#327 - Colosenses 3-4: "Aplicaciones prácticas"

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#327 - Colosenses 3-4

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Esos reglamentos ascetas en realidad no podían eliminar los apetitos carnales y él explica que la verdadera solución contra esos pecados era dejar que Cristo, por medio del Espíritu Santo, siga grabando la ley de Dios en nuestros corazones y mentes. Así por fin se lograrán vencer los apetitos de la carne y llegar a ser parte del reino de Dios –que es la meta final.

Pablo explica: “Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios. Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste, entonces vosotros también seréis manifestados con él en gloria” (Colosenses 3:1-4).

Por eso es tan importante establecer las prioridades correctas en esa lucha entre lo carnal y lo espiritual. Pablo pregunta: ¿En qué nos enfocamos más? ¿En ese reino venidero o en esta sociedad terrenal? Su respuesta es: “Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros: fornicación, impureza, pasiones desordenadas, malos deseos y avaricia, que es idolatría; cosas por las cuales la ira de Dios viene sobre los hijos de desobediencia, en las cuales vosotros también anduvisteis en otro tiempo cuando vivíais en ellas” (Colosenses 3:4-7).

Por eso los insta a desarraigar por completo esos vicios que van en contra de la ley de Dios. La “fornicación” (porneia), cubierto por el Sexto Mandamiento, es un término general que significa las relaciones sexuales ilícitas. Originalmente porneia describe la práctica de andar con prostitutas, pero más tarde significó “la inmoralidad habitual”. La “avaricia” es codiciar por sobre todo, cosas materiales e ignorar los derechos ajenos. Es “idolatría” porque pone los intereses propios y materiales en lugar de Dios.

Luego, Pablo se enfoca en los pecados más sutiles de la mente y el corazón. Dice: “Pero ahora dejad también vosotros todas estas cosas: ira, enojo, malicia, blasfemia, palabras deshonestas de vuestra boca. No mintáis los unos a los otros, habiéndoos despojado del viejo hombre con sus hechos, y revestido del nuevo, el cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento pleno, donde no hay griego ni judío, circuncisión ni incircuncisión, bárbaro ni escita, siervo ni libre, sino que Cristo es el todo, y en todos.” (Colosenses 3:8-11). Él explica que la ley de Dios se aplica a todos por igual y compara el echar esos vicios con si fueran ropa sucia. Primero deben despojarse de la ira descontrolada. “Blasfemia” significa palabras insultantes y calumniadoras. “Palabras deshonestas” es un lenguaje abusivo y sucio. Los insta a no mentir, un pecado común que Dios considera muy grave si uno no se arrepiente.

Luego de describir lo negativo, ahora explica lo positivo. Dice: "Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia; soportándoos unos a otros si alguno tuviere queja contra otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros. Y sobre todas estas cosas vestíos de amor, que es el vínculo perfecto. Y la paz de Dios gobierne en vuestros corazones, a la que asimismo fuisteis llamados en un solo cuerpo; y sed agradecidos” (Colosenses 3:12-15). Si estas cualidades prevalecen en una congregación, van a reducir, si no eliminar, las fricciones u ofensas entre hermanos. Todas son manifestaciones del amor [ágape], que es mencionado como la máxima virtud. "Entrañable misericordia” (splankna oiktirmou) es la compasión y ternura expresada hacia los que sufren o los desdichados. “Benignidad” (crestotes), combina las ideas de bondad, gentileza y cortesía. "Mansedumbre” (prautes), es lo opuesto a la arrogancia y ser pendenciero. Más bien es una persona que toma en cuenta los sentimientos de los demás y está dispuesta a acomodarse para el bien de ellos. En Mateo 11:29 es una característica de Cristo y uno de los frutos del Espíritu (Gálatas 5:23).

"Paciencia" (macrotimia), es la longanimidad o el largo aguante que permite soportar injurias e insultos sin vengarse. Es un atributo de Dios (Romanos 2:4) y es otro de los frutos del Espíritu (Gálatas 5:22). Siendo longánimes, les permite “soportar” las fallas o las antipatías de otros y estar dispuestos a perdonar a los que han pecado contra ellos, siempre que haya arrepentimiento (Lucas 17:4). Lo hacen al recordar que fue Cristo quien murió en la cruz por ellos, que los perdonó inmerecidamente y que deben manifestar ese mismo tipo de amor. Como resultado, tienen esa paz interior que viene de Cristo al contar con actitudes puras y conciencias limpias (vea Juan 14:27). Finalmente, debemos todos aprender a ser agradecidos por lo que hemos recibido de Dios y de otros.

