Nuestra lucha con Dios
Luchamos con Dios porque no siempre comprendemos sus decisiones y propósito en las cosas que permite.
La Biblia relata muchos encuentros interesantes que algunas personas han tenido con Dios. Leemos que en el Edén Dios caminaba, hablaba e interactuaba con Adán y Eva. Luego de crearlos, Dios les dio un lenguaje, conocimiento, sabiduría y dones mentales que posibilitaron esa interacción.
Es evidente y lógico que no hay forma alguna de poder entender plenamente a Dios o igualarnos a él. Él es Todopoderoso y nosotros débiles. Él es omnisapiente y nosotros ignorantes. Dios siempre tiene la razón y nosotros nos equivocamos a menudo. En cada encuentro con Dios, solo su amor, bondad y compasión hacia nosotros los humanos hace posible que podamos interactuar con él en forma real y provechosa.
A Dios le complace mucho tener encuentros productivos con sus hijos. Sus pensamientos son más elevados que los nuestros (Isaías 55:8-9); sin embargo, nos anima a que lo busquemos, lo invoquemos y abandonemos los malos caminos y pensamientos de injusticia (Isaías 55:6-7). Dios amó tanto a la humanidad, que envió a su Hijo unigénito para salvarnos (Juan 3:16) y también nos ha dejado en las Sagradas Escrituras una pauta como guía de nuestros pensamientos y acciones.
Pedro advirtió que podemos desarrollar la naturaleza divina de Dios, y debemos hacerlo (2 Pedro 1:4-8). Dios es misericordioso, clemente, paciente, lleno de bondad y verdad, extiende su misericordia a millares, perdona la iniquidad, la transgresión y el pecado, pero de ningún modo justifica al culpable (Éxodo 34:6-7). Se espera que aprendamos a pensar conforme lo hace Dios.
Jacob luchó con Dios
Génesis 32:24-32 registra un asombroso relato de cierto encuentro con Dios. Leemos aquí sobre la increíble contienda entre Jacob y Dios, que al parecer duró toda la noche. Dios no utilizó su gran poder, pero finalmente tocó la cadera de Jacob y le dislocó la articulación.
Aparentemente a Dios le complació que Jacob no se rindiera en este combate disparejo, y al final lo bendijo. Parece que a Dios le agradó mucho la determinación de Jacob y su tenacidad para perseverar en medio de grandes adversidades. Jacob había superado gran parte de su naturaleza humana durante los años en que Dios trabajó con él, y al parecer Dios lo estaba probando.
Nosotros luchamos con Dios
Hoy, el pueblo de Dios debe crecer en compasión, misericordia, bondad y amor hacia la gente de este mundo. Debemos seguir el ejemplo de Jesucristo y desarrollar las cualidades que se mencionan en 1 Corintios 13. Cuando crecemos en estas áreas, podemos vernos confrontados con acontecimientos que nos resultan difíciles de comprender. Puede que no sepamos qué hacer y que cuestionemos a Dios.
En un momento dado, Cristo mismo clamó a su Padre: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” (Mateo 27:46). Somos testigos del sufrimiento humano, del hambre, la enfermedad, la guerra, el dolor físico y el sufrimiento, y quisiéramos ayudar. Esas mismas cualidades que Dios quiere que desarrollemos nos impulsan a intervenir, pero sabemos que somos incapaces y que solo Dios puede hacer algo. Nos preguntamos cómo y por qué Dios guarda silencio mientras vivimos en un mundo plagado de maldad, y batallamos internamente con estos pensamientos. ¿Dónde está él ante tan espantosas atrocidades?
Algunos sobrevivientes del holocausto, como Elie Wiesel, dijeron en alguna instancia: “Nunca olvidaré aquellos momentos cuando asesinaron a mi Dios y a mi alma, y convirtieron mis sueños en cenizas” (Witness [Testigo], de Ariel Burger). Sin embargo, ella llegó a comprender que en realidad Dios siempre estuvo presente y que somos los humanos los que no vemos el panorama completo. Contendemos con Dios porque no siempre entendemos lo que hace ni su propósito en las cosas que ocurren. Lo maravilloso es que a Dios le agrada que luchemos de manera reverente. Él se ve a sí mismo en sus hijos.
