactamente esos impuestos. Es probable que la mayoría de ustedes todavía no hayan empezado a pagar impuestos, pero créanme: cuando lo hagan, ¡se darán cuenta de lo confusos que pueden llegar a ser los gobiernos humanos!
Aunque no podría ni empezar a explicar las leyes fiscales en este artículo, he aquí algunos ejemplos de cosas difíciles de explicar aquí en Estados Unidos: ¿Por qué hay un tipo de impuesto diferente según donde guarde uno su dinero, en su país o en el extranjero? ¿Por qué puede uno recibir una desgravación fiscal por algunos de sus hijos, pero no por otros, aunque sigan dependiendo de uno para su manutención?
Y luego está el concepto de que, aun-que uno no obtenga ingresos, puede obtener una devolución de impuestos. Estos son solo algunos ejemplos de los tipos de confusión que el hombre introduce en el gobierno.
En cambio, el plan de Dios es bastante sencillo: “Y todo diezmo de vacas o de ovejas, de todo lo que pasa bajo la vara, el diezmo será consagrado al Eterno” (Levítico 27:32). El ejemplo concreto que se da aquí es el de los animales, pero el principio es sencillo: la décima parte (el diezmo) de lo que ganamos, va a Dios. Eso es todo. ¡No hay confusión!
Corrupción
Otra cosa que el hombre ofrece a sus semejantes a través del gobierno es la corrupción. Ahora bien, no todo lo que hacen los gobiernos es siempre malo. Existen algunos programas bastante buenos que estos han creado para servir y beneficiar a sus ciudadanos.
A mí me gusta conducir por carreteras bonitas y asfaltadas, ir a las bibliotecas públicas, etc. Ni siquiera me importa pagar impuestos para ayudar a financiar estas cosas. Sin un gobierno organizado, la abolición de la esclavitud en Estados Unidos probablemente hubiera sido un fracaso.
Hay miles de cosas buenas que ofrecen los gobiernos del mundo y, por supuesto, debemos honrar a nuestros gobernantes (Tito 3:1-2). Sin embargo, la existencia de corrupción en nuestros gobiernos es innegable. No se trata solo de acusaciones, sino de cargos reales de las autoridades legales. El número de funcionarios gubernamentales condenados por delitos como soborno, extorsión y chantaje es asombroso.
Por supuesto, estos son solo algunos de los aspectos más destacados. A lo largo de los años se han cometido innumerables injusticias, y no solo por parte de políticos, sino también de ciudadanos particulares. Entre ellas, falsos testimonios basados en prejuicios personales, mentiras en la publicidad sobre las virtudes de un producto para impulsar las ventas, y bodegas llenas de pruebas consideradas inadmisibles por los tribunales debido a un tecnicismo menor. Por bueno que parezca, nuestro sistema legal no sirve a su pueblo con justicia plena.
En cambio, el gobierno de Dios ofrece un sistema puro y justo. “Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán límite, sobre el trono de David y sobre su reino, disponiéndolo y confirmándolo en juicio y en justicia desde ahora y para siempre. El celo del Eterno de los ejércitos hará esto” (Isaías 9:7). Tras el regreso de Jesucristo y el establecimiento del Reino de Dios, la norma será la verdadera justicia, junto con la ausencia total de corrupción.
Hipocresía
El gobierno de Dios no ofrecerá la hipocresía que vemos en los gobiernos del mundo actual. Como ya se ha dicho, a diario vemos personas que han jurado proteger las leyes de nuestra nación y vivir de acuerdo con ellas. Y, por supuesto, esto no ocurre solo en Estados Unidos. Se sabe que José Stalin, que dirigió la Unión Soviética de 1924 a 1953, provocó intencionalmente hambrunas en partes del mismo imperio que juró proteger. Pol Pot, líder comunista de Camboya, hizo cosas similares a sus ciudadanos mientras afirmaba tener en mente sus mejores intereses.