Luego de enfocarse en las relaciones personales en la iglesia, Pablo ahora se fija en la vida personal. Dice: “La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros, enseñándoos y exhortándoos unos a otros en toda sabiduría, cantando con gracia en vuestros corazones al Señor con salmos e himnos y cánticos espirituales. Y todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él” (Colosenses 3:16-17). Esa “palabra de Cristo” son las enseñanzas de Jesús, que fueron registradas en los Evangelios. Los “salmos” se trata del libro de los Salmos, y los “himnos y cánticos” son las composiciones hechas en ese entonces en la iglesia. Luego les recuerda que todo lo bueno que hacen debe ser enfocado en dar gloria y honor a Cristo y no a uno mismo.

Como es típico de Pablo, después de explicar la teoría de los principios bíblicos, ahora pasa a dar ejemplos prácticos para aplicarlos en la vida real.

Dice: “Casadas, estad sujetas a vuestros maridos, como conviene en el Señor. Maridos, amad a vuestras mujeres, y no seáis ásperos con ellas. Hijos, obedeced a vuestros padres en todo, porque esto agrada al Señor. Padres, no exasperéis a vuestros hijos, para que no se desalienten. Siervos, obedeced en todo a vuestros amos terrenales, no sirviendo al ojo, como los que quieren agradar a los hombres, sino con corazón sincero, temiendo a Dios. Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres; sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor servís. Mas el que hace injusticia, recibirá la injusticia que hiciere, porque no hay acepción de personas. Amos, haced lo que es justo y recto con vuestros siervos, sabiendo que también vosotros tenéis un Amo en los cielos” (Colosenses 3:18-4:1). Es interesante que en estas instrucciones domésticas Pablo se enfoca en el punto más débil de cada género. Para la mujer, lo más difícil es someterse a su esposo, pues amarlo es algo natural para ella. Sin embargo, para el hombre, amar a la esposa es lo más difícil. Y para los hijos, lo más problemático es obedecer a los padres. Hay tres cosas que resaltan en la sumisión de la esposa hacia el marido: 1) Que esa sumisión debe ser el resultado del amor desinteresado del esposo; 2) La forma del verbo “estar sujetas” (hipotaseste), indica que la sumisión debe ser voluntaria y no forzada por el esposo. Ella, pues, reconoce que el hogar, tal como cualquier otra institución, debe tener una cabeza, y por eso ella se somete gratamente al esposo que es digno y dedicado a ella; 3) Tal sumisión “conviene en el Señor”, y significa que es algo lógico y aprobado por Cristo, y lo eleva a un nivel espiritual.

Respecto a los deberes del esposo, el Comentario Expositor explica: “El mundo antiguo le pertenecía al hombre, y aun entre los judíos, la mujer a menudo era poco más que propiedad privada. Lo que Pablo aconseja aquí es algo radical. En vez de exigir a la mujer una obediencia absoluta, se basa más bien en el principio del amor y la deferencia mutua. Pablo menciona dos deberes del esposo. Uno es amar (ágape—un amor desinteresado) a sus esposas que es su deber máximo en el hogar. Y también el esposo no debe ser "áspero" con su ella, es decir, no debe manifestar una actitud hostil, brusca o irritable.

Siguen los deberes de los hijos hacia los padres. La palabra “obedezcan” (hipakouete) significa el hábito de escuchar y cumplir con premura las órdenes dadas. Esto, dice Pablo, “agrada al Señor”. Por eso es vital que los hijos desarrollen ese hábito de obediencia, primero ante Dios, luego a los padres, y finalmente, a los demás, pues habrá muchos otros “amos” en la vida que tendrán que obedecer si quiere mantener el empleo o un hogar bien formado.

Ahora vienen las instrucciones a los padres. Explica que no deben “exasperar” (erithizo) a sus hijos. El sentido es de no enseñorearse de ellos como si fuera un dictador. También la disciplina debe ser aplicada con amor y no ardor. Los padres no deben enfocarse en las fallas de sus hijos ni hostigarlos hasta el punto de que se desanimen (atimeo), que significa descorazonar al grado que se pierde el ánimo para querer hacer las cosas.

