Servir o ser servido: esa es la cuestión

Usted está aquí

Servir o ser servido: esa es la cuestión

¿Qué tienen en común las camareras, los conserjes, los dependientes de gasolineras, los cuidadores de zoológicos, los jardineros y los taxistas? ¡Que todos ejercen puestos de servicio! Desgraciadamente, estos trabajos necesarios tienden a ser despreciados y considerados degradantes e inferiores por los demás.

Sin embargo, las Escrituras mencionan a algunos siervos muy notables y famosos, entre ellos Abraham, Isaac, Jacob, Moisés, Caleb, Josué, Sansón, David, Salomón, Ezequías, Elías, Jonás, Isaías, Pablo, María, los profetas, Aarón y los sacerdotes.

En Mateo 20:20-28 se nos dice que la esposa de Zebedeo procuraba un trato especial para sus hijos. Le pidió a Jesús que, en su reino, uno de ellos se sentara a su derecha y el otro a su izquierda. Sin embargo, como aprendemos en Romanos 12:1, a Dios le agrada más que nos esforcemos por ser siervos.

Cuando usted asiste la iglesia, ¿lo hace para servir o para ser servido? Esa es la pregunta que espero abordar en este artículo.

El ejemplo de Jesús

Cuando Cristo vino a la Tierra, “se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo” (Filipenses 2:7). Como explica Marcos 10:45, “Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos”.

¡Jesús vino a servir! Podemos ver que él dio el ejemplo de servicio cuando lavó los pies de sus discípulos en la noche de la Pascua (Juan 13:4-16).

No busquemos ser atendidos

Antes de analizar lo que significa ser un servidor, examinemos algunos ejemplos de lo contrario: alguien que busca ser servido. 2 Timoteo 3:1-5 explica que ser egocéntrico y servirse a sí mismo es una señal de los peligrosos tiempos del fin. Lucas 12:16-21 advierte en contra de la preocupación por el bienestar propio en vez de compartir lo que tenemos con los demás: el hombre de este ejemplo murió antes de poder disfrutar toda la riqueza que había acumulado para sí mismo. Romanos 16:18 denuncia el egoísmo, ya que no está al servicio de Jesucristo.

Dios utilizó al profeta Eliseo para sanar al sirio Naamán, pero Eliseo se negó a recibir cualquier recompensa por hacerlo. Sin embargo Giezi, su criado, corrió en secreto tras Naamán y le pidió bienes para sí mismo. En 2 Reyes 5:15-27 se detalla el contraste entre estas dos actitudes.

El relato del buen samaritano (Lucas 10) describe cómo tanto un judío como un sacerdote pasaron de largo ante el hombre herido. La única persona que se tomó la molestia de servirlo y atenderlo fue un samaritano.

Procuremos servir

Busquemos ahora en la Palabra de Dios enseñanzas sobre el servicio. Leemos que “más bienaventurado es dar que recibir” (Hechos 20:35). En Romanos 12:11 aprendemos que es razonable servir. Una forma de servir es “llevar los unos las cargas de los otros, y así cumplir la ley de Cristo” (Gálatas 6:2).

Estamos en el mismo Cuerpo, ¡y es un honor cuidarnos unos a otros! “Pero ahora son muchos los miembros, pero el cuerpo es uno solo. Ni el ojo puede decir a la mano: No te necesito, ni tampoco la cabeza a los pies: No tengo necesidad de vosotros. Antes bien los miembros del cuerpo que parecen más débiles, son los más necesarios; y a aquellos del cuerpo que nos parecen menos dignos, a estos vestimos más dignamente; y los que en nosotros son menos decorosos, se tratan con más decoro. Porque los que en nosotros son más decorosos, no tienen necesidad; pero Dios ordenó el cuerpo, dando más abundante honor al que le faltaba, para que no haya desavenencia en el cuerpo, sino que los miembros todos se preocupen los unos por los otros. De manera que si un miembro padece, todos los miembros se duelen con él, y si un miembro recibe honra, todos los miembros con él se gozan” (1 Corintios 12:20-26, véase también Efesios 4:15-16).

El amor debe ser nuestra motivación para servir (1 Corintios 13:4-8; Gálatas 5:13), y el servicio es un método mediante el cual demostramos amor (1 Juan 3:16-18). Más allá de las simples acciones, el servicio incluye interesarse por los demás (Filipenses 2:3-4). Es importante asegurarnos de servir en áreas en las que estamos preparados para hacerlo, no solo dispuestos. El buen samaritano, por ejemplo, tenía los medios: pudo prestar los primeros auxilios al hombre, curarle las heridas con aceite y vino y vendarlo (Lucas 10:34). Podemos seguir su ejemplo y prepararnos para estar listos cuando se presente la necesidad.

Recuerde que, al fin y al cabo, ¡es a Cristo a quien usted sirve! “Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres, sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia; porque al Señor Cristo servís” (Colosenses 3:23-24).

Dos hombres que ejemplificaron la actitud de servicio fueron Timoteo y Epafrodito. Pablo escribió de ellos: “Espero en el Señor Jesús enviaros pronto a Timoteo, para que yo también esté de buen ánimo al saber de vuestro estado; pues a ninguno tengo del mismo ánimo, y que tan sinceramente se interese por vosotros. Porque todos buscan lo suyo propio, no lo que es de Cristo Jesús. Pero ya conocéis los méritos de él, que como hijo a padre ha servido conmigo en el evangelio. Así que a este espero enviaros, luego que yo vea cómo van mis asuntos; y confío en el Señor que yo también iré pronto a vosotros.

“Mas tuve por necesario enviaros a Epafrodito, mi hermano y colaborador y compañero de milicia, vuestro mensajero, y ministrador de mis necesidades; porque él tenía gran deseo de veros a todos vosotros, y gravemente se angustió porque habíais oído que había enfermado. Pues en verdad estuvo enfermo, a punto de morir; pero Dios tuvo misericordia de él, y no solamente de él, sino también de mí, para que yo no tuviese tristeza sobre tristeza. Así que le envío con mayor solicitud, para que al verle de nuevo, os gocéis, y yo esté con menos tristeza. Recibidle, pues, en el Señor, con todo gozo, y tened en estima a los que son como él; porque por la obra de Cristo estuvo próximo a la muerte, exponiendo su vida para suplir lo que faltaba en vuestro servicio por mí” (Filipenses 2:19-30).

Conclusión

Cristo hizo la pregunta: “¿Quién es, pues, el siervo fiel y prudente, al cual puso su señor sobre su casa para que les dé el alimento a tiempo? Bienaventurado aquel siervo al cual, cuando su señor venga, le halle haciendo así. De cierto os digo que sobre todos sus bienes le pondrá” (Mateo 24:45-47).

Si elegimos servir de esta manera, podemos esperar las palabras que dijo Cristo a la oveja de su derecha en Mateo 25:21: “Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu Señor”. EC