#330 - 2 Tesalonicenses 1-3
"Sucesos del tiempo del fin; el hombre de pecado"
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#330 - 2 Tesalonicenses 1-3: "Sucesos del tiempo del fin; el hombre de pecado"
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Las persecuciones aumentaron y una falsa epístola de Pablo u otro apóstol, con enseñanzas erradas, estaba circulando. Además, los hermanos que dejaron de trabajar al pensar que Cristo venía pronto se estaban aprovechando de los demás. Por eso, Pablo envía está segunda epístola para corregir los problemas existentes y para animarlos. Es probable que fue escrita desde Corinto alrededor del año 50 d. C., cuando Hechos 18:5 menciona que Pablo, Silvano y Timoteo estuvieron juntos allí, quizás por última vez.
Él escribe: “Pablo, Silvano y Timoteo, a la iglesia de los tesalonicenses en Dios nuestro Padre y en el Señor Jesucristo: Gracia y paz a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo” (2 Tesalonicenses 1:1-2).
Noten aquí que Pablo nombra dos veces a Dios Padre y a Jesucristo, pero no a una tercera persona. Esto va en contra de las enseñanzas trinitarias, pues sería un insulto si el Espíritu Santo fuera una persona y no fuera nombrada ni una sola vez. Además, les desea “gracia y paz”, que significa el favor y la ayuda de Dios, y que tengan paz, pues las persecuciones allí habían empeorado.
Pablo sigue, “Debemos siempre dar gracias a Dios por vosotros, hermanos, como es digno, por cuanto vuestra fe va creciendo, y el amor de todos y cada uno de vosotros abunda para con los demás; tanto, que nosotros mismos nos gloriamos de vosotros en las iglesias de Dios, por vuestra paciencia y fe en todas vuestras persecuciones y tribulaciones que soportáis. Esto es demostración del justo juicio de Dios, para que seáis tenidos por dignos del reino de Dios, por el cual asimismo padecéis. Porque es justo delante de Dios pagar con tribulación a los que os atribulan, y a vosotros que sois atribulados, daros reposo con nosotros, cuando se manifieste el Señor Jesús desde el cielo con los ángeles de su poder, en llama de fuego, para dar retribución a los que no conocieron a Dios, ni obedecen al evangelio de nuestro Señor Jesucristo;” (2 Tesalonicenses 1:3-8).
Él los alaba al afrontar las persecuciones con “paciencia”, del griego, hupomone, que es mejor traducido como perseverancia. También los elogia por mostrar ese amor fraternal y el espíritu de solidaridad durante esas duras pruebas.
Les recuerda también la meta final, como lo hizo en su primera epístola: el ser “tenidos por dignos del reino de Dios”. Menciona algo parecido en los versículos 10-12, de ser “dignos del llamamiento.” Por tanto, la salvación no está garantizada, ni existe una “eterna seguridad”. La persona puede volver al mundo si se descuida y terminará siendo juzgada indigna por Dios. Por eso, los anima a perseverar en la fe para que sus ejemplos -según Dios les da la gracia para llevarlo a cabo y glorifiquen a Cristo. Un día, les dice, todo lo torcido será enderezado, cuando Jesús regrese y castigue a los impíos y recompense a los santos.
Los injustos, dice, “sufrirán pena de eterna perdición [significa destrucción total], excluidos de la presencia del Señor y de la gloria de su poder, cuando venga en aquel día para ser glorificado en sus santos y ser admirado en todos los que creyeron (por cuanto nuestro testimonio ha sido creído entre vosotros)” (2 Tesalonicenses 1:9-10).
Noten que el destino de los malhechores es la “eterna perdición”. Jesús también dijo de los injustos: “E irán éstos al castigo eterno, y los justos a la vida eterna” (Mateo 25:46). Por lo tanto, no dice aquí que el fin de los inicuos es el sufrimiento eterno, sino más bien es la destrucción eterna.
Pablo comienza el siguiente capítulo diciendo: “Pero con respecto a la venida de nuestro Señor Jesucristo, y nuestra reunión con él, os rogamos, hermanos, que no os dejéis mover fácilmente de vuestro modo de pensar, ni os conturbéis, ni por espíritu, ni por palabra, ni por carta como si fuera nuestra, en el sentido de que el día del Señor está cerca” (2 Tesalonicenses 2:1-2).
Vemos que Pablo esperaba ser reunido con los santos en el aire al regreso de Jesús. Al menos esa era su esperanza. Les advierte del falso rumor que la venida de Cristo ya había ocurrido, quizás en sentido espiritual, y también esa resurrección. Él le habló a Timoteo de tales personas: “Y su palabra carcomerá como gangrena; de los cuales son Himeneo y Fileto, que se desviaron de la verdad, diciendo que la resurrección ya se efectuó, y trastornan la fe de algunos” (2 Timoteo 2:17-18). Ya circulaba el espiritualizar la resurrección venidera.
