¿Qué significa “que nadie te menosprecie por ser joven”?

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¿Qué significa “que nadie te menosprecie por ser joven”?

¿Hay algo más maravilloso que ser joven, estar lleno de energía y fuerza, y sentir la emoción de los primeros descubrimientos? En Eclesiastés 11:9 leemos: “Alégrate, joven, en tu juventud, y tome placer tu corazón en los días de tu adolescencia”. ¡Qué hermosa imagen se viene a la mente! Un joven o una jovencita, disfrutando de la vida al máximo, con un futuro lleno de puro optimismo y emoción.

No es de extrañarse que la juventud, con todo su esplendor y vitalidad, a menudo sea venerada como un periodo transitorio, dedicado a pasarlo bien y a probar nuestros límites antes de atarnos a las responsabilidades del matrimonio y una familia propia. Pero nunca fue la intención de Dios que tuviésemos tiempo desechable en nuestras vidas, a pesar de que Satanás sí intenta afanadamente convencernos de que la juventud fue creada para ser despilfarrada. ¿Qué pasa con quienes pertenecemos a la Iglesia de Dios? ¿Estamos dejándonos influenciar por las tendencias imperantes que invaden nuestra sociedad, que nos hacen creer que tenemos derecho a todo y nos impulsan a buscar la gratificación personal? Necesitamos saber cuál es nuestra posición, porque la verdad es que hay muchísimo en juego. Muchas de las decisiones que tomamos a los 12, 16 o 25 años pueden tener un impacto positivo o negativo por el resto de nuestras vidas en nosotros y en aquellos que amamos.

Una carta para Timoteo — y para nosotros

Pablo le dijo a Timoteo: “Que nadie te menosprecie por ser joven. Al contrario, que los creyentes vean en ti un ejemplo a seguir en la manera de hablar, en la conducta, y en amor, fe y pureza” (1 Timoteo 4:12, Nueva Versión Internacional).

A primera vista este consejo parece un poco extraño, ya que no tenemos control sobre lo que otros puedan pensar de nosotros. Da la impresión que Timoteo fue víctima de discriminación debido a su edad, pero lo que Pablo estaba diciendo era que Timoteo debía comportarse de tal manera que nadie pudiese tener razón para reprochar su juventud. Él debía actuar con más madurez, con más sabiduría, poniendo en práctica el Espíritu Santo que había recibido a través de la imposición de manos. Su tarea consistía en ser un instructor, y como tal, era inaceptable que utilizara su juventud como un tiempo para enfocarse en la búsqueda de sus propios placeres. Era inaceptable que ignorara voluntariamente el amor que Dios le tenía, sus expectativas y además su labor como ministro del pueblo de Dios.

El ser joven no nos da licencia para actuar estúpidamente o experimentar con comportamientos destructivos, ni tampoco para ser necios, a pesar de que Satanás ciertamente usa la cultura popular para indicar lo contrario. Todos nosotros a veces escogemos mal o tomamos malas decisiones, y esto incluye a adultos maduros. Pero cuando somos jóvenes, con mucha frecuencia, nuestra inexperiencia espiritual y el deseo de ser aceptados por nuestros amigos nos vuelven más vulnerables. El mundo que nos rodea nos muestra la juventud y la belleza como una licencia para el hedonismo, filosofía que promueve el no privarse de nada. Este enfoque nos afecta físicamente, a través de la comida y las bebidas que consumimos en exceso, económicamente, a través de crédito que no podemos administrar, y sexual y emocionalmente, mediante relaciones enfocadas en el placer en vez de Dios el Padre.

La responsabilidad es algo que aprendemos a través de la práctica. Valernos de nuestra juventud y usarla de excusa para adoptar como estilo de vida la falta de juicio o carácter, es algo que también se aprende a través de la práctica. Ambas conductas se acumulan con el tiempo y son reforzadas cada día por medio de nuestros pensamientos y acciones.

Y aunque Dios es quién decide si nos protegerá o no de las consecuencias que nos merecemos cuando tomamos malas decisiones, puede que tanto nosotros como otros a nuestro alrededor debamos cargar con cicatrices mentales, emocionales o físicas por el resto de nuestras vidas.

La carta de Pablo a Timoteo continúa diciendo: “No descuides el don que hay en ti, que te fue dado mediante profecía con la imposición de las manos del presbiterio. Ocúpate en estas cosas; permanece en ellas, para que tu aprovechamiento sea manifiesto a todos” (1 Timoteo 4:14-15).

