#331 - 1 Timoteo 1-3: "Falsos maestros; la meta de la ley"

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#331 - 1 Timoteo 1-3

"Falsos maestros; la meta de la ley"

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Con el estudio de 1 de Timoteo comenzamos una sección llamada "las Epístolas Pastorales", ya que Pablo les escribió a dos de sus ministros jóvenes para darles instrucciones sobre la manera de pastorear una iglesia. Estas cartas incluyen las dos epístolas a Timoteo y una a Tito. Pablo escribió esta carta alrededor de los años 62-66 d. C., después de ser liberado de una prisión romana, y se la envió a Timoteo (que se encontraba en Éfeso) probablemente desde Macedonia.

Él comienza: "Pablo, apóstol de Jesucristo por mandato de Dios nuestro Salvador, y del Señor Jesucristo nuestra esperanza, a Timoteo, verdadero hijo en la fe: Gracia, misericordia y paz de Dios nuestro Padre y de Cristo nuestro Señor. Como te rogué que te quedases en Éfeso, cuando fui a Macedonia, para que mandases a algunos que no enseñen diferente doctrina, ni presten atención a fábulas y genealogías interminables, que acarrean disputas más bien que edificación de Dios que es por fe, así te encargo ahora" (1 Timoteo 1: 1-4).

La frase "edificación de Dios" es mejor traducida como "la obra de Dios", tal como afirma el Comentario del Expositor: "Pablo declara que tales enseñanzas promueven controversias en lugar de enfocarse en la obra de Dios, que se lleva a cabo por la fe". Efectivamente, debemos enfocarnos más en ayudar a la obra de Dios a llevar el evangelio del reino al mundo que en armar contiendas sobre conceptos bíblicos personales u otros temas infructuosos.

Así, Pablo se dirige al joven Timoteo, uno de sus ayudantes más cercanos. En su segundo viaje a Listra, donde ya había conocido a su madre Eunice y a su abuela Loida (2 Timoteo 1:5), decidió emplear a Timoteo como su asistente ministerial.

Es importante notar aquí que Pablo menciona a Dios Padre como "nuestro Salvador". Así, Pablo enseña que Jesús no es el único Salvador, sino también lo es Dios Padre. Esto lo repite cinco veces en sus epístolas pastorales (1 Timoteo 1:1; 2:3, Tito 1:3; 2:10; 3:4, y el apóstol Judas también lo menciona en Judas 25). Sí, Dios Padre es también nuestro Salvador, pues fue quien envió a su Hijo a morir por nuestros pecados y traernos la salvación. Además, fue él quien le pidió a su Hijo que se sacrificara, debido al amor que él sentía por la humanidad (Juan 3:16). Esta es una tremenda verdad que debemos tomar en cuenta que Dios Padre también es nuestro Salvador y no solo Jesucristo.

Ahora bien, Pablo menciona que la razón principal para enviar esta carta eran las falsas enseñanzas en Éfeso que Timoteo ahora tiene que afrontar. Estas tenían que ver, según Pablo, con "fábulas y genealogías interminables" que se explican más en detalle en los versículos 5-7: "Pues el propósito [o meta, telos en el griego, Romanos 10:4] de este mandamiento es el amor nacido de corazón limpio, y de buena conciencia, y de fe no fingida, de las cuales cosas desviándose algunos se apartaron a vana palabrería, queriendo ser doctores de la ley, sin entender ni lo que hablan ni lo que afirman".

De hecho, Pablo menciona ese mismo error en Tito 1:10-14 al decir: "Porque hay aún muchos contumaces, habladores de vanidades y engañadores, mayormente los de la circuncisión… por tanto, repréndelos duramente, para que sean sanos en la fe, no atendiendo a fábulas judías y mandamientos de hombres que se apartan de la verdad". Así, estas herejías tienen que ver con leyendas y tradiciones judías (rabínicas), que Cristo ya había rechazado durante su ministerio.

Parece que algunos hermanos en Éfeso (lo más probable, de origen judío) estaban jactándose de su larga y noble genealogía judía y usando fábulas y tradiciones judías para impresionar a los miembros con sus elevados conocimientos y su importante estirpe y así poder convertirse en los nuevos líderes de la Iglesia. Pablo se opone fuertemente a esos sediciosos intentos.

