¿Qué tan seguros son su elección y su llamamiento?

Usted está aquí

¿Qué tan seguros son su elección y su llamamiento?

Si usted está leyendo esto, posiblemente se deba a que ha recibido una invitación a participar con Dios en su gran plan. Esta invitación es lo más importante que le puede pasar, pero no la dé por sentada, porque esta oportunidad de alcanzar "una salvación tan grande” es algo que no se da con frecuencia en esta era.

El apóstol Pedro nos dice en 2 Pedro 1:3-11 que tenemos la responsabilidad de asegurar nuestro llamamiento y elección. Una vez que escapamos de la corrupción del mundo, debemos ser diligentes en añadir virtud a nuestra fe; a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; a la piedad, afecto fraternal, y al afecto fraternal, amor. Esta lista es bastante larga, pero cuando nos esforzamos por agregar estas buenas cualidades a nuestro carácter, en la práctica estamos cooperando con Dios para asegurar nuestra “vocación y elección”. Pablo dice que si hacemos estas cosas, nunca tropezaremos.

Pablo además añade: “Por tanto, es necesario que con más diligencia atendamos a las cosas que hemos oído, no sea que nos deslicemos” y “¿cómo escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan grande?” (Hebreos 2:1-3).

El hecho de que se nos haya dado una invitación no garantiza nuestra salvación. Tenemos la gran responsabilidad de aceptar y promover la obra que Jesucristo ha hecho en nuestro ser. Su promesa de “vivir dentro de ustedes” muestra su deseo de establecer esta relación íntima y eficaz con nosotros. Nuestra responsabilidad consiste en permitirle a Cristo desarrollar su mente dentro de la nuestra.

¿Por qué está él condicionando esta salvación en base a un llamamiento o elección a los que debemos responder? Nuestra comprensión de cómo Dios está llevando a cabo su plan marca toda la diferencia en la forma que respondemos. Aquí hay siete puntos que vale la pena tener en cuenta cuando analicemos nuestro llamamiento.

1. Dios tiene sus propias razones para escoger a la gente.

Dios le dijo a Abraham: “y serán benditas en ti todas las familias de la tierra” (Génesis 12:2-4). Aquí vemos un llamamiento muy especial de parte de Dios a Abraham, para usarlo como “el padre de los fieles”. La promesa de Dios de traer la salvación a todos los seres humanos comenzó con Abraham. Una vez que Abraham fue escogido, dependía de él llegar a conocer, creer y obedecer a Dios. Lo mismo pasó con Isaac y Jacob: fueron elegidos por Dios, pero como depositarios de ese llamado, debían contestar.

“Antes del nacimiento de los niños, Dios le anunció a Rebeca: ‘El hijo mayor va a ser siervo del menor’. Lo dijo así para demostrar que ese era su plan. Dios eligió a ese niño para demostrar que él elige a quien quiere,y su elección no dependió de lo que los niños hubieran hecho” (Romanos 9:11-12, Palabra de Dios para Todos). Note que Pablo dijo que el propósito de Dios se mantendría firme aún después de su elección.

Dios eligió a David para que estableciese su trono y a Jesucristo como la semilla prometida que había de venir, y este fue su plan y su decisión personales. Así ha sido desde el comienzo y continúa siéndolo hasta hoy día. Cada vez que una persona es llamada para formar parte del propósito de Dios, es Dios quien inicia la acción, y podemos estar seguros de que él termina todo aquello que empieza. Se nos exhorta a que “corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe” (Hebreos 12:1-2). Dios asegura el cumplimiento de su plan porque él es su iniciador.

2. El Padre es quien escoge, y Jesucristo lleva a cabo la voluntad del Padre.

Note cuán positivamente describe Jesucristo su responsabilidad de ejecutar con éxito la voluntad de su Padre: “Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que a mí viene, no le echo fuera. Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió. Y esta es la voluntad del Padre, el que me envió: Que de todo lo que me diere, no pierda yo nada, sino que lo resucite en el día postrero” (Juan 6:37-39).

Desde luego, la decisión final es nuestra. Pero Jesucristo está comprometido a hacer todo lo posible para que alcancemos la salvación durante esta era – una era en la que el objetivo de Satanás es frustrar el propósito de Dios. El camino de vida del diablo pretende menospreciar las sinceras intenciones que Dios tiene para nosotros.

Debemos enfocarnos siempre en evitar esta continua erosión de nuestra fe. Jesús dijo: “Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás” (Juan 6:35). Solo Jesucristo ofrece una poderosa alternativa a los intentos del mundo por satisfacer falsamente nuestras necesidades más profundas.

3. Dios sabía de antemano que usted estaba predestinado a ser uno de sus llamados durante esta era.

“Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. Y a los que predestinó, a éstos también llamó . . .” (Romanos 8:29-30). ¿Puede imaginarse esto? Dios envisionó el plan en el que se embarcaría para llamar a personas durante esta era, y en el camino, lo llamó a usted. Tal como se dijo anteriormente, él no lo escogió a usted por lo bueno, justo o merecedor que era, ¡pero no puede negar que fue uno de los bendecidos que recibió la invitación! El hecho de que Dios es quien tomó la iniciativa comprueba que esto es obra de él. Dios nos asegura el éxito, no por nuestras habilidades o inteligencia, sino porque él está a cargo y es quien está orquestando lo que sucede en nuestras vidas para que alcancemos el éxito.

