#318 - Gálatas 2-3: "Explicación de las obras de la ley"

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#318 - Gálatas 2-3

"Explicación de las obras de la ley"

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En 2 de Corintios vimos que Pablo tuvo que defender su fe y ministerio contra los ataques de los falsos maestros. Pero las cosas están peores en Galacia, pues no sólo es Pablo atacado por su evangelio de no circuncidar a los gentiles, sino que se entera de que ¡falsos maestros ya estaban circuncidando a algunos de sus conversos gentiles allí, diciendo que era necesario para que fueran salvos! Pablo está tan enojado que le dice a los que están efectuando este rito de circuncisión: “¡Ojalá se multiplicasen los que os perturban! (Gálatas 5:12).

Esta controversia surgió luego del primer viaje misionero mencionado en Hechos 13 y 14, cuando Pablo levantó las iglesias en Galacia y enseñó que no era necesario que los gentiles fueran circuncidados. Eso suscitó en Hechos 15 la disputa que se resolvió en Jerusalén. Lucas narra: “Entonces algunos que venían de Judea enseñaban a los hermanos: Si no os circuncidáis conforme al rito de Moisés, no podéis ser salvos”. Como Pablo y Bernabé tuviesen una discusión y contienda no pequeña con ellos, se dispuso que subiesen Pablo y Bernabé a Jerusalén, y algunos otros de ellos, a los apóstoles y los ancianos, para tratar esta cuestión… Pero algunos de la secta de los fariseos, que habían creído, se levantaron diciendo: Es necesario circuncidarlos, y mandarles que guarden la ley de Moisés” (Hechos 15:1-5).

El Dr. Bruce explica: “La controversia sobre la circuncisión no quedó confinada de Antioquia, pues se difundió a las jóvenes iglesias en Galacia. Estas iglesias fueron visitadas por miembros judaizantes que insistían que la fe en Jesús como Señor debía ser complementada con la circuncisión y la observancia de la ley judía ceremonial. En su inocencia, los cristianos gálatas estaban dispuestos a aceptar esta nueva enseñanza. Cuando Pablo se enteró, escribió con extrema urgencia su Epístola a los Gálatas, suplicando a los recién conversos que no se dejaran seducir de la sencillez cristiana a un evangelio totalmente distinto, que en realidad no era ni siquiera uno” (Comentario sobre los Hechos, p. 304).

Otra clave para entender cuáles eran las partes de la ley que se refería Pablo está en los dos casos que usa Pablo como antecedentes legales para basar sus argumentos en contra de la circuncisión para los gentiles conversos y a favor de ser salvo por la fe en el sacrificio de Jesucristo y no por los méritos de Abraham, la justicia propia o las otras de la ley.

El primer ejemplo que cita Pablo es cuando viajó con Tito, un gentil converso, a Jerusalén y rehusó que fuera circuncidado. Dice: “Mas ni aun Tito, que estaba conmigo, con todo y ser griego, fue obligado a circuncidarse; y esto a pesar de los falsos hermanos introducidos a escondidas, que entraban para espiar nuestra libertad que tenemos en Cristo Jesús, para reducirnos a esclavitud, a los cuales ni por un momento accedimos a someternos, para que la verdad del evangelio permaneciese con vosotros. Pero de los que tenían reputación… reconociendo la gracia que me había sido dada, Jacobo, Cefas y Juan, que eran considerados como columnas, nos dieron a mí y a Bernabé la diestra en señal de compañerismo” (Gálatas 1:3,9). Noten que todos los apóstoles allí estaban de acuerdo sobre el tema de la circuncisión y las obras de la ley como algo innecesario para los gentiles. ¿Hubieran estado de acuerdo, si en vez, el caso se tratara de abolir el sábado, las Fiestas Santas, el diezmo y los alimentos bíblicos? Claro que no, pues jamás leemos en la Biblia que ellos enseñaron o creyeron que esas cosas fueran abolidas. Pero sí tiene sentido si estaban afirmando lo que Dios les había revelado hace poco en Hechos 10 con el caso de Cornelio, y que no debían imponer el yugo de la circuncisión, los ritos y las tradiciones de la ley a los gentiles conversos.

Sin embargo, los falsos hermanos que judaizaban insistían en esto y es a ellos y a su sistema de justificación que Pablo dirige toda su indignación. Pablo fue uno de los primeros que reconoció que estos maestros no eran cristianos convertidos sino “falsos hermanos”. Por eso Pablo dijo que ni por un momento accedió a que Tito fuese circuncidado, pues hubiera tenido que ponerse, como los demás cristianos gentiles, bajo todo ese sistema ceremonial y oral del judaísmo que Pablo había dejado atrás como sistema de justificación.