El Comentario Judío del Nuevo Testamento dice: "Al parecer, los que lideraban este movimiento eran creyentes judíos que seguían el mismo patrón de un orgullo injustificable, tal como los antagonistas de Juan el Bautista (Mt 3:9), de Jesús (Juan 8:39) y de Pablo (2 Corintios 11:22). También rechazaban la enseñanza de Pablo de que los creyentes gentiles ya son hijos de Abraham a través de la fe en Cristo (1 Timoteo 2:4; Romanos 4: 11-12, 16; Gálatas 3:29). Por lo tanto, ellos no tienen que producir un árbol genealógico judío para ser justificados.” Puesto que estos falsos maestros usaban la ley de Dios equivocadamente para exaltarse mediante genealogías, leyendas y tradiciones judías (como las que se encuentran en el Midrash), Pablo ahora tiene que enseñar el enfoque correcto de la ley de Dios, que no está basado en el sistema legalista judío (Romanos 10:3).

Él dice: "Pero sabemos que la ley es buena, si uno la usa legítimamente [es decir, para la meta indicada], conociendo esto: que la ley no fue dada para el justo, sino para los transgresores y desobedientes, para los impíos y pecadores, para los irreverentes y profanos, para los parricidas y matricidas, para los homicidas, para los fornicarios, para los sodomitas, para los secuestradores, para los mentirosos y perjuros, y para cuanto se oponga a la sana doctrina, según el glorioso evangelio del Dios bendito, que a mí me ha sido encomendado" (1 Timoteo 1:9-11).

Observen aquí que la ley equivale a la "sana doctrina" que abarca el "evangelio de la gloria del Dios bendito", así que la ley no está siendo descrita en forma negativa.

Por supuesto, cuando uno está guardando la ley de Dios legítimamente, a través del Espíritu Santo y no como lo hacía el sistema judaico, no hay temor a un castigo. Por ejemplo, cuando se guarda el sábado, uno no está "preocupado" de que la ley de Dios lo condene; del mismo modo, cuando uno maneja un auto no siente temor de las leyes de tránsito a menos que las ignore. Pues la ley sí tiene el poder para condenar al infractor y entonces surge el miedo al castigo. Sin embargo, el que cumple con las leyes de tránsito, no tiene nada que temer.

Lo más probable es que esos falsos maestros enseñaban que la ley de Dios era un fin en sí misma para salvarlo a uno (como dice el legalismo judío), en lugar de ser un medio hacia un fin. Pues la "ley" no puede salvar a nadie; solo puede mostrar lo que se debe hacer y luego describir la penalidad si no se obedece, ya que esa es su función legítima.

Pablo explica esto claramente en Gálatas 3:21-22: “Luego la ley es contraria a las promesas de Dios? En ninguna manera, porque si la ley dada pudiera vivificar, la justicia fuera verdaderamente por la ley. Más la Escritura lo encerró todo bajo pecado, para que la promesa que es por la fe en Jesucristo fuese dada a los creyentes".

Así que la ley de Dios no puede salvar, ya que no puede perdonar el pecado. Solo a través del sacrificio de Jesucristo podemos ser verdaderamente perdonados. Lo que Pablo quiso decir es que ambas cosas -- la ley y la gracia– tienen un papel clave que cumplir. La ley de Dios no puede salvar y la gracia no puede indicar el camino de justicia que se debe seguir.

Ahora bien, entre la lista de los pecadores mencionados aquí están los "sodomitas". El Comentario del Expositor explica: "Pablo dice que la ley está hecha para los adúlteros y ‘perversos’. Este último término en el griego es arsenokoites, que significa ‘varones homosexuales’. La palabra solo aparece una vez más en el N.T., en 1 Corintios 6:9, donde se afirma que ‘los que se echan con varones’ no heredarán el reino de Dios. A pesar de que hoy en día algunos líderes religiosos aceptan y toleran la homosexualidad, esta es condenada categóricamente tanto en el Antiguo como el Nuevo Testamento. Es el pecado específico por el cual Dios destruyó a Sodoma y Gomorra. También es ampliamente reconocida como una de las causas de la caída del Imperio romano, y su rápido aumento hoy en Europa y América del Norte representa una amenaza para el futuro de la civilización occidental". Esto es muy cierto.

Pablo continúa: "Doy gracias al que me fortaleció, a Cristo Jesús nuestro Señor, porque me tuvo por fiel, poniéndome en el ministerio, habiendo yo sido antes blasfemo, perseguidor e injuriador; mas fui recibido a misericordia porque lo hice por ignorancia, en incredulidad. Pero la gracia de nuestro Señor fue más abundante con la fe y el amor que es en Cristo Jesús. Palabra fiel y digna de ser recibida por todos: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero. Pero por esto fui recibido a misericordia, para que Jesucristo mostrase en mí el primero toda su clemencia, para ejemplo de los que habrían de creer en él para vida eterna. Por tanto, al Rey de los siglos, inmortal, invisible, al único y sabio Dios, sea honor y gloria por los siglos de los siglos. Amén" (1 Timoteo 1: 12-17).