4. Dios está empeñado en que su plan funcione.

“Acordaos de las cosas pasadas desde los tiempos antiguos; porque yo soy Dios, y no hay otro Dios, y nada hay semejante a mí; que anuncio lo por venir desde el principio, y desde la antigüedad lo que aún no era hecho; que digo: Mi consejo [plan] permanecerá, y haré todo lo que quiero” (Isaías 46:9-10, énfasis nuestro).

Debido a la naturaleza misma de Dios, él tiene la intención, la voluntad y el poder para llevar a cabo todo aquello que se propone.

Su plan, desde el mismo comienzo, fue el de “llevar muchos hijos a la gloria” (Hebreos 2:10). El hecho de que Adán y Eva escogieran mal debido al engaño de Satanás no fue un obstáculo para Dios. Esto fue algo que el calculó y para lo cual tomó precauciones. El pasaje continúa diciendo: “Ya destinado desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postreros tiempos por amor de vosotros” (1 Pedro 1:20).

Nunca debemos pensar que las intenciones de Dios de tener hijos que se conformarían a su Hijo, se frustraron. Dios actuó de manera muy poderosa y clara cuando comenzó a llamar a los seres humanos después de la fatídica decisión de Adán. Podemos leer acerca de algunos de ellos en Hebreos 11.   

5. Dios no nos rechaza porque hemos cometido errores.

David pecó, pero estuvo dispuesto a reconocer su error y arrepentirse. David oró: “Vuélveme el gozo de tu salvación, y espíritu noble me sustente. Entonces enseñaré a los transgresores tus caminos, y los pecadores se convertirán a ti” (Salmo 51:12-13). Después de esto, David nunca dio por sentada la misericordia de Dios, y más tarde confirmó que “para siempre es su misericordia”. Esto muestra el compromiso que Dios tiene con nosotros. Dios es eterno. Su propósito perdurará. Jamás dude que Dios nos ayudará a salir adelante y que nos extenderá su misericordia infinita cuando la necesitemos. Recuerde, él es quien comenzó el proceso.

6. Las cosas malas que ocurren no son obstáculos para la obra que Dios está llevando a cabo en nosotros.

“Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados” (Romanos 8:28). Él no dice que todas las cosas que nos ocurrirán serán buenas. Todos conocemos ejemplos de errores que cometemos y que nos acarrean consecuencias, y de pruebas que parecieran ocurrirnos sin que tengamos la culpa. Esto no es indicación de cuán enojado está Dios con uno, ni de un deterioro en la relación tan especial que él tiene con nosotros. En su sabiduría, Dios permite que ciertos eventos ocurran y los utiliza para nuestro propio bien. Él es paciente con nuestras faltas y las usa para enseñarnos.

Al final del relato de Job, lo primero que él confesó es algo sumamente importante y que debemos recordar siempre: “Yo conozco que todo lo puedes, y que no hay pensamiento que se esconda de ti” (Job 42:2). Job no entendía por qué Dios estaba permitiendo que pasara por tantas pruebas, pero al final encontró las respuestas. Él concluyó que Dios nunca se desvía de su propósito, y que él es verdaderamente “el perfeccionador de nuestra fe”.

7. Tengamos fe en la obra que Dios está llevando a cabo.

¿Reconocemos que hay una “obra” que se está llevando a cabo dentro de nosotros? El mundo nos dice que en realidad a Dios no le importamos; pero nuestras vidas, mentes y corazones son el taller en el que Dios trabaja. Él está muy ocupado observando cada pensamiento, reacción, comportamiento y motivo nuestros para ver si se conforman a Jesucristo. Dios está muy preocupado de perfeccionarnos, y por ello es que pasa tanto tiempo en el taller.

La Biblia lo explica de esta manera: “Estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra,la perfeccionará hasta el día de Jesucristo” (Filipenses 1:6).

“Esta es la obra de Dios, que creáis en el que él ha enviado” (Juan 6:29). Para que se pueda llevar a cabo esa intensa obra en nosotros, debemos mantener la fe en Jesucristo. No debemos dudar que él está llevando a cabo “la obra de Dios” en nosotros. Él puede hacer esto únicamente si estamos de acuerdo, y si cooperamos y participamos.

¿Qué tan importante es para usted esta obra? Si usted se olvida de Dios mientras vive en un mundo impío, será tragado por este mundo. Pero el llamamiento de Dios para cumplir su propósito en esta era es lo más importante que nos ha ocurrido a cada uno de nosotros.

El propósito que Dios tiene para usted es inquebrantable: “Porque irrevocables son los dones y el llamamiento de Dios” (Romanos 11:29). El llamamiento de Dios jamás es abolido ni derogado, y es permanente: “Dios no es hombre, para que mienta, ni hijo de hombre para que se arrepienta. Él dijo, ¿y no hará? Habló, ¿y no lo ejecutará?” (Números 23:19). Es inconcebible que la certeza del compromiso de Dios a veces sea menospreciada en las mentes y corazones de quienes son llamados, pero lamentablemente, esto sucede.

Cuando él llama a alguien, su compromiso es total; su llamamiento nunca es a medias, y jamás es revocado. Confirmemos entonces nuestrocompromiso con el gran propósito de Dios.