Luego Pablo menciona lo que ocurrió en Antioquia. Allí, los líderes judaizantes por un momento lograron imponer estas leyes que separaban a los hermanos incircuncisos de los circuncisos. Pedro, Bernabé y los demás ministros tuvieron miedo de ellos y comenzaron a separarse de los gentiles cristianos. Explica Pablo: “Pero cuando Pedro vino a Antioquía, le resistí cara a cara, porque era de condenar. Pues antes que viniesen algunos de parte de Jacobo, comía con los gentiles; pero después que vinieron, se retraía y se apartaba, porque tenía miedo de los de la circuncisión” (Gálatas 2:11-12).

¿Qué hizo Pablo cuando vio que ellos se separaban de los gentiles conversos al no ser circuncidados? Tuvo que reprender a Pedro y a los demás ministros por acobardarse al no defender la nueva verdad cristiana de que la circuncisión era innecesaria para el gentil converso. Es interesante notar que unos años más tarde, un grupo de judío cristianos que guardaban precisamente las mismas ciencias que los falsos hermanos judaizantes aquí aparecen en la historia y se llaman “ebionitas”, aunque no se deben confundir con otro grupo del mismo nombre que no siguieron este mismo trayecto. Dice el Diccionario Bíblico de Oxford sobre estos ebionitas separatistas: “Una secta de judío cristianos que floreció en los primeros siglos de la era Cristiana. Dos de sus creencias principales eran: 1) Una doctrina “reducida” de la persona de Cristo, al punto de que consideraban a Jesús como el hijo humano de José y María. 2) Tenían un énfasis excesivo hacia la Ley Mosaica. Se dice que rechazaron las Epístolas de Pablo y usaron sólo uno de los Evangelios”.

Esta descripción “encaja perfectamente con las enseñanzas de los falsos hermanos en Galicia, que deseaban poner a Moisés por encima de Cristo y atar los distintivos de la ley ritual y civil a los gentil cristianos. Desde luego que Pablo no iba a ceder ni por un instante a las exigencias de estos herejes judío cristianos. Sin embargo, eran en ese momento todavía personas importantes que venían de la sede de Jerusalén, pues Santiago (o Jacobo), aún no había descubierto que eran falsos hermanos”.

Pero poco después, Santiago los identificó como falsos hermanos, y les aclaró a Pablo y a los demás ministros que él no les había dado las órdenes de circuncidar y hacer guardar las ceremonias y tradiciones a los gentiles conversos (vea Hechos 15:21-25). Diez años más tarde, en una cita clave al respecto, Santiago explica que la controversia en el Concilio de Jerusalén era sencillamente sobre “la circuncisión y las costumbres” (Hechos 21:21). Lucas usa en sus escritos los términos “la ley de Moisés”, “Moisés”, “la ley” y “las tradiciones” en forma intercambiable. En Hechos 21, Santiago continúa: “En cuanto a los gentiles que han creído, nosotros les hemos escrito determinando que no guarden nada de esto” (Hechos 21:25). Ese “nada de esto” es vital para verificar que se refiere a la circuncisión y las costumbres, o sea, “las obras de la ley” y no a los Diez Mandamientos.

Pablo continúa su relato: “Pero cuando vi que no andaban rectamente conforme a la verdad del evangelio dije a Pedro delante de todos: “Si tú, siendo judío, vives como los gentiles [al no tomar en cuenta la circuncisión] ¿por qué obligas a los gentiles a judaizar?” (Gálatas 2:14).

El Comentario Exegético explica: “Judaizar significa guardar las costumbres ceremoniales de los judíos” (Tomo 2, p.447). Pablo vio que estaban otra vez levantando las barreras rituales y civiles del libro de Levítico, que eran las “obras de la ley” para separar a los judíos de los gentiles en la iglesia.

Se suponía que Pedro ya había superado esta etapa de poner esa “pared intermedia de separación… y la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas [ritos]” (Ef 2:14-15) y dejarlos de lado cuando comió sin escrúpulos con Cornelio, un incircunciso. Al ser censurado Pedro, la Biblia explica: “Y cuando Pedro subió a Jerusalén, disputaban con él los que eran de la circuncisión, diciendo: ¿Por qué has entrado en casa de hombres incircuncisos y has comido con ellos?”. Pedro les contestó: “Si Dios, pues, les concedió también el mismo don que a nosotros que hemos creído en el Señor Jesucristo, ¿quién era yo que pudiese estorbar a Dios?” (Hechos 11:2-3,17). En ese momento, Pedro sí defendió la libertad de Cornelio de ser miembro sin ser circuncidado, pero ahora en Antioquia, ante estos judaizantes, Pedro cedió y se apartó de los hermanos incircuncisos, Pablo se indignó al ver que de nuevo estaban levantando esa barrera racial y ceremonial de separación al no comer con los hermanos gentiles.