Después de hablar de los infractores de la ley, Pablo ahora se enfoca en sí mismo y en la gran misericordia que Dios le mostró. Él reconoce abiertamente sus antiguos pecados, que incluían haber ejecutado a Esteban y a otras personas. Sin embargo, dice que lo hizo por ignorancia, pensando que estaba rindiendo un servicio a Dios. Pablo se consideraba el peor de los pecadores, y al recordar este hecho pudo mantenerse humilde mostrando gran misericordia y amor hacia los demás. Como Jesús le dijo a la mujer pecadora que se arrepintió y lavó sus pies con sus cabellos: "Por eso os digo que sus pecados, que son muchos, han sido perdonados, porque amó mucho. Pero a quien poco se le perdona, poco ama"(Lucas 7:47).

Pablo continúa: "Este mandamiento, hijo Timoteo, te encargo, para que conforme a las profecías que se hicieron antes en cuanto a ti, milites por ellas la buena milicia, manteniendo la fe y buena conciencia, desechando la cual naufragaron en cuanto a la fe algunos, de los cuales son Himeneo y Alejandro, a quienes entregué a Satanás para que aprendan a no blasfemar" (1 Timoteo 1:18-20).

Así, Pablo señala a Himeneo y a Alejandro, dos de los falsos maestros que ya había censurado. Respecto a Himeneo, se menciona otra vez en 2 Timoteo 2:17-18: "Y su palabra carcomerá como gangrena; de los cuales son Himeneo y Fileto, que se desviaron de la verdad, diciendo que la resurrección ya se efectuó; y trastornan la fe de algunos". Este error se menciona en 1 Corintios 15:12 y 2 Tesalonicenses 2:2, donde algunos creían que Cristo había regresado "en espíritu" pero no corporalmente. En cuanto a Alejandro, Pablo menciona más adelante: "Alejandro el calderero me ha causado mucho daño" (2 Timoteo 4:14-15).

Ellos dos fueron suspendidos de la Iglesia y abandonados a su suerte en el mundo de Satanás, hasta que se arrepintieron. Por eso, a veces se hace necesario aplicar disciplina en la Iglesia para sacar a aquellos que están sembrando discordia entre hermanos por medio de enseñanzas personales e ilegítimas.

Luego Pablo dice: "Exhorto ante todo, a que se hagan rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracias, por todos los hombres; por los reyes y por todos los que están en eminencia, para que vivamos quieta y reposadamente en toda piedad y honestidad. Porque esto es bueno y agradable delante de Dios nuestro Salvador, el cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad” (1 Timoteo 2: 1-4).

Aquí tenemos cuatro términos que se usan para describir diferentes facetas de la oración: 1) súplicas (griego: deseéis), que expresan un deseo o una necesidad. Dios quiere que llevemos nuestras “peticiones” a él y que sepamos que siempre tiene un oído atento. 2) Oraciones (griego: proseuche), el término general para la oración e indica la oración ferviente. 3) intercesiones (griego: enteuxis), es decir, interceder por alguien que necesita la ayuda de Dios. 4) Acción de gracias (griego: eucaristía), o dar gracias a Dios por lo que él ha hecho en el pasado y lo que hará en el futuro en nuestras vidas.

Pablo luego exhorta a los hermanos a orar por aquellos que tienen autoridad, para que los miembros puedan vivir en paz y sin ser molestados. El Comentario del Expositor señala: "Todo tipo de oraciones se deben hacer ‘por todo el mundo’, pero sobre todo ‘por reyes y por todos los que están en eminencia.’ El griego basileus (‘rey’) se aplicaba al emperador en Roma, así como a gobernantes menores. Se debe recordar que cuando Pablo escribió esta epístola, el emperador romano Nerón, un monstruo de crueldad, que más tarde ejecutó a Pablo y (posiblemente) a Pedro. Por eso, debemos orar por nuestros gobernantes actuales, sin importar lo irrazonables que a veces sean". Esto es un buen recordatorio para todos nosotros, dondequiera que vivamos.