Tal como Timoteo, nosotros también debemos ser un ejemplo de rectitud dentro de nuestro círculo de influencia, que se compone al menos de nuestra congregación local, nuestra familia y nuestro círculo de amigos. ¡Qué responsabilidad más grande! No es nada fácil nadar en contra de la corriente de la sociedad, ser un ejemplo en palabra, conducta, amor, espíritu, fe y pureza. Medite en la carta de Pablo a Timoteo y en cómo se aplica a nosotros hoy en día. Debemos estar conscientes de cómo les hablamos a otros y cómo representamos a Dios con nuestras palabras. Tenemos que ser buenos ejemplos en conducta y acciones y reflejar el amor de nuestro Padre en nuestra preocupación por los demás.

Además, debemos estar trabajando activamente con el Espíritu Santo que se nos entrega al bautizarnos, y creciendo en fe por medio de buenas obras. Y debemos ser puros, lo que en un mundo como el nuestro indudablemente requiere de la ayuda de Dios (2 Timoteo 2:22).

¿Es esto algo demasiado abrumador? ¿Imposible de alcanzar? Bueno, tal vez así parezca, especialmente si algunos malos hábitos se han vuelto parte de la fibra de nuestro carácter. Pero  es posible. Lo imposible es absolutamente posible con Dios (Filipenses 4:13). La mayor parte de la gente en la Iglesia de Dios no habla abiertamente acerca de los despreciables y mezquinos rasgos de personalidad que han tenido que superar, o que aún están superando, pero todos tenemos cosas que mejorar y nadie es la excepción. El mismo apóstol Pablo fue culpable de perseguir a los hermanos, y jugó un rol activo en la muerte de varios cristianos. Pero Dios abrió sus ojos y lo llevó al arrepentimiento y a predicar el evangelio (Hechos 7:58-59, 1 Timoteo 1:12-16, Romanos 7:24-25).

Hemos escuchado magníficos relatos acerca de milagros en los cuales Dios protegió de manera extraordinaria la vida o la propiedad de miembros de la Iglesia, ¡y estas historias son inspiradoras y maravillosas! Pero rara vez tenemos la oportunidad de celebrar las numerosas historias de cómo Dios ha salvado milagrosamente muchas vidas espirituales. Dios puede llevar a cabo milagros increíbles en nuestros corazones y mentes si estamos dispuestos a aceptar su ayuda y guía.

Familia y amistad: Una luz en un lugar oscuro

Nos necesitamos unos a otros. No en vano Dios nos dijo que debíamos reunirnos con otros hermanos cada semana. Las congregaciones de nuestra Iglesia deben llegar a ser como nuestras familias: un sistema de apoyo donde los miembros se aman mutuamente a pesar de sus diferentes personalidades. Y tal como en una familia, todos debemos trabajar juntos, llevando a cabo nuestras respectivas responsabilidades. Debemos practicar con frecuencia el compañerismo cristiano, no solo en el salón de la Iglesia sino que también juntándonos en nuestros hogares, para fortalecer nuestras relaciones hasta el punto de compartir con los demás las cosas importantes que enfrentamos como cristianos. Necesitamos rodearnos de quienes se emocionan y entusiasman en cuanto al camino de Dios.

Nuestra selección de amigos puede ser especialmente importante cuando somos jóvenes, ya que en esta etapa es cuando comenzamos a independizarnos más de nuestras familias, tanto en la escuela como en el trabajo. Los amigos de nuestro grupo pueden tener una influencia tremenda sobre nosotros, y nosotros sobre ellos. Pero siempre tenemos que estar conscientes de la dirección y el peso de esa influencia y tomar nuestras decisiones, sin importar lo difícil que ello sea, según nuestra meta y adonde queremos llegar. Si la sabiduría viene de Dios (Proverbios 2:6 dice que sí proviene de él), entonces más vale que le pidamos fervientemente ese atributo y lo usemos para caminar (o correr) en la dirección correcta. Salomón fue el hombre más sabio que jamás vivió, pero incluso él fue guiado en la dirección equivocada por los amigos con los cuales decidió rodearse.