Pablo le dijo: “Nosotros, judíos de nacimiento, y no pecadores [en el sentido ceremonial] sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley sino por la fe de Jesucristo… Porque si las cosas que destruí [el sistema de separación entre judíos y gentiles], las mismas vuelvo a edificar, transgresor me hago [al rechazar la nueva verdad sobre no necesitar la circuncisión]” (Gálatas 2:15-18).

Al respecto, en su artículo, “Pablo y las obras de la Ley”, el Dr. Daniel Fuller aclara: “Un hecho importante que se debe notar cuando Pablo usa la frase, “obras de la ley” en Gálatas 2:16, es que su atención estaba enfocada según el contexto inmediato, no en la totalidad de la ley mosaica, sino en los aspectos ceremoniales. Por lo tanto, al ver cómo usó la frase, “obras de la ley” tres veces en este versículo se debe entender que se refiere a los aspectos ceremoniales de la ley y no a la ley en general. Al repudiar las “obras de la ley” en Gálatas 2:15-16, Pablo no está rechazando a Moisés, sino a la mentalidad legalista de los judíos que se basaban en estos ritos para hacerlos superiores a los demás y por ende, merecer así el favor de Dios”.

Tras repetir la frase “obras de la ley” seis veces, Pablo seguirá usándola en forma abreviada como simplemente “la ley” puesto que sus lectores ya saben de qué aspectos se trataba. Así, el contexto sigue siendo el mismo – la explicación de por qué fue añadida esta ley de obras a Israel bajo el Antiguo Pacto y por qué ya no era necesaria para el cristiano, ya que no influye en su salvación.

Pablo es muy claro a lo que se refiere en Hebreos 9:1, 9-10: “Ahora bien, aun el primer pacto tenía ordenanzas de culto y un santuario terrenal…pero en la segunda parte, sólo el sumo sacerdote una vez al año… dando el Espíritu Santo a entender con esto que aún no se había manifestado el camino al Lugar Santísimo, entre tanto que la primera parte del tabernáculo estuviese en pie. Lo cual es símbolo para el tiempo presente, según el cual se presentan ofrendas y sacrificios que no pueden hace perfecto, en cuanto a la conciencia, al que practica ese culto, ya que consiste sólo de comidas y bebidas, de diversas abluciones y ordenanzas acerca de la carne, impuestas hasta el tiempo de reformar las cosas”. Dentro de estas leyes de “ordenanzas acerca de la carne” u obras físicas, estaban incluida la circuncisión (Levítico 12:3), los sacrificios y el sacerdocio (Levítico 1-9) y las purificaciones y leyes civiles de atavíos y viviendas (Levítico 12-19). Este era el sistema ceremonial y civil que fue añadido por Dios para expiar los pecados del pueblo y para separarlos de los gentiles que eran considerados ceremonialmente inmundos hasta el tiempo de reformar las cosas con la venida de Cristo.

Además, en los tiempos de Jesús, los rabinos habían añadido cientos de reglamentos basados en “las tradiciones de los padres” que Pablo menciona en el Gálatas 1:14 y que eran para los fariseos tan importantes como las mismas leyes escritas en la Biblia. Ellos afirmaban que estas tradiciones fueron entregadas a Moisés y por ende, eran divinas, y que fueron transmitidas oralmente de generación a generación. Ellos sencillamente las habían transmitido y figuran en el Talmud. Esto es falso, pues la Biblia no dice nada semejante al respecto, pero en los tiempos de los apóstoles, así creían y enseñaban los fariseos. Por eso, no se puede entender el contexto de Gálatas sin tomar en cuenta la misma controversia que se encuentra en la primera conferencia ministerial en Jerusalén.