Luego menciona tres maneras que los hermanos podían ser engañados: (1) por espíritu – al alguien tener un supuesto sueño o visión; (2) por algún supuesto dicho de un líder de la iglesia; o (3) por una carta falsificada de Pablo u otro apóstol.
Esto muestra que por lo menos había ya una epístola falsa de Pablo circulando allá. Una manera que él contrarresta esto es al terminar sus cartas con su puño y sello, tal como lo hace aquí. Él dijo: “La salutación es de mi propia mano, de Pablo, que es el signo en toda carta mía; así escribo” (2 Tesalonicenses 3:17). Pablo entonces procede a mostrarles por qué no deben inquietarse por esas falsas enseñanzas.
Les explica: “Nadie os engañe en ninguna manera; porque no vendrá sin que antes venga la apostasía, y se manifieste el hombre de pecado, el hijo de perdición, el cual se opone y se levanta contra todo lo que se llama Dios o es objeto de culto; tanto que se sienta en el templo de Dios como Dios, haciéndose pasar por Dios. ¿No os acordáis que cuando yo estaba todavía con vosotros, os decía esto?” (2 Tesalonicenses 2:3-5).
Hay varias maneras de entender ese primer hecho, ya que no está bien detallado. La apostasía aquí significa la gran rebelión contra la autoridad de Dios en el tiempo del fin y no cualquier cosa.
Primero, puede referirse a la gran rebelión de Satanás que inicia el tiempo del fin. Leemos en Apocalipsis 12:7-14 cómo el diablo y sus demonios se “rebelan” contra Dios, atacarán la morada de Dios y serán arrojados a la tierra, dados más poder, y perseguirán a la Mujer (la Iglesia) por 3 ½ años. Luego Satanás usará a la bestia y al falso profeta.
La segunda manera de entenderlo es como un gran abandono de la fe en los últimos días. Cristo también profetizó: “Y muchos falsos profetas se levantarán, y engañarán a muchos; por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará. Mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo” (Mateo 24:11-13).
Al respecto, Pablo agrega, “Pero el Espíritu dice claramente que en los postreros tiempos algunos apostatarán de la fe, escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios” (1 Timoteo 4:1). De modo que también puede significar que algunos hermanos apostatarán de la verdad—y eventualmente se doblegarán ante las fuerzas de la bestia y el falso profeta.
Es también posible una combinación de las dos cosas anteriores: la rebelión de Satanás, que inicia la apostasía de los hermanos que no están firmes en la fe. No podemos estar seguros cuál es la interpretación correcta y tendremos que esperar.
Luego de esta “apostasía,” el próximo suceso es la aparición del “hombre de pecado”, ese secuaz de Satanás que encabezará ese gran engaño de la humanidad. Leemos en Apocalipsis 13:13-14 que el falso profeta: “hace grandes señales, de tal manera que aun hace descender fuego del cielo a la tierra delante de los hombres. Y engaña a los moradores de la tierra con las señales que se le ha permitido hacer en presencia de la bestia,”.
Noten lo parecido con lo que Pablo dice aquí: “inicuo cuyo advenimiento es por obra de Satanás, con gran poder y señales y prodigios mentirosos, y con todo engaño de iniquidad para los que se pierden, por cuanto no recibieron el amor de la verdad para ser salvos” (2 Tesalonicenses 2:9-10).
Pablo agrega: “Y ahora vosotros sabéis lo que lo detiene, a fin de que a su debido tiempo se manifieste. Porque ya está en acción el misterio de la iniquidad; sólo que hay quien al presente lo detiene, hasta que él a su vez sea quitado de en medio” (2 Tesalonicenses 2:6-7).
¿Quién, pues, es el que restringe estos eventos? Pablo no lo aclara, pero tiene que ser alguien muy poderoso que luego puede retirarse ante la orden de Dios. En Daniel nos dice del tiempo del fin: “En aquel tiempo se levantará Miguel, el gran príncipe que está de parte de los hijos de tu pueblo; y será tiempo de angustia, cual nunca fue desde que hubo gente hasta entonces; pero en aquel tiempo será libertado tu pueblo, todos los que se hallen escritos en el libro” (Dn 12:1). Vemos, pues, que Miguel ha sido instrumental en oponerse a las fuerzas satánicas en la tierra y lo será en el futuro (Daniel 10:13, 21; Judas 1:9; Apocalipsis 12:7).
Así, en el pasado Dios ha usado a sus poderosos ángeles para restringir a Satanás de que haga más daño. No obstante, habrá un período cuando Satanás sea suelto en el mundo. Como dice Apocalipsis 12:12 de ese breve momento: “Por lo cual alegraos, cielos, y los que moráis en ellos. ¡Ay de los moradores de la tierra y del mar! porque el diablo ha descendido a vosotros con gran ira, sabiendo que tiene poco tiempo”.