Luego vienen los deberes de los siervos hacia los amos, que hoy día se puede aplicar en parte a los empleados. En ese entonces, los esclavos formaban ¡la mitad de la civilización romana! Muchos eran parte del hogar y Pablo ya enseñó que un esclavo cristiano no debía ser discriminado en contra y que espiritualmente era igual a sus amos. Pero eso no significa que ahora ellos podían faltarle el respeto a esos amos cristianos. Pablo les dice que la obediencia debe ser sincera y diligente, como si Cristo fuera en realidad el amo. Esto eleva las labores más indignas a otro nivel y daría más dignidad a sus labores. Les recuerda que la recompensa por esa sumisión y obediencia vendría cuando Cristo aparezca de nuevo y ellos serían parte de su reino. En cambio, les advierte de no abusar de su estado de cristianos para desafiar las órdenes, pues dice que toda desobediencia será castigada, ya que no existe favoritismo ante Dios.

Finalmente, él se enfoca en los deberes del amo cristiano. Les recuerda que deben tratar justa y equitativamente a los siervos. A pesar de que, en el mundo romano, el esclavo no tenía derechos propios, les insta a los amos a que sean respetuosos con ellos, porque ellos mismos tienen un Amo en los cielos que los está juzgando.

Luego Pablo entrega más principios espirituales prácticos. Dice: “Perseverad en la oración, velando en ella con acción de gracias, orando también al mismo tiempo por nosotros, para que el Señor nos abra puerta para la palabra, a fin de dar a conocer el misterio de Cristo, por el cual también estoy preso, para que lo manifieste como debo hablar. Andad sabiamente para con los de afuera, redimiendo el tiempo. Sea vuestra palabra siempre con gracia, sazonada con sal, para que sepáis cómo debéis responder a cada uno” (Colosenses 4:2-6).

Aquí significa que la oración debe ser persistente, fervorosa y no insípida. Y pide que no se olviden de orar por él en su encarcelamiento, para que Dios abra una oportunidad para predicar el evangelio y que pueda revelar ese gran misterio con claridad y denuedo.

Eso lo lleva a recordarles que cuando hablen con los inconversos, lo hagan con discreción y sabiduría, y vivir de tal manera que los que los calumnian serán avergonzados. Significa ser tan diplomático que no van a antagonizar a los vecinos paganos. El término “redimir el tiempo” es una palabra comercial que significa aprovechar la ocasión para hacer un buen negocio, y aquí es “espiritual”, tal como Cristo dijo en Mateo 13, de usar la perla de gran precio y el tesoro escondido.

Menciona que sus palabras deben ser apropiadas y agradables, condimentadas con “gracia” y “sal”. Entre los antiguos griegos, la “sal” (halas), que era tan valiosa, se usaba en forma figurada como algo que daba chispa y sabor a una conversación. El fin era para que la conversación se adaptara según la persona con quien hablamos y así no causar innecesariamente ninguna ofensa.

Hay tres grandes lecciones que podemos aprender de la epístola a los colosenses. 1) No debemos buscar otros mediadores (como ángeles o personas muertas) entre uno y Dios, sino a Jesucristo, que es más que suficiente. 2) No debemos rebajar la figura de Jesucristo a un ser creado, como los ángeles, pues tiene toda la preeminencia como nuestro Creador, Señor, Maestro, Salvador, Sumo Sacerdote y Rey venidero. 3) Debemos celebrar el sábado y las Fiestas Santas con gozo y no en forma asceta como los falsos hermanos deseaban. No hay nada mal, pues, en comer y beber alegremente, pero con moderación en esos días. Ahora Pablo termina la carta con algunos comentarios personales.

Menciona a Tíquico, un ministro fiel que acompañó a Pablo para llevar la ofrenda a Jerusalén (Hechos 20:4), y es quien lleva esta carta a ellos, además de otra a los efesios (Efesios 6:21-22). Onésimo, quien acompaña a Tíquico, es el esclavo que se convirtió y sirvió a Pablo, y es el tema principal de la epístola a Filemón. También habla de Marcos, que era sobrino de Bernabé (Colosenses 4:10), y fue quien escribió el Evangelio de Marcos. De nuevo menciona a Epafras, el ministro en esa área, y a Lucas, el fiel compañero que escribió un Evangelio y el libro de Hechos. Pablo lo llama el “médico amado”, y aparentemente era griego, pues ya había mencionado a los judíos cristianos que estaban con él (Colosenses 4:11). Luego instruye que esta carta debe ser leída también en Laodicea, que quedaba a unos 15 km. de distancia, y que la carta a ellos fuera leída en Colosas (Colosenses 4:16).

Finalmente dice que firmó la carta con su puño y letra, pues la había dictado a un escribano, ya que él estaba encadenado a un soldado romano gran parte del tiempo (Hechos 28:16; Efesios 6:20).