Es triste decirlo, pero la hipocresía ha formado parte incluso de la historia del pueblo de Dios. En tiempos de Nehemías hubo un renacimiento de la obediencia a la ley de Dios, pero no duró. “En aquellos días vi en Judá a algunos que pisaban en lagares en el día de reposo, y que acarreaban haces, y cargaban asnos con vino, y también de uvas, de higos y toda suerte de carga, y que traían a Jerusalén en día de reposo; y los amonesté acerca del día en que vendían las provisiones” (Nehemías 13:15).
Más adelante, en el versículo 26, les recuerda que incluso el rey Salomón se había esforzado por obedecer la ley de Dios. Como rey, no hay duda de que Salomón sabía bien lo que tenía que hacer, teniendo en cuenta que se le habría exigido escribir una copia de la ley para su propia edificación (Deuteronomio 17:18).
Entonces, ¿cuál es el punto? ¿Demostrar que todo el mundo es hipócrita en un grado u otro? Sí, en parte, pero el punto principal es destacar el siguiente detalle: ningún gobierno del hombre puede ser ni será jamás perfecto.
Compara ahora la hipocresía inherente a los reinos del hombre con la integridad del reino que ha de venir: “Acontecerá en lo postrero de los tiempos, que será confirmado el monte de la casa del Eterno como cabeza de los montes, y será exaltado sobre los collados, y correrán a él todas las naciones” (Isaías 2:2). Los montes aquí son símbolos de gobierno. Aquí vemos que la casa del Señor (el gobierno de Dios) reinará sobre todas las demás formas de gobierno, tal como leímos anteriormente en Apocalipsis.
La sustitución de los gobiernos del hombre ya es bastante impresionante, pero aquí está la parte realmente asombrosa: “Y vendrán muchos pueblos, y dirán: Venid, y subamos al monte del Eterno, a la casa del Dios de Jacob; y nos enseñará sus caminos, y caminaremos por sus sendas. Porque de Sion saldrá la ley, y de Jerusalén la palabra del Eterno” (Isaías 2:3). ¡La gente realmente querrá aprender de este gobierno y obedecerlo! Eso no es algo que se vea en los gobiernos del hombre actual, en gran parte debido a la hipocresía que invariablemente contienen.
¿Qué ofrece el hombre?
A lo largo de la historia del hombre ha habido algunas excepciones brillantes en términos de gobierno. Pero, al final, todas las formas de gobierno mundano se quedan cortas por la misma razón: el corazón humano.
No, no se trata del órgano, sino de las debilidades morales internas del hombre. Jeremías 17:9 nos recuerda: “Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?”.
Al final, no son los gobiernos los que fallan, sino las personas. A veces es por confusión, corrupción o hipocresía. Obviamente, nada de esto es lo que la gente desea en ningún gobierno ni en sus funcionarios. En cambio, deseamos la sencillez directa, la justicia y el gobierno recto que establecerá el Rey de reyes y Señor de señores, Jesucristo.
Aunque puede resultar tentador buscar la solución a los problemas de la humanidad en el gobierno humano, es inútil. Algunos líderes individuales e incluso ciertos sistemas de gobierno son mejores que otros, pero ninguno ofrece lo que promete el Reino de Dios venidero.
Jesús lo demostró cuando Satanás intentó tentarlo con los gobiernos de este mundo. “Otra vez le llevó el diablo a un monte muy alto, y le mostró todos los reinos del mundo y la gloria de ellos, y le dijo: Todo esto te daré, si postrado me adorares. Entonces Jesús le dijo: Vete, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él solo servirás” (Mateo 4:8-10).
Jesucristo comprendió que, al fin y a al cabo, todos los reinos y gobiernos de este mundo no tenían nada de valor real que ofrecer. Nosotros también deberíamos reconocerlo.
Por tanto, sean cuales sean los resultados de cualquier elección, ¡recuerda que nadie puede ofrecerte la paz, la alegría y la plenitud que traerá el Reino de Dios venidero! EC