Él sigue: "Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre, el cual se dio a sí mismo en rescate por todos, de lo cual se dio testimonio a su debido tiempo. Para esto yo fui constituido predicador y apóstol (digo verdad en Cristo, y no miento), y maestro de los gentiles en fe y verdad. Quiero, pues, que los hombres oren en todo lugar, levantando manos santas, sin ira ni contienda. Asimismo, que las mujeres se atavíen de ropa decorosa, con pudor y modestia, no con peinado ostentoso, ni oro, ni perlas, ni vestidos costosos, sino con buenas obras, como corresponde a mujeres que profesan piedad. La mujer aprenda en silencio, con toda sujeción. Porque no permito a la mujer enseñar, ni ejercer dominio sobre el hombre, sino estar en silencio. Porque Adán fue formado primero, después Eva, y Adán no fue engañado, sino que la mujer, siendo engañada, incurrió en transgresión. Pero se salvará engendrando hijos, si permaneciere en fe, amor y santificación, con modestia"(1 Timoteo 2:5-15).

Aquí vemos que Cristo es el único mediador entre Dios Padre y nosotros. La idea de tener como mediadores a sacerdotes que oigan nuestras confesiones y determinen lo que uno debe "pagar" (la penitencia) para perdonar los pecados, es una gran aberración doctrinal, pues aquí Pablo afirma claramente que Cristo debe ser nuestro único mediador.

Luego, Pablo menciona que las mujeres deben asistir a la iglesia con ropa decorosa, mostrando buen juicio en el vestir y absteniéndose de usar atuendos llamativos o reveladores.

Barclay menciona: "En la sociedad griega había mujeres que vivían nada más que para vestirse y peinarse elaborada y lujosamente. Plinio cuenta que hubo una novia en Roma, Lolia Paulina, cuyo vestido de novia costó el equivalente a seiscientos mil euros (US $660,000 actuales). Hasta los griegos y los romanos se escandalizaban del amor a los vestidos y las joyas que caracterizaba a algunas de sus mujeres". Lamentablemente, a veces se ve esa misma manía en las mujeres hoy en día.

Además, Pablo no quiere que las mujeres "gobiernen" en la Iglesia, llegando a ser pastoras o ministros. El Comentario Tyndale del N.T. menciona: "El hecho de que las mujeres debían aprender en silencio está en completo acuerdo con 1 Corintios 14:34-35... [esta medida] fue implementada para frenar las tendencias de algunas mujeres cristianas que abusaban de su libertad recién adquirida cuando pretendían gobernar indecorosamente sobre los hombres. Tales excesos acarrearían descrédito a toda la comunidad cristiana y, de hecho, es lo que probablemente había sucedido en Corinto, y por eso requería de un manejo firme".

Por otra parte, Pablo menciona que uno de los grandes papeles que una mujer puede jugar, si tiene la dicha, es tener el privilegio de la maternidad, porque mediante el cuidado de los hijos ella puede aprender muchas virtudes femeninas y espirituales, tales como la abnegación, la humildad, la paciencia, el amor y la misericordia.

A continuación, Pablo se refiere a las calificaciones de un ministro. Dice: "Palabra fiel: Si alguno anhela obispado, buena obra desea. Pero es necesario que el obispo sea irreprensible, marido de una sola mujer, sobrio, prudente, decoroso, hospedador, apto para enseñar; no dado al vino, no pendenciero, no codicioso de ganancias deshonestas, sino amable, apacible, no avaro; que gobierne bien su casa, que tenga sus hijos en sujeción con toda honestidad (pues el que no sabe gobernar su propia casa, ¿cómo cuidará de la iglesia de Dios?); no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. También es necesario que tenga buen testimonio de los de afuera, para que no caiga en descrédito y en lazo del diablo" (1 Timoteo 3:1-7).

Lo primero que Pablo menciona es el hecho de que aspirar al ministerio no debe ser motivo de vergüenza, sino que es una noble meta. Después de todo, un miembro es llamado a servir a Dios en cualquier capacidad que Dios desee, y eso incluye, en el caso de los hombres, ser un ministro. Luego Pablo enumera 15 cualidades que, por supuesto, son directrices generales y no exigencias que deben ser cumplidas a la perfección, porque entonces se necesitaría ser una persona "perfecta" y prácticamente infalible. No obstante, estos son los "frutos" generales que un candidato al ministerio debe manifestar.

La primera cualidad es ser "irreprensible", es decir, tener una buena reputación con los de fuera y no ser conocido por su mal ejemplo. Lamentablemente, con eso concluimos por ahora. La próxima vez seguiremos estudiando estos requisitos vitales del ministerio, que también son principios para todos los miembros.