En el libro de Daniel vemos un alentador ejemplo de cuatro hombres jóvenes que hicieron lo correcto, sin la influencia de sus padres, abuelos o ministros. Cuando fueron capturados en Babilonia, ellos solo contaban con el refuerzo positivo que podían darse mutuamente, pero por haber obedecido a Dios sin tomar en consideración sus propias vidas, Dios los bendijo con grandes aptitudes y talentos. Cuando el rey los puso a prueba, su desempeño fue diez veces mejor que el de quienes los rodeaban (Daniel 1:17-20).

¿Podría Dios haberlos sacado de Babilonia? Ciertamente que sí, pero no lo hizo. En vez, rodeados por una sociedad extremadamente pagana, ellos tuvieron que probarse a sí mismos que amaban a Dios más que a sus propias vidas. Él les entregó entonces lo necesario para alcanzar el éxito dentro de los límites de su cautiverio. Estamos en el mundo, pero no somos del mundo. La diferencia entre ambas cosas es enorme, y diariamente debemos saber cómo reconocerla en nuestras vidas. Nunca podemos tomarnos una vacación para alejarnos del mundo, y eso incluye los servicios del sábado, la Fiesta de Tabernáculos o los campamentos de la Iglesia. Incluso en tales circunstancias, tomamos decisiones con respecto a la compañía que mantenemos y las actitudes y comportamientos que, al fin de cuentas, son los que conforman nuestro carácter.

Aprendiendo por el camino difícil

Confieso que antes de mi llamada de alerta (vea el recuadro en la página anterior), el primer amor (por la verdad de Dios) siempre me había parecido algo fuera de mi alcance. No lograba entender bien cómo los cristianos de segunda generación, como yo, podían llegar a tener el vehemente compromiso de quienes habían sido llamados en primera generación. Después de todo, nosotros no habíamos salido de otra religión u otro estilo de vida diferente al del camino de Dios.

Pero estaba muy equivocada. El primer amor por la verdad de Dios está ahí, disponible para todo aquel que Dios llama, si es que no estamos demasiado ocupados con las preocupaciones de esta vida para buscar a Dios seriamente. Timoteo también fue un creyente de segunda generación, y aprendió acerca del camino de Dios a través de su madre y su abuela (1 Timoteo 1:5). Como joven que era, él respondió al mismo llamado que tal vez tú mismo estás escuchando ahora (Hechos 2:38-40).

La segunda parte de Eclesiastés 11:9 dice: “Anda en los caminos de tu corazón y en la vista de tus ojos; pero sabe, que sobre todas estas cosas te juzgará Dios”. Debemos rendir cuentas por las decisiones que tomamos cuando somos jóvenes, sean éstas sabias o insensatas.

Algunas personas tienden a aprender de los errores de otros y reciben buenas enseñanzas desde temprano, tal como Timoteo y Daniel y sus amigos. Pero pareciera ser que algunos de nosotros tenemos que aprender mediante amargas experiencias y azotar el rostro en el suelo una y otra vez. Pero, de una u otra manera, lo importante es aprender algo.

Si pudiese volver atrás y decirle algo a la joven que fui, le diría: “Dile a Dios todo secreto en tu corazón. El ser honesta contigo misma es ser honesta con Dios. Y ese es el comienzo de todo lo maravilloso en tu vida. Todo es más claro después de invitar su luz para que brille dentro de ti”.

Sé un Timoteo, o un Daniel, si es que puedes. Pero si es demasiado tarde para eso, entonces sé cómo el hijo pródigo, o el rey David, quienes después de haber cometido errores tremendos, ¡se volvieron hacia Dios para recibir su perdón en vez de justificarlos aún más! (Lee Lucas 15:10-19; 2 Samuel 12).

No tengas en poco tu valiosa juventud, desperdiciándola en tantas cosas que pueden alejarte de lo que tú sabes que es lo correcto.

Si no lo has hecho todavía, aprende a apreciar esta etapa de tu juventud como el momento en que puedes aprender a comunicarte abiertamente con Dios y poner tu confianza en él a lo largo de tu vida (Salmo 71:5). Él te ama más de lo que puedes llegar a comprender, ¡y realmente desea escuchar lo que tienes que decir! (1 Juan 4:19).

Al comienzo de este artículo hice una pregunta: ¿hay algo más maravilloso que ser joven? La verdad es que sí lo hay. Es mucho más maravilloso ser joven e invertir esa energía, fuerza y amor por la vida en la relación más importante que jamás tendremos: aquélla con nuestro Padre que está en los cielos. Esta es la decisión más bendecida que podemos tomar. 

 -Por J’Non Whitlark