El Dr. Ladd explica en su libro, Teología del Nuevo Testamento: “En el judaísmo, la justicia llegó a ser definida por la conformidad a la Torá – la ley de Moisés representada por la tradición oral de los escribas… A los fariseos: “la ley” significaba la ley escrita de Moisés y la ley oral de las tradiciones. Todos los mandamientos, los escritos y los orales debían ser observados… Este nuevo papel de la Ley es lo que caracteriza al judaísmo rabínico. Por esta razón, “el enfoque básico e inicial del Antiguo Testamento es alterado e invalidado”…El rabino Sifré dijo: “El violar unos de estos reglamentos [orales] equivale a rechazar la ley entera y a negar ponerse el yugo de Dios” (p.440, 364, 497, 498).

Esta controversia sobre las “obras de la ley” en Galacia y Antioquia finalmente llegó a resolverse en el Concilio de Jerusalén. (después) de que Pablo escribiera Gálatas. (Gálatas es fechada tradicionalmente en el año 49 d.C. y el concilio de Jerusalén en el año 51 d.C.). En esa conferencia descrita en Hechos 15, Pedro trata el tema central de las “obras de la ley” al decir: “Ahora, pues, ¿por qué tentáis a Dios, poniendo sobre la cerviz de los discípulos un yugo que ni nuestros padres ni nosotros hemos podido llevar?” (Hechos 15:10). Estas obras de la ley eran un verdadero yugo para el pueblo judío y no tenía que ver con la santa ley de Dios. En vez abarcaban las leyes levíticas interpretadas por las tradiciones orales del judaísmo. En su “Comentario de libro de Hechos”, el profesor F.F. Bruce explica: “A judíos común y corrientes como Pedro y los otros, la ley de las tradiciones, en especial la más severa enseñada por la escuela dominante de Shamai, era una carga muy pesada que hacía gemir al pueblo. Cristo dijo sobre este yugo impuesto por los fariseos: “Atan cargas pesadas y difíciles de llevar, y las ponen sobre los hombros de los hombres” (Mateo 23:4).

Pablo mencionó estas tradiciones en Gálatas 1:14, y vemos por el contexto que era una de las partes de la “ley” a que se referían Pedro y Pablo. Si se obligaba a los gentiles a circuncidarse, estarían sujetos a cumplir con estas cargas de las leyes ceremoniales y tradicionales. Pablo y Pedro ya sabían que Cristo había muerto por sus pecados y que no necesitaban la ley ritual de Levítico como sistema de justificación ni seguir las tradiciones judías.

Pablo sigue explicando: “Porque yo por la ley [recibida en Cristo] soy muerto para la ley [el sistema anterior de justificación] a fin de vivir para Dios [de esta nueva forma]” (Gálatas 2:18). Así, Pablo está contrastando estos dos sistemas de justificación: el del Antiguo Pacto, con su sede en Jerusalén y centrado en el Templo, los sacrificios, la circuncisión y la tradición; y el Nuevo Pacto, representado por la fe en el sacrificio de Cristo y el bautismo. El Nuevo Pacto consiste en “la circuncisión no hecha a mano… la circuncisión de Cristo: sepultado con él en el bautismo” (Colosenses 2:11-12). Esto ahora está disponible a los gentiles aparte de la ley ceremonial y oral.

Pablo va a contrastar estos dos sistemas para mostrar cuán incompatibles son y para que no cedan los gálatas ante las presiones de estos judaizantes para circuncidarlos. Pablo ahora mostrará que las “obras de la ley” o los ritos en Levítico sólo estaban vigentes hasta Cristo. Les pregunta: “Esto solo quiero saber de vosotros. ¿Recibisteis el Espíritu por las obras de la ley, o por oír con fe?” (Gálatas 3:2). Es lógico que les preguntara si tuvieron que circuncidarse y estar bajo las obras ceremoniales de la ley para recibir el Espíritu Santo. Si no tuvieron que hacerlo entonces, ¿es lógico que lo hagan ahora, al someterse a la circuncisión?

Pablo sigue: “¿Tan necios sois? ¿Habiendo comenzado por el Espíritu, ahora vais a acabar por [circuncidar] la carne?” (Gálatas 3:3). Noten cómo compara estos dos sistemas: uno descrito como el del Espíritu, o la circuncisión del corazón por la verdadera conversión (Ro 2:29); y el otro de la carne, la que el judaísmo exigía: la circuncisión física y los ritos para ser justificado, aunque exentos del Espíritu Santo y la conversión genuina.

Para fortalecer su argumento, Pablo ahora usará el ejemplo de Abraham para mostrar que, sin ser circuncidado o tomar en cuenta “las obras de la ley” rituales, Abraham fue justificado al tener una fe basada en la obediencia, o la circuncisión del corazón. En el siguiente estudio, examinaremos el ejemplo de Abraham.