Es bastante seguro que el falso profeta es el hombre de pecado que se sienta “en el templo de Dios como Dios, haciéndose pasar por Dios” (2 Tesalonicenses 2:4). Aquí, la referencia el “templo de Dios” es la frase normal para designar el lugar santísimo del templo que una vez estuvo en Jerusalén.
Como explica El Comentario Expositor: “Este personaje ‘se opone y se exalta sobre todo lo que se llama Dios o es adorado’. Su oposición al verdadero Dios es crucial en la continuación de la apostasía… El hombre de pecado ocupará el santuario para exigir la adoración que a solo Dios le pertenece. Se trata del templo judío que será reconstruido en Jerusalén en el futuro. Tales escrituras como Daniel 9:26, 27; 11:31, 36, 37; 12:11 (Mateo 24:15; Marcos 13:14) exigen tal interpretación. El término griego naon (‘templo’) no se presta para algo simbólico. Históricamente, un precursor de esta abominación desoladora ocurrió cuando Antíoco Epífanes profanó el Templo [en 168 a.C.]” (nota sobre 2 Tesalonicenses 2:4).
Pablo dice que el inicuo actuará: “y con todo engaño de iniquidad para los que se pierden, por cuanto no recibieron el amor de la verdad para ser salvos. Por esto Dios [permitirá] que se les envíe un poder engañoso, para que crean la mentira, a fin de que sean condenados todos los que no creyeron en la verdad, sino que se complacieron en la injusticia” (2 Tesalonicenses 2:10-12). Dios permite que Satanás haga todo esto en ese breve tiempo, por tanto, la separación entre el justo y el injusto será si uno tiene ese “amor a la verdad,” que equivale a la “justicia” -o el guardar los mandamientos (Salmos 119:172) y tener la fe de Jesús (Apocalipsis 14:12).
Por el contexto, la gran “mentira” que el mundo creerá entonces será: que el falso profeta que se sienta en el templo y hace grandes maravillas es la encarnación de Cristo. Solo los elegidos, por la gracia de Dios, sabrán la verdad (Mateo 24:22-24). El Comentario del Creyente dice: “Esta descripción claramente lo identifica como el Anticristo, el que se opone a Cristo y que se eleva en lugar de Cristo”. Las señales que hará el falso profeta no son trucos, sino verdaderos milagros, pero que provienen de un Satanás suelto y con gran poder.
Por eso, Pablo los insta: “Así que, hermanos, estad firmes, y retened la doctrina que habéis aprendido, sea por palabra, o por carta nuestra” (2 Tesalonicenses 2:15). Estas doctrinas son las enseñadas por los apóstoles de ese entonces (Hechos 2:42; Hechos 16:4) y a nosotros nos toca preservarlas y seguirlas.
Ahora se dirige a los hermanos que dejaron de trabajar pensando que Cristo llegaría luego.
Les dice: “Pero os ordenamos, hermanos, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que os apartéis de todo hermano que ande desordenadamente, y no según la enseñanza que recibisteis de nosotros. Porque vosotros mismos sabéis de qué manera debéis imitarnos; pues nosotros no anduvimos desordenadamente entre vosotros, ni comimos de balde el pan de nadie, sino que trabajamos con afán y fatiga día y noche, para no ser gravosos a ninguno de vosotros; no porque no tuviésemos derecho, sino por daros nosotros mismos un ejemplo para que nos imitaseis. Porque también cuando estábamos con vosotros, os ordenábamos esto: Si alguno no quiere trabajar, tampoco coma. Porque oímos que algunos de entre vosotros andan desordenadamente, no trabajando en nada, sino entremetiéndose en lo ajeno. A los tales mandamos y exhortamos por nuestro Señor Jesucristo, que trabajando sosegadamente, coman su propio pan. Y vosotros, hermanos, no os canséis de hacer bien. Si alguno no obedece a lo que decimos por medio de esta carta, a ése señaladlo, y no os juntéis con él, para que se avergüence. Mas no lo tengáis por enemigo, sino amonestadle como a hermano” (2 Tesalonicenses 3:6-15).
A pesar de que Pablo tenía mucha compasión, insistía que los que podían, deberían sostenerse ellos mismos. Los que habían dejado de trabajar debían volver a sus labores. No se debía entregar ayuda a los que rehusaban volver a sus trabajos. Estas personas no solo eran ociosas, sino que se volvieron entremetidas. En vez, deberían trabajar sosegadamente y no como fanáticos desequilibrados de la venida de Cristo. Si rehusaban obedecer, debían ser suspendidos por el momento, “para ser avergonzados”, pero no totalmente separados, ya que seguían siendo “hermanos”. El propósito era “que se sintieran avergonzados”. Deben reflexionar y arrepentirse para que haya paz. Como él dice, “Y el mismo Señor de paz os dé siempre paz en toda manera. El Señor sea con todos vosotros” (2 Tesalonicenses 3:16).