Job luchó con Dios
Posiblemente uno de los hombres más famosos que luchó con Dios fue Job. Este amaba al Eterno, quien lo declaró un hombre verdaderamente piadoso (Job 1:8). Pero Job se preguntaba por qué sufría el trato que estaba recibiendo y también cuál era el mal tan grande que había hecho (Job 7:17-21). Durante su “lucha”, Job declaró estar consciente de la sabiduría de Dios y de su poderío, pero dijo que si lo llamaba, él no respondía, y si respondía, no creía que lo hubiera escuchado (Job 9:4, 14-20). A menudo podemos sentir que libramos este mismo tipo de batalla con Dios, pero la maravilla de este libro es que Dios declaró que todo lo que Job había dicho de él era cierto (Job 42:7). Obviamente, Dios se agradó de la actitud de Job mientras este sufría y lidiaba con sus pensamientos.
Abraham y Jonás lucharon con Dios
Abraham llegó a ser amigo de Dios y sabía que no lo ofendería si cuestionaba algunas de sus acciones. Además, se condujo ante Dios de manera intachable (Génesis 17:1). Dios le reveló a Abraham su plan para castigar a Sodoma y Gomorra, y Abraham debatió con él acerca de esa destrucción aunque sabía que él mismo no era más que polvo y ceniza. ¿Quién era él para enfrentarse a Dios? (Génesis 18:17-33). Su actitud agradó a Dios, porque podía ver su propio corazón en las palabras de Abraham.
Dios también puede impedir la muerte de los malvados (Ezequiel 33:11). De hecho, el relato revela honor, respeto y alegría por parte de Dios. ¿Cómo podía saber un hombre que estaba consciente de su propia condición, tan inferior en comparación con el Todopoderoso, que era lícito luchar contra él? No cabe duda de que Dios se disgustó con Jonás porque este deseaba la muerte de los malvados (Jonás 4:11), lo que se opone a la naturaleza de Dios.
Moisés luchó con Dios
El relato de Moisés, que inicialmente no estuvo dispuesto a hacer lo que Dios le pedía pero que después llegó a amar al pueblo de Israel, muestra varias ocasiones en las que él no estuvo de acuerdo con el Eterno. Podemos decir que, en un sentido mental o espiritual, Moisés luchó con Dios. Un incidente importante tuvo lugar justo después de que Dios le hubiera dado las instrucciones para Israel y él bajara de la montaña para encontrarse con un pueblo sumido en el pecado. Merecían la ira de Dios, pero cuando Dios le dijo a Moisés que se apartara para poder consumirlos completamente y empezar todo de nuevo con Moisés, este se opuso y le dijo a Dios que si no los perdonaba, que también lo eliminara a él junto con ellos (Éxodo 32:10, 32). Moisés había aprendido el amor, el perdón, la misericordia y la compasión por este pueblo. Después de todo, él también era humano y Dios amaba a Israel (Isaías 49:14-16).
Dios se agradó de Moisés y habló con él cara a cara (Éxodo 33:11). ¡Qué extraordinario fue que el Todopoderoso se sentara a hablar con un hombre cara a cara! Parece que Dios disfrutaba sus encuentros con Moisés. También se complació de la lucha mental de Moisés cuando este dijo que no quería guiarlos a menos que la presencia de Dios estuviera con ellos y luego, además, le preguntó a Dios cómo sabría el pueblo que Dios lo acompañaba (Éxodo 33:14-16). Ciertamente Dios lo sabía, pero se alegró de que a Moisés le importara.
En otra instancia, ocurrida poco más de un año después, Dios había llevado a Israel a la frontera de la Tierra Prometida, pero los israelitas habían rechazado a Dios diez veces y no eran dignos de recibir la promesa (Números 14:11-13, 20-23). Dios volvió a decirle a Moisés que destruiría a Israel y empezaría de nuevo con Moisés. La reacción de Moisés nació de su intención de proteger la reputación de Dios evitando la destrucción de Israel, aunque seguramente Dios estaba plenamente consciente del punto de vista que Moisés expresó.
La actitud correcta cuando luchemos con Dios
Hay muchos otros ejemplos en las Escrituras que demuestran que Dios trabaja con los seres humanos y se complace cuando reaccionan correctamente. Dios se regocija cuando se ve a sí mismo en las palabras y los actos de una persona. Es muy interesante escudriñar la Biblia para encontrar casos similares.
Cuando vemos una gran calamidad, podemos preguntarnos dónde está Dios o por qué no interviene. Es aceptable meditar y preguntarse, y luego esperar. Dios pone a prueba nuestras actitudes en tiempos de grandes dificultades y quiere ver su propia personalidad y pensamientos reflejados en nosotros. Ese es claramente uno de los propósitos para los que hemos sido creados. Cuando luche con Dios, recuerde que él aprecia su esfuerzo siempre que lo haga con respeto y amor por él. EC